HOY NO HEMOS VENIDO A
DIVERTIRNOS
Grabación
del programa La Revuelta en el Teatro Gran Vía
Broncano disimula su talento con ese aire de hombre despistado, de muchacho al que se la sopla todo. Sea una pose o no, el caso es que todo en ese programa está desaprovechado
Dos entradas para ver La Revuelta. La última vez que fui a ver la grabación de un programa de TV (en el que no trabajara) Fofó estaba vivo y Fofó actuaba. Cuando mi amigo César en plena cola, en plena calle, me dice que el programa dura cuatro horas pienso en el bocadillo que nos dieron en Prado del Rey ese día de Fofó, de Gaby y de Miliki. Hoy no hay bocata, pero habrá castañas en Callao, a la salida. Tengo la impresión de que el programa va a ser una castaña. Cuando pasas de los 50 desarrollas un olfato especial para las cosas y para las personas. Te pasas la vida huyendo, poniendo pies en polvorosa. Nuestra vida es un constante western y siempre vamos en desventaja. Corremos menos que el caballo del malo. Y eso que Clint Eastwood dijo aquello de: “Cuando me levanto cada día no dejo entrar al viejo”. Nosotros sí. Ya lo siento.
Una hora
de cola. Estamos rodeados de gente a la que le entusiasma el programa, el
presentador, los subalternos, todo. César y yo parecemos dos alienígenas. Dos
diputados de Junts rezando para que Pedro se saque de la manga una cuestión de
confianza. ¿Qué hacemos aquí? La misión principal (en nuestra visita al teatro
dos semanas antes) era que entrevistaran a Irene Montero. De repente nos vemos
esperando como dos mamuts para entrar en el plató y meter las rodillas en la
butaca de delante, durante tres horas. Los dos sufrimos de las rodillas, cada
uno de las suyas. Tres horas, se dice rápido.
La cola
avanza. Una chica muy simpática grita declamando: —Tened a mano el código QR de
la entrada y el DNI—. Parecemos ganado, somos ganado. Al menos no estamos de
camino a El Hormiguero. Ese pensamiento me alivia. No hay que verle
la jeta al marido de Nuria Roca. Un amigo nos trae cuatro botellas de agua. Nos
debe ver mal. Las rodillas, las arrugas del tiempo, los achaques. La idea es
que trajeran a Montero al programa para presentar su libro. Aquí no pintamos
nada. Algo habremos hecho. Pero hay que entrar al teatro. Nacidos para sufrir.
La muerte tenía un precio. Tres horas y cuatro botellas de agua. Cero euros. El
caso es quejarse.
Se
amontonan las órdenes por parte de la simpática compañera de producción. Los
baños están a la vuelta de no sé qué columna, a la derecha. La fila ha de ser
de uno. La salida de emergencia está allí, la salida normal allá. No puedo
memorizar tantos datos. Te voy a dar un dato. Esperemos que esta tarde-noche
nadie se marque un Alcalá 20. Nos instan a mear lo antes posible, no dejarlo
para más tarde, puede ser fatal. Nosotros venimos meados de casa. Somos perros
viejos. Aunque de la próstata no te puedes fiar. Pero somos domadores de
próstata y de idiotas.
Al fin
vemos el escenario, el plató. Es un viejo teatro. Nada nuevo bajo el sol. Solo
pienso en que no nos pongan en ningún tiro de cámara, ni cerca del escenario.
Venimos a lo que venimos. A salir cuanto antes. Pero somos gafe, lo sabemos.
Venimos gafados de fábrica. Nos colocan en la segunda fila, donde la bañera. El
lugar que más veces enfocan. Empieza el pre-show. Sin bocata la vida se ve
peor. Arranca la diligencia.
Un joven
comediante de apellido Bezos comienza a desplegar toda su verborrea en busca de
candidatos y candidatas para incluirles en directo, desde la bañera o desde el
bidé. Los más ingeniosos tendrán el premio de poder entrar en directo e
interactuar con Broncano. Pienso en Fofó, en Gaby. Me olvido de Miliki. Miliki
me daba miedo de pequeño. Lo reconozco. Ahora me da miedo su hijo. Pienso en el
bocata de mortadela de Prado del Rey. Creo que ese día nos dieron también
Mirinda. Existía la Mirinda. Ahora estamos a H2O. No estamos a Rolex, ni a
setas, estamos a aguas. A verlas venir.
