LOS CRÍMENES DEL CAPITALISMO
GRACE BLAKELEY
EEUU ha destinado una cantidad ingente de recursos a esconder la verdad: la resistencia al capitalismo fue doblegada mediante masacres sistemáticas en el Tercer Mundo
El artículo que sigue es una reseña de 'El método Yakarta. La cruzada anticomunista y los asesinatos masivos que moldearon nuestro mundo', de Vincent Bevins (Capitán Swing, 2021).
Cualquiera que se identifique como socialista se topará en algún momento de su vida con la pregunta «¿cuántas personas han sido asesinadas en nombre del socialismo?». Es poco probable que haya observado que el mayor imperio del mundo se involucró en un programa de asesinatos internacionales más mortíferos que los campos de concentración de Hitler, todo en nombre del capitalismo.
En su nuevo libro,
Vincent Bevins revela el asombroso número de muertos de la política exterior de
EEUU durante la Guerra Fría. El libro se centra en las masacres anticomunistas
que tuvieron lugar en Indonesia en 1965-66, cuando el dictador Suharto, aupado
por EEUU, depuso a su predecesor antimperialista y desarrollista Sukarno.
Aunque muchos
habrán oído hablar del genocidio indonesio a través de películas como The Act
of Killing o El año que vivimos peligrosamente, pocos conocen el contexto
político en el que se produjo la matanza y aún menos entienden hasta qué punto
estuvo implicado EEUU. En una narración excepcionalmente bien escrita, que
combina entrevistas con los supervivientes con un detallado análisis histórico,
Bevins revela cómo las atrocidades que asolaron Indonesia en la década de 1960
aún persiguen al país en la actualidad.
Portada de 'El método Yakarta', de Vincent Bevins.
La descolonización
de Indonesia fue dirigida por el carismático líder Sukarno, frente a la
profunda resistencia de la antigua potencia colonial, Holanda. Bevins describe
cómo Sukarno gobernó la Indonesia poscolonial mediante un cuidadoso acto de
equilibrio: los islamistas, los comunistas y el ejército pudieron conservar cierta
influencia en el régimen. El Partido Comunista de Indonesia (PKI) consiguió
acumular un gran número de miembros, convirtiéndose finalmente en el tercer
partido comunista del mundo, después de los de la Rusia soviética y la China
popular.
Sukarno, sostiene
Bevins, nunca fue comunista: era un pragmático, comprometido con el crecimiento
de la economía indonesia, la mejora del nivel de vida de su población y la
proyección de su influencia en el extranjero. Pero justamente por estas
razones, a menudo adoptó la misma línea que el Partido Comunista Indonesio, que
era más un partido nacionalista de izquierdas de masas que una vanguardia
leninista.
Países como
Indonesia, como argumentó poderosamente Kwame Nkrumah, fueron mantenidos en una
posición subalterna en la economía global a través del ejercicio del poder
neocolonial por parte de los países centrales del sistema mundial capitalista.
Estos Estados a menudo trabajaron juntos durante los primeros días de la era
poscolonial, formando alianzas multitudinarias de países del sur, como el
Movimiento de los No Alineados (MNOAL). La Conferencia de Bandung, celebrada en
Indonesia en 1955, fue la precursora del MNOAL, en la que los Estados acordaron
una serie de 10 principios para regir las relaciones dentro del Tercer Mundo.
A medida que la
Guerra Fría se intensificaba y el macartismo hacía estragos en EEUU, los actos
de solidaridad tercermundista eran menos tolerados por las administraciones
estadounidenses, fervientemente anticomunistas. La Casa Blanca adoptó cada vez
más la postura de que los Estados del Sur Global estaban con EEUU o en contra.
La vena independentista de Sukarno, junto con otros desaires percibidos por la
hegemonía estadounidense, le situaron finalmente en el lado equivocado de esta
división.
