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sábado, 26 de octubre de 2013

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 162I-1630
CAPÍTULO XVII-II
 

Guayre Adarguma *
1625.
Posible fecha de construcción del Castillo del Santo Cristo de Paso Alto, en Añazu (Santacruz de Tenerife).

Es de figura semicircular por la parte que mira al mar, y el tiene una planta irregular, como se ve en los planos; está ins. en el Registro el 28 de Noviembre de 1900, al folio 186 del t340, libro 101, del Ayuntamiento, finca n° 6614, inscripción la, con una superficie de 3.180,00 m2, a la que hay que agregarle el terreno donde se construyó la Batería Anexa a este fuerte de 5.630,00 m2, y linda al N. con la carretera de San Andrés y playa; al S. y E. con la playa y al O. con la carretera de San Andrés y terrenos de Obras Públicas. El Fuerte tiene 65 mts. de magistral para Artillería en la explanada alta, con tres casamatas en planta baja y 115 mts de línea de fuego para infantería; su cota es de 7,00 mts, distando 1.600 mts. de la población que existía en el siglo XIX, y en su interior tiene un pabellón de construcción ordinaria, almacénes, repuestos, Cuerpo de Guardia, etc. La Batería Anexa, con 50 mts de magistral, comenzó a construirse el 20 de
Abril de 1898 y se terminó el 2 de Julio de 1900, por lo que no daremos más datos de ella.

En 1789 estaba artillado con diez cañones de a 24, ocho de a 16 y cuatro de a 8, además de dos morteros de calibre 12. Su guarnición está constituida por 1 Oficial, 1 Sargento, 2 cabos y 17 soldados, estando previsto que en tiempo de guerra deberían guarnecerlo 9 oficiales, 9 sargentos, 9 cabos y 280 soldados.

Según Núñez de la Peña, donde dicen Paso-Alto estaba un Castillo pequeño de San Cristóbal y en 1670 «se reedificó é hizo nuevo con mucha artillería», pero ello no parece ser cierto, pues en 1625 y por mediaciones del Comandante general D. Francisco
de Andía, se señalaron parajes para construir nuevas fortificaciones y entre ellas la de Paso-Alto, y si hubiese existido otra allí, no hubieran dicho «nuevas fortificaciones» .

En 1641, con motivo de la rebelión de Portugal, se municionó el Castillo Principal de San Cristóbal y se atrincheró el de Paso-Alto, siendo Comandante general D. Luis Fernández de Córdoba; este castillo se municionaba por cuenta de S.M. «...y era la fuerza que más sujeta al puerto...» Fue al principio un pequeño fortín y en el ataque de Blake del 30 de Abril de 1657, «...la fortaleza de Paso-Alto recibió el mayor daño y lo hizo á la guarnición, por que las balas que daban en el risco desencajaban muchas piedras por estar emplazado en las faldas del elevado risco que llaman La Altura...»,

En 1670 se ensanchó y por los años 1683 a 1684 se intentó demolerlo a lo que se opuso el Comandante General D. Félix Nieto de Silva, Conde de Guaro. En 1782 se llevó a cabo una completa reedificación según consta en una lápida que aún se conserva y que dice así: «Reinando Carlos III, mandando estas islas el Excmo. Sr. Don Joaquin Ibáñez Cuevas, Marqués de la Cañada, Teniente General de los Reales Ejércitos, se concluyó la reparación de este Castillo mejorando su batería alta con bóvedas á prueba de que carecía, la Plaza de Armas que le cierra, Batería de entrada de su inmediación, la de San Rafael, Cuesta, parapetos y defensa de los barrancos, aumentados en toda la línea hasta el barranco hondo con motivo de la guerra de I782».

Era este Castillo el segundo en importancia del puerto y su primitiva traza era de forma irregular, penetrándose en él por una rampa que conducía a la puerta de comunicación con la plaza  de armas que se hallaba limpia de edificaciones en la parte que miraba al mar. La espalda de la fortificación era de dos plantas; una superior a la plaza de armas y otra inferior, repartiéndose entre ambas las distintas dependencias del Castillo. En la inferior estaba la capilla, los alojamientos para la tropa, calabozo, almacén de pólvoras y pertrechos, caballerizas, pajera, pozo, etc., y en la superior el alojamiento del Castellano y oficiales, cocina y despensa, unos tinglados y flanqueando la puerta el cuarto del Sargento, el Cuerpo de Guardia y el almacén de pertrechos de Artillería. La fachada exterior era de sillares en la base y de mampostería en el resto, estando coronada por un
amplio pretil de piedra en el que se abrían algunas almenas con varias garitas voladas.

En la noche del 18 al 19 de Diciembre de 1774, un violento temporal causó grandes destrozos que determinó una importante reparación que alteró su primitiva fábrica.

En el mismo documento se transcribe un inventario de 11 de Marzo de 1782 y otro de 2 de Septiembre de 1841 y 21 de Agosto de 1853 que permiten, en unión de los planos, formarse una perfecta idea de esta fortaleza, que hasta hace pocos años estuvo dedicada a Prisiones Militares.

Como documento curioso damos a conocer oficio que el Comandante General de Canarias dirigió al de Ingenieros D. Luís Marqueli y que dice: « Yncluio á v:s. la adjunta copia del parte que me ha dado el Gobernador del Castillo de Paso-Alto, sobre el daño causado en él por nuestro fuego y el del enemigo, á fin de que se reconozca y proceda á su composición.- Dios guarde á V:S. muchos años.- Sta Cruz 28 de Julio de 1797 D. Antonio Gutiérrez. Rubricado.- Al pié.- Sr Dn Luís Marqueli.

Excmo. Sr.- Ha bien do reconocido por menor en el Castillo de mi cargo el estrago que pudo haber ocasionado el desembarco del día 22 y el bombardeo que executó la noche del 24 del corriente la Esquadra Ynglesa del cargo del Almirante Horacio Nelson en que verificó el segundo, y sin embargo de haber dirigido más de 41 bombas al referido Castillo, sólo he hallado que por una de ellas rebentada en el ayre, cayó un casco en la Cocina rompiendo algunas texas, tablas y un pedazo de tabique de una Alacena contigua á un quarto donde había paja para bestias sin que esta se hubiera incendiado.- Que el estrépito de los Morteros y Cañones con que se le hacía fuego á los Enemigos, ha cau-
sado mucho quebranto en las habitaciones del referido Castillo.-

Que para entrar uno de los dos Morteros por la Puerta principal inmediata al Cuerpo de Guardia, rompió el barón de una hoja echando fuera la quicialera de suerte que no se puede cerra:-

Que la esplanada sobre la que se disparaban los dos Morteros que dirigían las Bombas á los enemigos, por no estar embaldosada han levantado alguna cal." Todo lo que necesita sea reconocido por un Ingeniero para su pronto remedio.- Santa Cruz Julio 29 de 1797.- Pedro de Higueras».

Según otros documentos que se custodian en el archivo de la Comandancia de Ingenieros, «...fueron arrojados á este Castillo por una fragata y la obusera en la noche del 24 de Julio de 1797, cuarenta y una bombas, habiendo hecho explosión una de ellas
dentro de la Capilla en que había un crucifijo, sin que causara el más leve daño, conservándose mucho tiempo después en la citada Capilla, los seis cascos en que se abrió aquella y un proyectil sólido...».

En 1951, la superficie cubierta de este Castillo dedicada a almacenes del Parque de Artillería y viviendas es la siguiente:
Cuerpo de Guardia 20,00 m2
Habitaciones de los Plantones 25,00 m2
Calabozo 35,75 m2
Prisiones de Oficiales 90,62 m2
Oficial de Guardia 35,75 m2
Pabellón del Oficial y Oficinas 378,00 m2
Antigua cocina 18,00 m2
Depósitos de material 117,00 m2
Habitaciones bajo el pabellón 81,00 m2
Repuestos 490,77 m2
Suma 1.291,89 m2

La Junta de Obras del Puerto solicitó del Excmo. Sr. Capitán General de Canarias las construcciones de la gola del Castillo para demolerlas a objeto de construir la nueva carretera que ha de unir los diques Sur, Norte y Este, continuando luego hacia San Andrés. El Capitán General, teniendo en cuenta que estas construcciones de la gola no forman en realidad parte del Castillo propiamente dicho, designó una Comisión para que valorase la obra y ésta redactó la siguiente acta: «En Santa Cruz de Tenerife á diez de Octubre de mil novecientos cincuenta, se reúnen el Comandante de Intendencia, Jefe de Propiedades Militares, D. Ángel Vidal García, el Comandante de Ingenieros de Armamento y Construcción D. Rafael Aznar Ortiz, y el Comandante de Artillería D. Francisco Ucelay Cambreleng, designados por la Capitanía General de Canarias en representación del Ministerio del Ejército, para formar la comisión que tiene por finalidad estudiar las condiciones en que pueda realizarse el traspaso del Castillo de Paso-Alto al ramo de Obras Públicas, y los Señores Iltmo. Sr. D. Cándido García Sanjuán, Vice-presidente de la Junta de Obras del Puerto de Santa Cruz de Tenerife, D. Carlos Pérez Martín y D. Angel Guimerá del Castillo Valero, Ingeniero y Ayudante respectivamente de dicha Junta que forman la comisión que representa al ramo de Obras Públicas por acuerdo de la Comisión Permanente de la Junta de Obras del Puerto de dieciséis de Junio corriente.- Dicha reunión tiene por objeto cumplimentar lo ordenado por la Superioridad para estudiar las condiciones en que pueda realizarse el traspaso del Castillo de Paso-Alto al ramo de Obras Públicas y la compensación que con motivo de dicha cesión debe darse al del Ejército.- Los comisionados por el Ramo de Guerra hacen constar que como consecuencia de la constitución de los almacenes que actualmente poseen en dicho Castillo así como de la indemnización por la ocupación de los terrenos, se ha fijado por dicho departamento una compensación de 334.540,00 pts.-

La representación del ramo de Obras Públicas presenta una valoración de la obra a expropiar, incluida la ocupación del terreno, por valor de 325.635,00 pts.- A la vista de ambas valoraciones y dada la casi igualdad de las mismas se acepta en principio por ambas partes el promedio de las mismas o sea la cantidad de 330.087,50 pts. como compensación que con motivo de la cesión de dicho Castillo debe darse al ramo de Guerra a reserva de la conformidad posterior de la Capitanía General de Canarias y de Obras Públicas y en tal sentido tienen el honor de someterlo a la Superioridad para su aprobación si procede.-

La Comisión del ramo de Obras Públicas hace constar que como consecuencia de dicho traspaso a la Junta de Obras del Puerto ésta vendrá obligada al cumplimiento del Decreto del Ministerio de Educación Nacional de 20 de Abril de I949 relativo a la protección de los Castillos de España.- y para que conste se firma por cuadruplicado.

Este acta ha sido aprobada por ambos Ministerios y se está pendiente de hacer la entrega ordenada. (José María Pinto de la Rosa, 1996)
1612.
Felipe III ordenó que los navíos de canarios, con destino a  Nueva España, se pusiesen “a la colla” el 1º de mayo. De no aparecer la flota, podrían hacerse a la mar, del 20 al 30 de julio. Los de Tierra Firme, lo harían "en las primeras aguas de agosto", emprendiendo el viaje, de no asomar las flotas, entre el 20 y 30 de diciembre. Oneroso regresar a Sevilla, para registrar las mercancías en la Casa de Contratación, al ser cada vez más raro que los canarios coincidiesen con las flotas.
1626.
Se agregó barco de Canarias a la de Nueva España, que tomaba la ruta del norte. Atestada la mar de corsarios, mercaderes fondeados en Sanlúcar, con intención de ir a Canarias, hubieron de navegar en flota, prestándose mutuamente protección, hasta llegar a las islas.
1626.
Por estos años, deseoso don Nicolás de Cala, clérigo presbítero (que antes había sido casado y tenía hijas), de fundar en la villa de La Orotava un monasterio de monjas dominicas, donde pudiesen profesar, solicitó pasasen a aquel pueblo algunas religiosas de La Laguna, a quienes daba vivienda en sus propias casas. Pero aconteció la desgracia de que apenas se habían apeado las fundadoras, cuando el devoto presbítero murió de repente y, no queriendo sus herederos continuar las piadosas ideas del difunto, padecieron las religiosas notables incomodidades, pues sólo libraban su subsistencia y los adelantamientos del edificio en las limosnas de los fieles, de modo que éste no tuvo su complemento hasta que, habiéndose conferido el patronato, en 1632, a don Diego Benítez de Lugo, les fabricó la capilla mayor con todo esmero.

