GANGSTERIZACIÓN E INTERVENCIÓN
IMPERIALISTA EN HAITÍ
A inicios de marzo, mientras el gobernante de facto Ariel Henry se encontraba en Kenia negociando un acuerdo para el envío de tropas a una misión de ocupación de Haití, las bandas armadas que controlan Puerto Príncipe lanzaron una ofensiva: sitiaron el aeropuerto y el puerto de la ciudad, liberaron más de cuatro mil presos de las principales cárceles y exigieron la renuncia de Henry. Al no lograr retornar al país, Henry finalmente perdió el apoyo de sus jefes estadounidenses. El 11 de marzo aceptó renunciar y dar paso a la conformación de un Consejo Presidencial, un gobierno interino designado por EEUU, Francia y la Comunidad del Caribe, con la misión de organizar unas elecciones, algo que Henry no logró en tres años. Pero todavía el 28 de marzo los miembros de este Consejo no habían logrado su instalación.
El propio Henry
había sido impuesto a la cabeza del Estado haitiano por el Core Group en 2021,
una especie de consejo colonial encabezado por EEUU, Francia, el Estado
español, Alemania, Brasil y Canadá, luego del asesinato del presidente Jovenel
Moïse. La crisis refleja tanto la lumpenización de la burguesía haitiana como
el fracaso de décadas de intervención militar y política imperialista en el
primer país independiente del Caribe, emblema de la revolución antiesclavista.
Estos elementos han conducido a un virtual colapso del Estado haitiano y el
vacío lo han llenado decenas de grupos armados del crimen organizado.
Desde 2021, el
imperialismo estadounidense intenta impulsar una nueva ocupación militar, pero
sin emplear sus propias tropas. No pudo convencer a Canadá o a Brasil de
encabezar la ocupación, emulando a la MINUSTAH, misión de la ONU encabezada por
Lula en 2004 y que se extendió hasta 2017. Finalmente, en octubre de 2023, EEUU
logró la aprobación de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, con
la abstención cómplice de China y Rusia, para avalar el despliegue de tropas en
Haití. Sobornó con financiamientos a gobiernos africanos y caribeños para
proveer las tropas, con Kenia a la cabeza. Sin embargo hay indecisión y
contradicciones en el régimen keniano, lo que obligó a Henry a viajar en marzo
y tratar de amarrar el acuerdo. Al caer Henry, el gobierno keniano supeditó el
envío de las tropas a la conformación del Consejo Presidencial. EEUU, por su
parte, estableció como requisito para los aspirantes a integrar ese gobierno
provisional la aceptación de la intervención militar.
La ONU admite
en informes recientes que las bandas gangsteriles controlan el 80% de Puerto
Príncipe, incluyendo la mayor parte del sistema de suministro de agua, las
principales carreteras y en distintos momentos edificaciones estatales,
terminales de suministro de combustible y zonas de producción agrícola. Son
alrededor de doscientas pandillas, algunas con un origen vinculado a funciones
paramilitares al servicio de sectores empresariales y políticos a cambio de
impunidad, armas y dinero. Aunque distintas coaliciones pugnan por el control
territorial, todas tienen en común su carácter económico parasitario,
financiándose mediante el narcotráfico, la extorsión, el secuestro y la
piratería, cobrando peajes e impuestos informales en los territorios bajo su
control. Utilizan métodos terroristas contra la clase trabajadora y los
sectores populares, perpetrando masacres y saqueos, desplazando a más de 300
mil personas en la capital.
Se constata un
círculo vicioso. La ruina del campo tiene causas estructurales en políticas
aplicadas por EEUU y sus gobiernos títeres en Haití, como la importación masiva
de arroz estadounidense subsidiado. La ruina rural a su vez es una de las
causas de una emigración hacia la capital y el exterior, en los últimos
cuarenta años, y genera condiciones en las cuales ha prosperado el crimen
organizado en los barrios urbanos. La extorsión de las bandas al campesinado
obstaculiza la producción agrícola, agravando el hambre y la pobreza.
