TENDERLE LA MANO A FEIJÓO
Tenemos una
derecha política delincuente, podrida de corrupción, una derecha mediática que
miente… Y frente a eso, los genios de la estrategia nos cuentan que lo
inteligente es acercarse al líder del PP, que es de centro porque ha bajado los
decibelios
PABLO IGLESIAS
Alberto Núñez Feijóo
Todo el mundo, en
el PSOE y en los partidos de izquierda, sabe que el PP no va a cam
biar. Saben
que el PP gobierna en coalición con la ultraderecha en Castilla y León y que,
si les dan los números, harán lo mismo en Andalucía y en el resto de
comunidades autónomas y ayuntamientos. Saben también que si PP y Vox suman
después de las próximas generales, gobernarán en coalición en España.
Pero entre la progresía mediática y algún estratega político genial, han convencido al PSOE y a algunas otras figuras progresistas de que al PP se le desgasta tendiéndole la mano. Y se dicen entonces cosas como que la reunión de Feijóo y Sánchez es de gran importancia, que ojalá Feijóo abandone la crispación y anteponga los intereses de España a los de su partido, que ojalá el PP renuncie a su alianza con Vox, que esperamos que el PP colabore para renovar el CGPJ y el Tribunal Constitucional… que estamos deseando ver si efectivamente con Feijóo el PP gira hacia el centro y hacia la responsabilidad de Estado. Todas estas genialidades comunicativas se las estamos escuchando al PSOE en estas horas.
En el PSOE saben
perfectamente que el PP no tiene ningún incentivo para renovar el CGPJ. Para lo
que queda de legislatura, les conviene más esperar y renovarlo cuando tengan
mayoría en el Congreso. En el PSOE saben también que el PP depende de Vox y que
gracias a la derecha mediática la ultraderecha ha colonizado ideológicamente a
buena parte de las bases electorales de toda la derecha. Saben también que el
PP no va a girar al centro y que está obligado a disputarse con Vox el
liderazgo del bloque de la derecha. ¿Por qué tienden entonces la mano a Feijóo?
Básicamente porque piensan que le desgastan tendiéndole la mano. Creen que
retratan al PP ante la ciudadanía y que, gracias a eso, el PSOE y el
progresismo podrán ocupar el ansiado espacio del centro. Todavía hay
politólogos y editorialistas que venden esa mercancía caducada de que las
elecciones se siguen ganando en el centro.
Lo que estos genios
de la comunicación y la estrategia no entienden es que al tenderle la mano a
Feijóo le están regalando legitimidad y facilitando todavía más que el bloque
de derechas siga adelantando sus trincheras en la batalla ideológica. Tenemos
una derecha política delincuente, podrida de corrupción, una derecha mediática
que miente, una derecha judicial que ocupa ilegalmente el órgano de gobierno de
los jueces para controlar la justicia, una ultraderecha que gobierna con el PP
al tiempo insulta y que llama abiertamente a derrocar al Gobierno y tenemos
también a los jusapoles dominando la representación sindical de la policía y de
la Guardia Civil. Y frente a eso, los genios de la estrategia nos cuentan que
lo inteligente es tender la mano a Feijóo al tiempo que el progrerío mediático
dice que sí, que Feijóo es de centro porque ha bajado los decibelios.
La sociedad
española se está derechizando a marchas forzadas contra los que pensaban que la
movilización de recursos públicos para hacer frente a la pandemia iba a crear
una sólida clientela electoral para la izquierda, agradecida por los ERTES, la
subida del salario mínimo, el IMV y el escudo social. Es un mito que la mejora
de las condiciones sociales opere de manera automática en las conciencias y la
estructura ideológica. Los que afirman que la mejor vacuna contra la
ultraderecha es reforzar el Estado social son incapaces de explicar el auge
ultra en los países nórdicos. Si algo nos faltaba, el delirio belicista empuja
aún más la derechización social.
La encuesta de
Metroscopia de hoy anuncia ya una mayoría absoluta del PP y Vox, confirmando
una tendencia demoscópica aterradora, mientras mi amigo Juliana nos dice que
Tusk no permitirá a Feijóo gobernar con Vox y que si el gas, que si el corredor
mediterráneo y que si hace falta un pacto de rentas al estilo pactos de la
Moncloa. Hay algún intelectual del sindicalismo al que no nombraré (hay que
cuidar a los colegas de su propio ego) que dice que la gente ya está harta de
crispación y no quiere movilizarse y que, por el contrario, quiere certezas,
acuerdos y mejoras materiales. Mientras tanto, la ultraderecha ocupa la calle y
disputa con eficacia el relato sobre la crisis social al tiempo que Almeida no
pierde el tiempo y unta con miles de euros públicos al tabloide de Inda que
sigue teniendo más tertulianos que nadie en la televisión. No pasarán, pero si
pasan nosotros les saludamos porque, ante todo, somos gente educada que habla
suavecito y trabaja para la concertación social. ¡Hay que ver la ultraderecha
las cosas que dice en el Congreso! A ver si con un poco de suerte la presidenta
Batet, que dejó sin acta a Alberto Rodríguez, borra los insultos del diario de
sesiones. ¡Guau! Borrar los insultos del diario de sesiones, eso sí que sería
antifascismo.
Defender hoy una
política de adaptación a la estructura ideológicamente existente, cuando esa
estructura se llena cada vez más de valores hostiles a la izquierda, es
apuntalar el propio ataúd. Lo que en 2014 y 2015 era viable por un sentido
común de época dominado por la ofensiva ideológica del 15M, hoy no es posible y
ni siquiera las mejores políticas sociales operan por sí mismas como proteínas
ideológicas. Los poderes mediáticos no se han derechizado por casualidad en
estos años. La tentación de ocupar hoy el espacio ideológico del PSOE como vía
de ensanchamiento choca con la realidad de que ese espacio también está en
recesión en Europa y choca también con el escenario sombrío que anuncia una
crisis energética que no es coyuntural. No hay atajos viables a medio y largo
plazo. La lucha política es siempre lucha cultural e ideológica. Parece mentira
que esto lo esté entendiendo mejor la derecha que la izquierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario