"EL ROJO ES EL NUEVO VERDE" Y
LA MENTE REACCIONARIA
MARGA FERRÉ
Copresidenta de Transform Europe!
Pablo Casado, acompañado por el presidente del PP de Ávila, durante la
visita a una explotación ganadera de extensivo en Las Navas del Marqúes
(Ávila).- Raúl Sanchidrián / EFE
"Green is the new red" (El verde es el nuevo rojo, en inglés) fue un término que acuño la extrema derecha norteamericana para demonizar al activismo ecologista y señalar a quienes forman parte de él como malvados comunistas e incluso como ecoterroristas, al calor del recorte de libertades que Bush impuso tras el terrible atentado del 11-S. Ese "los verdes son los nuevos rojos" sigue siendo hoy parte del argumentario conservador en su campaña de acoso al ecologismo y fue contestado magistralmente por un libro del mismo título que escribió Will Potter, en 2011, en el que desvelaba cómo los ataques al activismo ecologista eran una nueva versión del macartismo anticomunista de los años 50.
En un contraataque
clásico de los movimientos sociales, hubo quien le dio la vuelta al argumento a
través de una proclama interseccional que hoy recojo, con el eslogan "red
is the new green" ("los rojos son los nuevos verdes" -en español
se entiende mejor en plural-) que se me antoja perfecto al calor de la falsa
polémica creada estas semanas en torno a la crítica a las macro granjas del
ministro Garzón.
Saltando costuras
De la misma manera
que el feminismo ha hecho saltar las costuras de roles impuestos a las mujeres
y la arquitectura económica, social, cultural, política y de poder construida
en torno a esa dominación, la ecología, en el siglo XXI, hace saltar por los
aires cualquier análisis de la realidad que no la incluya, porque es ciencia,
datos, hechos, cifras, realidades tangibles y medibles y, por lo tanto y por
mucho que se empeñen, su crítica es irrefutable.
Las macrogranjas
contaminan, amenazan la ganadería extensiva y generan carne de peor calidad y
eso es un hecho, no una opinión. Por tanto, la pregunta es por qué arman tanto
revuelo ante una verdad incontestable y la respuesta es… porque lo ha dicho un
rojo.
Las macrogranjas,
la enésima tormenta que no logra romper al Gobierno de coalición en dos años de
legislatura
Vivimos una época
en la que el capitalismo y quienes lo defienden llevan un par de lustros
intentando, por todos los medios, ser verdes sin cuestionar el sistema
económico: new green deal, green capitalism, mercados de emisiones,
greenwashing, coches eléctricos, productos ecológicamente friendly, publicidad
engañosa, responsabilidad individual… Hasta que llegó la pandemia hasta medio
consiguieron ganar la narrativa, llegando incluso a tener repercusión electoral
partidos verdes de corte liberal.
Creo, sin temor a
equivocarme del todo, que dos hechos han frenado este relato y puesto un espejo
de realidad ante la ilusión del capitalismo verde: uno es la pandemia, la
vulnerabilidad de la especie. El otro, la emergencia climática, paradójicamente
más innegable que nunca -la estamos sintiendo ya- y menos tomada en serio por
quienes nos gobiernan, como se vio en la inútil COP de Glasgow.
Lo que ocurre es
bien sencillo, es negarse a aceptar que hay que poner límites, y muy serios, al
modelo de producción y de consumo. Es un hecho irrefutable que para evitar la
degradación ambiental y el cambio en nuestro clima hay que intervenir la
economía con criterios ecológicos y sociales, que es lo que ha hecho Garzón en
su denuncia. Por eso le atacan tan desaforadamente, porque saben que tiene
razón. Lo rojo es lo nuevo verde.
El mismo PP que
ahora niega las macrogranjas fue pionero en cerrarlas hace veinte años
Mi sorpresa no es
la reacción desatada de la derecha, sino el monumental despiste del PSOE, que
parece no querer entender que los bulos de los ultras y sus voceros no se combaten
dándoles la razón o callándose.
La mente reaccionaria
He de confesarles
que una de mis carencias es cierta incapacidad para entender a la derecha. Me
ha ayudado a superarla la lectura de un libro que les recomiendo y mucho para
entender por qué la derecha actúa como lo hace: "La mente reaccionaria",
de Corey Robin, del que hoy comparto con ustedes dos ideas clave.
La polémica sobre
Garzón empieza a darse la vuelta: tuits borrados, críticos retratados y
macrogranjas, a debate
Para los
conservadores, lo que les une y define es la experiencia de tener el poder,
verlo amenazado e intentar recuperarlo. A tal fin existen y, por eso, todo lo
demás da igual: mentir, comprar voluntades, redes clientelares, bulos… Lo que
haga falta, lo han hecho siempre, nada nuevo bajo el sol.
El problema es que
en democracia necesitan apoyo popular, es decir, convencer de un proyecto
político a personas que no están incluidas en él y que no se van a ver
favorecidas por el mismo: esa es la función del populismo de derechas (que hoy
caracteriza a nuestra derecha patria). Una de las formas más eficaces que
tienen para hacerlo es la victimización, la apelación a "un tipo especial
de víctima, una que ha perdido algo de valor, a diferencia de los parias de la
tierra que nunca han tenido nada que perder", argumenta Robin.
Encuentro ahí la explicación
a la histeria del PP, que va a presentar mociones en toda España contra el
ministro de Consumo por atacar a la ganadería, cuando en realidad es quien la
defiende. Populismo de derechas en estado puro: no es que no sean inteligentes,
es que es intencionado. El libro citado proclama que es la primera vez en la
Historia que la clase dominante basa su reivindicación en el victimismo. Eso
era Trump y en esa carrera están los conservadores y su versión ultra en
España.
Les ha salido mal
su bulo contra Garzón, a pesar de la impagable ayuda del PSOE, pero seguirán.
Perderán, pero darán guerra, y lo harán porque el azul nunca podrá ser verde,
porque los límites son tan obvios que hoy es más compartido que nunca que sin
intervenir el sistema económico, no hay futuro en positivo ni para el planeta
ni para la gente.
Y perderán porque
son menos, porque hasta los ganaderos se están dando cuenta, porque mujeres,
precarios, jóvenes y migrantes somos mayoría y porque en las calles, lejos del
Palacio (como llamaba Passolini al poder), los colores se mezclan con más
facilidad y espero que pronto veamos que de la combinación del rojo y del
verde, en política, puede y saldrá, un violeta precioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario