FELIPE GONZÁLEZ Y VENEZUELA
MONTERO GLEZ
Nunca
la derecha española se había mostrado tan internacionalista como en los tiempos
presentes. Su preocupación por Venezuela es el ejemplo de cómo un país hermano
al que nunca se hizo caso, llega a estar a todas horas llenando la boca de los
bien comidos.
Felipe
González es uno de ellos. El otro día fue #trendingtopic o como se diga eso,
pues en una entrevista concedida a Antena 3, el que fuera presidente reveló su
inclinación golpista, algo que no sorprende lo más mínimo ya que su carrera
política viene avalada por distintos golpes.
El
primero de todos, financiado por la socialdemocracia alemana, tuvo lugar en
Suresnes, poco después de la Revolución de los Claveles. Entonces Felipe
González era Isidoro, un abogado sevillano con afán trepador que se benefició
de los últimos tiempos de la dictadura franquista cuando esta, para neutralizar
la lucha de clases, apoyó en las sombras a un nuevo partido con viejas siglas.
Porque
el PSOE poco o nada tenía ya de socialista tras abandonar la ideología,
verdadero motor de la organización obrera. Con estas cosas, quedaba dispuesto
el elemento más importante para urdir una Transición que se verá favorecida de
igual manera por la socialdemocracia alemana y los servicios secretos
norteamericanos.
De
esta manera, Felipe González iba a ser el líder de un nuevo partido que
mantendrá su imagen de izquierdas por un lado mientras por el otro aceptaba la
monarquía, la OTAN y toda la herencia del franquismo incluyendo a las fuerzas
de represión directa con aroma de cloaca.
Cuando
esto ocurría en España, al otro lado del Atlántico, el pueblo de Venezuela
vivía su mal llamado milagro económico, el oro negro multiplicaba las
necesidades superficiales de los venezolanos siguiendo una progresión
geométrica que poco o nada tenía que ver con la felicidad, a la vez que
ocultaba y ennegrecía sus necesidades vitales.
Conviene
recordar que cuando Felipe González llegó al gobierno, se comportó como un
instrumento más del capital, un hombre de negocios que hacía trapis con los
oligarcas de Sudamérica, golpes que impedían que la izquierda latinoamericana
se hiciese con los riendas del verdadero destino de los pueblos: el que lleva a
la justicia social.
La
carencia de cultura de raíz política que hemos padecido hasta la llegada del
15M es la causa de que al día de hoy, un hombre como Felipe González, siga
teniendo predicamento en nuestro país. Sólo hay que escucharlo hablar para
darse cuenta de que su expresión discursiva de barraca de feria, más que
internacionalismo, revela mercadería global.
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