Desde entonces este célebre monasterio de San Nicolás obispo y su digna comunidad lograron toda suerte de conveniencias, estando bajo la dirección y obediencia de los religiosos dominicos. Pero llegó a principios de nuestro siglo una época memorable, en que mudaron de semblante las cosas. Hablo del tiempo en que, habiendo declinado las monjas de esta sujeción a aquellos padres, se entregaron a la ordinaria del obispo, suceso famoso en que sin duda mediarían grandes divisiones, grandes revueltas y recursos. A mí no me toca escribir esta parte de nuestra historia eclesiástica, aun en caso de que yo tuviese para ello las memorias seguras; pero, en equivalente, no dejaré de aprovecharme de la relación que dejó inédita, de la primera quema de este mismo convento, sucedida en 31 de agosto de 1717, un escritor recomendable.

Hallábase cerca del monasterio, con cuya iglesia comunicaba por una tribuna, la casa de los marqueses de Celada, sus patronos, edificio el más bello y suntuoso de la Villa, y se había esparcido en varias ocasiones el rumor popular de que por allí se les había de quemar a las monjas el convento. Este pronóstico, que unos despreciaban y otros temían, asegurando que por las noches se so lía observar en el cielo el fenómeno de no sé qué llama sobre la casa del marqués, se verificó en la referida del 31 de agosto, entre doce y una, incendiándose súbitamente, con increíble voracidad, y en cuatro horas, a tiempo que todos dormían. Por más priesa que se dio el pueblo, nada perezoso en tales casos, ya el fuego se había apoderado del monasterio, de donde apenas pudieron escapar
las religiosas, quemada alguna y casi todas chamuscadas.

El vicario don Juan Delgado Temudó las recogió en una casa inmediata al colegio de los jesuitas, en cuya iglesia colocó las especies sacramentales.

Estuvieron allí las monjas algunos meses, excepto unas cuantas de la antigua parcialidad de los frailes que, con beneplácito del obispo y del provincial, pasaron a albergarse al. monasterio del puerto de La Orotava, que es de la misma orden. Pero como las otras no habían encontrado en la casa que habían ocupado ni la comodidad ni la seguridad precisa, resolvieron echarse sobre el inmediato colegio de los jesuitas, desalojarlos y apoderarse de él, hasta que se reedificase su convento.