Bezos nos
confirma que la chica que tenemos justo detrás está a punto de salir de
cuentas. Que podría romper aguas hoy mismo y dar a luz justo detrás de mi
espalda. Pienso en cómo cortar un cordón umbilical. Pienso en cómo saldrá el
niño o la niña. ¿De cabeza? ¿Vendrá atravesado? ¿Alguien tiene algo para
meterle una epidural? ¿Se puede hacer una cesárea ahí con tan poco espacio?
Noto las rodillas de la embarazada en mi chepa. Se me sube a la chepa.
No hay nada peor en la vida
(además de bombardear Gaza como hobby) que creerte gracioso y no serlo
Bezos no
encuentra a nadie ingenioso, el tiempo se acaba. De momento hay dos atontados
de Fuenlabrada que van de fumetas (pero no serán los elegidos). No hay nada
peor en la vida (además de bombardear Gaza como hobby) que creerte gracioso y
no serlo. Lo tengo comprobado. Hay que rodearse de gente que no levanta la mano
cuando pides algo y de gente que no te dice “Si, bwana” a todo. Disidentes de
la vida venid a mi. La lealtad es eso, no comer p———-.
Volvemos
a La Revuelta. También tienen opciones dos pijas que están de
becarias en LaSexta. Son burdas, pero van con ellas. Las pondrán en el bidé.
Mejor sitio no hay para semejante materia gris. Hay programas de la llamada
“cadena triste” con los que nos podríamos limpiar el culo. Hay un chef mexicano
que es un poco gangoso. Se llama Malechor. La vida es un western, ya os lo
dije. Eso le hace gracia al animador, que parezca un poco gangoso. Telita. El
señor no tiene gracia. Lo único que tiene gracia es su acento mexicano y el
hecho de que no va a caber en la bañera. El público le escoge precisamente por
eso. Aquí el pueblo decide quién está en directo con el presentador. Democracia
pura. Un tonto, un voto.
Todo
parece demasiado precipitado, demasiado improvisado, poco currado. Pero es lo
que se lleva ahora. Mucho ruido y pocas nueces. Unga, unga. Sentado ahí con las
rodillas clavadas en la butaca que tengo delante me doy cuenta de que no van a
llevar a Montero, ni a Emilio Lledó, ni a Zizek. Aquí hemos venido a
divertirnos, no a pensar. Puto Bertrand Russell cuánto daño has hecho. Tampoco
creo que nos vayamos a divertir. Llámame crazy.
Al fin
aparece Broncano por uno de los pasillos. Viene de casa, no ha pasado por la
redacción, no ha pasado por ningún lugar común, no ha pasado por caja. Viene
con cara de venir de la siesta. Entra como Pedro Sánchez por tu casa, para
asegurarse de que la nevera sigue vacía y la Ley Mordaza sigue en vigor. Entra
saludando a la gente, gente que ha entrado en éxtasis. No paran de gritar. Es
un tipo campechano, con coco, no es un Castelar, pero tampoco es un Pablo
Motos, ni ninguno de sus secuaces. Broncano empieza a tocar el bombo. Lo mejor
es que pone “Fuerza Valencia”. Me quedo con eso. Nunca he sido de bombos, ni de
batukadas. Tengo el tímpano tocado de tantas manifestaciones, sorry. No me
comas la oreja.
Se
incorporan Grison y Castella. Ya estamos todas. Como era de esperar el chef
mexicano no cabe en la bañera y le ponen justo delante de mí. Le comenzamos a
poner encima todos los peluches que había en la bañera. Para mí este fue el
mejor momento de la tarde-noche. Le colgué un osito en su cocorota. Dediqué
diez minutos de mi martes en pelearme con el oso para que no se cayera. Sentí
que tenía una misión en la vida. Ser un poco Fofó por unos minutos. ¿Cómo están
ustedes? ¿Cómo está ese oso de peluche? Bien, está bien, gracias. Muy amable.
