ELON MUSK Y LA DICTADURA DE
LA LIBERTAD FEUDAL
POR JORGE MAJFUD
Desde finales del siglo pasado, en ocasiones he
repetido cinco o seis ejercicios muy simples en salones de clase de distintos
países con estudiantes de distintas culturas, edades y clases sociales―con el
mismo resultado.
Uno
(inspirado en África) se refiere a la clasificación de figuras geométricas,
donde siempre vemos las diferencias y nunca lo que tienen en común.
En otro, en Estados Unidos, les dibujo un cubo en la pizarra y, al preguntar qué ven, por unanimidad afirman que se trata de un cubo. Obviamente, no es un cubo, sino tres rombos juntos.
A
la pregunta de qué colores son el cielo y el sol, las respuestas también
han sido unánimes, por años. Pero la respuesta repetitiva es una pregunta:
“¿Profesor, también nos va a decir que el cielo no es celeste y el sol no es
amarillo?” Al fin y al cabo, así son en las banderas, en los dibujos infantiles
y en cualquier otra representación que no sea arte moderno―eso que le hacía
hervir la sangre a Hitler. Algo que no ha cambiado mucho hoy.
Está
de más decir que no siempre el cielo es celeste y que el Sol nunca es amarillo.
No sólo es blanco, sino que los colores dominantes son el azul y el violeta. En
cualquier caso, los ejemplos demuestran que no podemos ver el mundo objetivo sin
pasarlo por el lente de nuestra comprensión, el cual está teñido por los
prejuicios de una sociedad, de una civilización. Un caso más biológico radica
en la percepción del inexistente color amarillo en las pantallas de televisión,
pero aún así es una ilusión.
La
pregunta “¿por qué el Sol es amarillo?” inocula al interlocutor con un hecho
falso, distrayéndolo con la búsqueda de la respuesta correcta. Lo mismo ocurre
ante la pregunta “¿por qué murió el socialismo?” Aún más decisivo que en
la física cuántica y relativista, en el mundo humano el observador cambia la
realidad que observa. Más cuando usa un lenguaje plagado de ideoléxicos.
Hoy,
un estudiante me preguntó: “¿Por qué Brasil está al borde de una dictadura?”
¿Por qué no Argentina o Ecuador? ¿Por qué el Sol es amarillo? Recordé los
repetidos ataques de Elon Musk al presidente Lula de Brasil por su osadía de
cuestionar los efectos medioambientales de la empresa tiracuetes del magnate.
Esta
discusión escaló con la investigación y orden de un fiscal brasileño de bloquear
algunas cuentas en X (Twitter), por considerarlas “milicias digitales”. Como
comandante en jefe de las milicias digitales, Elon Musk solicitó la renuncia
del ministro del Supremo Tribunal Federal de Brasil, Alexandre de Moraes, y
volvió a repetir el discurso sobre La libertad―carajo.
No
voy a volver sobre los mercenarios que deciden elecciones desde principios de siglo y cuya
avanzada en 2010 estuvo en Ucrania, según advirtieron los especialistas antes
de la guerra de 2022. Sí, quiero repetir que no hay democracia con una concentración
extrema de capitales y sin trasparencia de los medios, por lo cual
propusimos comités internacionales de expertos para monitorear algoritmos, etc.
“Soy
un absolutista de la libertad de expresión”, repitió Musk. ¿La prueba? En sus redes,
un humilde maestro de Angola tiene la misma posibilidad de publicar que él.
Nada dice sobre lo más obvio: cada vez que él promociona su ideología
mercantilista en X, la red más política del mundo, automáticamente es consumida por
millones de personas. Es el mismo concepto de libertad de los esclavistas: por
libertad se referían a su libertad, que es la que garantizaba el
bienestar universal.
El
mismo día, Musk publicó una gráfica donde se ve la caída de audiencia de la
Radio Pública Nacional de Estados Unidos, festejando que la única cadena no
comercial de Estados Unidos que sobrevive, se esté muriendo, gracias a los recortes
de los sucesivos gobiernos.
NPR
es la única que todavía tiene programas periodísticos con contenido y de
investigación, más allá de que discrepemos con muchos de sus criterios al
exponer algunos temas. En sus inicios, y luego de décadas de desarrollo, la
mayoría de las estaciones de radio en Estados Unidos eran públicas o estaciones
universitarias, no comerciales. A pesar de que la mayoría de la población se
oponía, un lobby agresivo logró privatizarlas en los años 30 y luego creó una
nueva mayoría a su favor. Clásico.
Cerremos
con una reflexión sintética. El modelo ideológico y cultural de la derecha es
el modelo económico en el cual la prosperidad no es un juego de suma
cero. La prosperidad de un grupo dominante podría significar una
prosperidad menor de otros grupos. La idea es razonable: en una plantación
próspera del siglo XVIII o XIX los esclavos eran mejor alimentados que en otra
mal administrada o menos cruel. Pero en ambos casos eran esclavos, y la
libertad de expresión estaba protegida por la Constitución. Incluso la
constitución de la Confederación esclavista incluía la protección de esta
libertad, porque era bienvenida siempre y cuando fuese una decoración
democrática y no una amenaza real al poder dominante. Cuando los escritos
antiesclavistas se convirtieron en una amenaza, los esclavistas le pusieron
precio a las cabezas de los escritores y cerraron sus periódicos. Lo mismo
hacen los libertarios del siglo XXI. En Estados Unidos llevan prohibiendo más
de 4.000 libros incómodos, porque sus ideas comenzaron a ser aceptadas
por demasiada gente.
Diferente,
en una democracia real no funciona ese modelo, por lo cual las
dictaduras han sido los sistemas preferidos del capitalismo, excepto cuando
podía controlar las democracias, como fue el caso de imperios vampirescos de
Noroccidente.
Una democracia real es un juego de suma cero. Cuanto más poder tiene un grupo, ese poder es en
desmedro del poder de los demás. La libertad depende del poder que un grupo o
un individuo tienen en una sociedad. Desde la Era Moderna, el poder depende del
dinero virtual. Cuanto más dinero, más poder. Cuanto más poder, más libertad
propia y menos libertad ajena. De ahí la incomodidad de la igual-libertad,
porque ésta exige distribución del poder (político, económico y social).
A
la Era Progresista en Estados Unidos siguió una orgía privatizadora y
cleptocrática de los millonarios en los 20, la que terminó con la Gran
Depresión y el fascismo en Europa. Luego otra ola de izquierda socialdemócrata
para salir del caos, desde el F. D. Roosevelt de la preguerra, los Estados de
bienestar en la Europa de posguerra y la rebelión de los marginados y
colonizados del mundo en los 50. Hasta que se logró detener los peligrosos años
60 e imponer la dictadura de “la libertad conservadora” de los años 80. La
libertad del esclavista, del dueño de los medios y de los fines que vivimos
hoy.
Pero,
cuidado. Todo eso también tiene fecha de vencimiento. El fin de la cleptocracia
de los Jeff Bezos, Elon Musk y BlackRock tiene los días contados. Si es por las
buenas mejor. Si no, será por las malas, como nos enseña la historia que los
profetas del poder se encargan siempre de negar.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del
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