LA IZQUIERDA Y EL SISTEMA MÉTRICO DECIMAL
JUAN CARLOS MONEDERO
La líder de Sumar, Yolanda Díaz, junto a dirigentes de Podemos, Más
Madrid, Más País e Izquierda Unida celebran los resultados electoral de las
últimas elecciones generales. Eduardo
Parra / Europa Press
Se cuenta que cuando falleció la madre de Jorge Luis Borges, doña Leonor Acevedo, a sus longevos 99 años, una vecina, conmovida, habría expresado a su hijo su lamento en la desdicha de su ausencia, expresando, como una propina añadida al dolor, lo poco que le faltaban para alcanzar los cien años. Borges, seguro que más por hacer un comentario para la posteridad que porque le hubiera molestado el comentario, respondió: "Me parece que exagera usted el prestigio del sistema decimal". Ya estaba ciego, pero sólo de la vista, no como los que van por la noche a la sede del PSOE a continuar la fiesta que empezaron en Galapagar, en la casa de Iglesias y Montero, con amabilidad por medio de Grande-Marlaska.
Ciego debe de andar
el electorado gallego con tantas luces en la política gallega, y no solo las de
Vigo, donde se mueren los pobres en viejos edificios mientras ven en el cielo,
como última imagen, rebotar las led de la Navidad que tan felices hacen a los
visitantes y serán el gran legado de Abel Caballero, el alcalde de la luz, más
que de las luces. El escenario de cuatro fuerzas políticas de izquierda en
Galicia exagera el sistema decimal, aunque hay gente bien honrada entre las
candidatas que merece más que un reglazo en la cabeza.
Tres candidatos
hubiera estado bien, y si en una pareja es cierto que parecen una multitud,
podrían haber rememorado en la Galicia de la santa compaña a la Santísima
Trinidad y sus dones. Dos hubieran sido un mal anuncio del bipartidismo, amargo
como una queimada recalentada. Y una sola fuerza sonaría al partido único del
movimiento nacional, poco deseable incluso ahora, que una admiradora de
Mussolini gobierna en el Palacio del Quirinal de Roma y Ortega Smith Ortega
Smith haya redoblado su actitud de matón frente a sus rivales políticos tras
dedicarse a "fiscalizar" a los antidisturbios para que no pegaran a
ningún manifestante en Ferraz.
Los Frentes
Amplios, es de sentido común, nacen de la necesidad. Nadie construye un
partido, que se marca objetivos que supuestamente no están representados en
otros lados, para disolverse luego en otro, a menos que lo que tienen enfrente
sea tan preocupante que le obligue a llegar a algún tipo de acuerdo.
Franco se murió en
la cama, pero el franquismo agonizó en la calle. Y allí había más partidos que
trozos de duralex cuando se quiebra un plato. Siempre atribuiré a la
generosidad española que mientras que en China solo había un partido comunista,
en España había media docena de partidos pro chinos.
Cuando murió Franco
todos se dieron cuenta de que el dictador había espichao (muchos hicieron cola
para confirmarlo; otros para llorarlo, que de tanto fusilar al pueblo una parte
del pueblo hasta le cogió cariño), pero lo que no se moría era el franquismo,
así que todos buscaron cómo hacer palanca. Todos se pusieron en marcha y unos
crearon la Plataforma Democrática (organizado por el PSOE) y otros la Junta
Democrática (articulada por el PCE y algunos prominentes
"independientes"), que, finalmente, se fusionaron en 1976 en Coordinación
Democrática (conocida como la Platajunta) para negociar con más fuerza con las
sólidas ruinas del franquismo y lo que quedaba de guerra fría.
El PSOE y el PCE se
veían como adversarios duros, pero la fuerza del franquismo -la necesidad- les
hacía dejar de lado las diferencias (que eran tan grandes como optar por la
reforma o por la ruptura). Sindicatos, monárquicos, gente del Opus completaban
ese frente amplio que, como ya se sabe, siempre son más amplios que frentes. La
cercanía de las elecciones y la pugna entre los diferentes partidos, rompió la
Platajunta pocos meses después, especialmente cuando el PSOE empezó a negociar
por su cuenta con Adolfo Suárez la Ley para la Reforma Política. La
recuperación democrática iba a venir con Rey, ley electoral manipulada,
continuidad franquista y la renuncia clara a nada que sugiriera un retorno a la
República que torció en 1936 un golpe de Estado.
