domingo, 6 de febrero de 2022

EL ESCRITOR MALDITO

 

EL ESCRITOR MALDITO

POR MAITÉ CAMPILLO

Yo también soy un corrompido. Sin fe en Dios, egoísta y sin ninguna confianza en mí mismo. Homosexual, alcohólico, drogado, cleptómano…

(Ángel Vázquez).D` la hipocresía de los gobiernos y samaritanos que viven de los escritores malditos

El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida a la casa Nº 8 de Great College Street, Camden Town, Londres, donde en una habitación Rimbaud y Verlaine se dice <<Vivieron, bebieron, se drogaron, trabajaron, fornicaron y se pelearon durante algunas breves semanas tormentosas>>

. Supongo que lo de tormentoso así dicho a palo seco sea una etiqueta en adorno superfluo, pero vayamos a lo que de súbito se convierte en un masivo acontecimiento cuanto menos sorprendente. El caso fue que al acto inaugural lapidario asistieron todos aquellos que fueran antagónicos enemigos de Verlaine y Rimbaud, ¿Ironías de la vida o hartazgo en tomadura de pelo? La respuesta aquél “masivo dolor y nostalgia repentina”, es sencilla. Enemigos conscientes del mismo mazo de la ley de subastas de todo lo que su valía les iba a reportar, y no solo económicamente, por una de las historias de amor más trágicas de la literatura francesa y, en este caso, el egocentrismo tomaba bandera a favor de la obra del autor maldito para nada del escritor y sus causas, antagónicas a todo lo póstumo de sus “broches, colgantes y repentinos premios” con que oficialmente adornan sus etiquetas sacadas de todo contexto como ciertas: donde el autor dijo digo, nosotros diremos que dijo Diego (¡total todo es tan relativo!). Afortunadamente en este caso, para ellos en respeto a su memoria, como para muchos de nosotrxs en agradecimiento asomó la voz del conocimiento, y gracias a ello, se encuentra lo descrito por uno de los académicos de Arthur Rimbaud durante su tiempo de bachiller. El profesor George Izambard, lo descubre por el contrario como un soñador tímido, alumno de retórica alterna de uñas limpias y cuaderno sin manchas, buenas notas en clase y deberes sorprendentemente correctos; encarnación de lo superlativo, intelectual vibrante de pasión lírica y curiosidad interminable. (Ah, cómo añoro las épocas en que la pedagogía contaba, y mucho, en que había profesorado de talla grande en sabiduría y dignidad y en amor a su profesión su entrega absoluta volcando todo su conocimiento; que hermoso el profesor, su profesión, y todo lo que de ella deriva como futuro antagónico a la mediocridad). El trasfondo social al parecer es que el joven Rimbaud, cansado de las peleas con su madre, toma París, como una fuga de libertad en busca de aíres menos catastróficos, o sea, más revolucionarios, ya que los problemas con su madre, y su conservadurismo, aumentaban día a día por la rebelde actitud y conciencia que se iba apoderando en Rimbaud. En París conoció, y se enamoró, del poeta Verlaine; al poco tiempo y ya cumplidos los 17 años, “a consecuencia de las drogas”, se dice, que empieza a escandalizar a las élites educadas, literarias, y parisinas de la burguesía. Rimbaud regresa a Charleville y se recluye en la granja familiar para escribir la única obra que publicaría él mismo: Una temporada en el infierno, ampliamente reconocida como una de las obras pioneras del simbolismo moderno. En ella incluye una descripción de su vida con Verlaine: «Virgen Demente» y el «Esposo Infernal». En 1874 regresa a Londres en compañía del poeta Germain Nouveau y termina de escribir sus controvertidas «Iluminaciones» que incluyen los dos primeros poemas en verso libre.

