POLÍTICOS BLINDADOS
Juan
Henríquez
Necesitaría la página completa para
enumerar los privilegios de los que gozan los políticos varados en el Congreso
de los Diputados y Senado; algunos
parecen haber nacido en el hemiciclo, y además, allí están los mediocres y
depredadores a la sombra del partido, para, ejerciendo de lameculos,
garantizarse un puesto de salida en las listas electorales. No hablo de
analfabetos, no. La mayoría posee título universitario; por eso cabe
preguntarse: ¿por qué prefieren abandonar su profesión (médicos, abogados,
ingenieros, catedrático-profesores, etc.) para dedicarse de por vida a la
política? No quiero ofender, pero a mí me parece que hay algo más que el
servicio público a los ciudadanos; por
ejemplo: las prerrogativas del poder, la inmunidad, lo mucho que se gana, y lo
poco que se trabaja.
Primero, a la política se va de manera
voluntaria; segundo, aceptan convertirse
en servidores públicos; y tercero, están sujetos al control y a la
crítica popular. De otra parte, no entiendo el repetido discurso de los propios políticos de que hay que pisar
más la calle, y el contacto con la gente; y sin embargo, se molestan porque los escraches se les
acerquen a pedirles y exigirles el cumplimiento de sus obligaciones. Pero no,
ellos prefieren alejarse de las injusticias sociales y cobijarse en el búnker
institucional.
Algunos, entre ellos Felipe González, que
cuánto más viejo, más gilipolla, se preguntan: “¿Por qué un niño
tiene que aguantar presión en la puerta de su casa?”. Don Felipe, y especies de
la misma calaña, supongo que puedo responder a su pregunta con otra de mayor enjundia
inhumana y perversa: “¿Por qué los escraches policiales tienen que asaltar una
casa entrando por el balcón para echar a un niño por desahucio?”.
Y la última lindeza
sobre los escraches es de la fascista del PP, Cospedal, que los califica de
“nazismo puro”, que les recuerda a los años previos al 36; qué raro: ¿y por qué
no a la dictadura franquista? Escuchen
ambos: ¡escraches somos todos/as
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