MATAR EN PARTICULAR O EN GENERAL
DAVID TORRES
El condenado Manuel
Murillo Sánchez en su pasada comparecencia ante la Audiencia Nacional.- EFE
En los cuestionarios de entrada de ciertos países hay preguntas que parecen de chiste pero que están planteadas completamente en serio y pobre del viajero al que se le ocurra bromear con ellas. Preguntan, por ejemplo, si piensas introducir armas en el país, si llevas bombas desactivadas entre el equipaje, si vas a cometer actos terroristas según salgas del hotel, si participaste en las masacres de la Alemania nazi de 1933 a 1945 o si eres sospechoso de genocidio o de crímenes contra la humanidad. En algún viejo formulario de la aduana de Estados Unidos había preguntas mucho más específicas, por ejemplo, si planeabas asesinar al presidente o si el ratón Mickey te resultaba atractivo sexualmente y te lo montarías con él una noche.
Da un poco de mal
rollo pensar que las escasas personas que podrían contestar afirmativamente a
las más chungas de esas preguntas (lo del genocidio, crímenes contra la
humanidad, actos terroristas y atentar contra el presidente) ni siquiera
tendrían que pasar por la aduana. Es más, podrían rellenar el formulario en
plan coña y terminar con una declaración de intenciones: "Sí a todo y
además voy a dar un golpe de estado". En teoría, Kissinger, Pinochet, Bush
Jr., Obama o Putin podrían haber firmado formularios de este estilo antes de
aterrizar en Grecia, Indonesia, Chile, Irak, Honduras o Ucrania. Bush Jr. hasta
habría pedido el teléfono del ratón Mickey.
El problema, no
obstante, es que en la práctica resulta imposible juzgar un crimen antes de que
se produzca, atendiendo únicamente a las intenciones. De hecho, ya es bastante
difícil conseguir pruebas en un caso de asesinato. Por eso no acabo de
comprender la primera parte de la sentencia contra Manuel Murillo, el vigilante
de seguridad de sesenta y pico años que alardeaba en un grupo de guasap, entre
otras muchas barbaridades, de que iba a cazar a Pedro Sánchez y a poner su
cabeza de trofeo encima de la chimenea.
Entiendo los cinco
años de prisión por tenencia de armas de guerra, porque el tipo guardaba un
arsenal como para irse a Ucrania en una furgoneta y montar una reedición de la
División Azul. Pero reconozco que los dos años y seis meses por el delito de
"homicidio en grado de proposición" son un completo misterio para mí,
sobre todo teniendo en cuenta que el tribunal admite que no había ningún plan
mínimamente plausible y que la amenaza contra la vida del presidente sonaba más
bien a una bravuconada de borracho. Tan poco creíble sonaba que los magistrados
redujeron los 18 años y medio de prisión que pedía la Fiscalía a dos años y
medio, sin aplicar en ningún caso los eximentes de necedad y alcoholismo en
grado de orujo.
Digo que es extraño
porque hace un par de años, en otro grupo de guasap, un grupo de generales y
altos mandos militares retirados fantaseaba con la idea de dar un golpe de
estado y fusilar a 26 millones de españoles, español arriba o abajo. La verdad
es que no hablaban exactamente de españoles sino de "hijos de puta" y
uno de los mensajes era mucho más explícito que el Mein Kampf: "Yo confío
en que salga otro matarrojos, pero que esta vez no se quede corto. Hay que
aniquilar a 26 millones, niños incluidos".
Entonces la
Fiscalía no vio delito de odio por ningún lado, probablemente porque los
generales, igual que ciertos adalides de la ultraderecha, planean sus
fusilamientos con mucho amor, con mucho cariño. Además, el código penal español
recoge el homicidio en grado de proposición, mientras que las propuestas de
genocidio en masa no están ni en una nota a pie de página. En eso le da la
razón a Stalin, quien decía, presuntamente, que la muerte de una persona es una
tragedia, pero la muerte de un millón de personas sólo una estadística.
Hizo mal Manuel
Murillo en no dirigir su odio a los 26 millones de hijos de puta sobre los que
se puede planear un exterminio impunemente: en vez de eso, apuntó a la cabeza
de Pedro Sánchez, que es una persona concreta y encima presidente del gobierno.
Menos mal que no dijo nada de violar al ratón Mickey o a Don Pimpón, porque lo
mandan a galeras. En el pliego de descargo de la Fiscalía no especifica si los
generales iban hasta arriba de medallas, de orujo o de anís del Mono, pero casi
seguro que estaban sobrios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario