LA PLATAFORMA FRACASA
DAVID BOLLERO
Manuel Hernández durante una de las manifestaciones
del paro de camioneros.— RTVE
La autodenominada Plataforma Nacional de Defensa del Sector del Transporte por Carretera ha suspendido este fin de semana sus paros sin haber conseguido ninguno de sus objetivos, salvo el de sentarse con la ministra de Transportes, Raquel Sánchez. Nada más. La cruda realidad para este colectivo es que cualquier mejora conseguida para este sector nada ha tenido que ver con sus movilizaciones, pues no han participado en las negociaciones al, como se ha evidenciado, no representar en absoluto al sector. Ha fracasado.
La Plataforma que
lidera Manuel Hernández -sin que se conozca cómo fue elegido- ha terminado
viendo cómo el objeto de sus protestas ha terminado encontrando el mismo
destino que su empresa quebrada en 2018, Transportes Manolín. Ninguna de las
medidas adoptadas para mejorar la situación del sector del Transporte han
surgido gracias a la Plataforma; ha sido, en cambio, fruto del trabajo del
Gobierno con el Comité Nacional de Transporte por Carretera (CNTC), que es
quien representa al sector.
Esta nula
representatividad de la Plataforma se ha evidenciado como una bofetada de
realidad para Hernández y sus secuaces una vez que se alcanzó un acuerdo con el
CNTC y, muy especialmente, cuando se desactivaron los piquetes violentos de la
Plataforma. Lo que para Hernández era un éxito y que en realidad únicamente
provocó la pérdida de millones de euros para negocios familiares de productores
de leche, agricultores, ganaderos, otros transportistas o, incluso, el
desabastecimiento de bancos de alimentos sólo se sustentaba en la violencia y
el miedo ejercido contra la inmensa mayoría de transportistas que sí quería
trabajar.
Negar la necesidad de
mejorar las condiciones laborales del sector sería una auténtica necedad y,
precisamente por ello, las medidas adoptadas por el CNTC deben ser sólo un
punto de partida, el comienzo de un trabajo duro para acabar con los abusos que
se dan en el sector, sin olvidar, además, una necesaria reconversión del
transporte de mercancías para aprovechar más nuestra extensa red ferroviaria.
Así pues, Hernández
y los suyos se han quedado con tres palmos de narices viendo cómo quedaban en
la irrelevancia y las escasas simpatías que pudieran haber cosechado se han
convertido en rechazo y desaprobación por todo el perjuicio provocado.
Cambiaron los cauces legales de representación por una página de Facebook y se
creyeron en huelga cuando no era más que un paro, sin servicios mínimos, sin
regulación y, además, con la violencia, las coacciones y la intimidación como
sus únicos avales.
El nulo sentido
democrático de esta organización que lidera Hernández se plasma, una vez más,
en el modo en que puntualiza ahora que no se trata de una desconvocatoria del
paro, sino de una tregua, en ese lenguaje pendenciero que han llegado a
materializar con pinchazos de ruedas, pedradas a los compañeros transportistas
que necesitaban trabajar o tirando la mercancía por la calzada, desperdiciándola,
cortando vías de acceso.
El fracaso de la
Plataforma roza la humillación, dado que, a partir de ahora y después de no
haber conseguido nada, quienes la componen se beneficiarán de las medidas
conseguidas por el CNTC del que reniegan, al que desautorizan y que, sin
embargo, es el que ha logrado que cuando ahora vuelvan al trabajo lo hagan en
mejores condiciones. Gritar, crispar pero, a la hora de la verdad, aprovechar
los frutos del trabajo de otros, ¿les suena de algo en la esfera política?
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