Una mañana (dice nuestro escritor), después de haber el coadjutor Tabares tocado la campana a levantar y las avemarías, se vinieron 40 en procesión, trayendo levantados ciriales y cruz tres mocetonas y quedando al resguardo de aquella mujeril acometida no sé qué caballeros con el vicario. Plantáronse en silencio a la puerta de la iglesia, y lo mismo fue abrirla Tabares, que colarse dentro el hermoso escuadrón. Pasmóse el valiente portugués con tal espectáculo y subió apresurado a dar cuenta a su superior, mientras las monjas se pusieron a dar devotamente gracias a Dios sacramentado, arrodilladas todas en su presencia, por haberlas dejado lograr felizmente aquel primer avance.
Luego que el rector pudo enterarse de lo que le expresaba con medias cláusulas su coadjutor, conoció que los venían a echar de su casa. Supo que aún no estaba abierta la puerta del costado, sino la de la sacristía. Ordenóle que bajase al instante y procurase persuadir las monjas a que se volviesen por donde habían venido, antes que esta novedad se divulgase con escándalo. ¡Para escrúpulos estaban las monjitas! y como receló también el rector Dávila que, sin querer hacerse cargo de la razón, ellas intentarían pasar adelante y apoderarse de todo, hasta de su aposento, dejándolo bien asegurado, bajó tras del hermano aceleradamente.
Aquél había pasado por la sacristía a la iglesia, y el padre Dávila cerró la puertecilla, dejando al portugués reñir la pendencia. Antes de empezar a hablar Tabares, soltaron ellas la sin hueso, y unas con razones concertadas, otras con dichetillos prevenidos, muchas con prontitudes no estudiadas, y todas hablando aun tiempo, como suelen en sus gradas, decían: -Padre Andrés, ésta es mucha jaula para tan pocos pájaros; el hábito no hace al monje, ni a la monja; todas somos jesuitas. Una entonaba en vez de salmo: -Si te atino, no te atino. Las más juiciosas añadían que, en nombre de aquella comunidad desamparada y afligida, sin convento ni régimen regular, suplicase al padre superior las disculpase aquella que parecía osadía y era pura necesidad, pues los padres hallarían su acomodo con más facilidad en otra parte, y no podían creer de su piadoso corazón arrojase de la casa de Jesús a sus esposas, que buscaban en ella asilo.

Entre éstas y esotras se entraron muchas a la sacristía, para hacerse paso a lo interior; pero, hallando cerradas todas las puertas, empezaron a clamar: -Abra, padre rector El hermano, para salir de entre ellas no lo arañasen, quiso ganar la puerta de la calle; pero las monjas, más advertidas, le asieron para conservar con él una prenda con que obligar al rector a pactar condiciones de paz, y entre el bullicio de tantas voces salía de cuando en cuando la del padre Dávila desde adentro: -Paciencia, hermano, y despréndase de esas señoras; sálgase de ahí, y véngase por la portería de las bestias.

Durante estas altercaciones, habiéndose divulgado el caso por toda la Villa, acudieron varias cuadrillas de cabaIleros, a quienes rogaban las monjas intercediesen por ellas para con el rector. Éste no sabía qué partido tomar.

Era tarde, y se pasaba la hora de comer, por lo que empezaron a entrar ollas y pucheros en la iglesia. Así el padre Dávila se vio en la necesidad de rendirles la fortaleza, en que tuvo gran parte un sinnúmero de billetes que desde la calle le echaban, aconsejándole que saliese luego, en tono de amenaza. Entraron, en fin, ya muy tarde, a capitular varios artículos, y entregaron las llaves del colegio a la madre priora San Bartolomé de Llarena.

Subió, pues, el monjío con los jesuitas y toda la nobleza a tomar posesión de la casa, donde se acomodaron del mejor modo que pudieron, y permanecieron en ella más de un año. El marqués de Celada, el obispo don Lucas Conejero y varios caballeros deudos de las monjas contribuyeron para la pronta reedificación del convento; de modo que antes de un año de la quema pudieron volver a habitarle, bien que se quedaron las otras en el del Puerto.

Tardó algunos años en perfeccionarse el edificio, especialmente la iglesia, que por último se dedicó con memorables regocijos en 1737. Pero tuvo muy corta duración este segundo monasterio, pues aquellas vírgenes religiosas, que parece que se dormían con las lámparas encendidas, despertaron otra vez atónitas en medio de las llamas, la noche del 27 de julio de 1761, saliendo apresuradamente de entre ellas. Ardió todo el convento, y después de haber andado errantes, se retiraron a las casas del coronel don Juan Bautista de Franchi. Era vicario don Domingo Delgado, sobrino del otro vicario de la quema anterior.

