EN LA PUTA CALLE
ANA PARDO DE VERA
Un hombre sin hogar
duerme en el Paseo de Gracia con Gran Vía de Les Corts Catalans, a a 10 de
junio de 2021, en Barcelona, Catalunya (España). - David Zorrakino / Europa
Press
¿Ha vivido usted alguna vez en la calle? ¿Ha probado la experiencia de dormir en una acera, en un cajero automático o en un paso subterráneo sin ver otra salida? ¿Cree que la gente que se encuentra en esa situación es irrecuperable? Este lunes 10 de octubre se celebra el Día Mundial del Sinhogarismo y he estado buceando en el tema desde que tuve la suerte de dirigir un debate interesantísimo a principios de septiembre sobre este asunto entre distintas administraciones de varios partidos -sí, es posible-.
En el Ministerio de
Derechos Sociales y Agenda 2030 había gente muy preparada, pero frustrada
porque es un asunto que no interesa, que no está en los programas electorales
y, aunque existen departamentos que gestionan el estado de las personas sin
hogar, el desgaste del desinterés a niveles superiores -los que tienen la vara
de mando y decisión- acaba ralentizando e incluso, mandándolo al rincón de los
marginados, de los irrecuperables. Pero no es así, aunque una vez más, los
derechos humanos de todos y cada una de nosotras son ignorados.
Vayan unos datos
suministrados por Hogar Sí, la fundación que trabaja por que 33.000 personas
que viven en la calle dejen de hacerlo. El argumento base es incontestable y ya
lo conocemos, aunque no se esté aplicando como tal: todas las personas tenemos
derecho a una vivienda en la que desarrollar nuestros proyectos, cultivar
nuestra independencia y proteger nuestra intimidad. Lo dice la Constitución y,
ojo, una vivienda no es un techo, sin más: independencia e intimidad también
son derechos y no pueden desarrollarse sin una vivienda.
¿Saber que el 30%
de las personas sin hogar sufre enfermedades graves? ¿Que también el 30% ha
intentado suicidarse? ¿Que este colectivo tiene 30 años menos de esperanza de
vida que la media de ciudadanos/as? ¿Que viviendo en la calle no se tiene
acceso a un trasplante, por ejemplo? ¿Que el 47% de las personas en situación
de sinhogarismo sufre agresiones de odio por aporofobia? ¿Que cuando sufren
esos ataques, el 81% no denuncia por miedo a las represalias o porque creen que
no va a servir para nada, sintiéndose completamente abandonado y solo? ¿Sabes
que el 68% de la gente que fue testigo de agresiones a este colectivo indefenso
no hizo absolutamente nada? ¿Y que los agresores son mayoritariamente jóvenes
entre 18 y 25 años que lo hacen por odio de divertimento en plena noche, como
plan de ocio nocturno? Sí, el solo hecho de dormir es un riesgo para estas
personas sin hogar, consideradas el último eslabón de la social.
La cuestión es que
un panorama tan desolador y doloroso como éste tiene salidas y no se ejecutan,
la mayor parte de ellas por desidia, porque se considera que es poca gente
(33.000) y "hay otras prioridades" -como si no se pudieran hacer
efectivos todos los derechos humanos a la vez- o porque se cree que no hay
remedio para ellas. Sin embargo, el programa Housing First concluye tras su
experiencia que la victimización de las personas sin hogar se reduce un 40% con
las soluciones de vivienda: casi el total (96%) de la gente que accede a una
vivienda continúa en ella después de 18 meses y, lo que es más importante y
tumba los argumentos de más peso contra este plan, el coste: estas soluciones
son igual de costosas que las que supone cada plaza de albergue, alojamiento o
similares, además, ofreciendo prestaciones muy superiores, empezando por la
independencia y el proyecto propio.
Hay salida, y hay
salida digna que va más allá de dar una comida y un techo. No es más caro y es,
primero, a lo que tienen derecho las personas sin hogar; segundo, una de las
razones por las que debemos pagar (y lo pedimos) impuestos equitativos, y
tercero, una de las garantías de desarrollo social de un país. ¿A qué esperan?
Saquen a esa gente de la puta calle.
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