Un 3 de octubre de 1849 Edgar Allan Poe, fue hallado en las calles de Baltimore en estado de delirio, trasladado por un viejo amigo al hospital donde muere días después. Los informes médicos como el certificado de defunción “misteriosamente se perdieron”. Los periódicos de la época informaron de que su muerte se debió a una “congestión o inflamación cerebral”. Lo cierto es que en el hoy de nuestros días, la causa exacta del por qué murió continúa siendo un misterio. Desde 1872 se cree que pudo deberse, al abuso de agentes electorales sin escrúpulos, que en la época solían utilizar “a pobres incautos” emborrachándolos para hacerles votar varias veces por el mismo candidato… ¿Poe un vulgar común, un pobre incauto… o atrapado por las garras del horror demoledor desgarrando las huellas de la vida donde unos mueren para que otros vivan mejor? Penetrando dentro de su obra epistolar; Poe, nos transmite una lectura sobrecogedora, el estruendo rayo de lucidez que cobija los últimos meses de su vida a través de lo que conocemos por sus cartas, donde vibran accesos de lucidez con otros emparentados de gran desesperación <<No puedo más, tengo que morir, desde que publiqué Eureka, no tengo deseos de seguir con vida, no puedo terminar nada más…>>. ¿Por qué desde que publicó Eureka, tenía que morir, cual era la amenaza? Edgar Allan Poe, fue uno de los grandes escritores que ha dado la historia, que padeció una vida dura, muy dura y turbulenta de escritor maldito, por su forma de vivirla, por los malditos embates de alienación frustrante que le tocó sufrir, propios de un sistema económico en represión sin escrúpulos ni humanidad ninguna.

Seguí buceando, me puse a caminar ante algunas otras obras escritas y, me encontré con ‘La vida perra de Juanita Narboni’, de Ángel Vázquez. Contada como si le uniera, una conexión mental con su protagonista, nos ubica ante un libro de doble fondo e interpretación que permite llegar a él, sin condicionar nuestra entrada por la puerta principal brindando la oportunidad de recrearnos y bucear libremente entre un lenguaje literario propio y la palabra cotidiana de una ciudad que ni sombra queda de la que el autor nos describe, en la que nació y creció abrazado a los libros mientras trabajaba en una librería, oía a sus gentes hablar trabajando con su madre y la abuela en una sombrerería, o dirigía teatro entre vecinos de la comunidad donde vivía de niño entre los imaginarios escenarios y telones que no hacen sombra al actor y se abren a todos los públicos sin distinción, dirigiendo en derroche interior de imaginación uniendo a sus vecinos en un abanico de cuadros diversos sobre acuarelas imaginarias con esa delicada sensibilidad y timidez rica en diálogos para sus improvisadas obras; timidez que jamás le impidió la creación, enraizándose en esa fase colectiva como puerta sobre la que se introduce a la historia con inquietud y respeto despuntando literatura, creciendo a su ritmo como escritor hasta culminar una de las obras que comenzó a desfilar ante sus ojos en dramático brillo y lucidez, en una lucha entre lo nuevo y lo viejo, donde la mujer es protagonista de un monólogo en voz alta desmembrando todo un corsé conservador que oprime y aprieta desgarrando una soledad propia sobre el temor educacional que impide avanzar encasillando frustración, recelo y soledad reflejo de un conservadurismo aterrador, dentro de un entorno lleno de límites padeciendo la desesperación de contemplar los cambios, que se van originando, como un vacío en su vida sin poder hacerlos frente. El don del autor sin duda fue hacer protagonistas a los propios tangerinos, vitalizar introduciendo en su vida y obra a esos hombres y mujeres habitantes de una ciudad muy distinta afortunadamente, de la que circulan permanentemente miles de extranjeros como dominando la ciudad y su cultura. Por el contrario, en sus páginas se encuentra un Tánger enriquecido, lleno de vida, tan auténtico como literario que bien merece encuadrarse dentro de la historia universal del siglo XX. Él fue otro de los grandes malditos prácticamente desconocido. Ángel Vázquez muere un 25 de febrero de 1980, hace 42 años, en la indigencia absoluta desamparado en una pensión situada en el Nº 98 de la Calle de Atocha, en Madrid, que él mismo definió como ‘la mansión del conde Drácula’. Cuentan que muere tras una crisis en la que quema dos novelas que las editoriales se habían negado a publicar y él no había conseguido publicar. Se encuentra en la miseria, sin recursos, sin familia, sin aliento; se encuentra viviendo los últimos años de su vida, luchando sin sosiego contra los malditos que no le publican y menos valoran, y contra el único recurso que aparentemente le apacigua y aísla de su gran pena literaria y nostalgia de familia, el alcohol, después de exiliarse del Tánger internacional que lo vio no solo nacer también crecer absorbido por el nuevo Marruecos independiente. Deja tres novelas y nueve relatos completos y sólo permanece sin descatalogar, La vida perra de Juanita Narboni, al parecer, una biografía involuntaria de su propia madre.

