FESTEJEN, HERMANOS LATINOAMERICANOS
EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO RIOPLATENSE
¿Cómo ser objetivo? ¿Cómo ser justo?
¿Cómo ser exacto? ¿Cómo decir la verdad “verdadera” y no la que yo deseo? Estas
preguntas surgen luego de asistir con pena al festejo de nuestros “hermanos
latinoamericanos” por el triunfo de Alemania frente a Argentina en la final de
la Copa del Mundo-Brasil 2014.
El diario New York Times, desde sus páginas, mostró la
impopularidad de la selección argentina: solo un 20% de los chilenos, un 14% de
los colombianos, un 7% de los costarricenses y un 6% de los mexicanos se
declaraban seguidores del equipo liderado por Lionel Messi.
Como ciudadano argentino, siento que accionar del modo como lo
han hecho pueblos de la América del Sur es desleal y roza la discriminación.
Los pobres argumentos que se exponen, donde se habla de la “famosa
fanfarronería porteña” o la “soberbia de los argentinos” y demás nimiedades que
no llegan a articular una razón con peso específico y que den por justificados los
festejos del gol de Alemania, dan concretas muestras de resentimiento,
mediocridad, envidia y deslealtad, lo que debería ser tratado en sedes de
organismos como la OEA, Unasur, pues el festejo se dio en un porcentaje
demasiado significativo, en ciudades y pueblos de las naciones que conforman
nuestra Suramérica.
El día del partido Argentina-Bélgica, el capitán del equipo
argentino, Lionel Messi, leyó una declaración que transcribo: “Rechazamos de
todo corazón la discriminación de cualquier tipo, ya sea racial, de género, de
orientación sexual, de origen étnico o religioso. Usando el poder del fútbol
podemos ayudar a erradicar el racismo y la discriminación de nuestro deporte y
de la sociedad. Prometemos perseguir este objetivo y les pedimos que se nos unan
en esta lucha”. Estas palabras, nutridas de sentido a favor de la integración,
pueden hacernos meditar en paz y silencio hasta llegar a convencernos de que,
desde la promoción de la diversidad y el respeto del derecho a la igualdad,
aceptando la diferencia, es posible crear un espacio libre de discriminación,
racismo y xenofobia.
Argentina ha sido desde su independencia una nación que ha
recibido a los más diversos grupos y etnias del planeta. Conviven en armonía
las diversas inmigraciones que se fueron sucediendo a lo largo de doscientos
años de historia, teniendo trabajo, educación, salud pública y gratuita. Pueden
acceder a puestos de importancia en el acontecer social, cultural y político de
esta nación sin discriminaciones de ningún tipo. A diferencia, por ejemplo, de
Alemania “la festejada”, donde ser inmigrante tiene un alto precio.
Pero el problema está también en la persistencia de
colonialismos restringidos en el seno de nacionalismos y localismos. Pues a
menudo se trata de trincheras frente a la incertidumbre de un mundo que ya no
se comprende. Y olvidando que la memoria comienza a cada instante, la
resistencia a la integración fuerza también un crecimiento que vuelve simulada
la diferencia, la convierte en folclore, en la detención de una génesis que
inevitablemente se producirá en la relación, hoy demasiado lejana.
La fragmentación y balcanización de América Latina es la
esencial y puntual razón para que el imperialismo siga existiendo en estas
tierras, devastando nuestras tradiciones, nuestras culturas en franca
desaparición e imponiendo su política de vasallaje y esclavitud, implementada
por las multinacionales de tendencia neoliberal, que pareciera tienen sitio de
honor en nuestros territorios y nuestras comunidades.
En consecuencia, quien se niega a considerar el problema de la
división y fragmentación de nuestra América Latina, en naciones divorciadas y a
veces enfrentadas engaña a los pueblos, muchas veces ya cansados de tanta farsa
y temerosos de los poderes, tan arbitrarios y deficientes en sus gestiones.
Soy consciente de la subjetividad de todos y de la mía, teniendo
en cuenta que cualquier juicio es relativo, verdadero, falso, etc. No puedo
hacer otra cosa que negarme a juzgar, no puedo imponer una verdad que no es la
que yo quiero que sea, que es la proyección de mi inconsciente interés, en fin
de mi subjetividad apasionada. Difícil lograr la relatividad absoluta.
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