LA BANCA EN ESPAÑA:
NO ES PAÍS PARA VIEJOS
JAVIER DURÁN
Victoriano, casi 90 años, lleva ya tres cuartos de hora de espera, de pie en la
calle, a la intemperie, con su gorra, su bastón, su cartilla del banco
en una mano y el PIN apuntado en un papel en la otra, para que alguien le
ayude en la sucursal a hacer una transferencia a su hijo.
Los mismos que hace unos años le daban atención personalizada para intentar venderle unas preferentes como una inversión segura que casi le cuesta los ahorros de toda una vida, ahora le dejan en la calle. Literalmente.
Cuando consigue entrar en la
sucursal se encuentra con unos empleados insuficientes y quemados, más
pendientes de sus prejubilaciones que de sus clientes jubilados, y que siempre
usan la misma frase comodín si les pide ayuda: “Vaya al cajero”.
El cajero:
Pantallas táctiles para dedos
temblorosos, PINES para principios de Alzheimer, menús con demasiadas
opciones para tan poca vista, y en múltiples idiomas extranjeros para
quienes, en muchos casos, no tuvieron la suerte de tener la educación que se
merecían.
Victoriano solo pide algo
de trato humano, de empatía, que le ayuden a manejar su dinero y le
pregunten por sus nietos, la salud y le regalen el clásico calendario con fotos
de paisajes de España, para colgar en la cocina y tener una pequeña ventana que
les lleve a él y a su mujer a lugares a los que nunca pudieron viajar o a los
que tuvieron que abandonar por una ciudad dormitorio donde poder sacar adelante
a su familia.
Estamos asistiendo a una degradación
sincronizada de la atención bancaria: oficinas con poco personal, pocos
cajeros automáticos y estropeados, gestiones solo online o en horarios cada vez
más reducidos, citas previas imposibles de reservar porque nadie coge los
teléfonos.
Gente mayor
humillada, avergonzada, indefensa por no
poder manejarse con una tecnología que les supera.
Este es el día a día de millones
de personas de la tercera edad que la banca ha convertido en clientes de
tercera. Es el maltrato bancario.
La banca
española no es país para viejos. La han
convertido en una España vaciada de cajeros y sucursales donde no puedes
gestionar ni tu propio dinero, una distopía capitalista que no hubiera
imaginado ni Orwell.
Y mientras, siguen cobrando unas
escandalosas cuotas de mantenimiento que lo único que mantienen son sus
escandalosos beneficios en detrimento del servicio a sus clientes.
Haciendo más caja que nunca con
menos cajeros.
Es que en España tenemos una banca
que no nos la merecemos.
¿La solución?
Mientras despiertan al Defensor
del Pueblo y como el Banco de España, en teoría
responsable de supervisar el sistema bancario, ni está ni se le espera, un hombre de 78 años ya ha recogido casi 250.000 firmas ya para pedir a
los bancos un trato presencial.
En sus propias palabras: “Se han
olvidado de las personas mayores. Ahora casi todo es por internet y no todos
nos entendemos con las máquinas. Yo he llegado a sentirme
humillado al pedir ayuda en un banco y que me hablaran como si fuera
idiota por no saber completar una operación. Y he visto ese mal
trato dirigido a otras personas. Duele mucho sentirse así. Las
personas mayores existimos, somos muchas y queremos que nos traten con
dignidad”.
Y visto que la autorregulación
bancaria es un oxímoron, solo nos queda una última esperanza:
Vamos,
Garzón, sal a bailar, que tú lo haces fenomenal, tu cuerpo se mueve como una palmera, suave, suave, su su suave, suave…
Igual después de las macrogranjas es hora, desde el Ministerio de Consumo, de
abrir el melón de las macrobancas, cada vez más grandes
gracias a las fusiones y cada vez más pequeñas en prestaciones.
Eso sí, igual la oposición para
llevarle la contraria al ministro colgaría en Twitter fotos haciendo
cola en sus bancos para demostrar que no hace falta tanto personal, cajeros y
oficinas, que lo importante es la libertad de la banca para ganar mucho más
dinero, junto al hashtag #MásBeneficiosMenosComunismo.
Se dice que la banca siempre gana,
pero ojo, Victoriano y otros casi 9 millones de jubilados tienen todos sus
ahorros y sus pensiones domiciliadas en los bancos. Igual los yayos, si
se organizan, se convierten en los nuevos Pelayos y hacen saltar la banca.
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