AL BRINDAR POR UN NUEVO AÑO
RAFAEL ZAMORA MÉNDEZ
¡Y... ya, aquí, en
plenas efervescencias navideñas, estamos de nuevo con todos ustedes, para
seguir dándoles la paciente consabida cantinela-literaria, con mis cargados
comentarios y ripiosos versos!
No, precisamente por prescripción facultativa de algún benévolo doctor, este típico personaje que hoy quiero darles a conocer en “NACIÓN CANARIA”, subsistió, se mantuvo y existió, exclusivamente a base de consumir puro alcohol, en superior grado etílico, ya que es rara la vez que andaba sereno, en posición vertical, procurando conservar el sencillo equilibrio con la natural estabilidad que normalmente se acostumbra.
Le veía, casi a diario, deambulando por todas nuestras más céntricas calles, con la real parsimonia de un triste y desterrado príncipe gitano, tras la afanosa búsqueda de un hogar fijo.
Su clásica figura de despreocupado aventurero, con sonados aíres
de melancólico bohemio y acusados rasgos de traviesa marioneta, era algo tan
llamativo y particular que continuamente, tuvo la insuperable virtud de hacerme
fijar en él, con esa inquietante curiosidad, invariablemente, recargada de
particular atención.
Unas veces, iba cubierto de harapos; otras, con azulado uniforme
de engrasado mecánico, bravo militar o versado cocinero.
También solía procurar vestirse de marinero, con la chata gorra
en ancla, calada hasta las mismísimas orejas, dejando para las solemnes fechas
festivas, el llamativo atuendo de safari, con un corto pantalón, sucia
bandolera y olímpicas alpargatas de rudo esparto, de las que ya, ni por asomo,
se compran, se ven o, simplemente, se regalan.
Algunos despiadados chicos, se burlaban risueñamente de él,
haciéndole crueles mofas y, hasta le formaban su buen corro en sonadas
cantinelas que, en nada, tendrían que causarles envidias a las alegres murgas
del alborozado carnaval.
Toda Santa Cruz entera, parecía pertenecerle. Dueño y señor de
vías, plazas y avenidas, dirigiendo el tráfico, encarándose a grito pelado con
los sorprendidos conductores o transeúntes; sentado en plena carretera,
rasgando las torcidas cuerdas de un desgarrado timple, sin temor al peligro y
lanzando melancólicas serenatas a cualquier hora del día con su enronquecida
voz de incorregible beodo, importándole tres cominos cualquier llamada de
atención por parte de las autoridades públicas, ni el sensato parecer de las
gentes y, muchísimo menos, el aluvión de los tan temidos... “¿qué dirán?”Lo más
indagador del caso, amables lectores de GOMERA VERDE, resultaba ser la canina
reata de fieles amigos que, por doquier, continuamente le acompañaban, pues
fueron muchos, incontables, los callejeros perros de la capital que le seguían
en largas caravanas, totalmente apiñados, magnetizados quizá, por el llamativo
apego que les demostraba y la rebuscada ración de comida que cariñosamente,
solía proporcionarles.
Hablaba con ellos, los acariciaba, abrazaba y... ¡hasta les
dedicaba algunas exaltadas rancheras mejicanas con despreocupado tono de
falsete, emitiendo en sus ejecuciones, más gallos de los que pudieran existir
en todos los contornos de Morón y sus alrededores.
Por lo ya expuesto, habrán observado claramente que, de ninguna
manera, nunca llegó a encontrarse solo nuestro hombre y, sinceramente, me ha
parecido un singular hecho digno de haberlo referido ya que, a la larga, viene
a resultar ser todo un hecho, reflejado sin paliativos, en la más creyente
estampa de nuestra época.
Si procuramos meditar un poco, asimilando tan práctica lección,
podríamos llegar a la afirmativa conclusión de que siempre puede surgir algo
bueno, limpio y elevado, de todo lo malo, sucio y degradante, que a manos
llenas nos rodea.
Algo de mejor provecho obtendríamos porque, el respeto, la
dulzura y la bondad, son raras cualidades que en la actualidad, por desdicha,
no resaltan demasiado por su resplandeciente brillo.
Si el egoísmo ladrara, la jauría humana, nos dejaría
completamente sordos.
A medida que avanzamos en el progreso, nos vamos distanciando
más y más de la genuina fuente cristiana, en donde la CARIDAD, es el fuerte
centro vital de la existencia y la única que podría lograr ese fantaseado mundo
mejor, con el que todos soñamos.
Probablemente, en la lápida, de este infortunado ser, si no ha
ido a la fosa común, no figure ningún epitafio, ni siquiera la humildad de su,
para mí, desconocido nombre, pero... tengo la certeza de que serán bastantes
los ambulantes perros de la creciente urbe que le echarán de menos, llorando su
obligada ausencia, con lastimeros ayes de angustia, por el buen amigo que a la
fuerza tuvo que abandonarles para siempre y, así, durante mucho tiempo,
sufrirán la denodada furia de los terribles huracanes del hambre, porque
solamente él , y nadie más que él, supo brindarles una franca amistad que los
propios dueños, rotunda y cruelmente, sin piedad, todavía, le siguen negando.
¡CON ESTA CURIOSA REFLEXIÓN, CON TODA EL ALMA, DE CORAZÓN, A
CUANTOS NOS HONRAN CON SU LECTURA EN “NACIÓN CANARIA”, LES DESEO, EL MÁS FECUNDO
Y SALUDABLE NUEVO AÑO, 2.018!
SIEMPRE, AMIGO MORALES, ME HA EMOCIONADO EL SIMPLE PENSAMIENTO, RECORDANDO A ESTE DESDICHADO SER Y, TE CONFIESO QUE, CASI, LE ECHO DE MENOS, TRANSITANDO POR MI CALLE, SEGUIDO POR SU VAGABUNDA REATA DE PERROS, HIPNOTIZADOS Y AGRADECIDOS.
ResponderEliminar