EFEMÉRIDES DE LA
NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 162I-1630
CAPÍTULO
XVII-II
Guayre
Adarguma *
1625.
Posible fecha de construcción del Castillo del Santo Cristo de
Paso Alto, en Añazu (Santacruz de Tenerife).
Es de figura semicircular por la parte que mira al mar, y el
tiene una planta irregular, como se ve en los planos; está ins. en el Registro
el 28 de Noviembre de 1900, al folio 186 del t340, libro 101, del Ayuntamiento,
finca n° 6614, inscripción la, con una superficie de 3.180,00 m2 , a la que
hay que agregarle el terreno donde se construyó la Batería Anexa a este fuerte
de 5.630,00 m2 ,
y linda al N. con la carretera de San Andrés y playa; al S. y E. con la playa y
al O. con la carretera de San Andrés y terrenos de Obras Públicas. El Fuerte
tiene 65 mts. de magistral para Artillería en la explanada alta, con tres
casamatas en planta baja y 115 mts de línea de fuego para infantería; su cota
es de 7,00 mts, distando 1.600 mts. de la población que existía en el siglo
XIX, y en su interior tiene un pabellón de construcción ordinaria, almacénes,
repuestos, Cuerpo de Guardia, etc. La Batería Anexa, con 50 mts de magistral,
comenzó a construirse el 20 de
Abril de 1898 y se terminó el 2 de Julio de 1900, por lo que no
daremos más datos de ella.
En 1789 estaba artillado con diez cañones de a 24, ocho de a 16
y cuatro de a 8, además de dos morteros de calibre 12. Su guarnición está
constituida por 1 Oficial, 1 Sargento, 2 cabos y 17 soldados, estando previsto
que en tiempo de guerra deberían guarnecerlo 9 oficiales, 9 sargentos, 9 cabos
y 280 soldados.
Según Núñez de la Peña, donde dicen Paso-Alto estaba un Castillo
pequeño de San Cristóbal y en 1670 «se
reedificó é hizo nuevo con mucha artillería», pero ello no parece ser
cierto, pues en 1625 y por mediaciones del Comandante general D. Francisco
de Andía, se señalaron parajes para construir nuevas
fortificaciones y entre ellas la de Paso-Alto, y si hubiese existido otra allí,
no hubieran dicho «nuevas fortificaciones»
.
En 1641, con motivo de la rebelión de Portugal, se municionó el
Castillo Principal de San Cristóbal y se atrincheró el de Paso-Alto, siendo
Comandante general D. Luis Fernández de Córdoba; este castillo se municionaba
por cuenta de S.M. «...y era la fuerza
que más sujeta al puerto...» Fue al principio un pequeño fortín y en el
ataque de Blake del 30 de Abril de 1657, «...la
fortaleza de Paso-Alto recibió el mayor daño y lo hizo á la guarnición, por que
las balas que daban en el risco desencajaban muchas piedras por estar emplazado
en las faldas del elevado risco que llaman La Altura...»,
En 1670 se ensanchó y por los años 1683 a 1684 se intentó
demolerlo a lo que se opuso el Comandante General D. Félix Nieto de Silva,
Conde de Guaro. En 1782 se llevó a cabo una completa reedificación según consta
en una lápida que aún se conserva y que dice así: «Reinando Carlos III, mandando estas islas el Excmo. Sr. Don Joaquin
Ibáñez Cuevas, Marqués de la Cañada, Teniente General de los Reales Ejércitos,
se concluyó la reparación de este Castillo mejorando su batería alta con
bóvedas á prueba de que carecía, la Plaza de Armas que le cierra, Batería de
entrada de su inmediación, la de San Rafael, Cuesta, parapetos y defensa de los
barrancos, aumentados en toda la línea hasta el barranco hondo con motivo de la
guerra de I782».
