LOS MEDIOS ULTRAS AGITAN EL CONGRESO
El
malestar crece entre periodistas y diputados desde que la Cámara acreditó a
pseudo medios de ultraderecha que solo buscan el rifirrafe
GORKA CASTILLO MADRID
Los martes son días broncos en el Congreso. Desde que el canal de youtube EDATV y la emisora digital 7NN hacen acto de presencia en las comparecencias de prensa semanales que ofrecen los diferentes grupos políticos, las sesiones se han transformado en trifulcas dialécticas que ahogan al resto de las voces del Parlamento. El malestar de los cronistas ha crecido. “Y no solo por sus preguntas y su actitud, muchas veces provocadora, sino porque los rifirrafes acaparan el tiempo de cada comparecencia –15 minutos por grupo– desviando el foco de la actualidad hacia el terreno del escándalo, que es el que desean. Sin duda, dificultan nuestro trabajo pero lo peor es que desvirtúan la información seria de la Cámara legislativa. Sinceramente, empiezan a cansarme”, explica un periodista que omite su nombre para no ahondar en más polémicas. “Bastante crispación montan en las redes sociales”, concluye.
Las alarmas han
saltado en el Congreso sobre las verdaderas intenciones informativas de EDATV,
propiedad del comentarista Javier Negre y la polemista Cristina Seguí; y de
7NN, dirigido por el ex director general de Intereconomía, Marcial Cuquerella,
y contenedor de opinadores ultraderechistas con la peor reputación del país.
Hay días que azuzan polémicas que pueden cortarse con un cuchillo. La última,
con Gabriel Rufián, aunque luego repitieron el show con Aina Vidal (En Comú
Podem), Mireia Vehí (CUP) y Pablo Echenique (UP). Otros días, lo hacen con
Mertxe Aizpurua (EH Bildu), Íñigo Errejón (Más País), Aitor Esteban (PNV) o Héctor
Gómez (PSOE).
Todo comenzó antes
de la reunión de la junta de portavoces, el órgano que organiza el trabajo
semanal del Congreso. Como es habitual y así está programado cada martes,
Gabriel Rufián comparece ante los periodistas acreditados para dar cuenta de su
posición sobre la actualidad. La semana pasada flotaban en el aire varias
cuestiones de interés. Por un lado, la modificación de la ley de comunicación
audiovisual solicitada por ERC para incrementar la presencia de las lenguas
cooficiales en la producción de plataformas como Netflix, y una PNL presentada
por el mismo grupo para aumentar los impuestos a los juegos en línea. Por el
otro, una lógica curiosidad periodística por conocer su opinión sobre el
comunicado que presos de ETA acababan de difundir anunciando el fin de los
homenajes públicos.
Frente al atril,
cuatro filas con mesas corridas y once “plumillas” dispuestos a lanzar dardos.
Javier Negre, de EDATV, rompe el hielo de una conferencia que es retransmitida
en directo por el canal del Parlamento.
–“Sí, buenos días
señor Gabriel Rufián. Han muerto cuatro personas, entre ellas dos niños, en un
incendio de un local ‘okupado’ de Barcelona. ¿No cree usted que en Catalunya
habría que tener más mano dura contra la ‘okupación’? Muchísimas gracias. Para
EDATV”.
Con la mirada baja,
los periodistas observan las pantallas de sus ordenadores. Parecen ausentes.
Tras cinco segundos de silencio contenido, el diputado de Esquerra responde:
“Me lo pone cada vez más difícil porque creo que es una autorización...”.
Entonces se frena, hace un leve gesto de negación con la cabeza y, mirando al
techo de la sala, concluye taxativo: “No participamos de burbujas mediáticas de
la ultraderecha”.
El youtuber,
transmutado ya en el incómodo fustigador del poder que simula ser pero que no
se ofende por las listas negras de Vox para vetar periodistas, se siente
ninguneado y entra definitivamente al cuerpo a cuerpo. Sus ojos se encienden,
encorva la caja torácica hacia delante y comienza a mover la mano con energía,
como si fuera a clavar los dedos sobre la mesa:
–“Pero señor
Rufián, usted cobra más de 125.000 euros todos los años. Estoy acreditado por
este medio de comunicación, estoy igualmente legitimado que mis compañeros, a
pesar de que usted prometió que iba a abandonar el Congreso. Lo único que se le
pide es que, igual que cobra un sueldo público de todos los españoles, conteste
a un periodista debidamente acreditado sobre un tema de reciente actualidad.
