LA ACACIA DEL DESIERTO
FRANCISCO GARCÍA CEDIEL
El gobierno español acepta la
ocupación marroquí
sobre el Sahara Occidental
Visité Marruecos en vida de Hassan II, padre del actual monarca; en todos los establecimientos se exhibía en lugar destacado una foto del susodicho donde se le tildaba de “libertador del Sáhara”, que no deja de ser como poner un cartel del Hitler con el lema “libertador de Checoslovaquia”.
Más tarde me enteré que no se podía abrir una tienda o bar sin poner una foto del rey, aunque no debería extrañarnos; aquí mismo en todos los edificios oficiales, salas de vistas de juzgados, etc., podemos ver la foto de nuestro propio monarca, aunque no obligan a ponerla en nuestro bar favorito (es lo que tiene la democracia).
Profundicé en la
reciente historia de Marruecos leyendo el libro del francés Giles Perrault
“nuestro amigo el rey”, que detallaba la espantosa represión contra su propio
pueblo ejercido por el hermano de nuestro emérito, en palabras del propio Juan
Carlos, describiendo su sistema de espionaje y delación instalado en barrios y
pueblos, y la violencia sin miramientos contra las gentes del Rif. En dicho
texto se denuncia el apoyo del Estado francés al régimen marroquí, a pesar de
que habían asesinado al opositor exiliado Ben Barka en pleno centro de París,
explicando con todo lujo de detalles los intereses económicos de las empresas
francesas en Marruecos (¡Es la economía, estúpidos!, que diría aquel).
Visité en otra
ocasión los campamentos de Tinduf, con motivo de un aniversario de la fundación
del Frente Polisario, donde varios cientos de miles de personas viven en un
desierto inhóspito desde hace décadas enarbolando la bandera de la República
Árabe Saharaui Democrática.
En aquellos escasos
pero intensos días pude constatar, gracias a que se sigue estudiando castellano
en sus escuelas, un desarrollo social y comunitario, incluyendo el papel real
de las mujeres en el gobierno local, impensables al menos en los países árabes
que he visitado, así como una férrea voluntad colectiva de autodeterminarse en
lo político y en lo social. Nunca olvidaré su hospitalidad y camaradería.
El giro del
gobierno de Sánchez es una puñalada trapera a las aspiraciones del pueblo
saharaui, a añadir a la ya lejana asestada por el llamado Acuerdo de Madrid,
firmado el 14 de noviembre de 1975 por el entonces jefe de Estado en funciones,
por enfermedad de su mentor Francisco Franco, Juan Carlos de Borbón. Con dicho
pacto se entregaba el Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania, a cambio de
un protocolo aún secreto de participación ¿Del “campechano”? y otros prebostes
del régimen en los beneficios de los fosfatos y la pesca, riquezas de ese
territorio.
Se ha argumentado
con razón que dicho cambio de postura es una violación del derecho
internacional; en concreto, la Resolución de la ONU 2625 de 1970, recogiendo la
doctrina de ese Organismo internacional (resoluciones 1514 y 1541 de 1960),
señala el principio de libre autodeterminación del Sahara Occidental mediante
un referéndum que incluya expresamente la opción de la independencia.
El propio gobierno
marroquí, tras más de una década de enfrentamientos armados con el Frente
Polisario, firmó con éste en 1988 el llamado Plan de Arregló, que supuso un
alto el fuego en dicho conflicto, y que preveía un referéndum de
autodeterminación para el año 1992. Huelga decir que dicha consulta no se ha
realizado hasta la fecha.
Se ha señalado por
diversos analistas que tras el cambio de postura de nuestro ejecutivo subyace
el papel que Marruecos desempeña en el control de los flujos migratorios,
eufemismo en boga para designar el intento de bloquear que las personas a las
que el expolio que el imperialismo ejerce sobre los recursos de sus países de
origen empujan a migrar buscando la supervivencia lleguen a los países
imperialistas. Ciertamente es éste un tema fundamental que explica en gran
medida las relaciones del Estado español, y por ende de Europa, con el sátrapa
de Marruecos, pero existen otros elementos que también han de tenerse en
cuenta.
Así, en el plano de
las relaciones económicas y a raíz del conflicto generado por la estancia del
presidente saharaui Brahim Gali en un hospital de Logroño para curarse del
Covid-19, el diario La Voz de Galicia publicó un extenso artículo en tono de
preocupación describiendo las inversiones españolas en el país magrebí,
indicando que 1400 empresa de este Estado tenían invertidos unos 5.000 millones
de euros, de los cuales 2.512 suponían inversión en infraestructuras (datos de
2020). La lista de empresa y de sectores era amplísima, abarcando el turismo
(Meliá, Barceló), la energía (Cepsa, Indra, Abengoa, Endesa y Naturgy), hasta
la pesca, el textil, la construcción, el sector químico, agroalimentario, el
transporte de viajeros (Alsa tiene el servicio de autobuses de la comarca de
Rabat), etc. Dicho periódico, en suma, alertaba sobre lo negativo que sería
para “nuestras” empresas que las tensiones diplomáticas con Marruecos afectaran
a sus negocios.
En suma, ante esta
combinación de factores el gobierno no ha dudado en anteponer negocios sobre
principios (¿Alguien lo dudaba?), sin que la votación del Congreso en días
previos a la cena de Sánchez con Mohamed VI, en el que la mayoría parlamentaria
se reafirmó de un modo más cosmético que real en el derecho a la autodeterminación
del Sáhara Occidental haya alterado la nueva hoja de ruta.
La acacia del
desierto vive en las zonas más secas del planeta y en concreto en el Sáhara.
Pese a su escasez, está adaptado para sobrevivir en ese terreno hostil,
hundiendo profundamente sus raíces en la tierra para aprovechar en escaso agua
que garantice su propia existencia. Escasos pero firmes, al igual que las
acacias, las y los saharauis se alzan dignamente sobre su territorio,
defendiendo sus legítimos derechos frente a intereses económicos y
geopolíticos.
Expreso de este
modo mi deseo de que, frente a tanta iniquidad, el pueblo del Sáhara Occidental
alcance su plena soberanía política y social, algo que llevan esperando desde
generaciones.
Francisco García
Cediel
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