Era este Castillo el segundo en importancia del puerto y su
primitiva traza era de forma irregular, penetrándose en él por una rampa que
conducía a la puerta de comunicación con la plaza de armas que se hallaba limpia de
edificaciones en la parte que miraba al mar. La espalda de la fortificación era
de dos plantas; una superior a la plaza de armas y otra inferior, repartiéndose
entre ambas las distintas dependencias del Castillo. En la inferior estaba la
capilla, los alojamientos para la tropa, calabozo, almacén de pólvoras y
pertrechos, caballerizas, pajera, pozo, etc., y en la superior el alojamiento
del Castellano y oficiales, cocina y despensa, unos tinglados y flanqueando la
puerta el cuarto del Sargento, el Cuerpo de Guardia y el almacén de pertrechos
de Artillería. La fachada exterior era de sillares en la base y de mampostería
en el resto, estando coronada por un
amplio pretil de piedra en el que se abrían algunas almenas con
varias garitas voladas.
En la noche del 18 al 19 de Diciembre de 1774, un violento
temporal causó grandes destrozos que determinó una importante reparación que
alteró su primitiva fábrica.
En el mismo documento se transcribe un inventario de 11 de Marzo
de 1782 y otro de 2 de Septiembre de 1841 y 21 de Agosto de 1853 que permiten,
en unión de los planos, formarse una perfecta idea de esta fortaleza, que hasta
hace pocos años estuvo dedicada a Prisiones Militares.
Como documento curioso damos a conocer oficio que el Comandante
General de Canarias dirigió al de Ingenieros D. Luís Marqueli y que dice: «
Yncluio á v:s. la adjunta copia del parte que me ha dado el Gobernador del
Castillo de Paso-Alto, sobre el daño causado en él por nuestro fuego y el del
enemigo, á fin de que se reconozca y proceda á su composición.- Dios guarde á
V:S. muchos años.- Sta Cruz 28 de Julio de 1797 D. Antonio Gutiérrez.
Rubricado.- Al pié.- Sr Dn Luís Marqueli.
Excmo. Sr.- Ha bien do reconocido por menor en el Castillo de mi
cargo el estrago que pudo haber ocasionado el desembarco del día 22 y el
bombardeo que executó la noche del 24 del corriente la Esquadra Ynglesa del
cargo del Almirante Horacio Nelson en que verificó el segundo, y sin embargo de
haber dirigido más de 41 bombas al referido Castillo, sólo he hallado que por
una de ellas rebentada en el ayre, cayó un casco en la Cocina rompiendo algunas
texas, tablas y un pedazo de tabique de una Alacena contigua á un quarto donde
había paja para bestias sin que esta se hubiera incendiado.- Que el estrépito
de los Morteros y Cañones con que se le hacía fuego á los Enemigos, ha cau-
sado mucho quebranto en las habitaciones del referido Castillo.-
Que para entrar uno de los dos Morteros por la Puerta principal
inmediata al Cuerpo de Guardia, rompió el barón de una hoja echando fuera la
quicialera de suerte que no se puede cerra:-
Que la esplanada sobre la que se disparaban los dos Morteros que
dirigían las Bombas á los enemigos, por no estar embaldosada han levantado
alguna cal." Todo lo que necesita sea reconocido por un Ingeniero para su
pronto remedio.- Santa Cruz Julio 29 de 1797.- Pedro de Higueras».
Según otros documentos que se custodian en el archivo de la
Comandancia de Ingenieros, «...fueron
arrojados á este Castillo por una fragata y la obusera en la noche del 24 de
Julio de 1797, cuarenta y una bombas, habiendo hecho explosión una de ellas
dentro de la Capilla en que había un crucifijo, sin que causara
el más leve daño, conservándose mucho tiempo después en la citada Capilla, los
seis cascos en que se abrió aquella y un proyectil sólido...».
