LA PUNTITA
ANA PARDO DE VERA
"Si ustedes aceptan que España no es una nación, sino
[que] es un Estado, pero que es plurinacional, y que el pacto entre naciones
puede conformar una forma determinada de Estado, podríamos empezar a
entendernos. Porque España uninación, es Castilla ampliada", J.A. Ardanza
(1941-2024) en La pelota vasca, la piel contra la piedra, de Julio Medem (2003)
Pedro Sánchez (i) y Pere Aragonès, antes de
la reunión Gobierno - Generalitat en Moncloa, en noviembre de 2020. | EFE
Resulta incomprensible que este lunes el Gobierno dejara solo a Pere Aragonès defendiendo la amnistía de los implicados en el procés de 2017. El presidente de la Generalitat de Catalunya es el candidato de ERC a repetir en las elecciones del 12 de mayo, así que le fue divinamente troleando al Partido Popular -al que no le salió tan bien como preveía-, recordando las contradicciones del PSOE con esta ley y ocupando todo el espacio de defensa de la misma en plena precampaña de las elecciones catalanas, donde su principal rival independentista, Carles Puigdemont (Junts), no puede hacer campaña en Catalunya y el líder en las encuestas, Salvador Illa (PSC), tiene a un partido que desconoce las leyes físico-políticas por las que en un recipiente (Cámara Alta) lleno de gases (partidos), si uno de ellos deja libre un espacio, será inmediatamente ocupado por otro.
Es inviable
defender una ley tan importante y revolucionaria como la de amnistía solo con
la puntita del discurso, o sea, con un poco del presidente del Gobierno por
aquí y con otro poco del ministro de Justicia y Todo Lo Demás por allá. Y es
revolucionaria por cuanto, por un lado, mientras a algunas la amnistía nos
parece imprescindible para normalizar y reencauzar la situación en Catalunya
tras la vergonzante etapa de judicialización política de un procés, sí, cargado
de torpezas, el PSOE de 2023 ha tenido que enmendar a la totalidad del PSOE de
2017 para sacarla adelante y poder seguir gobernando con los apoyos de ERC y
Junts, este que también ha tenido que corregirse en su determinación de no dar
ni agua a PSOE y PP tras la aplicación del 155 y la implicación del Tribunal
Supremo.
Unos días, los
socialistas (Pedro Sánchez, menos; Félix Bolaños, más) nos abruman con
argumentos tan favorables a la amnistía que parecieran ellos los procesados y otros
se esconden tras el president Aragonès obviando que él es, en estos momentos de
encuestas, su principal rival electoral, encima, de un partido que solo
reconoce a Catalunya como único interés territorial, es decir, al que hacer
campaña en España le importa exactamente cero. ¿Qué tipo de la tan cacareada
pedagogía que se pide a los favorables es ésa? Al PSOE solo le faltó que fuera
Emiliano García-Page quien defendiera la ley estrella del Gobierno, y eso que
el presidente de Castilla-La Mancha tuvo la deferencia de no acudir al Senado a
sentarse con Isabel Díaz Ayuso para compartir posición anti-amnistía. La
presidenta de la Comunidad de Madrid, por supuesto, fue la que llevó la voz
cantante del debate con un estrambótico discurso que lo mismo apelaba al fin
del mundo por Catalunya, como a la criminalidad casi macabra del
independentismo en general. Mucho más macabra que la muerte agónica de 7.291
mayores en la residencias madrileñas durante la pandemia, dónde va a parar ...
Es una barbaridad
-y se le afea poco- que, porque tiene la mayoría absoluta en el Senado, el PP
se arrogue la única legitimidad parlamentaria posible en las Cortes y, por
tanto, la mayoría de la investidura de Pedro Sánchez en el Congreso, que
incluye al independentismo catalán y vasco, no es legítima. Es una burrada, un
auténtico bazooka en la línea de flotación de las instituciones, uno más tras
darse por perdida la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)
hasta que gobierne Alberto Núñez Feijóo, o eso parece, mediador europeo
incluido.
También es una
torpeza que el PSOE se haga más daño con la (no)defensa de su ley de amnistía
al primer nivel, una norma democrática, necesaria, generosa y constitucional
hasta que el Tribunal ídem se pronuncie, por lo menos. Desconozco si faltan
argumentos o sobra cansancio frente a una oposición hiperventilada y a unas
elecciones catalanas que van a traer más complicaciones al Gobierno de las que
tiene, que ya es decir, y aunque Salvador Illa sea el nuevo president. El
debate sobre la amnistía no ha terminado y ya empieza el del referéndum, pero
no hay que tener miedo a los debates y a la democracia, ésta que de momento da
la razón a los no independentistas también en Catalunya; no hay que temer a la
democracia ni siquiera cuando el PP, en su mímesis con Vox, ha incluido los
pactos, el diálogo y los derechos humanos (la única línea roja), en la lista
del Eje del Mal.
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