Estuvieron allí alojadas, hasta que a solicitud del coronel don Juan de Franchi Grimaldi, su inmortal bienhechor, se reedificó el tercer monasterio que tienen ahora, del cual tomaron posesión el día 8 de junio de 1769, habiendo vuelto de aquel retiro en procesión solemne, a tiempo que su iglesia, ya reparada, servía interinamente de parroquial, con motivo de estarse fabricando el nuevo templo de la Concepción de aquella villa. [...] (Viera y Clavijo, 1991)

1626 Febrero 21.
Carta de S.M. D. Felipe IV dando las gracias á la Isla de Tenerifepor haber atendido á sus fortificaciones hasta ponerla en estado de defensa, y por su cuidado en ejecutar lo comprendido en la comisión dada al General Andia; en Barbastro á 2I de Febrero de I626, folio I7I.

1626 Marzo 21.
Nace quien andando el tiempo sería el Santo de la secta católica Hermano Pedro de San José de Betancur en el municipio de Vilaflor de Chasna, en e sur de Chinech (Tenerife.) Hijo de Amador de la Rosa y de Ana García, toma no obstante su apellido, muy, probablemente de su tatarabuelo, Juan de Betancur, o de su padrino de bautismo práctica muy habitual en aquellos años. Es el primer santo católico en la iglesia de esta confesión en Guatemala.

El joven Pedro era un hombre creyente y de intenso fervor religioso. Es posible que aprendiese a leer y escribir con los agustinos del convento de Vilaflor. De los primeros testigos de su causa, conocemos que padeció una gravísima enfermedad en su infancia, y que encomendándose a San Amaro, de quien era muy devoto, terminó por curarse y recobrar la salud.

No era hombre ilustrado, la tradición lo pinta como afable, dulce en el trato, tendente al bien, de mucha de fe y amor a Dios. Los años que transcurren hasta 1649, año en que se embarca para América, discurren en esta zona sur de la isla, desde la cumbre hasta la costa, y viceversa, cuidando las cabras del Mayorazgo de  la familia Soler. Esta familia era propietaria de unas cuevas en el barranco de Los Saltaderos (próximo al actual Aeropuerto Reina Sofia).

Con la edad de 23 años emigró a -América, y se estableció primero en Cuba y
luego se trasladó a Guatemala.
Apenas desembarcado en el Nuevo Mundo, una grave enfermedad lo puso en contacto directo con los más pobres y desheredados. Recuperada inesperadamente la salud, quiso consagrar su vida a Dios realizando los estudios eclesiásticos pero, al no poder hacerlo, profesó como terciario en el Convento de San Francisco, en la actual La Antigua Guatemala, con un bien determinado programa de revivir la experiencia de Jesús de Nazaret en la humildad, la pobreza, la penitencia y el servicio a los pobres.
En un primer momento realizó su programa como custodio y sacristán de la Ermita del Santo Calvario, cercana al convento franciscano, que se convierte en el centro irradiador de su caridad. Visitó hospitales, cárceles, las casas de los pobres; los emigrantes sin trabajo, los adolescentes descarriados, sin instrucción y ya entregados a los vicios, para quienes logró realizar una primera fundación para acoger a los pequeños vagabundos blancos, mestizos y negros. Atendió la instrucción religiosa y civil con criterios todavía hoy calificados como modernos.
Construyó un oratorio, una escuela, una enfermería, una posada para sacerdotes que se encontraban de paso por la ciudad y para estudiantes universitarios, necesitados de alojamiento seguro y económico. Recordando la pobreza de la primera posada de Jesús en la tierra, llamó a su obra «Belén».
Otros terciarios lo imitaron, compartiendo con el Beato penitencia, oración y actividad caritativa: la vida comunitaria tomó forma cuando el Beato escribió un reglamento, que fue adoptado también por las mujeres que atendían a la educación de los niños; estaba surgiendo aquello que más tarde debería tener su desarrollo natural: la Orden de los Bethlemitas y de las Bethlemitas, aún cuando éstas sólo obtuvieron el reconocimiento de la Santa Sede más tarde.
El Beato Hermano Pedro se adelantó a los tiempos con métodos pedagógicos nuevos y estableció servicios sociales no imaginables en su época, como el hospital para convalecientes. Sus escritos espirituales son de una agudeza y profundidad inigualables.
Tomó lo hábitos de la orden terciaria de los franciscanos.

