LA AMNISTÍA
El
acto de un general retirado, en el que participó Ayuso, fue chusco, con olor a
calzoncillos y más próximo a una chirigota que a una rebelión
GUILLEM
MARTÍNEZ
Isabel Díaz Ayuso junto
a Agustín Álvarez, presidente de la
Fundación Reales
Tercios. / Comunidad de Madrid
Recientemente, Isabel Díaz Ayuso ha sido agasajada en la sede oficial de la CAM por un general que le ha hecho entrega de una condecoración. En el acto, el general tomó la palabra, e hilvanó un discurso que no difirió del que podría emitir un portavoz de Vox o de PP en una institución. O en un bar. El resultado fue un acto chusco, con olor a calzoncillos, en el que se hizo enaltecimiento de algo sumamente alejado de la democracia griega, pero también de otras democracias más cercanas. ¿Se trató de un acto golpista? Analicémoslo.
Es preciso señalar
que el general no lo era. Era un militar retirado. Es decir, un pensionista.
Vestido raro. Podría, por lo mismo, haber ido vestido de La Veneno o, dada la
relativa cercanía de esas fechas tan entrañables, de Rey Mago. Pero fue vestido
de militar. Más concretamente, de paramilitar, con un traje no reglado. Es más,
es posible colegir que el pensionista paramilitar, un valiente a todas luces,
se cuidó muy mucho de ir vestido con su uniforme reglamentario, en caso de
disponer aún de él y de que aún le cupiera. El uniforme paramilitar elegido,
fantasioso, de los que tanto gustaban a Rubén Darío, tenía el logo de una
entidad privada, como los esbirros en las pelis de James Bond. Esa entidad se
podría haber llamado Covega, y dedicarse al embotellado de refrescos de cola
con autorización del fabricante, pero se trataba una asociación fundada en el
siglo XXI, si bien se autoproclama continuadora de otra fundada en 1942,
durante el Franquismo Unplugged, por Juan de Borbón, conde de Barcelona, y dos
generales golpistas y, por lo visto, filántropos. La asociación, por lo que veo
en su web, se dedica a cosas que permiten a los inscritos no quedarse en casa
por las tardes, con la señora, aunque para ello tengan que salvar España. Hay
miles de esas asociaciones. Algunas se dedican a concursos de canto de
canarios, o a ver cómo las palomas, en efecto, vuelan. Todas esas asociaciones
de pensionistas son legales, y tal vez necesarias y con una función social. En
todo caso, y según leo en la web de la asociación, la asociación no es militar
en absoluto, sino que es, explícitamente, paramilitar. Es más, está
jerarquizada militarmente –como cualquier cadena de montaje en cualquier
fábrica–, aunque sus rangos “no son equiparables ni suponen procedencia con
empleos de las FF.AA. ni de la GC”. Vamos, que son tan militares como una
chirigota compuesta por chorrocientos tíos vestidos de Tejero, emitiendo rimas
asonantes finalizadas en -oño.
El acto no supone
nada más que autoformulación
El acto
participado, tal vez organizado, por Ayuso, no es, por lo tanto, golpismo, sino
algo más parecido a, lo dicho, una chirigota. Independientemente de su valor
estético o intelectual, quiere parecer algo, pero, aún más, quiere no llegar a
serlo. Tanto que el grueso de la energía del acto se gasta en desactivarlo, en
alejarlo de cualquier ilegalidad efectiva. El acto no supone nada más que
autoformulación. No está protegido por el buen gusto, ni por la cultura
democrática, pero sí por la libertad de expresión, en tanto es un acto de
ficción, y no un acto operativo. Es, así, un procesismo. Español, en este caso.
Una construcción sin voluntad de consecuencias y con el fin de que se hable de
ello, de manera que, en ese trance, no se hable nada de lo real. Es, como en su
día, lo que el referéndum fue para la élite política catalana, en 2017. Por lo
demás, el Ministerio de Interior hizo, consecuentemente, muy mal en destacar en
el acto de Ayuso y el pensionista a más de 20.000 polis, gritando aporellosoé
al salir de boxes, y que emplearon una violencia, extrema y desproporcionada,
para disolver al pensionista. A su vez, el juez Llarena se excedió al tipificar
toda esa charlotada como rebelión, y en aplicar, consecuentemente, la preventiva
a Ayuso, encarcelada desde entonces, a la espera de ser juzgada, conforme a
delito, en el TS.
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