Para las metes más acomplejadas de la burguesía no era un escritor era un marginado, un simple habitante que frecuentaba barras de bares vulgares; para las mentes digamos más naturales y sin tanto recato, pero por igual mentes flacas adictas al canal de las catástrofes y prensa sensacionalista aquel mortal funcionario del censo de Jubrique, como escritor no existe. Lo catalogaron como el último escritor maldito, y ni así se le recuerda. Terminó sus días amargado en una mediocre y pulgosa pensión de Madrid, sin dinero ni trabajo con 51 años pese que el fin de su vida lo escribió décadas antes en el cuento Las Viejas Películas traen mala pata. Sus padres procedían de Málaga, de Jubrique; al poco de casarse viajaron a Tánger a la ciudad cosmopolita y decadente del momento, a buscarse la vida, donde tuvieron al pequeño Antonio (Ángel Vázquez). La miseria era rígida y seria, no vivió una infancia feliz. De su padre cuentan, que era una mala bestia y un borracho sin remedio, que daba palizas continuamente al pequeño Ángel. De su madre, que extrajo una de las habilidades que marcarían su prosa: la oreja siempre presta al diálogo, ¡que hermoso! Habilidad que entrenó escuchando las historias en diferentes idiomas, de los clientes y clientas de la ‘malagueña’; oído audaz, que plasmó y aplicó magistralmente en La vida perra de Juanita Narboni; un monólogo, que es un diálogo entre yaquetía, andalucismos y frases en francés y árabe ¡Y! A pesar de ganar el Planeta y haber compuesto a una mujer fundamental de la literatura del siglo XX ‘Juanita Narboni’ <<Ángel Vázquez no fue nunca nadie en Tánger>>. En esa ‘España’ de la cruzada, tampoco; lo descubrió, a partir de 1959, cuando Marruecos recuperó su independencia y zanjó definitivamente el verano cosmopolita, elitista y de club ilustrado y perverso que parecía eterno (Como el turismo español de Franco a nuestros días). El escritor maldito aguantó solo unos años las razones que le retenían en Tánger, eran su abuela y su madre dependientes de él y con enfermedades mentales, y cuando fallecieron, el familiar y sensible Ángel Vázquez, empezó a sentirse más nadie que nunca. Decide instalarse en Jubrique, en Málaga, localidad desde la que partieron sus padres. Poco se sabe más que trabajó un tiempo en el censo del ayuntamiento, y que muchos años después de ser premiado y muerto en el olvido absoluto en una atroz miseria y desesperación, le nombra Hijo Adoptivo a título póstumo en 2019 (¿Ironías de la vida sin siquiera permitirle probar su néctar?). Desde dicho año cuenta con el Edificio Ángel Vázquez a modo de espacio para actividades culturales. Era lógico que no durara ‘toda su vida’ trabajando en el censo a forma de vida mecánica, sedentaria, lenta y aburrida que en absoluto encaja con las altas temperaturas febriles de un talento creador, culto e inquieto, que tanto aportó con su obra y nada recibe a cambio si quiera para calmar la miseria devorándole física y psíquicamente <<Me miré en el espejo y me sentí desamparado. Aquella habitación era tan pequeña y aquellas manchas de humedad tan grandes>>.

