LA VACUNA SIGUES SIENDO TÚ
ANTÓN LOSADA
Nuestro gasto
sanitario siempre ha estado, de media, dos o tres puntos por debajo de los
países con los que tanto nos infla de orgullo patriótico comparar nuestro
sistema sanitario. Por cada punto del PIB que España ha dedicado a combatir la
pandemia, Italia o Alemania han dedicado tres y Holanda o Francia, dos. Por
cada rastreador contratado deberíamos disponer de cuatro. Despedir a los
sanitarios contratados a toda prisa fue lo primero que hicieron en comunidades
como Madrid tan pronto se empezó a doblegar la curva… En serio, ¿qué
esperábamos nosotros y nuestras autoridades que sucediera cuando se iniciara el
desconfinamiento en julio? Queremos la desescalada de Alemania, pero gastando
tres veces menos, igual que antes queríamos su curva gastando también tres
veces menos.
Ante los rebrotes
al alza, desviar toda la atención hacia los evidentes comportamientos
irresponsables e incívicos de una, también, evidente minoría parece el último
recurso de unas administraciones capaces solo de reconocer los fallos de los
demás. Lo hizo primero el epidemiólogo en jefe, Núñez Feijóo, en el rebrote de
A Mariña. Los demás, de nuevo, solo siguen su ejemplo.
Con la Xunta
desconcertada, corta de medios y más pendiente de las elecciones, las culpas
del rebrote fueron recayendo, por este orden, sobre una familia que se había
juntado a comer a lo loco, sobre los jóvenes frívolos y sus frívolas hogueras
de San Juan y finalmente en los mariñanos, seres individualistas y egoístas que
se dedicaban a mentir a los rastreadores para no quedar confinados y sin playa;
ninguna de estas razones explica que más del ochenta por ciento de los casos se
hayan concentrado en un concello, Burela, y el foco principal en su puerto,
cuyo control correspondía a la propia Xunta y cuya vigilancia tampoco requiere
la logística de Fort Knox.
Es cierto que
echarnos la culpa es el nuevo recurso de unas administraciones que han
descubierto que la vida resultaba mucho más fácil cuando todo lo malo era culpa
del Gobierno central y todo lo bueno era fruto exclusivo de su gran gestión.
También de un Gobierno central que, ahora, parece más empeñado en demostrarnos
que tenía razón cuando se quejaba de la deslealtad de los demás, que en volcar
cuanto haya aprendido de sus errores en liderar una gestión descentralizada
mejor y más efectiva.
También es verdad
que los profetas del ayer que en abril tenían tan claro que había que haber
confinado en marzo callan ahora, a la espera de decirnos en agosto lo que
deberíamos haber hecho en julio. No se antoja menos cierto que quienes clamaban
por la asonada constitucional de estado de alarma o las oscuras intenciones del
gobierno rojosatánico al prorrogarlo sin motivo, se escandalizan ahora cínicamente
al ver cómo la gente se salta las recomendaciones y la Policía solo puede
informarles porque un juez ha dicho que, sin alarma, no hay confinamiento.
Pero hay otra cosa
que también continúa siendo cierta y no nos lanzamos a reconocer con tanto entusiasmo.
La vacuna seguimos siendo nosotros. A estas alturas, alegar que no está claro
qué debemos hacer, que las recomendaciones se contradicen o que no hay quien se
entienda, solo se entiende desde el cinismo. Está muy claro lo que cada uno de
nosotros tiene que hacer, allí donde no hay rebrotes para evitarlos y allí
donde los hay para contenerlos. No tiene que venir la Guardia Civil a darnos
una conferencia con un PowerPoint explicativo.
Lleva la mascarilla
siempre, no cuando a ti te parezca. Practica la higiene de manos. Mantén la
distancia siempre, no cuando a ti te vaya bien. No te relajes, no le pierdas el
respeto al virus simplemente porque crees que a ti no te puede hacer daño.
Recuerda que lo importante es no contagiar, con síntomas o sin síntomas. Si
andas en zona de rebrote, no te muevas, no vayas a otra parte, confínate y no
salgas más de lo necesario. No tienes que ser epidemiólogo para tener claro qué
debes hacer
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