En 1951, la superficie cubierta de este Castillo dedicada a
almacenes del Parque de Artillería y viviendas es la siguiente:
Cuerpo de Guardia 20,00 m2
Habitaciones de los Plantones 25,00 m2
Calabozo 35,75
m2
Prisiones de Oficiales 90,62 m2
Oficial de Guardia 35,75 m2
Pabellón del Oficial y Oficinas 378,00 m2
Antigua cocina 18,00
m2
Depósitos de material 117,00 m2
Habitaciones bajo el pabellón 81,00 m2
Repuestos 490,77
m2
Suma 1.291,89
m2
La Junta de Obras del Puerto solicitó del Excmo. Sr. Capitán
General de Canarias las construcciones de la gola del Castillo para demolerlas
a objeto de construir la nueva carretera que ha de unir los diques Sur, Norte y
Este, continuando luego hacia San Andrés. El Capitán General, teniendo en
cuenta que estas construcciones de la gola no forman en realidad parte del
Castillo propiamente dicho, designó una Comisión para que valorase la obra y
ésta redactó la siguiente acta: «En Santa Cruz de Tenerife á diez de Octubre de
mil novecientos cincuenta, se reúnen el Comandante de Intendencia, Jefe de
Propiedades Militares, D. Ángel Vidal García, el Comandante de Ingenieros de
Armamento y Construcción D. Rafael Aznar Ortiz, y el Comandante de Artillería
D. Francisco Ucelay Cambreleng, designados por la Capitanía General de Canarias
en representación del Ministerio del Ejército, para formar la comisión que
tiene por finalidad estudiar las condiciones en que pueda realizarse el
traspaso del Castillo de Paso-Alto al ramo de Obras Públicas, y los Señores
Iltmo. Sr. D. Cándido García Sanjuán, Vice-presidente de la Junta de Obras del
Puerto de Santa Cruz de Tenerife, D. Carlos Pérez Martín y D. Angel Guimerá del
Castillo Valero, Ingeniero y Ayudante respectivamente de dicha Junta que forman
la comisión que representa al ramo de Obras Públicas por acuerdo de la Comisión Permanente
de la Junta de
Obras del Puerto de dieciséis de Junio corriente.- Dicha reunión tiene por
objeto cumplimentar lo ordenado por la Superioridad para estudiar las
condiciones en que pueda realizarse el traspaso del Castillo de Paso-Alto al
ramo de Obras Públicas y la compensación que con motivo de dicha cesión debe
darse al del Ejército.- Los comisionados por el Ramo de Guerra hacen constar
que como consecuencia de la constitución de los almacenes que actualmente
poseen en dicho Castillo así como de la indemnización por la ocupación de los
terrenos, se ha fijado por dicho departamento una compensación de 334.540,00 pts .-
La representación del ramo de Obras Públicas presenta una
valoración de la obra a expropiar, incluida la ocupación del terreno, por valor
de 325.635,00 pts .-
A la vista de ambas valoraciones y dada la casi igualdad de las mismas se
acepta en principio por ambas partes el promedio de las mismas o sea la
cantidad de 330.087,50
pts . como compensación que con motivo de la cesión de
dicho Castillo debe darse al ramo de Guerra a reserva de la conformidad
posterior de la Capitanía General de Canarias y de Obras Públicas y en tal
sentido tienen el honor de someterlo a la Superioridad para su aprobación si
procede.-
La Comisión del ramo de Obras Públicas hace constar que como
consecuencia de dicho traspaso a la
Junta de Obras del Puerto ésta vendrá obligada al
cumplimiento del Decreto del Ministerio de Educación Nacional de 20 de Abril de
I949 relativo a la protección de los Castillos de España.- y para que conste se
firma por cuadruplicado.
Este acta ha sido aprobada por ambos Ministerios y se está
pendiente de hacer la entrega ordenada. (José María Pinto de la Rosa, 1996)
1612.
Felipe III ordenó que los navíos de
canarios, con destino a Nueva España, se pusiesen “a la colla” el
1º de mayo. De no aparecer la flota, podrían hacerse a la mar, del 20 al
30 de julio. Los de Tierra Firme, lo harían "en las primeras aguas
de agosto", emprendiendo el viaje, de no asomar las flotas, entre el
20 y 30 de diciembre. Oneroso regresar a Sevilla, para registrar las mercancías
en la Casa de Contratación, al ser cada vez más raro que los canarios
coincidiesen con las flotas.
1626.
Se agregó barco de Canarias a la de
Nueva España, que tomaba la ruta del norte. Atestada la mar de corsarios,
mercaderes fondeados en Sanlúcar, con intención de ir a Canarias, hubieron de
navegar en flota, prestándose mutuamente protección, hasta llegar a las islas.
1626.