La caída lenta llegó al autor en una casa de Atocha, de Madrid donde llevó una existencia mísera entre pensiones deprimentes; muy poco dinero era el que ganaba dando clases de francés y de inglés… Aquél frío e inhóspito Madrid del 25 de febrero de 1980 arrastró su soledad y desamparo hasta la desolación de su último día entre los vivos. Un fallo cardíaco acabó con su vida. Se dijo, aunque nunca se sabrá, nuca la verdad ni toda la mentira que sobre él se ha dicho, que horas antes de su muerte, había quemado un par de novelas de seguro sobre las que vertió su venganza contra editores y mucha falsa mierda para desacreditar al que en el tiempo y ya bajo tierra recupera una parte de su gran luz literaria (gracias al calor de las llamas últimas de sus dos novelas calentando sus manos). Lo único cierto es que esa ‘España’, surgida de las raíces del franquismo, que a nada ni nadie de la contienda quiso destituir ni condenar (ni siquiera poder juzgar por ningún tribunal internacional contra los crímenes del franquismo), que al autor ni siquiera conocía su miopía fascista pero que arrinconaba su vida literaria hizo lo posible para arrastrarle a la muerte sobre una cruel existencia, ignorándolo hasta donde pudo, golpeando la mucha o poca entereza y orgullo que le quedaba hasta amortajarlo de impotencia y defenestrarlo socialmente ante el mundo de la crítica. Cuentan no se si más publicitariamente que en real sentimiento, que fue Lara, el magnate de Planeta, que se hizo cargo de los gastos del entierro (que jamás se deberían haber pagado y sí ser asumidos por el “democrático gobierno”, tras la dictadura ¡VERGUENZA!!! Por lo que yo cuento lo contrario, cuento el dinero que le reportó el que tuvo que llegar a mendigar y morir de amistad de esa manera cautiva de amor y hambre sin siquiera poder llegar a cagarse en todos los magnates, maldecir mafiosos, degradados pudientes y rastreros políticos de los gobiernos peleles, gracias a todos y cada uno de ellos con sus guerras y colonias y su ‘España’ donde abundó el abandono intelectual resaltando la miseria, el exilio y las emigraciones reales de hambruna desesperada, a Ángel Vázquez, apenas hoy, se le recuerda. Fue otro de los tantos escritores malditos atormentado y el principal y más duro crítico de sí mismo. Que finalmente le ofrecen ‘reverencia’ considerándole como el último escritor bohemio de la llamada “literatura española”. El escritor Leopoldo Ceballos, en su obra Historia de Tánger, afirma de él <<Nació en Tánger en 1929 en una familia modesta de ascendencia andaluza. Allí vivió hasta 1965, cuando culmina la decadencia del Tánger internacional. Según Tomás Calvo Picón: A los 12 años realizaba obras de teatro en el patio de su casa del Paseo Doctor Cenarro (actual calle Ibn Al Abbar) utilizando como actores y público a sus vecinos judíos y cristianos del patio donde vivió hasta 1950 con su madre y abuela>>. Además de un escritor maldito, autodidacta y marginal fue un novelista genuino y peculiar dentro de un ambiente exótico y cosmopolita. A muy temprana edad dejó la escuela y, desde ese momento, su infancia pasó a ser el mundo femenino de su abuela y de su madre. Entre ellas en una tienda de sombreros pasaría la mayor parte de su tiempo entre las conversaciones de clientas empapándose de la haquetía, dialecto de los sefardíes tangerinos. El mentado escritor bohemio y maldito, solía cambiar de empleo, llegó a trabajar en una conocida librería donde en sus ratos libres cuentan que devoraba incansablemente decenas de libros surgiendo en él un irrefrenable gusto por la escritura, la necesidad de escribir, de comunicarse y expresarse por escrito, además claro está, de visitar garitos y tabernas y, en particular, bibliotecas. Personaje sugerente, inteligente y audaz se hizo con lo que necesitaba en los libros que engullía de forma desmedida.

