EL SENTIDO DEL PRIMERO DE MAYO
EDUARDO
SANGUINETTI - FILÓSOFO RIOPLATENSE
El 1º de mayo de 1886, 200.000 trabajadores estadounidenses
iniciaron una huelga, reclamando que la duración legal de la jornada de trabajo
sea de 8 horas, haciendo valer la máxima de 8 horas para el trabajo, 8 horas
para el sueño y 8 horas para la casa.
La mayoría de los obreros que marcharon a la huelga estaban
afiliados a la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo inicialmente imbuidos
de principios socialistas.
A finales de 1886 las patronales accedieron a otorgar la jornada
de 8 horas de trabajo a centenares de miles de trabajadores, marcando este
hecho un punto de inflexión en el movimiento obrero mundial.
Federico Engels en el prólogo del Manifiesto Comunista de 1890
dice: “El proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas,
movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para
un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de 8 horas,
proclamada ya en 1886 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra
y el de 1889 en París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a
los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos
los países están unidos”.
Bien, en la actualidad la mayoría de las naciones del mundo
conmemoran el día 1º de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores,
salvo los países de colonización británica concreta, que lo celebran en otra
fecha, para evitar movilizaciones radicales y socialistas, que causen
disturbios en tan magna celebración.
Hoy, ante el triunfo del capitalismo en todas las naciones, con
su tendencia de ir tras el lucro de activos incorpóreos, la riqueza y el poder
concentrado en manos de unos pocos, las corporaciones multinacionales continúan
explotando a los trabajadores del planeta, y lejos de promover el bienestar de
los mismos, provocan estériles confrontaciones entre los pueblos teniendo al
mercantilismo cual deidad suprema. Me pregunto qué sentido le asignamos hoy a
la celebración del 1º de mayo si en espacio y tiempo, en eterno retorno, se
plantea una situación similar a la planteada hace un siglo y medio, salvo que
en aquel entonces se podía aspirar a superar los conflictos con una revolución.
Es imposible dar espacio a una mentalidad revolucionaria hoy
erradicada del sentir y pensar de los pueblos, que viven en estado de anestesia
y resignación ante el espectáculo insano que propone y ejecuta el
neoliberalismo, en simulación de un simulacro, en un espacio de libertad condicional
que tiene como marco de ¿legalidad? el creer existir en una democracia
procedimental.
La democracia procedimental carece de todo contenido ético y no
le interesa la defensa de ningún valor, salvo la coherencia con las normas del
sistema de poder: la democracia reducida a una maquinaria de contenido
procesal; nos hemos transformado en sociedades anónimas.
Un totalitarismo subliminal ha sentado reales en el mundo,
devenido en la puesta en acto de conductas socioculturales y políticas
compactas, con la inestimable ayuda de las “tecnologías de punta”, que penetran
la epidermis del tejido social, degradándolo y convirtiéndolo en un objeto del
destino con la valiosa complicidad de las fuerzas vivas del capitalismo
empresario, la Iglesia, las Fuerzas Armadas y los partidos políticos, en el
crepúsculo de sus funciones de ser legítimos representantes de los pueblos.
El “estado de las cosas” queda resumido magníficamente en esta
expresión: “los presidentes somos juguetes del poder financiero global”.
Ante esta frase, ¿qué nos queda por hacer? me pregunto, pues
nada más sepultado que el sentido popular que desde el subsuelo, donde palpita,
puede brotar algún día en un preciso momento, en el instante decisivo, fundar
nuevamente el día del hombre trabajador, digno y puro. El sentido popular, que
no es más ni menos que el sentir del pueblo trabajador, ha aprendido a fuerza
de soportar vigilias cada madrugada, por donde viene el sol todos los días y no
cree que una revolución pueda ponerlo de espaldas a oriente, para aguardar por
el poniente la aurora. El sentido popular intuye que se progresa hacia la vida
en alegría de ser, no de tener.
“Los pueblos han de
tener una picota para quien los azuza a odios inútiles y otra para quien no les
dice a tiempo la verdad”
José Martí
José Martí
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