También existe
una relación histórica entre gobiernos y bandas armadas: éstas son un síntoma
de la debilidad del régimen político. La dictadura duvalierista tuvo un aparato
represivo paramilitar durante casi tres décadas, hasta su caída en 1986. En la
década del 90, al ser restituido en el poder por EEUU luego de haber sufrido un
golpe de Estado, el presidente Aristide desmanteló el ejército, pero también
desarrolló una relación clientelar con bandas armadas. En 2004, Aristide sufrió
un nuevo golpe de Estado apoyado por EEUU, que fue complementado con la
intervención de la MINUSTAH. Esa ocupación dejó una estela de crímenes
represivos y un legado político de elecciones fraudulentas, de las que
surgieron los gobiernos neoduvalieristas del PHTK. Michel Martelly y Jovenel
Moïse, además de sus vínculos con el narcotráfico y con EEUU, se beneficiaron
ampliamente con el festín de la corrupción de Petrocaribe, el esquema de
financiamiento petrolero venezolano que desembocó en uno de los mayores
desfalcos de la historia de Haití.
Moïse tuvo que lidiar con la salida de las tropas
de la MINUSTAH y el fin de los subsidios venezolanos. El FMI presionaba por un
aumento drástico de los precios de los combustibles, pero el primer intento en
julio de 2018 fue derrotado por las protestas masivas. Acorralado por el auge
de las protestas, con una base social cada vez más precaria, Moïse optó por
métodos desesperados. En 2019 contrató a mercenarios estadounidenses y serbios
para asaltar el Banco Central y hacerse con 80 millones de dólares del fondo de
Petrocaribe. Fracasó, los mercenarios fueron detenidos y expulsados a EEUU.
Aumentaba la violencia mafiosa, los secuestros y las huelgas policiales.
Entonces Moïse se alió a un ex policía que dirigía una pandilla en el barrio de
Delmas, Jimmy Cherizier, señalado por su responsabilidad en las masacres de
Grand Ravine en 2017 y La Saline en 2018, mejor conocido como Barbecue.
En 2020 Barbecue anunció la creación de
una federación de pandillas denominada G9. La representante de la oficina de la
ONU para Haití (BINUH), la diplomática estadounidense Helen La Lime, llegó a
celebrar y atribuir una reducción coyuntural de los homicidios a la creación de
esta federación. La pax mafiosa duró poco. La guerra por territorios
se intensificó. Moïse, ya sin el apoyo de los principales burgueses ni de
Martelly, intentó huir hacia adelante, disolviendo el parlamento. Maniobró para
imponer un cambio de la constitución, la creación de un organismo de
inteligencia bajo su control directo y unas elecciones tuteladas por las
pandillas aliadas a él. Antes de que pudiera llevar a cabo estos proyectos, fue
liquidado por mercenarios colombianos y agentes de la DEA, en un golpe
palaciego propinado por sus ex aliados. Pocos días antes de su asesinato,
incluso Barbecue había roto públicamente con Moïse. Con Henry, la
situación económica y social llegó a su punto más bajo y las pandillas
continuaron copando los vacíos dejados por el Estado.
Dos décadas
después del inicio de la ocupación por parte de la MINUSTAH, de una persistente
intromisión del Core Group y de la BINUH, el resultado es un aumento de la
pobreza y del control gangsteril. Una burguesía haitiana descompuesta se
encuentra en un callejón sin salida político. Como consecuencia del tutelaje
imperialista, Haití es uno de los pocos países del mundo con un PIB per cápita
similar al de hace seis décadas.
Es urgente una
campaña internacional de solidaridad con el pueblo trabajador haitiano, por el
reconocimiento de su derecho a la autodeterminación, por la anulación de la
deuda externa y el pago de reparaciones por parte de EEUU, Francia y la ONU. Un
nuevo gobierno de facto impuesto por EEUU quizás será inevitable en las
actuales circunstancias, pero no tiene ninguna legitimidad y no solucionará
ninguno de los problemas fundamentales del país. La derrota de los gángsters y
de la injerencia imperialista son dos aspectos de una misma tarea democrática y
revolucionaria que tiene ante sí el pueblo haitiano, para la cual debe contar
con la solidaridad de la diáspora y de la izquierda y la clase trabajadora
caribeña y latinoamericana.
Simón Rodríguez
Miembro de la
dirección del Partido Socialismo y Libertad (PSL) de Venezuela y de la Unidad
Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)
* Imagen de
portada: Marines estadounidenses del 3.er Batallón, 8.º Regimiento de la
Infantería de Marina patrullan las calles de Puerto Príncipe, durante la
intervención militar de Haití en 2004. Dominio público
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