Así fue creciendo, entre trabajos precarios, en ese Tánger que tanto tuvo de hosco y cruel, como de oropel y culturalismo. Escenario en el que pudo relacionarse con Truman Capote, Allen Ginsberg, Joe Orton, Tennessee Williams, William Borroughs, Jean Genet, Paul y Jane Bowles… de ésta última cuentan que llegó a ser una de sus grandes amigas. Vázquez, con Emilio Sanz Soto, pudo habitar en el Tánger decadente; pero el que hizo suyo, fue el de tentaciones y tormentos <<Odio a los efebos de esta playa de Tánger, al que el rico turismo anglosajón ha convertido en un prostíbulo dorado y al aire libre>>. Es La vida perra de Juanita Narboni, una de las novelas que mejor describe el Tánger internacional, brillante y cosmopolita de los años cuarenta y cincuenta, donde llegaron a residir casi 20.000 españoles. Aunque fue publicada en 1976, pasó totalmente desapercibida a pesar de estar considerada para el Premio de la Crítica, y vergonzosamente, como suele ocurrir cuando se trata de escritores del pueblo, y no de la mediocre burguesía o escritores pro-sistema, es recuperada una vez muerto de soledad, impotencia y hambre más solo que la luna. El libro, su tercera y última novela, lo escribió lejos ya del Tánger que dejó en 1965 tras fallecer su madre y su abuela. De él escribe el periodista Víctor Gómez <<Para muchos, fue el último verdaderamente maldito de las letras españolas, el autor del, quizás, mejor soliloquio de papel en nuestro idioma ‘La vida perra de Juanita Narboni’, y ganador del entonces, en 1962, Premio Planeta con ‘Se enciende y se apaga una luz’>>. Pablo Martínez Zarracina, afirma del escritor <<Todas las características habituales en los autores malditos la inadaptación, la ruina económica, la furia, el desplazamiento, la soledad, el alcohol coinciden con especial intensidad en la figura del tangerino Ángel Vázquez >>. Para muchos críticos literarios de su época, fue desafortunado; y hoy, el último bohemio de las letras españolas. En el mundo periodístico desarrolló la mayor parte de su carrera en el diario España de la época del Tánger internacional, también colaboró con otros medios y revistas. Una ‘placa conmemorativa’, en Madrid, justifica el abandono al que fue sometido. La Universidad de Granada ha tratado de recuperar la memoria de este escritor nacido en el Tánger del Protectorado al que los pocos contemporáneos que aún lo recuerdan calificaban de una timidez casi “patológica”. Las jornadas ‘Ángel Vázquez: el olvido póstumo’ pusieron el acento en valor a una figura que se ha intentado reivindicar a uno y otro lado del estrecho, con escaso éxito. El escritor granadino Eduardo Mendicutti, uno de los ponentes de las jornadas resalta <<Ángel Vázquez reúne todos los elementos para ser un escritor de culto, tuvo una vida enormemente literaria, de héroe fracasado que unió su decadencia a la del Tánger como ciudad internacional que representó en sus novelas… pero ni como eso siquiera ha sido recordado>>. Algo inexplicable teniendo en cuenta que escribió la que muchos consideran una de las grandes obras maestras de la literatura española del siglo XX. Emilio Sanz de Soto, el mejor amigo de Vázquez y su protector durante muchos años, fue tajante <<Ninguna etiqueta le convenía y la dejaron sin etiqueta, huérfana>> (La frase se refiere a ‘Juanita Narboni’, pero aplicable al propio autor). El escritor granadino mentado se une a este diagnóstico y añade <<A Ángel Vázquez le ha faltado, quizá, un gran estudio sobre su obra, pero también devotos. Escritores que lo conocieran en vida y los reivindicasen por todos los medios. Y a los pocos que ha tenido, no sé por qué, nadie les ha hecho caso>>.

NOTA

En 1981, se hizo una adaptación con el título Vida perra, dirigida por Javier Aguirre, con Esperanza Roy como protagonista aunque desgraciadamente la acción no se desarrollaba en Tánger. Más tarde, en 2006, la directora de cine tangerina Farida Benlyazid hizo una segunda versión con Mariola Fuentes en el papel principal y, esta vez sí, la ciudad de Tánger como escenario crucial para la acción como sucede en la novela. Del autor de la obra la cineasta nos dice <<En Tánger él era Antonio, el hijo de la modista. Así lo conocía la gente>>. El proyecto de adaptar la novela lo arrastraba desde 1978, año en que el autor en persona le regaló un ejemplar cuando se conocieron en Madrid. Aunque la película formó parte de la sección oficial del Festival de San Sebastián, pasó por las salas como afectada por la particular ‘maldición’. ‘Juanita Narboni’ es para la cineasta <<La mejor novela que se ha escrito de Tánger desde dentro, sin cosas raras de espías ni historias de contrabandistas. Vázquez es un escritor maravilloso. Puede que lo conozca poca gente, pero los que sí están encantados.

PD.

