TIRENLOS PA’BAJO QUE SON
UN PELIGRO ARRIBA
MOVIMIENTO
POR LA UNIDAD
DEL PUEBLO CANARIO
El
alcalde de Añashw n Chinet, don Bermudez, autorizó la tala indiscriminada de un
auténtico bosque de Jacarandas que durante décadas dió sombra, fresco y, lo más
importante, oxígeno, a las familias de la calle Méndez Núñez, así como a todos
los visitantes, con la excusa de que lo hacían recogiendo quejas de algunos
vecinos, así como la falacia de que las mismas estaban enfermas, cuando en
realidad nunca habían estado tan vivitas y coleando. El tiempo ha venido a
esclarecer los hechos y no son otros que llenar de cemento la citada calle,
desoyendo, ahora si, las quejas vecinales en el sentido de que no soportan
tanto calor después de talados los árboles, sino del ruido y las interminables
obras en ejecución, hasta el punto que ha tenido que hacer un llamamiento a la
rebeldía el mismísimo presidente del colegio de Arquitectos, el Señor Carlos
Shwarts, habiéndose haciéndose eco de una campaña internacional exigiendo la
reposición de las Jacarandas.
Un
descalabro similar tuvo lugar en Aguere siendo alcaldesa Doña Oramas cuando
autorizó la tala del espléndido bosque de árboles que, a modo de pulmón,
aireaban la Avenida de la Trinidad y que, casualidades del destino, cayeron
enfermos justo antes del tendido de las vias del popularmente conocido como
tranca vías. Ambos casos vienen a demostrar la “falta de ignorancia” de los que
gobiernan en ambas instituciones, pues al menos deberían entender lo que tantas
veces se les explicó cuando pasaron por la escuela, el proceso denominado
fotosíntesis, la reacción fundamental de la naturaleza, mediante la que los
árboles desprenden el oxígeno que respiramos todos nosotros, incluyendo a los
susodichos, al incorporar el dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero y
principal responsible del cambio climático, a la materia orgánica ¿Oíste
pariente?
Se
da la circunstancia de que sólo en Tenerife los municipios vierten al mar 57
millones de metros cúbitos de aguas residuales diariamente, detectándose
paralelamente crecimiento descontrolado de microalgas que desaconsejan el baño
en muchas playas, aguas que sin embargo constituyen magníficos nutrientes para
los árboles, que las reciclan como parte del proceso de fotosíntesis comentado
anteriormente, igual que ocurre con las cacas de los perros, que Don Bermudez
sanciona hasta con 1500 euros de multa (“El marrón lo pagas tu”, anuncia la
hortera y chabacana campaña), ignorando, interesadamente, que si las mismas se
depositan en los parterres de árboles y jardines se consiguen árboles cada vez
más robusos y ciudades más oxigenadas, menos contaminadas y, por ende, más
saludables ¡Hasta las cacas de los leones en la selva prohibirían si con ello
consiguieran llenar las arcas que luego saquean impunemente!
Por
si fuera poco las consecuencias de esa inmensa polución a la misma hay que añadir
la contaminación sonoro, que tiene lugar 25 horas al día se ello fuera posible,
principalmente proveniente del puerto y originado tanto por las plataformas
petrolíferas como por los barcos sondeados en la bahía, siendo responsable,
como no, el otro ginete del apocalipsis, Don Melchier, presidente de la
autoridad portuaria y que, ante las quejas reiteradas de los vecinos, pues el
ruido es constante, incluso por la noche, que en el sideral silencio de la
misma el estruendo resulta aún más ensordecedor, infringiendo toda la normativa
vigente al respecto, ha convocado un concurso para suministrar a barcos y
plataformas eléctricidad externa para los motores auxiliares lo que, como fiel
empleado al servicio de Endesa (se atribuye la
idea del tranvía, como no) ejecuta displicentemente, según concurso que
tiene publicado en la página web de la autoridad portuaria, aún no resuelto y
con un plazo de ejecución de siete interminables meses, como si los vecinos no
tuvieran que descansar hoy, mañana y pasada mañana.
Son
los responsables de que todavía se mantenga el vergonzoso callejero franquista
en la ciudad, así como los monumentos al fascista dictador, que desencadenó tal
represión en el archipiélago que hasta la carretera de los campitos la hicieron
con presos políticos, los desdichados que no acabaron arrojados al mar, atados
a los árboles para que se los comieran los insectos o se murieran al sol o
arrojados a alguna sima.
La
agraciada capital tinerfeña, uno de los cinco mejor sitios del mundo para vivir
según The Guardian, y sus habitantes no
se merecen este trato, dándose la paradoja de que es el municipio donde la
abstención electoral es mayor de toda Canarias, por encima del 50 por ciento.
Nos preguntamos, no sin cierta amargura, que es lo que les tienen que hacer a
los sinceramente “chicharreros de corazón” para que de una vez reaccionen y los
manden a todos a su casa y que trabajen si quieren comer, haciendo realidad la
sentencia que tantos gratos recuerdos nos trae, incluso de oirla en nuestra
patria, Tirenlos pa’bajo que son un peligro arriba.
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