GIBRALTAR, DESPUÉS DE 320 AÑOS Y CUATRO
DE DEMORA: ¿VA SIENDO HORA?
Hoy 2024,
parece superado el concepto territorial, incluso el soberano, lo que se
cuestiona es que todo el territorio debe estar a disposición de todas las
personas que habitan esta llamada “zona de prosperidad compartida”.
RAFAEL
FENOY RICO
La llamada verja de
Gibraltar, con escaso tránsito durante
la primera ola del Covid.
ALFONSO TORRES
Recientemente Leo Docherty, secretario de Estado británico para Europa, visitó Gibraltar el 11 de marzo de 2024. Fue un visto y no visto, y aún no se sabe el motivo real, ya que dio una de cara y otra de cruz. La de cruz pudiera ser el mensaje principal. La cara: El Sr. Leo mostraba confianza en alcanzar un acuerdo para la firma del Tratado en torno al Peñón, entre Gran Bretaña y la Unión Europea, que según sus palabras se cerrará “más pronto que tarde”. España ni se la nombra, a pesar de que nada se hará sin acuerdo de ella. La cruz: “Insistió en que son importantes los preparativos para en caso de que el proceso negociador fracase”.
Pocas personas
saben los asuntos que se viene “negociando” en Londres entre los reinos de la
Gran Bretaña y España (la UE). Dicen querer alcanzar acuerdo “sobre el futuro
de Gibraltar y la denominada zona de prosperidad compartida”. Pero es tan
enorme y compleja la trama de aspectos que deben quedar atados, que se antoja
muy difícil un acuerdo satisfactorio y por ende duradero. No están de suerte
los llanitos ya que si al menos tuvieran peso en el hemiciclo de las Cortes de
Madrid haría tiempo que el gobierno español habría concedido todo, todo, lo que
hubieran deseado. Pero ese gobierno no precisa de esos apoyos para mantener su
exigua mayoría minoritaria. No obstante los cambios de criterio de la
diplomacia española en múltiples materias animan a las gentes gibraltareñas a
anidar la esperanza del reconocimiento de todas sus demandas incluidas la
soberanía sobre el Peñón. El antecedente del Sahara no es moco de pavo, ya que
el presidente del gobierno español, emulando al rey emérito hace ahora 50 años,
en un viaje relámpago llegó con la bandera del pueblo saharaui y se volvió con
la “Alauita”. Total, como él dice, no es un cambio caprichoso, sino por hacer
de la necesidad virtud. Con las actuales políticas contradictorias
desarrolladas por la presidencia del gobierno de España ¿Puede estar seguro el
pueblo español de algo? ¿Y el gibraltareño? Mucho se ha escrito y hablado sobre
Gibraltar y no siempre coherentemente, pero hay algunas certezas, por más que
los bastardos intereses pretendan bastardearlas. Vamos a enunciarlas: A) Que
hace 320 años de la usurpación del Peñón de Gibraltar por la corona inglesa, es
incuestionable. B) Que, durante esos 320 años, España nunca ha renunciado a
volver a integrar el Peñón y el istmo en el territorio nacional, del que fueron
desgajados de manera fraudulenta, también es un hecho. C) Que quienes viven en
Gibraltar tienen una perspectiva contraria a estas evidencias, también es un
hecho. D) Que los distintos gobiernos de España a lo largo de los años han dado
muy poca importancia a restablecer la situación alterada en 1704, también es
cierto. E) Que quienes llevan habitando esa roca siglos o decenios algún
derecho les asistirá para que se tengan en consideración sus intereses, también
parece de cajón. F) Que los distintos sectores de la población llanita, tienen
intereses comunes y contrapuestos, es más que evidente. G) Que las gentes de la
bahía de Algeciras perciben en su mayoría que hay que llegar a un acuerdo que
permita una convivencia en libertad e igualdad, poca duda suscita. Y algunas
más que simplemente observando y escuchando a las gentes de un lado y otro de
la Berja pueden apuntarse.
Desde 1966. Sólo 2
años antes del CIERRE DE LA VERJA, ya se hablaba en el parlamento de Londres de
una “Soberanía Compartida”. Interesante análisis de la cuestión, sobre todo por
aquellas fechas, febrero 1970, en el libro “Los republicanos españoles y
Gibraltar” de Mariano Granados, publicado como era de esperar en México por la
editorial Finisterre. Casi 60 años después, y a pesar del tiempo que el Reino
Unido formaba parte de la Unión Europea, estando también España en ella, las
negociaciones no van por el camino de “compartir”, ni la soberanía (abstracto),
ni el aeropuerto (concreto). Es muy evidente que las clases dirigentes del
Peñón tienen interés especial en conseguir una “independencia” que les permita
controlar absolutamente todas las reglas del juego de los mercados, porque al
fin y al cabo de “negocios” se trata. Tiene mucho más sentido para los
mercaderes hablar de “zona de prosperidad compartida”, que de derechos y
reciprocidad. Y como de una economía
mercantilista al uso se trata tiene todo el sentido controlar la legalidad para
hacer “negocios”. Quienes manejan los grandes negocios del Peñón saben de sobra
que la economía mundial se ha globalizado y los grandes fondos de inversión
manejan a su antojo los elementos precisos para acumular mayores beneficios.
Las cifras que Gibraltar puede representar a esa escala, por grandes que se les
antojen a los potentados gibraltareños, son efímeras. Y sin embargo ¡cuantas
vueltas se le está dando a este asunto! Sorprenden las idas y venidas de
ministros de aquí para allá, en una “negociación” que parece condenada al
fracaso ya que en la raíz del asunto todas las partes deben asumir la
RECIPROCIDAD como eje central de cualquier acuerdo. Y para seguir ganado mucho
dinero eso de la RECIPROCIDAD no sirve.
Es tan enorme y
compleja la trama de aspectos que deben quedar atados, que se antoja muy
difícil un acuerdo satisfactorio y por ende duradero.
Hoy 2024 parece
superado el concepto territorial, incluso el soberano, lo que se cuestiona es
que todo el territorio debe estar a disposición de todas las personas que
habitan esta llamada “zona de prosperidad compartida”. Que la libertad de
movimientos de personas, mercancías y capitales conlleve la igual capacidad de
residir, de trabajar, de estudiar, del acceso a la salud, a la ayuda a la
dependencia… En definitiva compartir las potencialidades que todas las comunidades
tienen y apoyarse mutuamente para dar respuestas a sus necesidades. ¿Es eso tan
complicado? Parece que sí cuando se pretende por parte de unos pocos
“negociantes” mantener su status que se sostiene en la exclusividad de cómo,
cuándo y con qué se negocia. Y a estas gentes, de aquí y de allá, no nos
equivoquemos, para conseguir sus fines enarbolan las banderas y sentimientos
nacionalistas, ya que el status actual es claramente beneficioso “sólo” para
ellos.
Hace 320 años del
lío y las dos coronas y la Unión Europea llevan 4 años “avanzando” en las
negociaciones. ¿Muchos años? No. Quizás es que la distancia en las posturas
iniciales era casi infinita y ya se sabe que hay que tener paciencia. Paciencia
que no parece agotarse por igual a ambos lados de la verja. Reino Unido se fue
de la Unión Europea hace 4 largos años y Gibraltar mantiene el status
prácticamente igual a cuando formaba parte de la Unión. Siguiendo el consejo
del Sr Leo: ¿Debería España hacer preparativos para en caso de que el proceso
negociador fracase? ¿Habrá llegado el momento de seguir negociando, pero con
las reglas del Acuerdo de Schengen? La situación de Gibraltar sería como si de
un Marruecos se tratara, por poner un ejemplo muy cercano. En esas
circunstancias ¿quién tendría más empeño en concretar esa zona de prosperidad
compartida? Un día hace 320 años un almirante inglés izó fraudulentamente la
bandera de Inglaterra sin encomendarse a nadie. Bueno sería que la bandera azul
y estrellada marcara la diferencia. Eso sí con el mejor de los ánimos para
seguir negociando hasta encontrar, cuando se tercie, esa zona de prosperidad
común. España no tiene mayor problema que atraer inversiones a esta zona que
podría ser calificada por la Unión Europea de Zona de especial incidencia y
generar empleo en este lado de la verja, para los miles de personas españolas
que trabajan en el Peñón y las 30.000 que están censadas en el paro. Mientras
tanto seguir negociando con el mejor talante, ya que el acuerdo puede llegar
más tarde que temprano.
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