El poeta Miguel Hernández fue otro escritor maldito; su infancia fue bastante dura, trabajó desde niño como campesino y pastor de ovejas, en un ambiente familiar nada favorable; el padre era un déspota, lo maltrataba y le hacia trabajar largas jornadas sin derecho a nada. Fue el amigo de infancia, Ramón Sijé, el que le introdujo en la enseñanza, escritura, lectura y poesía hasta escribir su primer libro ‘Perito en lunas’ publicado en 1933. También los poetas Vicente Aleixandre, y Neruda apostaron por el joven Miguel <<Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen! (Pablo Neruda)>>. Tampoco tuvo suerte Miguel en sus primeros viajes a Madrid, se sintió despreciado, y poco valorado. Gracias a su tesón y odio de clase se fue imponiendo concienzudo con nuevos poemas y libros. El rayo que no cesa y Vientos del pueblo, lo consagraron en los círculos literarios de la capital, no sin cierto aislamiento por algunos de los poetas consagrados. Pudo haber sido uno de los mejores escritores del siglo XX, pero vio truncada su pasión y su vida, muy joven, cuando los fascistas dieron el golpe militar. El final del poeta es como el final de una tragedia griega, el héroe atrapado por la oscuridad muere sufriendo, sufriendo mucho aún joven, con sus ideas intactas. Cambia todo cambia… Cambia el canto y su pregón, hoy en falso colectivo, en otros tiempos canto de todos en voz de los hechos que brinda la experiencia, que en trasiego encuentro contra el olvido y orfandad de sentirnos ciegos porque otros así lo están imponiendo y, hasta negando, las señales de identidad y presencia de sus aves y sus versos, que hay un modo de alumbrar el instinto, guiado por conciencia, la del instinto de clase que en toda su pureza empuja a avanzar contra los que exprimen y disecan ilusiones sobre nuestra batalla intelectual, que pendiente quedó sobre las misiones pedagógicas segadas por la maleza, utilizando sus escritores y poetas después de asesinado o impuesto destierro, como inerte escultura de museo del hampa, en estampa de su pasado subastando su existencia al sondeo del mazo en diagnostico de especulación propagandista. Los intelectuales, como los ríos que ya no son ríos sino simulacros de lo que un día fueron, y ni apenitas selva queda sobre el planeta, ni lluvias ni izquierda queda. Pero se olvidan que la lucha forma parte de una filosofía de clase y una lógica científica en materialismo dialéctico y, que siempre habrá alguna vía revolucionaria real a seguir, y que jamás podrá acabar su pronta doblegación ni podrá evitar su pataleo, el oportuno y el espontáneo, de los que resisten porque siempre habrá quien persiste e insiste.

Vuelven portadores ‘los escritores malditos’ de su existencia con su legado y su testigo, como la otra verdad, la de otra cara de la vida y moneda; vuelven los que les robaron, secuestraron y asesinaron la vida que acredita sus verdaderas obras por lo que lucharon y murieron; vuelve el amor de todos ellxs enraizado, el amor encantado pleno de dignidad y entrega, amor de trabajo y creatividad, amor de grandes obras con alas de mariposa a buscarnos, a involucrarnos, los que además de escritores en todas sus variantes impartían clases dominando escritura y pedagogía, crítica y pensamiento; vuelven para la mayoría uno de los más desconocidos y más olvidado, marginado y no porque nuestro entrañable Luis Cernuda, como Ángel Vázquez, o Miguel Hernández fueran malos escritores y poetas sino todo lo contrario, a quien su propia fuerza empuja desde la tierra donde han sido sepultados; vuelven los Goytisolo, los Celaya, Blas de Otero, el joven Gabriel Aresti… para que se abra el sol contra los verdaderos malditos, del odio ahogando, asfixiando en vida y muerte a los que queriendo luchar avanzando con todxs renegando del tener que pedir permiso para vivir ni reverencia alguno; ‘malditos’ por su posición incondicional, por una educación y formación libre de sombras sin peso ni losa porque su prosa no se basaba en la enseñanza exclusiva sino en la personalidad generada de una conciencia y opción social más allá del manto narcisista de la ignorancia.

‘Cada 5 de enero’ (de Miguel Hernández)

https://www.facebook.com/delaguardiamisraices/videos/1573159549718728

 

Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)

 

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