RACISMO INSTITUCIONAL: MÁS
DEL QUE SE VE Y SE DICE
Lo de la
señora Monasterio en la Asamblea de Madrid podría servirnos para intentar, una
vez más, reflexionar sobre el racismo institucional y abordarlo políticamente
con seriedad, honestidad y coherencia, o puede servir, otra vez más, para la
mera refriega partidista sin más
GARBIÑE BIURRUN MANCISIDOR
El pasado 15 de abril de 2021 la Gran Sala del Tribunal de Justicia de la Unión Europea –TJUE– dictó una sentencia en un procedimiento prejudicial planteado por el Tribunal Supremo de Suecia. En el caso, un pasajero de origen chileno residente en Estocolmo, con una reserva para un vuelo interno en Suecia, fue sometido a un control de seguridad ''adicional'' por decisión del comandante de la aeronave, por lo que el Defensor del Pueblo en materia de discriminación planteó una petición de indemnización para dicho ciudadano por el comportamiento discriminatorio de la compañía aérea ligado a razones de apariencia física y origen étnico. Como la empresa demandada se allanó al abono de la indemnización, aunque sin reconocer actuación discriminatoria alguna, el órgano judicial se negó a examinar la cuestión de fondo, lo que llegó hasta el Tribunal Supremo, que planteó la cuestión prejudicial reseñada. El TJUE concluyó, muy resumidamente dicho, que debe garantizarse que las denuncias por discriminación sean siempre examinadas.
Viene a cuento esta referencia en relación a lo acontecido en la Asamblea de Madrid en el debate de investidura de la señora Díaz Ayuso, en el que la parlamentaria de Vox, la señora Monasterio, se refirió a la entrada ilegal en España y a su trabajo de venta callejera, también ilegal, del también parlamentario –de Unidas Podemos– señor Mbayé. Y también viene al hilo de todo lo dicho y escrito en relación con estas palabras que han sido calificadas muy mayoritariamente de ''racistas''.
No voy a calificar
el discurso de la señora Monasterio, no es necesario. Menos aún pretendo
blanquearlo ni difuminarlo en un marco general de racismo al que ahora me
referiré. No comparto en absoluto su posición, pero tampoco la de quienes se
alarman y manifiestan contra ella pero asumen acríticamente –o casi– la
situación de las personas inmigrantes, o simplemente pobres, pues hay
inmigrantes de primera división, desde luego.
Hablar de ''racismo
institucional'' no es hoy ya, a diferencia de lo que durante demasiado tiempo
se ha considerado por muchas gentes ''de orden'', una extravagancia o una
manifestación de una posición ideológica radical extrema. Desgraciadamente, no
lo es. Y digo desgraciadamente porque el ''racismo institucional'' existe sin
duda alguna, como también el ''racismo estructural'' y el ''sistémico'', según
ha sido estudiado por especialistas de la sociología y la antropología.
''Racismo
institucional'' en terminología ya adoptada por el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos –TEDH– que en su sentencia de 16 de abril de 2019 –Caso Lingurar contra
Rumanía– la ha utilizado por primera vez. Se trataba de un caso en el que el
TEDH ha declarado la existencia de discriminación en la conducta policial por
intervenir en un pequeño pueblo de aquel país debido a sospechas de actos de
delincuencia, denunciándose por la familia Lingurar un trato discriminatorio
por su origen étnico –romaní–, lo que no fue suficientemente investigado por
los tribunales nacionales. El TEDH concluyó que se había producido una
violación de los artículos 3 y 14 del Convenio Europeo de Derechos Humanos
–CEDH– y argumentó que '"En el Estado demandado las comunidades romaníes
se enfrentan a menudo al racismo institucional y son propensas a un uso
excesivo de la fuerza por parte de las autoridades encargadas de hacer cumplir
la ley''.
Podría decirse que
hablamos de otros Estados y no del español. Podría, pero sería un extraordinario
autoengaño, un trampantojo. Una trampa, una ilusión, una imagen distorsionada y
alejada de la realidad, mediante las que vemos lo que no es y desconocemos lo
que realmente es.
Veamos, si no, lo
ocurrido estos días atrás. ¿Qué vemos y oímos? Que la representante de Vox
reprocha al señor Mbayé haber entrado ilegalmente en España y haber trabajado
en la venta ilegal callejera. Palabras duras, sin duda. Pero hay muchas
preguntas que habrían de hacerse en relación con las mismas. Palabras que,
siendo ciertas –no se niega que el señor Mbayé llegó de Senegal y entró en
España de manera irregular ni que haya trabajado como ''mantero'', pues él
mismo lo explica con detalle–, deben suscitar interrogantes.
Por eso me resultan
tan lógicas, tan necesarias y tan obligadas preguntas como: por qué tuvo que
entrar ilegalmente en este Estado, por qué tuvo que trabajar en una actividad
ilegal y perseguida por las normas españolas, por qué fue perseguido el propio
señor Mbayé, cuál es nuestra regulación de extranjería, cómo se ejerce el
control de fronteras por las autoridades españolas y por la Agencia Europea de
Fronteras –FRONTEX–, cómo estamos tratando a las personas migrantes que entran
irregularmente, qué está ocurriendo en el Mediterráneo, en las Canarias, en Ceuta
y Melilla… dónde y cómo están las personas menores que entran irregularmente en
Ceuta y otros lugares...
Preguntas que,
aunque resulten incómodas, pues nos ponen frente a un espejo, hemos de plantear
y responder.
Y esto no va
solamente de lo que hace Marruecos u otros países que permiten ocasional o
sistemáticamente la salida de personas migrantes, sino de nuestro blindaje de
fronteras en los términos ya conocidos. Y también va, desde luego, de los
discursos políticos, de la regulación legal, del sistema y actuación
policiales, del sistema judicial, de las políticas públicas asistenciales... En
definitiva, de lo que nuestras estructuras, mayormente institucionales, tienen
arbitrado para dar respuesta a la imparable y, en mi opinión, legítima
inmigración, aunque no sea legal o regular –o sea, el real cierre de fronteras–
y del trato que luego estas personas reciben en este Estado –como en otros,
como hemos visto–.
Recuerdo
perfectamente algunas resoluciones del magistrado Ramiro García de Dios
Ferreiro en las que se refería al ''racismo institucional'', en relación a
algunas actuaciones policiales y también a la situación de los Centros de
Internamiento de Extranjeros –CIE–. No era, pese a muchos comentarios, ninguna locura
del magistrado, sino la lucidez de quien no se deja seducir por un cómodo
trampantojo. Hoy, como digo, nadie duda de la existencia de ese ''racismo
institucional'', pero el ya jubilado señor García de Dios ha dado un paso más
en la apreciación de la situación y calificado, citando a Luigi Ferrajoli, de
''sadismo policial'' y ''sadismo institucional'', por ejemplo, el internamiento
de las personas inmigrantes del Aquarius en un CIE en verano de 2018.
Ya ven, lo de la
señora Monasterio en la Asamblea de Madrid podría servirnos para intentar, una
vez más, reflexionar sobre la cuestión y abordarla políticamente con seriedad,
honestidad y coherencia. O puede servir, otra vez más, para la mera refriega
partidista sin más.
Y todo esto, sin
entrar en el racismo social, del que cada cual sabemos un poco o bastante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario