EL CHOTIS DE LA VERGÜENZA
ANITA
BOTWIN
Más preocupantes
que los perfiles de sus invitados, eran los de quienes a las puertas de la
Iglesia hacían fotos y gritaban ¡guapa, guapa! a la presidenta de la Comunidad
de Madrid
Una vez más somos testigos de una boda más que por quienes se daban el sí quiero, por la panda de aristócratas, nobles y políticos de la derecha española que acudieron al acto nupcial. Como ya ocurriera con la boda de la hijísima de Aznar, en la boda del alcalde de Madrid —que fue retransmitida por la televisión pública como si de un acto de Estado se tratase— acudieron todo tipo de personas y personajillos de alta cuna, algunos de ellos de dudosa honestidad para con la hacienda de su país.
Pero más
preocupantes que los perfiles de sus invitados, eran los de quienes a las
puertas de la Iglesia hacían fotos y gritaban ¡guapa, guapa! a la presidenta de
la Comunidad de Madrid. Los plebeyos hacían cola de pie esperando a ver a
alguien a quien admiraban o simplemente conocían. Me pregunto si esos plebeyos
saben y no les importa o ignoran los protocolos de la vergüenza de Isabel Díaz
Ayuso. Si saben de ello sería más doloroso que la propia ignorancia, aunque las
consecuencias sean finalmente las mismas. Los plebeyos siempre hemos sido
sumisos y súbditos, pero en la era de la información y las tecnologías tiene
mucho más delito serlo.
En la boda hubo
algunas ausencias, las de los reyes nuevos, que prefirieron la copa del rey por
eso de la neutralidad a la que ahora abogan sus asesores; y el novio de Ayuso,
que habría acaparado demasiado protagonismo, y para eso ya estaba Almeida,
intentando recordar los pasos de un baile, el chotis, que dicen representa a
los madrileños pero que nadie ni él mismo sabe bailar. Es probable que el cupo
de comisionistas o lobos de Wall Street estuviera ya cubierto, que para eso
vino el propio emérito a hacer gala de ello. También se presentaron los nietos
del rey viejo, quienes en su momento usaron los fondos de la tarjeta ‘black’
del yayo, como la compra y mantenimiento de una yegua de competición para la
nieta influencer.
En lugar del novio
de la presi, que estaría haciendo cuentas para llegar a fin de mes, digo yo, le
acompañó Alfonso Serrano, ese que precisamente había tomado unas coca colas con
el contrario de la presidenta, pero según él de una manera casual. Lo típico.
Me pregunto si no tiene nada que temer el noviete, y por qué es ausencia sonada
de uno de los bodorrios del año o de la década. Seguramente a los plebeyos de
las puertas les habría hecho mucha ilusión verle de cerca, conocer a quien
probablemente sea uno de los actores más famosos de los últimos tiempos en la
villa de Madrid. Se llevarían un chasco, imagino. Pero por suerte aparecieron
otros miembros del partido más corrupto de nuestra historia reciente, Esperanza
Aguirre con una ensaimada de fresas como tocado y Feijóo que casi se parte la
cara por saludar a la plebe y a la prensa (más bien lo segundo).
Ese mismo día,
también en las calles de Madrid, lejos del olor a fragancia cara y a medievo, se
encontraba la otra plebe que representa también al pueblo de Madrid, quienes se
manifestaban en la calle Génova contra la gestión de la presidenta de la
Comunidad de Madrid. Esos otros plebeyos se preocupaban de verdad por los
problemas de la ciudadanía madrileña, y no rendían pleitesía y sumisión a
quienes les pisoteaban desde altas esferas. Un helicóptero o varios les
vigilaban desde las alturas, porque ya se sabe de lo peligrosa que es la gente
que se manifiesta. Me quedo con esa gente, mi gente.
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