sábado, 2 de abril de 2022

LA INFLACIÓN Y LAS CUESTIONES TÉCNICAS DE CALVIÑO

 

LA INFLACIÓN Y LAS CUESTIONES 

TÉCNICAS DE CALVIÑO

¿Estarán dispuestos el presidente Sánchez y la vicepresidenta a aplicar medidas de izquierdas? En circunstancias normales no. Pero ahora llega la paradoja. Si a algo debe temer más el PSOE que al descontento de las eléctricas es a la inflación

PABLO IGLESIAS

Nadia Calviño.

El pasado lunes por la noche, antes del Ágora de la Cadena SER, Aimar Bretos entrevistaba a la ministra de Economía y vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño. Incisivo e irónico, Aimar preguntaba a Calviño por la propuesta de Unidas Podemos de limitar el precio del gas a 30 euros el megavatio. Veía yo aquella entrevista desde la pecera del estudio de la SER en Gran Vía junto a Carmen Calvo y José Manuel García Margallo, mientras calentábamos para salir al césped del Ágora cuando nos llegara el turno tras la entrevista a la ministra. Una de las virtudes de Nadia Calviño es que se le nota la mala uva. No me gusta la gente especialista en disimular sus emociones y cómo se toma las cosas; Calviño no es así y se le notaba que no le hacía ni puñetera gracia que UP hubiera contado lo de los 30 euros, ante el regocijo de un Aimar Bretos que insistía, complacido, en meter el dedo en la llaga (los buenos entrevistadores tienen


 también ese gusto por las personas a las que se les nota el carácter porque las entrevistas salen mucho mejor). El caso es que Calviño vino a decir, con un enfado indisimulado, que lo de limitar (o topar como se dice ahora queriendo decir que se le pone tope) el precio del gas a 30 euros por megavatio/hora era una “cuestión técnica” y que la cifra final que se acuerde con la Comisión Europea no era lo crucial ni se trataba una cuestión política sino más bien técnica. WTF? Pensé para mis adentros protegido en la pecera de la SER junto a Calvo y Margallo. Después saludé a mi antigua compañera de Vicepresidencia y comentamos lo de los 30 euros. Pero lo que se comenta en off es como la deliberaciones del Consejo de Ministros: secreto.

 

Permítanme que sí les cuente por qué esta no es una cuestión “técnica” sino puramente política y por qué es determinante para entender cómo se puede combatir eficazmente la inflación. Una advertencia antes de empezar: desconfíen de los que presentan la economía como una técnica neutral para resolver neutrales problemas técnicos. La economía, por el contrario, es la sustancia material en la que se concreta la política.

 

Si han visto hoy las portadas de todos los periódicos, habrán comprobado que la palabra inflación ocupa un lugar predominante. Y lo mismo si han escuchado la radio o la televisión. Inflación récord desde hace décadas, todo está mucho más caro y los medios se pueblan de testimonios de ciudadanos que corroboran que, efectivamente, es cada vez más difícil hacer la compra o echar gasolina.

 

Todos los economistas coinciden en que la clave de este aumento récord de la inflación es el encarecimiento de dos materias primas fundamentales: el gas y el petróleo. Y todos coinciden también en que, aunque la guerra en Ucrania ha empeorado las cosas, el problema venía de atrás. Si la factura de la luz (determinada por el precio del gas) y el gasóleo se encarecen pues, lógicamente, los costes de las empresas aumentan y éstas los repercuten en los precios.

 

¿Qué hacer? La respuesta no es técnica sino política. Hay que decidir, básicamente, quién paga los platos rotos y cómo se reparten ese pago.

 

 

¿Qué propone la derecha? Reducir los impuestos, no molestar a las eléctricas, hacer un pacto de rentas entre agentes sociales al estilo de los Pactos de la Moncloa, dejar de gastar en el escudo social para proteger a los sectores vulnerables y permitir a los propietarios de vivienda subir los alquileres. De este modo se aumenta la capacidad de consumo de los más ricos al tiempo que se expulsa de la protección social a amplios sectores de la población. ¿Se soluciona la inflación? No, pero se consolidan privilegios de clase y una estructura de poder que refuerza aún más a grandes empresas, eléctricas y rentistas. La derecha hace política y no se olvida de a quién representa.

 

¿Qué debería hacer la izquierda? Ampliar el escudo social, limitar que los rentistas puedan subir los alquileres, garantizar que el pacto de rentas se sostiene sobre la limitación de los beneficios empresariales, hacer de una maldita vez una reforma fiscal redistributiva y, sobre todo, limitar lo máximo posible el precio del gas para bajar la factura de la luz que pagan empresas y consumidores. Eso contendría la inflación y empoderaría a la gente trabajadora, a los autónomos y a la pequeña y mediana empresa.

 

¿Estarán dispuestos el PSOE, el presidente Sánchez y la ministra Calviño a aplicar medidas de izquierdas? En circunstancias normales no. Pero ahora llega la paradoja. No hay que olvidar un principio fundamental que enseña la historia política de España. Si a algo debe temer más el PSOE que al descontento de las eléctricas es a la inflación. No hay un camino más directo hacia la derrota electoral que enfrentar un contexto de inflación récord mientras la derecha y la ultraderecha afilan sus cuchillos. Ojalá Calviño y el presidente entiendan que disciplinar en serio a las eléctricas es condición de posibilidad para reducir la inflación. No se trata de una cuestión técnica y va más allá de hacer caso a su socio de gobierno y la izquierda parlamentaria. Hacer políticas de izquierda es la única forma que tiene el Gobierno de coalición de sobrevivir.

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