Antes de que la
realpolitik rompiera ese matrimonio de las izquierdas y el PSOE se hiciera el
partido del nuevo régimen, se sentaron en la misma mesa gentes que, no hacía
tantísimo, se había adversado hasta a tiros. Algo parecido a lo que hizo más
tarde Bildu, donde hoy conviven con acierto gentes que veían con simpatía los
artefactos explosivos en los coches y gentes que tenían que mirar en sus coches
a ver si había simpáticos artefactos explosivos en los bajos. "A la fuerza
ahorcan", dice el dicho popular, aunque también dice la sabiduría popular
que "compañía del ahorcado, ir con él y dejarle colgado" y que
"Dios aprieta pero no ahoga", frase esta última que, obviamente, la
dice alguien que ha sobrevivido. En cualquier caso, te juntas con tus
adversarios políticos cuando no queda otra, sea porque lo has entendido o
porque te lo hacen saber tus votantes.
En Uruguay, el
Frente Amplio nació solo por la "necesidad" de superar la fortaleza
del Partido Colorado y del Partido Blanco (luego Nacional). La certeza de la
imposibilidad de sacar a los partidos tradicionales del gobierno logró el
encuentro. El Frente Amplio nace en 1971 (aunque sus inicios, llenos de
prohibiciones, fueron en 1968). Fue impulsado sindicalmente y juntó a partidos,
sindicatos y ciudadanos independientes. El cemento del Frente Amplio era,
inicialmente, el rescate de la ideología artiguista, el prócer libertador
federalista, que funcionaba como un "significante flotante" que valía
para todos los socios.
Durante la
dictadura -1973 y 1985-, el Frente Amplio peleó por la democracia y una buena
parte de sus líderes fueron encarcelados, entre ellos su primer candidato en
las elecciones en 1971, Líber Seregni, inhabilitado incluso después de su
liberación en 1984. El Frente Amplio tuvo que esperar al liderazgo de Tabaré
Vázquez y, después, de Pepe Mugica, para llegar a la presidencia, y eso solo
después de que el Frente Amplio se aliara con otros partidos para poder ganar
unas elecciones. Era evidente para todas las fuerzas de la izquierda que sólo
juntándose tenían alguna oportunidad de hacer política institucional.
El Movimiento de
Participación Popular (MPP) es el partido del ex guerrillero Pepe Mugica. Se
trata de un grupo político de izquierda fundado por exguerrilleros del
Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. No formó parte inicialmente del
Frente Amplio, luego se integró, volvió a salirse, regresaron, hasta que la
coherencia ideológica y buenos liderazgos -que son los que saben sumar apoyos-
les convirtió en, al menos, una de las naves nodriza del Frente Amplio.
En España, el
primer acercamiento a un Frente Amplio fue Unidas Podemos, acercamiento solo,
porque se quedó igualmente en una circunstancial coalición electoral, donde
participaron Podemos, Izquierda Unida, Equo, Construyendo la Izquierda-
Izquierda Alternativa-Socialista, además de alianzas territoriales con En Comú
Podem, Compromís, En Marea o Mes. No fue mal, pues juntaron cinco millones de
votos -los mismos que había sacado Podemos cuando se presentó en solitario en
su momentos de máximo esplendor-.
El naufragio de
Unidas Podemos -en el que tanto empeño pusieron las élites-, la salida de
Iglesias y el desencuentro entre Yolanda Díaz y la nueva dirección de Podemos
terminó con la formación morada en el Grupo Mixto, mientras Díaz ha intentado
articular con Sumar un nuevo Frente Amplio donde ha faltado el ingrediente
principal: sentir la necesidad de ir juntos.
Sumar ha sido menos
que una coalición electoral porque, desde el principio, sus integrantes no han
confiado mucho entre ellos. El grupo más numeroso, Podemos, ya está fuera,
parte de Izquierda Unida -por ejemplo, en Madrid, también- y está por ver en
qué queda este grupo cuando Yolanda Díaz cree su propio partido, Movimiento
Sumar, algo que, en teoría, tendrá lugar en los próximos meses. Si Movimiento
Sumar se articula como partido en regiones donde ya hay otros partidos
implantados, el desencuentro está servido. Si no lo hace, Movimiento Sumar no
existirá. La idea de la "doble militancia" intentaba salvar esta
contradicción, pero no sé cómo se puede querer/ a dos mujeres a la vez/ y no
estar loco.
Es bastante
probable que Sumar naufrague porque ninguna de las fuerzas convocadas, salvo
Más País de Íñigo Errejón, ve la necesidad ahora mismo de armar un Frente
Amplio. Si Sumar se convierte en el partido de Errejón, también habrá
finiquitado su recorrido, pues una persona que se portó mal con su partido, es
muy probable que haga lo mismo con el que ni siquiera es suyo. Si la portavocía
que ha dejado Marta Lois recae en el antiguo amigo de Pablo Iglesias y
destacado alumno de un servidor, además de que enconará las relaciones entre el
partido de Ione Belarra, que puede tragar con algunas cosas y con otras menos-
y los caminantes blancos -esos cadáveres resucitados que fue dejando la
formación morada en su camino y que rescató Yolanda Díaz-, que creen que odiar
a Podemos ya les convierte en unos finos estrategas políticos (aunque a alguno
he visto haciendo cola para comprar lotería en Doña Manolita, lo que no deja de
ser un mal presagio).
Quizá el equipo coordinador
inicial de Sumar, así como el que se encargó de diseñar el "nuevo proyecto
de país" sí entendieron que era un requisito juntar a todos los fragmentos
de la izquierda. Pero solo lo entendían ellos. Porque, a día de hoy, la única
necesidad que ha convocado a los diferentes partidos que han participado en
Sumar, ha sido intentar acabar con Podemos.
IU, con cariño y
sin que fuera nada personal, para quedarse con sus votos y su centralidad; Más
Madrid, al igual que el Errejonismo, porque son fuerzas contendientes lo
suficientemente cercanas como para odiarse como hermanos; Compromís, porque
también quiere sus votos y no tener competencia en Valencia; los que salieron
de Podemos, porque tienen todavía heridas sangrando por lo que soñaron y cómo
despertaron. Con la colaboración, de vez en cuando, de Podemos, que creció muy
rápido más a lo ancho que a lo largo y que da muestras de aturdimiento por las
bombas que sueltan los fanfarrones y por un acoso que va para diez años que
ayuda a que no evalúes bien la profundidad de los charcos.
Tras la salida de
Podemos de Sumar, tras el fracaso de la portavocía de Marta Lois, tras la nueva
posición del PSOE después de la salida de Podemos del gobierno de coalición y
el paso al grupo mixto (que lo convierte en otro grupo más con el que negociar)
¿alguien siente la necesidad de un Frente Amplio? Cómo decíamos, solo Errejón,
que tiene un diputado, y el cariño eterno, con lo que eso en verdad dura, de
Antonio García Ferreras y La Sexta.
Si las fuerzas
políticas de la izquierda no ven la necesidad, no va a haber Frente Amplio y,
ni siquiera, coalición electoral. Ahora mismo, todos los partidos quieren poner
en orden su casa. Quieren medirse en solitario para salir del diálogo de sordos
de las elecciones municipales y generales, donde nadie reconocía a los demás
cual era la fuerza real que tenían.
El Frente Amplio
tendrá que esperar. El único cemento que une a toda la izquierda ahora mismo es
evitar que ganen el gobierno las derechas. Todo lo demás, son tensiones
centrífugas: la táctica, la estrategia, las relaciones personales, la
metodología política, la relación con el PSOE... Vamos camino de la
consolidación de un rosario de pequeños partidos que expresan el
malbaratamiento de la fuerza electoral que salió del 15M y asombró al mundo.
Algo parecido a lo que pasa en Portugal, en Italia, en Francia... Todo,
mientras tanto, para mayor gloria de los respectivos bipartidismos.
Quizá, cuando los
principales partidos a la izquierda del PSOE pongan en orden sus respectivas
casas y, una vez tranquilizado su cuerpo y espíritu, vuelvan a entender que
solos no van ninguna a ninguna parte (tampoco en Valencia y en Madrid). Si se
impone la política de la identidad, donde lo único que vale es mostrar la
herida que te ha causado el otro, desaparece el diálogo, las heridas se secarán
sin curarse y en el mientras tanto la gente sensata acumulará las ganas en
otras partes.
Esto, que todo
parece que va a ser lo que ocurra, hará que las posibilidades de responder en
un tiempo sensato a los muchos retos que tenemos por delante, de la guerra al
cambio climático, pasando por el agotamiento del modelo neoliberal, habrá que
preguntárselas, compungidos, al sistema métrico decimal. Ese que se mide,
cuando menos, por décadas. Aunque esto de la métrica, ya se sabe, es
literatura.
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