VERGONZOSO SILENCIO EN TORNO AL
CALVARIO DE JULIAN ASSANGE
RAFAEL POCH
El relator especial
del Alto Comisariado para Derechos Humanos de la ONU, el suRAFAELizo Nils
Melzer, logró en mayo obtener permiso para visitar a Julian Assange en la
prisión británica de alta seguridad de Belmarsh. Melzer y dos reputados
expertos médicos, uno de ellos psiquiatra y el otro forense, reconocieron a
Assange. El 31 de mayo, hace más de un mes, el relator divulgó las conclusiones
del peritaje médico realizado.
Melzer es profesor
de Derecho Internacional en la Universidad de Glasgow y no era en absoluto un
admirador del fundador de WikiLeaks. De hecho, solo aceptó la misión que le
encomendó la ONU después de que los abogados de Assange y una doctora apelaran
en dos ocasiones solicitando un peritaje al Alto Comisariado de Naciones
Unidas.
“Como la mayor
parte del público, yo fui inconscientemente contaminado contra Assange por la
incesante campaña de desprestigio orquestada durante años, pero una vez metido
en los hechos de este caso, lo que encontré me llenó de repulsión e
incredulidad”, explica.
“Assange fue
sistemáticamente calumniado (como “violador”, “agente ruso”, “hacker” y
“narcisista”) para desviar la atención de los crímenes que expuso. Una vez
deshumanizado por el aislamiento, el ridículo y la vergüenza, al igual que las
brujas que solíamos quemar en la hoguera, era fácil privarlo de sus derechos
más fundamentales sin provocar indignación pública en todo el mundo”. Llegamos
así al dictamen del equipo de Melzer sobre el trato infligido a Assange. Es
inequívoco.
“Durante un periodo
de varios años, Assange ha sido expuesto a graves e incrementadas formas de
castigo, a un trato inhumano o degradante, cuyos efectos acumulativos solo
pueden ser descritos como tortura psicológica”, ha escrito Melzer.
“En veinte años de
trabajo con víctimas de guerra, violencia y persecución política, nunca me
encontré con un grupo de Estados democráticos compinchados para aislar,
demonizar y abusar deliberadamente a un individuo durante tanto tiempo y con
tanta despreocupación por la dignidad humana y la legalidad”.
Nils Melzer envió
sus conclusiones en forma de tribuna a los diarios australianos Sydney Morning
Herald, Camberra Times y a los habituales anglosajones de Europa y América,
Financial Times, The Guardian, The Telegraph, The New York Times, The
Washington Post, al semanario Newsweek y otros. Ninguno de ellos publicó una
línea. En su día todos ellos nos informaron con detalle de los excrementos de
Assange en las paredes de la embajada ecuatoriana en Londres, de su patinete y
de su gato. En España, los principales medios también ignoraron por completo el
asunto. El informe Melzer llegó discretamente a las ediciones digitales de El
Mundo y La Vanguardia (solo el primero mencionaba la palabra “tortura” en el
titular), con cero referencias en los demás. En los últimos treinta días, la
prensa establecida española ha mencionado a Assange lo menos posible.
En todo el mundo
occidental los medios de comunicación participan voluntariamente, vía el
silencio y la denigración, en esa “persecución colectiva” denunciada por el
relator de la ONU, y cuyo principal motor se encuentra en el Pentágono, según
fuentes de la Administración Obama en declaraciones al abogado Geoffrey
Robertson.
En la última cumbre
del G-20, el primer ministro australiano (Assange es australiano), el
conservador Scott Morrison, no mencionó el caso Assange en su entrevista con
Donald Trump, manteniendo así la línea de su predecesora laborista, Julia
Guillard. El ministro de Exteriores británico, Jeremy Hunt, ha definido el
silenciado informe de los expertos de la ONU en tortura como “acusaciones
inflamatorias”.
Julian Assange es
el disidente encarcelado número uno de Occidente, como Edward Snowden es el
exiliado número uno. Actualmente Assange está pendiente de ser extraditado por
el Reino Unido a Estados Unidos, donde se arriesga a una sentencia por
espionaje de hasta 175 años de cárcel en el tribunal del distrito Oeste de
Virginia en el que nunca un acusado por asuntos de “seguridad nacional” ganó el
caso y fue absuelto.
La suerte de
Assange es un retrato del mundo de hoy, del pésimo estado de las democracias,
del poder de la propaganda del establishment y de la apatía de los movimientos
sociales en Europa.
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