Muchísimas gracias”.
El primer amago de
refriega es interrumpido por las intervenciones de tres cronistas que formulan
sus preguntas con rigor. El cruce de hierros se reinicia con la irrupción en
escena de Josué Contreras, el comentarista de 7NN.
–“¿Cómo valora esa
querella contra el consejero de educación de la Generalidad que, pues bueno, no
ha querido cumplir o no quiere cumplir ese 25% de español en las escuelas? ¿Y
cómo valora a su majestad el rey llamando a los jueces a hacer cumplir la ley
en Cataluña? Muchísimas gracias”.
“Usted”, le suelta
Rufián, “que seguro que sabe decir ‘Schwarzenegger’, seguro que sabe decir
‘Generalitat’ también. No participamos de burbujas mediáticas de la
ultraderecha”.
–Pero, ¿a usted le
parece extrema derecha los jueces y su majestad el rey? ¿Sabe cuánto nos cuesta
esa ocurrencia, ese insulto, a nosotros y a todos los españoles? 85.714 euros”,
replica Contreras.
Y es entonces
cuando la voz de Javier Negre resurge en la ciénaga dialéctica para corregir a
su compañero. “No, es un poquito más”, apostilla desde su asiento. “Son 125.000
euros. Y me gustaría hacerle una ‘repregunta’. ¿Cómo valora el papel de su
majestad el rey en la pregunta de mi compañero, en solidaridad él (sic)?
Muchísimas gracias”. El remate final corre a cuenta del de 7NN: “Pero, de
verdad señor Rufián, baja usted mucho el nivel. Los españoles quieren
escucharle cómo valora esa querella y el papel del rey”. A esas horas, los
trazos más gruesos de este penoso incidente, los que más morbo pueden suscitar
a una audiencia cada vez más visceral, ya eran recreados, viralizados y
comentados por la maquinaria mediática más próxima a la ultraderecha nacional
en las redes sociales.
Los trazos más
gruesos de es incidente, los que más morbo suscitan en una audiencia cada vez
más visceral, ya eran comentados por la maquinaria mediática más próxima a la
ultraderecha nacional en las redes sociales
“Salvando las
distancias”, apunta el historiador Steven Forti, autor de libros como Extrema
derecha 2.0 (Ed. Siglo XXI), el comportamiento recuerda al de Donald Trump
cuando era presidente y lanzaba tuits para hablar de un tema y soslayar otros.
“El modus operandi es idéntico: provocar para lograr un escándalo, y así controlar
el debate político y la agenda mediática”. Respecto a si considera acertado que
los políticos perjudicados se nieguen a responderles o que sus jefes de prensa
hayan solicitado a la secretaría general del Congreso medidas drásticas para
evitar estos comportamientos, Forti lo niega. “No creo que sea una buena
elección porque es ofrecerles en bandeja de plata el victimismo que les permita
reivindicar públicamente la libertad de expresión. Es preferible demostrar que
la información que difunden sólo trata de polarizar a la sociedad fomentando el
pensamiento de nosotros frente a ellos. Entiendo que es muy difícil pero la
realidad es la que es. Estos medios existen, y es legítimo que existan aunque
no lo que dicen y cómo lo dicen. Así que hay que apechugar y ganarlos en las
batallas culturales y en las ideas”, afirma.
La periodista
Esther Palomera escribió la semana pasada un artículo muy sagaz sobre la
distorsión que canales como EDATV y 7NN empiezan a generar en las ruedas de
prensa semanales del Parlamento. “Por cada hater, difamador o profesional del
matonismo que se dedica a adulterar el periodismo, las redacciones están llenas
de plumillas que ejercen el oficio honestamente desde el respeto y la búsqueda
de la verdad. Y si el Congreso, los periodistas y las asociaciones no
distinguimos entre una cosa y otra, flaco servicio hacemos a la democracia”,
apuntaba.
En la secretaria
general del Congreso confirman que ambos canales cumplen con todos los
requisitos exigidos a un medio de comunicación para estar acreditado en la
Cámara –ser una empresa jurídica cuyo objeto social sea la comunicación, que
tenga una estructura definida con sede y teléfono, y que actualice sus
contenidos periódicamente– y que las restricciones sólo se aplican a programas
considerados de entretenimiento por razones de espacio y funcionalidad. Esto es
solo relativamente cierto, puesto que a periodistas como Willy Veleta,
colaborador habitual de CTXT, el Congreso le obliga a hacer su trabajo en las
puertas del edificio, y no le permite desarrollarlo dentro del edificio.
