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martes, 11 de octubre de 2022

EN LA PUTA CALLE

 

EN LA PUTA CALLE

ANA PARDO DE VERA

Un hombre sin hogar duerme en el Paseo de Gracia con Gran Vía de Les Corts Catalans, a a 10 de junio de 2021, en Barcelona, Catalunya (España). - David Zorrakino / Europa Press

¿Ha vivido usted alguna vez en la calle? ¿Ha probado la experiencia de dormir en una acera, en un cajero automático o en un paso subterráneo sin ver otra salida? ¿Cree que la gente que se encuentra en esa situación es irrecuperable? Este lunes 10 de octubre se celebra el Día Mundial del Sinhogarismo y he estado buceando en el tema desde que tuve la suerte de dirigir un debate interesantísimo a principios de septiembre sobre este asunto entre distintas administraciones de varios partidos -sí, es posible-.

 

En el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 había gente muy preparada, pero frustrada porque es un asunto que no interesa, que no está en los programas electorales y, aunque existen departamentos que gestionan el estado de las personas sin hogar, el desgaste del desinterés a niveles superiores -los que tienen la vara de mando y decisión- acaba ralentizando e incluso, mandándolo al rincón de los marginados, de los irrecuperables. Pero no es así, aunque una vez más, los derechos humanos de todos y cada una de nosotras son ignorados.

 

Vayan unos datos suministrados por Hogar Sí, la fundación que trabaja por que 33.000 personas que viven en la calle dejen de hacerlo. El argumento base es incontestable y ya lo conocemos, aunque no se esté aplicando como tal: todas las personas tenemos derecho a una vivienda en la que desarrollar nuestros proyectos, cultivar nuestra independencia y proteger nuestra intimidad. Lo dice la Constitución y, ojo, una vivienda no es un techo, sin más: independencia e intimidad también son derechos y no pueden desarrollarse sin una vivienda.

 

¿Saber que el 30% de las personas sin hogar sufre enfermedades graves? ¿Que también el 30% ha intentado suicidarse? ¿Que este colectivo tiene 30 años menos de esperanza de vida que la media de ciudadanos/as? ¿Que viviendo en la calle no se tiene acceso a un trasplante, por ejemplo? ¿Que el 47% de las personas en situación de sinhogarismo sufre agresiones de odio por aporofobia? ¿Que cuando sufren esos ataques, el 81% no denuncia por miedo a las represalias o porque creen que no va a servir para nada, sintiéndose completamente abandonado y solo? ¿Sabes que el 68% de la gente que fue testigo de agresiones a este colectivo indefenso no hizo absolutamente nada? ¿Y que los agresores son mayoritariamente jóvenes entre 18 y 25 años que lo hacen por odio de divertimento en plena noche, como plan de ocio nocturno? Sí, el solo hecho de dormir es un riesgo para estas personas sin hogar, consideradas el último eslabón de la social.

 

La cuestión es que un panorama tan desolador y doloroso como éste tiene salidas y no se ejecutan, la mayor parte de ellas por desidia, porque se considera que es poca gente (33.000) y "hay otras prioridades" -como si no se pudieran hacer efectivos todos los derechos humanos a la vez- o porque se cree que no hay remedio para ellas. Sin embargo, el programa Housing First concluye tras su experiencia que la victimización de las personas sin hogar se reduce un 40% con las soluciones de vivienda: casi el total (96%) de la gente que accede a una vivienda continúa en ella después de 18 meses y, lo que es más importante y tumba los argumentos de más peso contra este plan, el coste: estas soluciones son igual de costosas que las que supone cada plaza de albergue, alojamiento o similares, además, ofreciendo prestaciones muy superiores, empezando por la independencia y el proyecto propio.

 

Hay salida, y hay salida digna que va más allá de dar una comida y un techo. No es más caro y es, primero, a lo que tienen derecho las personas sin hogar; segundo, una de las razones por las que debemos pagar (y lo pedimos) impuestos equitativos, y tercero, una de las garantías de desarrollo social de un país. ¿A qué esperan? Saquen a esa gente de la puta calle.

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