Recorría las calles de Santiago de Los Caballeros, provisto de una campanilla al encuentro de los pobres, enfermos y necesitados. Su casita de Belén fue el primer establecimiento hospitalario para convalecientes, allí permanecían hasta su total recuperación. También servía de oratorio y escuela.

Fundó en 1653 la orden Betlehemita.

Allí murió con fama de santo en el año 1667, a los 41 años de edad.

Ya en año 1771, 1a secta de la iglesia católica reconoció las virtudes del pastor chasnero.

El Papa Juan pablo II lo beatificó el 22 de junio de 1980, y lo canonizó el 30 de julio de 2002 en Guatemala. Su fiesta católica se celebra el 24 de abril.

El culto al Hermano Pedro en Tenerife.

En cuanto al culto al Hermano Pedro en Tenerife no se sabe si fue simultáneo o posterior a Guatemala. Los primeros datos se refieren al año 1700, aproximadamente 20 años después de su muerte cuando se inició el proceso de canonización y varios testigos de la isla declararon en la causa.

La primera cita la encontramos en Viera y Clavijo, hacia el año 1712 donde por decreto del 8 de abril. el Cabildo General de acuerdo con el obispo Don Juan Ruiz Simón, solicita al prefecto general de los Betlehemitas dos religiosos para atender el Hospital de San Sebastián de La Laguna. Religiosos que que en número de tres llegaron a las isla en 1722 y terminaron marchándose en el año 1724 por desacuerdos con las autoridades.
Muere apenas a los 41 años el que en vida era llamado «Madre de Guatemala». A más de tres siglos de distancia, la memoria del «hombre que fue caridad» es sentida grandemente, viva y concreta, en su nativa Tenerife, en Guatemala y en todos los lugares donde se conoce su obra. El Hermano Pedro fue Beatificado solemnemente por Vuestra Santidad el 22 de junio de 1980, en un acontecimiento de incalculable valor pastoral y eclesial para Guatemala y para toda América.
La cueva.
A lo largo de los siglos la cueva del Hermano Pedro ha sido visitada por muchas personas como lugar de culto y devoción al frailecito de los pobres, en ella los pastores y visitantes acostumbraban a dejar cajetillas de cigarrillos velas y otras cosas de las cuales se servían los traseuntes, los cuales a su vez a la menor oportunidad reponían con creces los artículos tomados. Esto fue así hasta que la iglesia de la secta católica tomó cartas en el asunto a raíz de la canonización de Pedro Bentacurt. A partir de entonces la cueva la han convertido en un santuario con cura fijo, y aquellos objetos que los visitantes aportaban espontáneamente, hoy están controlados por el clero católico el cual fiel a sus tradiciones mercantilistas ha puesto precio a lo que antes era gratuito.
En la costa del término municipal de Granadilla de Abona, entre lo que hoy es San Isidro y El Médano, a unos 420 m de la cabecera oriental del Aeropuerto Reina Sofia, enclavado en un barranco conocido con el nombre de Los Saltaderos o Los Balos, se halla "La Cueva del Hermano Pedro".

Se trata de dos cuevas anexas, una pequeña que cumplía las funciones de cueva habitación y la otra, más grande, que era el corral. En la actualidad el corral se dedica a
las ofrendas, y en la habitación hay una imagen del Hermano Pedro y algunos cuadros
de su iconografia. Próximo a éstas hay un eres.

Después de años de abandono y olvido el lugar donde se halla la cueva ha sido objeto de muchas mejoras siempre acordes al entorno. Últimamente con la colaboración de AENA.

Asimismo se han acondicionado las carreteras de acceso.

La primera mención que encontramos respecto a la cueva se refiere a su biógrafo San José de la Concepción en su obra: Historia Betlemítica. Vida exemplar y admirable del Venerable Siervo de Dios Pedro de San Joseph de Betancur, fundador del regular instituto de Bethlehen, Sevilla (1723) (De la rosa Olivera, Leopoldo).









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