¿POR QUÉ NO EXISTE EL SALARIO DECENTE EN
ESPAÑA?
VICENÇ NAVARRO
Vicenç
Navarro
Catedrático
de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex
Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
El
“salario mínimo” establece una norma que instruye a los agentes sociales que
mantengan un nivel mínimo salarial por debajo del cual no se permite reducir el
salario. Fue, en realidad, una gran conquista del movimiento sindical y
contribuyó en gran medida a reducir la pobreza. La aplicación de las políticas
neoliberales por gran parte de los partidos liberales y socioliberales
gobernantes en Europa (incluida España) ha tenido como consecuencia un gran
descenso del salario mínimo y de su impacto corrector de la pobreza. Una medida
aplicada por varios de estos gobiernos, incluidos los españoles, ha sido
desligar las variaciones del salario mínimo del aumento de la inflación, lo
cual ha deteriorado todavía más su capacidad adquisitiva y su habilidad de
prevenir la pobreza.
Esta
y otras medidas han mostrado las grandes insuficiencias del salario mínimo, lo
cual explica que haya aparecido un movimiento en varios países exigiendo no ya
el salario mínimo, sino el “salario decente” (o en inglés, “living wage”)
necesario para garantizar una vida digna, que es más que salirse de la pobreza.
Salario decente es el nivel de ingresos netos (es decir, después de pagar
impuestos y otras tasas), derivados del trabajo realizado durante un periodo de
tiempo (que no puede sobrepasar las 48 horas por semana), que permita a las
personas tener sus necesidades básicas cubiertas y atendidas, tales como
vivienda, energía, nutrición, vestimenta, atención sanitaria, educación, agua
potable, escuelas de infancia y transporte para una familia de cuatro personas,
recibiendo además una cantidad adicional para gastos discrecionales equivalente
al 10% del coste de las necesidades básicas citadas en este párrafo.
El
movimiento internacional por un salario decente
Este
movimiento a favor del salario decente se ha ido extendiendo a lo largo de los
países a los dos lados del Atlántico Norte. El 27 de octubre de este año, 140
personas de varios países procedentes de movimientos sindicales y sociales,
académicos y también representantes políticos y de asociaciones no
gubernamentales, se reunieron en el Consejo Económico y Social de los Países
Bajos para, entre otras cosas, pedirle a la OCDE, que es una coalición de 34
países fundada en 1961 (que, en teoría, tiene como objetivo “promover el
bienestar económico y social de la población alrededor del mundo”), que se tome
en serio tal mandato y exija como condición de buen gobierno que las empresas
transnacionales paguen salarios decentes a sus trabajadores, resolución que,
como muchas otras que podrían haber mejorado el bienestar de la población, ha
sido ignorada en las intervenciones de la OCDE.
El
continuo argumento que se utiliza por parte de las derechas y del mundo
empresarial para no responder a esta petición es que tal aumento de los
salarios disminuiría la competitividad de las empresas. Pero el mundo de las
grandes empresas ha visto crecer sus beneficios espectacularmente durante estos
últimos años. Podrían haber subido, por lo tanto, los salarios, sin aumentar el
precio de los productos, a costa del descenso de los beneficios. Ninguna
consideró esta posibilidad. Por cierto, una de las empresas que paga peor a sus
trabajadores es precisamente la empresa Apple, que consigue unos beneficios muy
elevados como consecuencia de unos salarios miserables y de ahorrar el pago de
impuestos en paraísos fiscales (ver Can the Electronics Industry Provide a
Living Wage? Not While Corporations Set the Rules, de Nicki Lisa Cole, Truthout,
30.10.15).
La
urgente necesidad de conseguir el salario decente
Pero
estas apelaciones a las empresas tienen sus limitaciones. De ahí que los
defensores del salario decente estén presionando a los gobiernos para que estos
no contraten a ninguna empresa que no pague salarios decentes. Esta medida
tendría un gran impacto, pues en cualquier país el Estado es el mayor
contratante de empleo. ¿Por qué no está ocurriendo esto en España? Y la respuesta
es muy fácil de ver: porque el mundo empresarial y de las grandes empresas
tiene mucho más poder mediático y político que el mundo del trabajo. Así de
claro. Es este enorme desequilibrio el que es responsable de que se hayan
estado llevando a cabo, por parte de los gobiernos de tendencia conservadora y
liberal, políticas públicas (como la reforma laboral en España) que han tenido
un impacto sumamente negativo, pues al reducirse los salarios (que era el
objetivo de tales reformas) ha disminuido la demanda doméstica, una de las
mayores causas de la Gran Recesión económica. Como suele pasar estos días, la
enorme evidencia científica que avala esta interpretación de las causas de la
Gran Recesión ha forzado a instituciones internacionales, como el Fondo Monetario
Internacional (FMI), a reconocer su error, cuando por muchos años han estado
presionando a los gobiernos para que redujeran los salarios. El establishment
político-mediático español (incluyendo el catalán) continúa estancado en esta
visión neoliberal, promovida en los medios. La televisión pública catalana,
TV3, por ejemplo, ha estado promoviendo el neoliberalismo en un programa,
Economia en colors, que es una burda y vulgar justificación de las políticas
que han llevado al desastre, atribuyendo el éxito empresarial a la actitud
innovadora de las grandes compañías, como McDonalds, sin citar que gran parte
de este supuesto éxito se debe a los salarios misérrimos y a la explotación
laboral practicada por tales compañías. McDonalds es un ejemplo de ello.
Existe
un enorme retraso en la cultura económica y FINANCIERA en España que es
responsable de que no se estén tomando las medidas que un gran número de
economistas tan conocidos como Paul Krugman, Thomas Piketty, Joseph Stiglitz o
Mark Weisbrot han estado proponiendo a nivel internacional por bastante tiempo.
Aquí, en España, continuamos todavía con los lumbreras mediáticos, que a través
de fundaciones como Fedea, financiadas por el IBEX-35, continúan con su dogma,
basado más en la fe que no en la evidencia científica. Y así nos va.
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