EL HORIZONTE DE LOS FACHALECOS AMARILLOS
ALICIA VALDÉS
Ortega Smith acude a un
acto de la plataforma 711 cancelado por la Complutense.- Isabel Infantes /
Europa Press
No se pretende desde esta columna entrar en un debate sobre si el paro del transporte que ha marcado la política durante las últimas semanas surge de la agitación provocada por la extrema derecha, esta columna tiene como objetivo analizar el horizonte que un movimiento obrero zarandeado por la extrema derecha puede suponer.
Como analizaba Pilar Araque Conde en este artículo, "la extrema derecha no ha apoyado durante estos dos primeros años de legislatura al menos diez iniciativas destinadas a mejorar las condiciones laborales, salariales y cotizaciones de los empleados".
Este rechazo o bloqueo
constante de medidas que buscan el refuerzo de derechos se ve cruzado por una
agitación hacia la protesta por parte de la extrema derecha que zarandea hasta
marear un movimiento obrero al que busca dejar sin dirección y objetivo
concreto. Este vaciamiento de las protestas laborales se produce a la vez que
Vox intenta vaciar la política, no solo a través de la promesa de eliminar
determinadas instituciones, sino a través de una estrategia discursiva basada
en el uso de términos ambiguos e inexactitudes que les permite situarse en
cualquier lado de la discusión que buscan tergiversar. Algo que traspasa ya los
cuadros de Vox y empieza a contagiar a otros partidos de derechas como vimos en
esta entrevista a Mañueco, que, asumiendo y defendiendo el discurso de Vox, fue
incapaz de explicar qué medidas concretas podrían tomarse desde una autonomía
para legislar a favor de una ‘inmigración ordenada’ que tampoco fue capaz de
definir.
En un contexto
marcado por el cada vez más peligroso efecto de las fake news y los bulos, la
extrema derecha busca vaciar de contenido las protestas y zarandear a los más
vulnerables. En estas condiciones, el resultado esperado es el de un
descontento social que sale a la calle sin rumbo claro. Es aquí donde aparecen
los fachalecos.
Podríamos llamar
pues fachalecos amarillos a aquellos dirigentes de la extrema derecha más
cercanos a los terratenientes y a la cultura de la herencia y del poder español
que, sobre sus chalecos de marca, se colocan de manera oportunista chalecos
amarillos para poder acercarse y camuflarse en un movimiento en pos de derechos
laborales y fundamentales que luego niegan en sus propios programas electorales
y de gobierno. El desvío de atención que busca fomentar la extrema derecha con
respecto al paro en el transporte tiene como objetivo el generar un caos social
que afecte a sectores vulnerables y básicos de nuestra economía (las pérdidas
de pequeñas empresas y la ganadería extensiva así lo demuestran) y alejan la
discusión del tema central de la falta de derechos y seguridad laboral que
podría impedir el trabajo a pérdidas no solo del sector de transportes sino de
toda la cadena alimentaria. El objetivo final es el de generar una situación lo
suficientemente insostenible y un descontento social violento que vea
precisamente en la extrema derecha el único aliado o la solución ideal.
Mientras Manuel
Hernández, presidente de la Plataforma en Defensa del Transporte, busca poner
el foco sobre el transporte, esta crisis ha conseguido evidenciar que los
problemas de trabajadoras autónomas y pequeñas empresas se originan en la
posibilidad de trabajar a pérdidas, la insostenible cotización de autónomas y
la hegemonía de empresas intermediarias que se lucran de esta estructura. Una
extensa y compleja problemática que únicamente puede ser abordada mediante una
legislación que fortalezca la capacidad de negociación de trabajadores y sus
derechos. Algo que, como apuntaba Yolanda Díaz a Macarena Olona hace unos días,
choca radicalmente con las propuestas que la extrema derecha porta en sus
programas. Quizás, por ello, Vox hable del campo como si se tratara de un
terreno mitológico donde lo último que importa son los derechos de las personas
que lo trabajan.
Si el peligro que
supone la extrema derecha en el parlamento es el vaciamiento de la política en
todas sus formas a través del rechazo de negociaciones en las instituciones
(Vox se negó a participar en las rondas de conversaciones en torno a las
medidas para mitigar los efectos de la pandemia y ahora lo hace con las conversaciones
en torno al contexto de guerra), el peligro de los fachalecos amarillos, es
decir, de la apropiación de la extrema derecha de los movimientos sociales
obreros, es precisamente el convertir la revolución en un fetiche completamente
vaciado de contenido a través de la tergiversación de los paros y del uso de
otras herramientas propias del movimiento obrero a la vez que rechazan
cualquier medida que refuerce derechos laborales. Esta política de la no
propuesta y del vaciamiento solo busca provocar un caos social sobre el que
erigirse como solución.
Y es que siempre ha
sido más fácil incitar a la revuelta que luchar por la cristalización de las
peticiones en derechos reales. Como apuntaban Errejón y Liria hace unas
semanas, los ricos heredan nombres y tierras, mientras a los pobres solo nos
quedan los derechos y las instituciones públicas.
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