LAS OBLIGACIONES DE UNA TELEVISIÓN PÚBLICA
JUAN TORTOSA
Instalaciones
de RTVE
Televisión Española tiene nueva presidenta y algunos sectores de la casa se han puesto inmediatamente en guardia: "Si los presentes o inmediatos movimientos en RTVE tienen por objetivo someter a este servicio público a intereses partidistas, los trabajadores no lo permitiremos"-ha escrito el Consejo de Informativos en un comunicado urgente-. Con todos los respetos, queridos amigos, ¿por qué lo habéis estado permitiendo hasta ahora?
"Si detectamos adulteración del relato informativo al dictado de cualquier consigna, los trabajadores no nos plegaremos", añaden. Puede que no se hayan "plegado" como afirman, pero he de confesar que me chirría tanta desconfianza en esta nueva etapa a las primeras de cambio, tras año y medio casi sin protestas contra unos telediarios mucho más beligerantes con el gobierno de coalición que con la derecha y la ultraderecha. En fin...
Así las cosas,
quizás no sea mal momento para repasar, sobre todo pensando en quienes leen
estas líneas sin ser expertos en la materia, algunas de las obligaciones de una
televisión pública. Son muchas, pero a mi entender podrían resumirse en dos:
1. Hay que contar
las cosas que interesan a la gente y no las que solo interesan a los políticos.
2. Si no se puede
ser neutral ni objetivo, por lo menos hay que ser decente y coherente.
Una televisión
pública, por mucho que dependa de un parlamento, no debe ser un altavoz de la
institución. Los políticos deben aparecer cuando sus intervenciones ayuden a
aclarar, no a confundir. Lo primero es y ha de ser siempre el espectador, a
quien hay que ofrecerle información y datos sobre los asuntos que le preocupan.
La información
política es importante, por supuesto, pero hay que intentar servirla explicando
la otra cara de cada asunto sin limitarse, como sucede tantas veces, a ofrecer
una batería de totales (declaraciones) concediéndole a cada partido su momento
de gloria para intentar así que nadie proteste.
Salir en la tele se
lo tienen que ganar y no pueden considerarlo un derecho. En los totales no
pueden aparecer soflamas inconstitucionales, por muy diputado o diputada que
sea quien las profiera. Si hay que divulgarlas por su interés, el presentador
que recoja la noticia debería apostillar y explicar al espectador, con datos,
que la afirmación que se acaba de hacer es inconstitucional.
El concepto de
servicio público implica utilidad social. Si los maestros están para enseñar y
los cirujanos para operar, el periodista de un medio público está para contar
las cosas según unas elementales reglas sobradamente conocidas que permiten
huir de la manipulación o el sectarismo. Quienes trabajan en las redacciones de
las televisiones públicas las conocen y las usan cuando consiguen ejercer su
trabajo sin condicionamientos. Solamente es preciso que los jefes de sección, y
los responsables de información y de edición de los informativos, dejen hacer y
no se entrometan en el trabajo de los profesionales.
Para eso, los jefes
han de poder actuar (cosa que en la actualidad apenas sucede) con estricto
criterio periodístico, eligiendo los temas de agenda con ese enfoque y no con
el propagandístico, elaborando unas escaletas donde prime el interés del
espectador y ayudando a entender las noticias con pedagogía y didactismo. En
una palabra, que hagan bien su trabajo, y no funcionen desde el comisariado
político.
La televisión
pública del Estado tiene la posibilidad de marcarle el camino al resto.
Probablemente haya llegado el momento de reinventar la televisión pública, de
reivindicarla tal como era hace no tanto tiempo: sobran los adjetivos, los
verbos valorativos, las reiteraciones; hay que elaborar temas propios,
aprovechar las reuniones de redacción para propiciar tormentas de ideas, no
solo para repartir los temas que están en previsiones o para procurar que no se
nos escape nada de lo que vaya a hacer la competencia.
La televisión
pública, sobre todo Televisión Española, debe contribuir a la difusión de la
literatura, el cine, la música o la ciencia, y ha de hacerlo de manera eficaz y
atractiva sin que eso signifique ponerse al servicio de los intereses de las
industrias que manejan el sector.
La televisión
pública no va en el kit de quién gana las elecciones, tampoco en el de ningún
otro: sindicatos, Consejo de Administración, comités de dirección y Consejos de
Informativos han de velar porque el servicio público sea el mejor posible y no
permitir que se repartan en pedacitos la parrilla de programación y las cuotas
de poder.
Televisión Española
tiene un presupuesto de 1.200 millones de euros al año, mientras que
ayuntamientos de capitales de provincia como Ávila o Cuenca no pasan de los 60.
El presupuesto de RTVE es 10 veces Ávila y Cuenca juntas. Con ese dinero, la
televisión pública del Estado tiene la obligación de ofrecer un producto
imbatible, cosa que no ocurre. Y más contando nada más y nada menos que con
¡6.500 profesionales!
Televisión Española
es una máquina de triturar presidentes y su última víctima ha sido José Manuel
Pérez Tornero. Esperemos que quienes asumieron la responsabilidad de gestionar
la empresa el pasado 27 de septiembre lo hagan pensando, por encima de
cualquier otra cosa, en el espectador. Basta con dedicarse a contar las cosas
que pasan en la calle, serle útil al ciudadano en todo aquello que le afecta a
su bolsillo, su salud y su educación, y hacerlo con el mayor respeto a quienes
destinan parte de sus impuestos a financiar un medio de comunicación del que lo
mínimo que cabe esperar es que los ilustre adecuadamente.
En resumen:
decencia, coherencia, honestidad, sabiendo que la neutralidad o la objetividad
no existen, y ser implacables con el gamberrismo institucional o las proclamas
ultraderechistas. Que un partido fascista cuente con representación
parlamentaria no puede significar puente de plata para difundir proclamas
antidemocráticas. Si eso es debatible vamos mal, si es querellable peor, y si
un juez les da la razón, más vale que cerremos para siempre las televisiones
públicas de una vez y nos dejemos de tonterías para siempre.
J.T.
No hay comentarios:
Publicar un comentario