A mediados de la
década de 1960, EEUU había decidido adoptar una postura más hostil hacia
Indonesia y hacia el propio Sukarno. Cuando en una serie de acontecimientos que
todavía no se han hecho públicos el general Suharto tomó el poder, lo hizo con
el apoyo explícito de EEUU, militar, económico y político.
Suharto era un
general poco conocido antes de los sucesos de 1965, pero su retórica
anticomunista le granjeó la simpatía de los funcionarios de la CIA. Nada más
llegar al poder, se dedicó a exterminar literalmente a los millones de
comunistas de Indonesia. El hecho de que los asesinatos se produjeran sobre la
base de la ideología y no de la raza ha dado lugar a un desacuerdo sobre si lo
ocurrido puede calificarse de genocidio. Lo que no se cuestiona es la magnitud
de la matanza: como escribe Bevins, «entre quinientas mil y un millón de
personas fueron masacradas, y un millón más fueron conducidas a campos de
concentración».
Si Ernst Renan
tenía razón al decir que la historia de una nación se basa en su capacidad
colectiva para olvidar las atrocidades asociadas a su formación, entonces
Indonesia es un ejemplo de ello. Parte de la razón por la que tan pocos han
oído hablar de las masacres anticomunistas es que la verdad fue reprimida por
Suharto durante mucho tiempo: Bevins escribe que «durante más de cincuenta
años, el gobierno indonesio se ha resistido a cualquier intento de mostrar lo
que ocurrió». Mientras tanto, los periodistas occidentales repetían fielmente
las líneas que les daban los oficiales de la CIA, presentando la violencia en
Indonesia como una explosión aleatoria de atavismo del tipo que era de esperar
en una nación «atrasada».
Aunque los
acontecimientos de Indonesia son los que se analizan con mayor profundidad, no
constituyen el tema principal del libro. En su lugar, El método Yakarta se
centra en la inspiración que tomaron los grupos de extrema derecha de todo el
mundo, con el apoyo tácito o activo de EEUU, de los acontecimientos que
tuvieron lugar en Indonesia. Desde Brasil hasta Argelia, los anticomunistas
comenzaron a hablar abiertamente de sus propios «planes de Yakarta». Bevins
tiene claro lo que esto significaba: «el exterminio organizado por el Estado de
los civiles que se oponían a la construcción de regímenes autoritarios
capitalistas subordinados a EEUU».
En un fascinante e
inquietante viaje alrededor del mundo, Bevins documenta los efectos de la
virulenta cruzada anticomunista de Washington en varios continentes. El
siguiente campo de pruebas del Método Yakarta sería América Latina, donde
cientos de miles de personas serían asesinadas o desaparecidas en nombre del
anticomunismo durante las décadas siguientes. Pero la cosa no quedó ahí.
Bevins escribe que
una «red informal de programas de exterminio anticomunista respaldados por EEUU
(…) llevó a cabo asesinatos en masa en al menos veintidós países»: Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Timor Oriental, El Salvador, Guatemala,
Honduras, Indonesia, Irak, México, Nicaragua, Paraguay, Filipinas, Corea del
Sur, Sudán, Taiwán, Tailandia, Uruguay, Venezuela y Vietnam.
Estas batallas
fueron, según Bevins, una parte crucial de la victoria estadounidense en la
Guerra Fría. Cita al historiador John Coatsworth, quien estima que «el número
de víctimas de la violencia respaldada por EEUU en América Latina superó
ampliamente el número de personas asesinadas en la Alemania de Hitler».
Tras este programa
de matanza respaldado por el Estado, los únicos movimientos que quedaron fueron
los que hicieron caso a las advertencias del Che Guevara y se armaron antes de
que los extremistas anticomunistas respaldados por EEUU pudieran exterminarlos.
No es de extrañar que muchos de los regímenes capitalistas que han sobrevivido
a la Guerra Fría sean famosos por sus abusos de los DDHH: aprendieron del
mejor, EEUU.
Jacobinlat.com / La Haine
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