Por estos años, deseoso don Nicolás de Cala, clérigo presbítero
(que antes había sido casado y tenía hijas), de fundar en la villa de La
Orotava un monasterio de monjas dominicas, donde pudiesen profesar, solicitó
pasasen a aquel pueblo algunas religiosas de La Laguna, a quienes daba vivienda
en sus propias casas. Pero aconteció la desgracia de que apenas se habían
apeado las fundadoras, cuando el devoto presbítero murió de repente y, no
queriendo sus herederos continuar las piadosas ideas del difunto, padecieron
las religiosas notables incomodidades, pues sólo libraban su subsistencia y los
adelantamientos del edificio en las limosnas de los fieles, de modo que éste no
tuvo su complemento hasta que, habiéndose conferido el patronato, en 1632, a don Diego Benítez
de Lugo, les fabricó la capilla mayor con todo esmero.
Desde entonces este célebre monasterio de San Nicolás obispo y
su digna comunidad lograron toda suerte de conveniencias, estando bajo la
dirección y obediencia de los religiosos dominicos. Pero llegó a principios de
nuestro siglo una época memorable, en que mudaron de semblante las cosas. Hablo
del tiempo en que, habiendo declinado las monjas de esta sujeción a aquellos
padres, se entregaron a la ordinaria del obispo, suceso famoso en que sin duda
mediarían grandes divisiones, grandes revueltas y recursos. A mí no me toca
escribir esta parte de nuestra historia eclesiástica, aun en caso de que yo
tuviese para ello las memorias seguras; pero, en equivalente, no dejaré de
aprovecharme de la relación que dejó inédita, de la primera quema de este mismo
convento, sucedida en 31 de agosto de 1717, un escritor recomendable.
Hallábase cerca del monasterio, con cuya iglesia comunicaba por
una tribuna, la casa de los marqueses de Celada, sus patronos, edificio el más
bello y suntuoso de la Villa, y se había esparcido en varias ocasiones el rumor
popular de que por allí se les había de quemar a las monjas el convento. Este
pronóstico, que unos despreciaban y otros temían, asegurando que por las noches
se so lía observar en el cielo el fenómeno de no sé qué llama sobre la casa del
marqués, se verificó en la referida del 31 de agosto, entre doce y una,
incendiándose súbitamente, con increíble voracidad, y en cuatro horas, a tiempo
que todos dormían. Por más priesa que se dio el pueblo, nada perezoso en tales
casos, ya el fuego se había apoderado del monasterio, de donde apenas pudieron
escapar
las religiosas, quemada alguna y casi todas chamuscadas.
El vicario don Juan Delgado Temudó las recogió en una casa
inmediata al colegio de los jesuitas, en cuya iglesia colocó las especies
sacramentales.
Estuvieron allí las monjas algunos meses, excepto unas cuantas
de la antigua parcialidad de los frailes que, con beneplácito del obispo y del
provincial, pasaron a albergarse al. monasterio del puerto de La Orotava, que
es de la misma orden. Pero como las otras no habían encontrado en la casa que
habían ocupado ni la comodidad ni la seguridad precisa, resolvieron echarse
sobre el inmediato colegio de los jesuitas, desalojarlos y apoderarse de él,
hasta que se reedificase su convento.
Una mañana (dice nuestro escritor), después de haber el
coadjutor Tabares tocado la campana a levantar y las avemarías, se vinieron 40
en procesión, trayendo levantados ciriales y cruz tres mocetonas y quedando al
resguardo de aquella mujeril acometida no sé qué caballeros con el vicario.
Plantáronse en silencio a la puerta de la iglesia, y lo mismo fue abrirla
Tabares, que colarse dentro el hermoso escuadrón. Pasmóse el valiente portugués
con tal espectáculo y subió apresurado a dar cuenta a su superior, mientras las
monjas se pusieron a dar devotamente gracias a Dios sacramentado, arrodilladas
todas en su presencia, por haberlas dejado lograr felizmente aquel primer
avance.
Luego que el rector pudo enterarse de lo que le expresaba con
medias cláusulas su coadjutor, conoció que los venían a echar de su casa. Supo
que aún no estaba abierta la puerta del costado, sino la de la sacristía.
