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lunes, 8 de abril de 2024

EL CHOTIS DE LA VERGÜENZA

EL CHOTIS DE LA VERGÜENZA

ANITA BOTWIN

Más preocupantes que los perfiles de sus invitados, eran los de quienes a las puertas de la Iglesia hacían fotos y gritaban ¡guapa, guapa! a la presidenta de la Comunidad de Madrid

Una vez más somos testigos de una boda más que por quienes se daban el sí quiero, por la panda de aristócratas, nobles y políticos de la derecha española que acudieron al acto nupcial. Como ya ocurriera con la boda de la hijísima de Aznar, en la boda del alcalde de Madrid —que fue retransmitida por la televisión pública como si de un acto de Estado se tratase— acudieron todo tipo de personas y personajillos de alta cuna, algunos de ellos de dudosa honestidad para con la hacienda de su país.

 

Pero más preocupantes que los perfiles de sus invitados, eran los de quienes a las puertas de la Iglesia hacían fotos y gritaban ¡guapa, guapa! a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Los plebeyos hacían cola de pie esperando a ver a alguien a quien admiraban o simplemente conocían. Me pregunto si esos plebeyos saben y no les importa o ignoran los protocolos de la vergüenza de Isabel Díaz Ayuso. Si saben de ello sería más doloroso que la propia ignorancia, aunque las consecuencias sean finalmente las mismas. Los plebeyos siempre hemos sido sumisos y súbditos, pero en la era de la información y las tecnologías tiene mucho más delito serlo.

 

En la boda hubo algunas ausencias, las de los reyes nuevos, que prefirieron la copa del rey por eso de la neutralidad a la que ahora abogan sus asesores; y el novio de Ayuso, que habría acaparado demasiado protagonismo, y para eso ya estaba Almeida, intentando recordar los pasos de un baile, el chotis, que dicen representa a los madrileños pero que nadie ni él mismo sabe bailar. Es probable que el cupo de comisionistas o lobos de Wall Street estuviera ya cubierto, que para eso vino el propio emérito a hacer gala de ello. También se presentaron los nietos del rey viejo, quienes en su momento usaron los fondos de la tarjeta ‘black’ del yayo, como la compra y mantenimiento de una yegua de competición para la nieta influencer.

 

En lugar del novio de la presi, que estaría haciendo cuentas para llegar a fin de mes, digo yo, le acompañó Alfonso Serrano, ese que precisamente había tomado unas coca colas con el contrario de la presidenta, pero según él de una manera casual. Lo típico. Me pregunto si no tiene nada que temer el noviete, y por qué es ausencia sonada de uno de los bodorrios del año o de la década. Seguramente a los plebeyos de las puertas les habría hecho mucha ilusión verle de cerca, conocer a quien probablemente sea uno de los actores más famosos de los últimos tiempos en la villa de Madrid. Se llevarían un chasco, imagino. Pero por suerte aparecieron otros miembros del partido más corrupto de nuestra historia reciente, Esperanza Aguirre con una ensaimada de fresas como tocado y Feijóo que casi se parte la cara por saludar a la plebe y a la prensa (más bien lo segundo).

 

Ese mismo día, también en las calles de Madrid, lejos del olor a fragancia cara y a medievo, se encontraba la otra plebe que representa también al pueblo de Madrid, quienes se manifestaban en la calle Génova contra la gestión de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Esos otros plebeyos se preocupaban de verdad por los problemas de la ciudadanía madrileña, y no rendían pleitesía y sumisión a quienes les pisoteaban desde altas esferas. Un helicóptero o varios les vigilaban desde las alturas, porque ya se sabe de lo peligrosa que es la gente que se manifiesta. Me quedo con esa gente, mi gente.

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