Una de
mis botellas de agua se va rodando camino al escenario. Se me quita la sed. Echo
de menos ese bocata de mortadela sin aceitunas. Broncano conoce al fin a las
dos pijas de LaSexta. Le explican que en Atresmedia tienen prohibido que sus
empleados y empleadas vayan de público a este programa. No sabemos si les dejan
verlo en la intimidad. A este nivel de gilipollez hemos llegado. Poco nos pasa.
Broncano es larguirucho e inteligente. Es lo contrario de Platero. No digo que
Platero no fuera inteligente pero era suave y pequeño. Como yo cuando visité
Prado del Rey a mediados de los años 70. Había muerto el genocida, lo juro por
la Collares y por su amante Arias Navarro.
Es su programa, es su bebé.
Pero a mí me parece una nueva oportunidad perdida
Y aquí me
quedo. No voy a contar nada más porque lo he borrado de mi hipotálamo. Recuerdo
que vino una actriz desconocida de invitada y un músico que es el que más ha
vendido en España en 2023. Broncano da juego cuando hay tíos como Jordi Mollà o
uno de los protas de The Walking Dead. En el caos se mueve bien.
Porque Broncano no se prepara nada. No sabe apenas cómo se llama el invitado,
no sabe qué películas ha hecho, no sabe nada. Y no importa porque llevo torta.
La sensación allí mismo es ¿y qué más da? Aquí hemos venido a tocar el bombo, a
decir chorradas sobre sexo y drogas. ¿Cuánta pasta tienes en el banco? Ese es
el nivel, Maribel. Y no pasa nada, están en su derecho. Es su programa, es su
bebé. Pero a mí me parece una nueva oportunidad perdida. Como el nuevo CQC, ya
veréis la ñorda que va a ser.
Con el
talento que tiene Broncano se podrían hacer maravillas. No sé si es elección
suya y nadie se curra nada, o nadie se curra nada porque pa qué. Si tuvieron
éxito en Movistar+ ¿para qué cambiar la inercia? Y en TVE lo siguen petando.
Cómo será de mierda El Hormiguero que un programa tan cogido
con pinzas triunfa y les da en todo el morro.
No soy
filósofo, no quiero especular sobre el mundo líquido, el amor líquido, las
relaciones líquidas. Pero tengo la sensación de que estamos en un mundo que es
una orilla constante. No podemos ir donde cubre porque ya no cubre en ningún
lugar. Siempre con el agua en los tobillos. Remando en la orilla. El talento
está bajo sospecha. Alguien toca el bombo todo el tiempo. La Chochona, le ha
tocado La Chochona oiga.
Broncano
disimula su talento con ese aire de hombre despistado, de muchacho al que se la
sopla todo. Sea una pose o no, el caso es que todo en ese programa está
desaprovechado. La que se podría montar en una hora y media de televisión con
esos mimbres… Larry David ilumínanos. No sé si como decía Andrés Montes faltan
profesionales o faltan ganas de innovar y salir del caca, culo, pedo, pis.
Hasta Mercedes Milá ha perdido el Norte. ¿Qué nos queda? Ir al cine, así os lo
digo. Emilia Pérez en vena. La Cocina en vena.
Me
pierdo, como con tantas cosas. Salimos del teatro. No hemos aplaudido ni una
vez, no hemos sonreído ni una vez, no hemos disfrutado. Ha sido un suplicio.
¿Nos hemos hecho mayores? ¿Nos hacía más gracia Gaby? ¿Estamos desfasados?
¿Somos dos gilipollas en apuros? ¿Somos más de revoluciones que de revueltas?
Nos vamos
del lugar del crimen. Bajamos por Gran Vía como almas en pena. Nos duelen las
rodillas. Compramos unas castañas. Una docena cuatro euros. El castañero me
confirma que este año son buenas. Siempre dicen lo mismo. Todos los años son
buenas porque llueve ese verano. Aunque no haya llovido ese verano. Me despido
de mi amigo César. Yo pienso en Fofó, él en Jimmy Fallon. Hoy no vinimos a
divertirnos. No pasa nada. Hay más días para divertirse, o no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario