EL DISPUTADO VOTO DE BILDU
FERNANDO LÓPEZ AGUDÍN
En la recta final de la aprobación de los Presupuestos 2021, el debate no está centrado en su contenido sino en sus apoyos parlamentarios. Setenta y dos horas después de que el mismo Arnaldo Otegi anunciara su voto en contra de las enmiendas a la totalidad, la totalidad de la discusión gira en torno a la coalición EH Bildu. En el seno del Gobierno y de la oposición, en el mismo interior del PSOE, se discute sobre el importante paso dado por la izquierda abertzale y sus posibles consecuencias. Nunca cinco escaños de un grupo reducido habían dado tanto que hablar, polemizar y sentenciar en el Congreso de los Diputados. Aunque en realidad el disputado voto de Bildu apenas es algo más que un comodín que se usa contra Pedro Sánchez.
A los que, desde la
oposición, buscan el acoso y derribo del Presidente del Gobierno, les viene
como anillo al dedo conspirativo el voto de Bildu. Tanto como a los que
intentan, desde el gobierno, que Ciudadanos no vote los Presupuestos de Pedro
Sánchez. No digamos de aquellos que se la tienen jurada a Sánchez desde que
cayó de pié cuando fue defenestrado desde la ventana de Ferraz. El objetivo de
los que ponen aparentemente el grito en el cielo porque Bildu se ha atrevido a votar
en el Congreso de los Diputados, lo que buscan en realidad es que caiga Pedro
Sánchez, así como otros apuestan por evitar que le tienda la mano Inés
Arrimadas. Por ello no hay bofetada dirigida a Sánchez que no aterrice en el
rostro de Otegi.
Llama la atención
que un partido de izquierdas, y Bildu lo es, sorprenda por su voto contra una
enmienda a la totalidad de unos Presupuestos que dedican un 54% al gasto
social. Nada es más lógico y normal; lo que sería llamativo sería justo lo
contrario. Aunque podemos estar seguros de que en esta hipótesis improbable
ninguno de estos críticos políticos se escandalizaría y no rechazarían apoyarse
mañana en Bildu como ya ha ocurrido en Euskadi. Nadie rechaza en el parlamento
un voto favorable porque, además, tampoco podría impedirlo. Bildu votó sobre lo
que se votaba. Ni más ni menos. Si hoy han sido convertidos en un
espantapájaros para cercar a Pedro Sánchez o alejar a Inés Arrimadas es ajeno a
su voluntad.
Buena parte de la
responsabilidad de la controversia creada
sobre el disputado voto de Bildu cabe atribuirla a la Moncloa al
enmarcarlo en un cuadro de honor un tanto confuso, profuso y difuso. Al
presentarlo a bombo y platillo, ha alimentado la impresión de que la izquierda
abertzale había llegado a un pacto como el de la Comunidad de Navarra donde la
presidenta socialista Chivite gobierna con el apoyo abertzale. Cuando no es
así, ni de lejos. Pero esa solemnidad con la que se informó sobre el voto a una
enmienda fue percibida como una intervención de la izquierda abertzale en el
debate interno del Gobierno progresista e incluso del mismo Partido Socialista
Obrero Español.
¿Qué más quería
Casado que añadir a su coctelera política, bien repleta de pandemia y
catalanes, una buena dosis abertzale de Bildu? Ni corto ni perezoso, ha
recuperado el material utilizado contra la presidencia de Zapatero, en la época
de la negociación con ETA, cuando la realidad es que no ha habido negociación
del Gobierno con Bildu. De repente, el arsenal antiterrorista se ha desparramado
sobre la política, como si la violencia, desaparecida hace una década,
estuviera presente en el escenario político. Con la intención, bien clara, de
que Sánchez pague en votos contantes y sonantes del Partido Socialista los
cinco escaños de Bildu. La ecuación del PP es evidente: Bildu más las urnas del
14 de febrero en Cataluña igual a deterioro electoral del PSOE.
Quienes persiguen
la involución del mal llamado Régimen del 78 hacia una Monarquía
preconstitucional, la misma que ya existió entre la muerte de Franco en 1975 y
las elecciones de junio de 1977, juegan a enfrentar los tres mapas políticos de
Euskadi y Cataluña con los del resto de España. Al no coincidir sus
correlaciones de fuerzas sociales, esperan que sus antagónicos desarrollos
permitan en un momento dado contraponerlos si logran volver a unificar a toda
la derecha. Esa crucial batalla política en Madrid, inexistente en Barcelona y
Bilbao, va a ser en el futuro bastante determinante de la evolución o
involución del conjunto de todo el Estado español.
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