Que no piense mi amigo lector, que no me cuesta escribir estas líneas, dado que serán unos renglones críticos para aquellos que habitualmente comparten páginas de periódicos ocupándose de temas cercanos al de este encabezado. Vengo siguiendo con cierto y relativo interés los artículos publicados por el músico y escritor tinerfeño Elfidio Alonso, quien en su columna ten con ten, diserta sobre temas de nuestro folklore y sus variadas influencias. No hace mucho tiempo leí un trabajo que versaba sobre el célebre Baile del Vivo. Venía en él, una lista de artistas y cultivadores de estos géneros de música popular en las islas, y me pareció muy curioso que no se mencionara el famoso Baile del Vivo que el grupo tinerfeño de músicos Gato Gótico, grabó en 1983 y divulgó a través de una grabación titulada Frutos, que rápidamente se agotó. Este Baile del Vivo no es una casualidad ni un ensayo de laboratorio de música étnica. Tiene su propia historia que brevemente relataré. Antes de que el nombre de Valentina la de Sabinosa, se hiciera popular en todas las Islas Canarias, tuve el honor de participar en el Primer Homenaje a dicha artista. Corrían los primerísimos años de la década de los 70, cuando un grupo de entusiastas y clandestinos amigos ansiosos de libertad, me invitaron en la Universidad de La Laguna, a tocar en la isla de El Hierro en el espectáculo que allí iba a tener lugar. Ocurrió en Valverde, la capital, en el remoto cine. Fue allí que quedé impactado por su facilidad para la improvisación y su humanidad y calidez. Fue a partir de ese momento cuando los ritmos canarios como el Tajaraste, decidí, asumiendo riesgos, pasarlos al formato de la música electrónica. Así con el Grupo Salvaje estrené este tema en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife 1975 y posteriormente en la Plaza de Toros 1976, en el primer festival 12 horas de rock. El timple canario quedó incluido en aquella ejecución, el delirio popular fue grande, y hoy todavía quedan los rescoldos de aquella época dorada en que se bautizó a esta música popular: rock canario. Con la llegada de los 80 y siguiendo esa línea se creó el Baile del Vivo, y también Aires de Lima, que venía precedido de un proyecto de ensamble con el otro fundamental ritmo isleño: el Sirinoque y más tarde en el LP Nómada, La Meda. Sinceramente, pensé, que quizá la música de fusión de esta etapa no entraba en la relación que Elfidio Alonso llevó a cabo en su trabajo, debido a la “contaminación” eléctrica o simplemente “jazzística” o “rockera”. Pero el tiempo me quitó la razón. En los siguientes artículos, entra ya directamente en el folklore herreño y viene a hablar de la música tradicional, de los trabajos agrícolas, del arando, segando, cortando hoja, moliendo, cogiendo higos. Abriendo una relación de artistas canarios que han vinculando estos sones a su repertorio. Incluso viene a decir que es Benito Cabrera quien ha iniciado esta recreación musical, seguido de otros grupos o artistas como Taburiente. Buenos amigos todos ellos, todo hay que decirlo, incluido el propio autor de esta tropelía quizá inconsciente. Pero simplemente esa no es la verdad, la verdad tiene un sonido propio, que diría el escritor tinerfeño Antonio Bermejo. Todo el mundo sabe que el colectivo Gato Gótico elaboró en su obra Música para Namu, (un homenaje a la mujer africana y canaria, llevado al ballet por Roberto Torres) todos y cada uno de estos cantos y ritmos herreños. Préstamos culturales que hoy son una realidad como el bendir, las caraqueb (chácaras de metal), el djembé, sabbar, la darbuka, kora, ud, completamente desconocidos entonces y que adquirimos en diversos viajes a Marruecos, Argelia, Cuba o Senegal, a veces países en conflicto. Incluso el propio Elfidio Alonso, a la sazón alcalde de La Laguna, era un habitual a los conciertos de Gato Gótico, tanto en el Ateneo como en las fiestas del Cristo lagunero. Qué pudo ocurrir, si además el grupo participó activamente en uno de los más recientes festivales sabandeños, con incuestionable éxito... No lo sabemos, no damos crédito a semejante valoración y olvido. Y es por eso mismo, y con el único fin de que no se siga subvirtiendo la historia y la música de nuestra tierra, que tengo que concluir aunque sea haciendo de tripas corazón, que aparte de la aculturación sufrida, también los calculados olvidos hacen un daño irreparable a quienes con tesón e inteligencia han aportado su grano de arena a nuestra tradición. Aunque no le guste a Elfidio Alonso nuestra música, ahí están los hechos. Hay cosas que no se pueden tapar, y otras que conviene no olvidar. Elfidio Alonso Quintero sabe que he sido el primero que he visto con buenos ojos sus trabajos de musicología y que celebro que seamos cada vez más los músicos e investigadores que prestamos oído a esta manifestación y la interpretemos debidamente sirviéndonos de la etnociencia, pero con todo el rigor que se exige en una investigación y no precisamente dejando fuera a quienes han sido durante tres décadas puntales en el desarrollo de la música popular y el jazz en Canarias, augural jazz makaronésico a partir del cd Makaronesia. Le recomendamos leerse el trabajo de Maximilian Hendler, Aculturación y Jazz. La Música de Gato Gótico, publicado por la Universidad de Graz, Austria hace apenas dos años. Va a ser verdad que la gente de fuera aprecia nuestro trabajo más que los propios del terruño. En nombre de los músicos canarios: Mariano Luis, Servando Díaz, Miguel Ángel Delli, José Acosta LLarena, Manuel Abreu, Antonio Ariza, Ramón García Alonso, Olga Luis Rivero, Achosman Araya, Ruskin Herman, Jorge Leston, José Juan López, Carlos Real, José Pedro Pérez, Luis de la Sierra, Pedro Neto o Mamadou Gueye, músicos que ejecutaron muchas de dichas interpretaciones. Roberto Cabrera
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