ALGUNAS VECES...
DUNIA SÁNCHEZ
Algunas veces nos vemos tras un
espejo que perseguimos. Nos miramos y descubrimos cada rincón de nuestra
reconditez. Un tiempo que se aleja y volvemos a retomar atrapándolo con
nuestras manos abiertas. En su reflejo un firmamento celeste, es la tarde que viene
con su horizonte lejano ha arrebatarnos los pensamientos. Nos quedamos
ensimismados por la belleza que presta.
Jugamos a burbujas que toman formas animadas a medida que avanza, nos
introducimos en ella y viajamos. Un
viaje al infinito de nuestra esencia, de nuestro cavilar. Nos encontramos que
somos polvo de estrellas, sustancia gris que se expansiona por la vía láctea.
En una de sus ramas nos estacionamos y observamos con detenimiento esa esfera
azul que persiste en los años de paso. Vemos su envejecimiento mientras las
estáticas edades recorren nuestro cuerpo. No sabemos si volver. Aquí jóvenes y
solos. Allí…Ay allí…
Como pasan las estaciones, los años
y todo sigue igual. Guerra tras guerra han hecho de esa esfera azulada una
colina gris, una colina donde solo van los buitres. Desgastado está el mundo,
un mundo que en sus principios soñaba con ser un arco iris eterno. Yo aquí con
mi compañero. Nos damos la espaldas sumisos en nuestro pensamiento ¿¡Qué
hacer¡?, nos preguntamos. Como cambiar toda esta población que se aprieta en
tinieblas. No hacemos más que llorar, ver cómo pasa el tiempo y nada cambia.
Somos groseros, egoístas con los ríos que nos dan vida, con ese boscaje que nos
hace respirar, con ese océano singladura de nuestros deseos.
- Mira amigo. Veo algo, algo tenebroso
infundado por nuestras manos. El avance. Sí, ese avance desequilibrado que
puebla nuestra casa. Hasta en nuestro techo hay basura. Cuándo nos daremos
cuenta. Somos pocos los que miramos por ese globo que indiferente a los demás
es llanto, es torturado, es gemido.
- Te digo que todo cambiará. Cuando se
nos venga encima la tormenta seremos capaces de afrontarla y todo volverá a su
ritmo. No más hambre, no más injusticias, no más campos donde apiñados solo hay
muerte.
- Somos calaveras flotantes. Un tren que
solo nos lleva al invierno eterno. Y
vamos con celeridad evocando la muerte de nuestro planeta.
- Creo en el retorno. En el retorno de la
vida, de la alegría. Todo es cíclico. Caemos y nos levantamos. Nos levantamos y
caemos. Creo que en lo sucesivo de los años se darán cuenta y retornará otra
vez el respeto. El respeto por la madre tierra, el respeto por cada raza humana
sea cual sea su ideología. Mientras sigamos
aquí, en una de estas espirales observando, esperando tal acontecimiento.
- ¿Tu crees? Crees que el ser humano
saldrá victorioso ante tanta amenaza aberrante.
- Sí, lo creo. Creo en mi, en ti, en
ellos
Profundo , duro y hermoso relato me encantó!!! gracias por compartirlo
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