En la secretaria
general del Congreso confirman que ambos canales cumplen con todos los
requisitos exigidos a un medio de comunicación para estar acreditado en la
Cámara
La Asociación de la
Prensa de Madrid (APM), por su parte, ha hecho un “llamamiento tanto a
periodistas como a políticos para que sus relaciones se desarrollen en un clima
de respeto mutuo, que favorezca el ejercicio de la libertad de expresión y el
derecho de los ciudadanos a recibir información”. Otra asociación directamente
involucrada como la de Periodistas Parlamentarios (APP) se ha sumado a esa
iniciativa aunque ve con “preocupación” las quejas recibidas por parte de
periodistas acreditados acerca de los “episodios de intimidación a los que
algunos compañeros son sometidos” por EDATV y 7NN. Negre, por ejemplo, aseguró
ufano la semana pasada que hacía las preguntas que otros medios de comunicación
no tenían “huevos” de hacer por su condición de “palmeros” y que se estaba
pensando hacer públicos los nombres de algunos redactores que han participado
en una “operación secreta” para expulsarle del Congreso.
Un experimentado
cronista como Agustín Yanel, hoy secretario general de la Federación de
Sindicatos de Periodistas (FeSP), considera que este comportamiento es
ridículo. “Defiendo que todo el mundo tiene derecho a buscar información. El
periodista pregunta porque es su obligación y el político debe responder porque
es la suya. Cuestión distinta es lo que hacen algunos periodistas en las ruedas
de prensa. Yo nunca me pondría a debatir con un político porque el espectáculo
que se genera es lamentable. Esperaría al final para acercarme a él y conocer
los motivos. Esta profesión ha cambiado mucho con la llegada de las redes
sociales y la precarización laboral pero el objetivo sigue siendo el mismo:
hacer buen periodismo”.
Otra de las dianas
predilectas de EDATV y 7NN es el portavoz del grupo confederal de Unidas
Podemos, Pablo Echenique. Hace unas semanas cambió de estrategia y comenzó a
responder a las enardecidas interpelaciones que suelen plantearle estos medios
ultras con una tranquilidad cargada de ironía corrosiva. “He hecho cientos de
entrevistas difíciles y nunca he tenido problemas en responder a todas las
preguntas. Pero me molestan las noticias falsas. Y mucho más si se difunden en
sede parlamentaria porque degradan la democracia y la prensa. Sin embargo, creo
que es mejor evitar las peleas para no desmerecer el trabajo de otros
compañeros que vienen aquí a buscar información. Creo que es mejor desactivarlos”,
explica.
Que la esencia del
periodismo es la búsqueda de la verdad lo sabe bien la periodista Carmen
Moraga, habituada durante décadas a lidiar con las normas no escritas que
circulan por el Congreso. “Nunca había visto semejantes careos como los que
ahora protagonizan esos redactores. Los cronistas parlamentarios siempre han
respetado los turnos de otros compañeros, no interrumpen las comparecencias ni
se encaran con el político como si fuera un debate, además de otras reglas
básicas de convivencia. Una cosa es el periodismo crítico y otra muy distinta
lo que hacen estos nuevos medios, que van al Congreso con la única intención de
crear ruido para denigrar al político, pero creo que es difícil tomar alguna
medida para evitarlo”. Los criterios de calidad que siempre han presidido las
crónicas parlamentarias, y que algunos siguen practicando pese al temporal
sonoro que provocan comentaristas como Negre y Contreras, parecen cada vez más
lejos. La banalización atrapa más a la audiencia visceral que el periodismo
serio.
En su libro Extrema
derecha 2.0, Steven Forti describe con precisión cómo la industria de la
desinformación de la que forman parte canales como EDATV y 7NN son financiados,
patrocinados o creados por líderes ultraderechistas que han entendido lo
provechoso que resulta incrementar la desconfianza social hacia todo lo que
huela a establishment, sean intelectuales, científicos, periodistas o
instituciones como el Congreso. Con todo, lo peor, para Forti, “es que marquen
las agendas y se conviertan en una opción aceptable por más que despierten
simpatías o antipatías en la ciudadanía. Y me temo que lo han logrado porque ya
no son percibidos como una amenaza”. Las sombras de la ultraderecha no se
disipan, avanzan.
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