ANA TORROJA: MARQUESA POR LA GRACIA
DE FRANCO Y DEL GOBIERNO
EMILIO SILVA BARRERA
Ana Torroja actúa en el Jardin
Botánico dentro de su gira 'Mil Razones, a 28 de julio de 2021, en Madrid,
España.- EUROPA PRESS
En el Boletín Oficial del Estado ha aparecido publicada la Orden JUS/70/2022, de 25 de enero "por la que se manda expedir, sin perjuicio de tercero de mejor derecho, Real Carta de Sucesión como Marquesa de Torroja a favor de doña Ana Torroja Fungairiño". Con la firma de la ministra de Justicia, Pilar Llop, no sólo se lleva a cabo la renovación de algo tan anacrónico y medieval como un título nobiliario sino que se ratifica, en plena democracia, una decisión tomada y firmada por un dictador, responsable de numerosas violaciones de derechos humanos.
Más allá de los
méritos profesionales de Eduardo Torroja, abuelo de la cantante que ahora es
marquesa, a quien Franco concedió el título de manera póstuma, la gravedad del
hecho es la obediencia, en democracia, de un decreto firmado por un dictador.
El BOE del 2 de octubre de 1961 publicaba el decreto 1762/1951 de 1 de octubre,
día del aniversario del ascenso de Franco a generalísimo de todos los ejércitos
y autodecidido por el propio golpista como Día del Caudillo. En él se concede
el "Título del Reino de Marqués de Torroja" al ingeniero Eduardo
Torroja "que consagró su vida a la investigación, a la docencia y la
realización de importantísimas obras públicas en nuestra patria, a la que
entregó todas sus actividades y enalteció su prestigio".
Durante décadas de
recuperada democracia, los gobiernos han renovado títulos nobiliarios
concedidos por Franco. Sucesivos ministros de justicia firman las expediciones
del título sin hacer valoraciones políticas acerca del significado que tiene
que una democracia ratifique un honor otorgado por la voluntad de un dictador.
Nunca se plantearon revocarlos o, como debería ser, acabar de una vez por todas
con la participación de un Estado moderno en la validación de la existencia de "nobles",
algo que vulnera los principios igualitarios Constitucionales e incrusta en
nuestra democracia comportamientos medievales.
Fue en el año 2009.
El ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, firmó la renovación del
título de Duque de Mola. Y entonces comenzó a denunciarse su existencia. La
Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) denunció
públicamente la asunción de la decisión de un dictador y el hecho de que una
democracia renueve decretos redactados por un dictador. También fue preguntado
el Gobierno, sin que diera respuesta, si alguno de los títulos franquistas
había mantenido en democracia las exenciones fiscales que les otorgó el
franquismo.
Cuando este
Gobierno llegó a la Moncloa y comenzó a comunicar sus futuras medidas en
materia de memoria democrática, anunció que eliminaría los títulos nobiliarios
creados por el dictador. Después de esa afirmación aparecieron matices y se
supo que algunos de los títulos otorgados por el Caudillo serían mantenidos
cuando las personas que recibieron esos honores no hubieran participado de
manera directa en la represión franquista.
Cuando el BOE con
fecha de 8 de febrero de 2022 llevaba en sus páginas la orden de expedir la
renovación del título de Marquesa de Torroja, en favor de la cantante Ana
Torroja, el Gobierno dejó clara su decisión de asumir algunas de las decisiones
del dictador en materia nobiliaria.
La discusión acerca
de estos títulos y de estas supuestas noblezas no es la calidad del trabajo del
ingeniero al que se reconoce. Se trata de dos cosas; por un lado, valorar y
juzgar el colaboracionismo con una dictadura y considerarlo lícito o ilícito.
El enaltecimiento de la patria a la que alude Franco en la concesión del título
fue el fortalecimiento de un Estado fascista, sostenido sobre miles de
cadáveres y una violencia ejercida con mano de hierro desde su creación hasta
su disolución. Desde esa perspectiva cabe preguntarse si ha verificado el
Gobierno que ninguna de las obras del ingeniero, que obtuvo su marquesado de la
mano del dictador, fue realizada con mano de obra esclava de presos políticos,
algo muy común en la posguerra.
En una democracia
fundada sobre la derrota del fascismo cualquier título o distinción otorgada
por los fascistas sería en primer lugar una prueba de colaboracionismo.
Por otro lado, está
la adopción en democracia de una decisión tomada por un Caudillo. Que un
dictador haya señalado a determinados personajes como merecedores de un
reconocimiento especial sólo puede considerarse una decisión arbitraria,
legitimadora de su gobierno y a todas luces antidemocrática. Desde esa
perspectiva no es admisible que un Gobierno constituido en una democracia
acepte como propio el reconocimiento otorgado por la mirada, la conveniencia y
el capricho de un dictador. Se renueva un título nobiliario en un país en el
que siguen en las cunetas miles de personas que demostraron su nobleza
democrática al oponerse a un golpe de Estado y tratar de impedir la
construcción de una dictadura. Se valida la decisión tomada por Franco en un
tiempo en que muchos ingenieros tuvieron que exiliarse por defender la
democracia, fueron apresados por los mismos motivos o vivieron la depuración
del régimen que les impidió ejercer su profesión para el resto de sus vidas.
Cada vez que Eduardo
Torroja se presentaba a un concurso no competía con un buen número de
ingenieros que tenían prohibida su concurrencia al estar perseguidos, exiliados
o represaliados lo que claramente suponía una ventaja para aquellos que
estuvieron en connivencia con el régimen fascista en contra de quienes
defendieron la legalidad democrática.
Con este gesto que
renueva el título de la Marquesa de Torroja, el Gobierno pisotea la memoria de
todos aquellos hombres y mujeres que no pudieron desarrollar sus vidas y sus profesiones
con libertad. El Estado democrático asume decisiones de un dictador y ratifica
los premios que otorgó a quienes colaboraron con su régimen. Se trata de un
problema sencillo de resolver.
La Constitución
Republicana de 1931 abolió los títulos nobiliarios en su Artículo 25; "No
podrán ser fundamento de privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación, el
sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas ni las creencias
religiosas. El Estado no reconoce distinciones y títulos nobiliarios". Eso
debería hacer este Gobierno terminar con esa política medieval y terminar con
el colaboracionismo del Estado en la existencia de "la nobleza", que
debería ser un club privado en el que sus miembros se titulen como les
apetezca, sin que esa absurda distinción reciba la participación notarial del
Estado.
Pero, viendo que
este Gobierno no pretende sacarnos del siglo XIX en esas cuestiones, sí se le
debe exigir que, en el marco de sus políticas de memoria, se anulen y extingan
todos y cada uno de los títulos nobiliarios otorgados por el dictador, que
deben ser anulados sin matices ni excepciones. También los concedidos por Juan
Carlos de Borbón a la familia Franco y a otros personajes que colaboraron con
él en la construcción del terror.
Un gobierno democrático
tiene que rechazar los actos de un dictador. Un gobierno que quiera fortalecer
y consolidar las libertades y los derechos debería reconocer a los ingenieros
que fueron leales a la democracia, no abrazaron la dictadura y por no aceptar
el ejercicio del poder franquista fueron represaliados y perseguidos. Esos sí
que fueron nobles.
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