Ordenóle que bajase al instante y procurase persuadir las monjas a que se
volviesen por donde habían venido, antes que esta novedad se divulgase con
escándalo. ¡Para escrúpulos estaban las monjitas! y como receló también el
rector Dávila que, sin querer hacerse cargo de la razón, ellas intentarían
pasar adelante y apoderarse de todo, hasta de su aposento, dejándolo bien
asegurado, bajó tras del hermano aceleradamente.
Aquél había pasado por la sacristía a la iglesia, y el padre
Dávila cerró la puertecilla, dejando al portugués reñir la pendencia. Antes de
empezar a hablar Tabares, soltaron ellas la sin hueso, y unas con razones
concertadas, otras con dichetillos prevenidos, muchas con prontitudes no
estudiadas, y todas hablando aun tiempo, como suelen en sus gradas, decían:
-Padre Andrés, ésta es mucha jaula para tan pocos pájaros; el hábito no hace al
monje, ni a la monja; todas somos jesuitas. Una entonaba en vez de salmo: -Si
te atino, no te atino. Las más juiciosas añadían que, en nombre de aquella
comunidad desamparada y afligida, sin convento ni régimen regular, suplicase al
padre superior las disculpase aquella que parecía osadía y era pura necesidad,
pues los padres hallarían su acomodo con más facilidad en otra parte, y no
podían creer de su piadoso corazón arrojase de la casa de Jesús a sus esposas,
que buscaban en ella asilo.
Entre éstas y esotras se entraron muchas a la sacristía, para
hacerse paso a lo interior; pero, hallando cerradas todas las puertas,
empezaron a clamar: -Abra, padre rector El hermano, para salir de entre ellas
no lo arañasen, quiso ganar la puerta de la calle; pero las monjas, más
advertidas, le asieron para conservar con él una prenda con que obligar al
rector a pactar condiciones de paz, y entre el bullicio de tantas voces salía
de cuando en cuando la del padre Dávila desde adentro: -Paciencia, hermano, y
despréndase de esas señoras; sálgase de ahí, y véngase por la portería de las
bestias.
Durante estas altercaciones, habiéndose divulgado el caso por
toda la Villa, acudieron varias cuadrillas de cabaIleros, a quienes rogaban las
monjas intercediesen por ellas para con el rector. Éste no sabía qué partido
tomar.
Era tarde, y se pasaba la hora de comer, por lo que empezaron a
entrar ollas y pucheros en la iglesia. Así el padre Dávila se vio en la necesidad
de rendirles la fortaleza, en que tuvo gran parte un sinnúmero de billetes que
desde la calle le echaban, aconsejándole que saliese luego, en tono de amenaza.
Entraron, en fin, ya muy tarde, a capitular varios artículos, y entregaron las
llaves del colegio a la madre priora San Bartolomé de Llarena.
Subió, pues, el monjío con los jesuitas y toda la nobleza a
tomar posesión de la casa, donde se acomodaron del mejor modo que pudieron, y
permanecieron en ella más de un año. El marqués de Celada, el obispo don Lucas
Conejero y varios caballeros deudos de las monjas contribuyeron para la pronta
reedificación del convento; de modo que antes de un año de la quema pudieron
volver a habitarle, bien que se quedaron las otras en el del Puerto.
Tardó algunos años en perfeccionarse el edificio, especialmente
la iglesia, que por último se dedicó con memorables regocijos en 1737. Pero
tuvo muy corta duración este segundo monasterio, pues aquellas vírgenes
religiosas, que parece que se dormían con las lámparas encendidas, despertaron
otra vez atónitas en medio de las llamas, la noche del 27 de julio de 1761,
saliendo apresuradamente de entre ellas. Ardió todo el convento, y después de
haber andado errantes, se retiraron a las casas del coronel don Juan Bautista
de Franchi. Era vicario don Domingo Delgado, sobrino del otro vicario de la
quema anterior.
