Eduardo Sanguinetti,
filosofo
Creo que les agradaría que no hable de nada, pero no puedo dejar de
hacer mención del poder de las bestias, de la justicia criminal, de la cobardía
de los pueblos, de la hipocresía de las Naciones Unidas y demás Organismos
Internacionales que “bregan por la paz”, de la genuflexión de las corporaciones
periodísticas del mundo, esclavos que impulsan y justifican el estado de guerra
permanente instalado en este pobre planeta globalizado
Quisiera agregar además que la
humanidad se está cocinando un porvenir con los miembros paralizados, los
nervios destrozados y la cabeza congelada.
Hago mención también de las
cárceles, las torturas elevadas a categoría de ley y las neuralgias
sociopolíticas. ¡Ah! y no olvido a los distribuidores de premios a la paz y la
solidaridad, en nombre de la hermandad de todos los hombres: Academias
escleróticas que existen para justificar la ubicuidad de ausencia de sentido
vital en este mundo que ya no se comprende. ¿O bien debo hacer un discurso de
agradecimiento? O dedicar unas palabras a los mercaderes de armamentos y de
drogas, a las top models como mercadería de intercambio de la imagen de la
actualidad, a los notorios periodistas negociables que llegan a la noticia
cuando todo ha pasado o simplemente la inventan, a los empresarios que se
legitiman en la estafa, a la irreflexión y la bajeza, a la vejez como horror
ejemplar, al suicidio de los pueblos.
No hago más que arrojar algunas
palabras: aislamiento, genocidio, degeneración, vulgaridad, prostitución… Hago
hincapié en el espectáculo de la existencia que un día en un solo instante, en
el instante decisivo, arrojará al hombre al espejo que ya no reflejará su
imagen.
No hablo de Imperios en
putrefacción, ni de religiones, ni de repúblicas estúpidas, ni de tratados
entre naciones, ni de amor a la patria, ni de abyecta neutralidad, pero no
puedo evitar sonreír ante quienes gobiernan este mundo o los poderosos de
turno. Pienso que no hay nada que exaltar, mucho que condenar. ¡Qué horror!:
una humanidad que no sospecha nada, hombres con simplicidad, cierta bajeza y la
pobreza de sus necesidades. Todo es prehistoria altamente filosófica e
insoportable. Los siglos son pobres de espíritu, los componentes de la brutalidad
más intransigente son necesidad cotidiana. La vida hoy es desesperación en que
se apoyan reflexiones religiosas, productoras de Evangelios con activos
incorpóreos.
Instrumentos de la decadencia,
criaturas de la agonía, todo es claro, nada se comprende. La resurrección de
dioses y demonios crece cuanto crece la incertidumbre. En ella afloran al mismo
ritmo todo tipo de creencias y descreencias, que crecen en su propio
ocultamiento, del mismo modo que los desastres ecológicos, la extensión de un
apocalipsis, se sustenta en siglos y siglos de valores que contemplan y
predestinan holocaustos cotidianos frente a los que la indolencia de esta
civilización, que descree lo que supone superado, convirtiéndose en cómplice de
los delitos que se perpetran minuto a minuto, en nombre del entendimiento y el
ensimismamiento de la diferencia en relación.
La realidad se transformó en sujeto del destino,
mientras el sujeto es apenas su objeto: absoluta crisis de lo absoluto.
Paralizados en la anarquía de la página, el origen cierra sus puertas, y la
tierra de nadie recoge el desperdicio de restos humanos, que respiraron la
atmósfera podrida de este tercer milenio.
uuffffff muy fuerte, reflexiones profundas que conocemos pero qu eseguimos de lado y no queda de otra solo denunciar y orar , muy bueno , un abrazo
ResponderEliminarGENIAL, QUE MAS PUEDO AGREGAR A TODA ESTA VERDAD DESPLEGADA POR SANGUINETTI.
ResponderEliminarCREO ES UNO DE LOS ESCRITOS MÁS POTENTES QUE HE LEIDO EN NACIÓN CANARIA.
SALUDO Y ESPEREMOS QUE ALGO CAMBIE, PUESTO QUE SI VOTAMOS Y SE CUMPLEN LAS PROMESAS ELECTORALES, PROHIBIRÍAN EL VOTO...ES UNA VERDAD SIMPLE, PERO IRREBATIBLE.