Estuvieron allí alojadas, hasta que a solicitud del coronel don
Juan de Franchi Grimaldi, su inmortal bienhechor, se reedificó el tercer
monasterio que tienen ahora, del cual tomaron posesión el día 8 de junio de
1769, habiendo vuelto de aquel retiro en procesión solemne, a tiempo que su
iglesia, ya reparada, servía interinamente de parroquial, con motivo de estarse
fabricando el nuevo templo de la Concepción de aquella villa. [...] (Viera y
Clavijo, 1991)
1626 Febrero 21.
Carta de S.M. D. Felipe IV dando las gracias á la Isla de
Tenerifepor haber atendido á sus fortificaciones hasta ponerla en estado de
defensa, y por su cuidado en ejecutar lo comprendido en la comisión dada al
General Andia; en Barbastro á 2I de Febrero de I626, folio I7I.
1626 Marzo 21.
Nace quien andando el tiempo sería el Santo de la secta católica
Hermano Pedro de San José de Betancur en el municipio de Vilaflor de Chasna, en
e sur de Chinech (Tenerife.) Hijo de Amador de la Rosa y de Ana García, toma no
obstante su apellido, muy, probablemente de su tatarabuelo, Juan de Betancur, o
de su padrino de bautismo práctica muy habitual en aquellos años. Es el primer
santo católico en la iglesia de esta confesión en Guatemala.
El joven Pedro era un hombre creyente y de intenso fervor
religioso. Es posible que aprendiese a leer y escribir con los agustinos del
convento de Vilaflor. De los primeros testigos de su causa, conocemos que
padeció una gravísima enfermedad en su infancia, y que encomendándose a San
Amaro, de quien era muy devoto, terminó por curarse y recobrar la salud.
No era hombre ilustrado, la tradición lo pinta como afable,
dulce en el trato, tendente al bien, de mucha de fe y amor a Dios. Los años que
transcurren hasta 1649, año en que se embarca para América, discurren en esta
zona sur de la isla, desde la cumbre hasta la costa, y viceversa, cuidando las
cabras del Mayorazgo de la familia
Soler. Esta familia era propietaria de unas cuevas en el barranco de Los
Saltaderos (próximo al actual Aeropuerto Reina Sofia).
Con la edad de 23 años emigró a -América, y se estableció
primero en Cuba y
luego se trasladó a Guatemala.
Apenas desembarcado en el Nuevo Mundo, una grave enfermedad lo
puso en contacto directo con los más pobres y desheredados. Recuperada
inesperadamente la salud, quiso consagrar su vida a Dios realizando los
estudios eclesiásticos pero, al no poder hacerlo, profesó como terciario en el
Convento de San Francisco, en la actual La Antigua Guatemala, con un bien
determinado programa de revivir la experiencia de Jesús de Nazaret en la
humildad, la pobreza, la penitencia y el servicio a los pobres.
En un primer momento realizó su programa como custodio y
sacristán de la Ermita del Santo Calvario, cercana al convento franciscano, que
se convierte en el centro irradiador de su caridad. Visitó hospitales,
cárceles, las casas de los pobres; los emigrantes sin trabajo, los adolescentes
descarriados, sin instrucción y ya entregados a los vicios, para quienes logró
realizar una primera fundación para acoger a los pequeños vagabundos blancos,
mestizos y negros. Atendió la instrucción religiosa y civil con criterios
todavía hoy calificados como modernos.
Construyó un oratorio, una escuela, una enfermería, una posada
para sacerdotes que se encontraban de paso por la ciudad y para estudiantes
universitarios, necesitados de alojamiento seguro y económico. Recordando la
pobreza de la primera posada de Jesús en la tierra, llamó a su obra «Belén».
Otros terciarios lo imitaron, compartiendo con el Beato
penitencia, oración y actividad caritativa: la vida comunitaria tomó forma
cuando el Beato escribió un reglamento, que fue adoptado también por las
mujeres que atendían a la educación de los niños; estaba surgiendo aquello que
más tarde debería tener su desarrollo natural: la Orden de los Bethlemitas y de
las Bethlemitas, aún cuando éstas sólo obtuvieron el reconocimiento de la Santa
Sede más tarde.
El Beato Hermano Pedro se adelantó a los tiempos con métodos pedagógicos
nuevos y estableció servicios sociales no imaginables en su época, como el
hospital para convalecientes. Sus escritos espirituales son de una agudeza y
profundidad inigualables.
Tomó lo hábitos de la orden terciaria de los franciscanos.
Recorría las calles de Santiago de Los Caballeros, provisto de
una campanilla al encuentro de los pobres, enfermos y necesitados. Su casita de
Belén fue el primer establecimiento hospitalario para convalecientes, allí
permanecían hasta su total recuperación. También servía de oratorio y escuela.
Fundó en 1653 la orden Betlehemita.
Allí murió con fama de santo en el año 1667, a los 41 años de
edad.
Ya en año 1771, 1a secta de la iglesia católica reconoció las
virtudes del pastor chasnero.
El Papa Juan pablo II lo beatificó el 22 de junio de 1980, y lo
canonizó el 30 de julio de 2002 en Guatemala. Su fiesta católica se celebra el
24 de abril.
El culto al Hermano Pedro en Tenerife.
En cuanto al culto al Hermano Pedro en Tenerife no se sabe si
fue simultáneo o posterior a Guatemala. Los primeros datos se refieren al año
1700, aproximadamente 20 años después de su muerte cuando se inició el proceso
de canonización y varios testigos de la isla declararon en la causa.
La primera cita la encontramos en Viera y Clavijo, hacia el año
1712 donde por decreto del 8 de abril. el Cabildo General de acuerdo con el
obispo Don Juan Ruiz Simón, solicita al prefecto general de los Betlehemitas
dos religiosos para atender el Hospital de San Sebastián de La Laguna.
Religiosos que que en número de tres llegaron a las isla en 1722 y terminaron
marchándose en el año 1724 por desacuerdos con las autoridades.
Muere apenas a los 41 años el que en vida era llamado «Madre de
Guatemala». A más de tres siglos de distancia, la memoria del «hombre que fue
caridad» es sentida grandemente, viva y concreta, en su nativa Tenerife, en
Guatemala y en todos los lugares donde se conoce su obra. El Hermano Pedro fue
Beatificado solemnemente por Vuestra Santidad el 22 de junio de 1980, en un
acontecimiento de incalculable valor pastoral y eclesial para Guatemala y para
toda América.
La cueva.
A lo largo de los siglos la cueva del Hermano Pedro ha sido
visitada por muchas personas como lugar de culto y devoción al frailecito de
los pobres, en ella los pastores y visitantes acostumbraban a dejar cajetillas
de cigarrillos velas y otras cosas de las cuales se servían los traseuntes, los
cuales a su vez a la menor oportunidad reponían con creces los artículos
tomados. Esto fue así hasta que la iglesia de la secta católica tomó cartas en
el asunto a raíz de la canonización de Pedro Bentacurt. A partir de entonces la
cueva la han convertido en un santuario con cura fijo, y aquellos objetos que
los visitantes aportaban espontáneamente, hoy están controlados por el clero
católico el cual fiel a sus tradiciones mercantilistas ha puesto precio a lo
que antes era gratuito.
En la costa del término municipal de Granadilla de Abona, entre
lo que hoy es San Isidro y El Médano, a unos 420 m de la cabecera oriental
del Aeropuerto Reina Sofia, enclavado en un barranco conocido con el nombre de
Los Saltaderos o Los Balos, se halla "La Cueva del Hermano Pedro".
Se trata de dos cuevas anexas, una pequeña que cumplía las
funciones de cueva habitación y la otra, más grande, que era el corral. En la
actualidad el corral se dedica a
las ofrendas, y en la habitación hay una imagen del Hermano
Pedro y algunos cuadros
de su iconografia. Próximo a éstas hay un eres.
Después de años de abandono y olvido el lugar donde se halla la
cueva ha sido objeto de muchas mejoras siempre acordes al entorno. Últimamente
con la colaboración de AENA.
Asimismo se han acondicionado las carreteras de acceso.
La primera mención que encontramos respecto a la cueva se
refiere a su biógrafo San José de la Concepción en su obra: Historia
Betlemítica. Vida exemplar y admirable del Venerable Siervo de Dios Pedro de
San Joseph de Betancur, fundador del regular instituto de Bethlehen, Sevilla
(1723) (De la rosa Olivera, Leopoldo).
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