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jueves, 12 de diciembre de 2024

HOY NO HEMOS VENIDO A DIVERTIRNOS

 

HOY NO HEMOS VENIDO A DIVERTIRNOS

WILLY VELETA 

Grabación del programa La Revuelta en el Teatro Gran Vía

Broncano disimula su talento con ese aire de hombre despistado, de muchacho al que se la sopla todo. Sea una pose o no, el caso es que todo en ese programa está desaprovechado

Dos entradas para ver La Revuelta. La última vez que fui a ver la grabación de un programa de TV (en el que no trabajara) Fofó estaba vivo y Fofó actuaba. Cuando mi amigo César en plena cola, en plena calle, me dice que el programa dura cuatro horas pienso en el bocadillo que nos dieron en Prado del Rey ese día de Fofó, de Gaby y de Miliki. Hoy no hay bocata, pero habrá castañas en Callao, a la salida. Tengo la impresión de que el programa va a ser una castaña. Cuando pasas de los 50 desarrollas un olfato especial para las cosas y para las personas. Te pasas la vida huyendo, poniendo pies en polvorosa. Nuestra vida es un constante western y siempre vamos en desventaja. Corremos menos que el caballo del malo. Y eso que Clint Eastwood dijo aquello de: “Cuando me levanto cada día no dejo entrar al viejo”. Nosotros sí. Ya lo siento.

Una hora de cola. Estamos rodeados de gente a la que le entusiasma el programa, el presentador, los subalternos, todo. César y yo parecemos dos alienígenas. Dos diputados de Junts rezando para que Pedro se saque de la manga una cuestión de confianza. ¿Qué hacemos aquí? La misión principal (en nuestra visita al teatro dos semanas antes) era que entrevistaran a Irene Montero. De repente nos vemos esperando como dos mamuts para entrar en el plató y meter las rodillas en la butaca de delante, durante tres horas. Los dos sufrimos de las rodillas, cada uno de las suyas. Tres horas, se dice rápido.

La cola avanza. Una chica muy simpática grita declamando: —Tened a mano el código QR de la entrada y el DNI—. Parecemos ganado, somos ganado. Al menos no estamos de camino a El Hormiguero. Ese pensamiento me alivia. No hay que verle la jeta al marido de Nuria Roca. Un amigo nos trae cuatro botellas de agua. Nos debe ver mal. Las rodillas, las arrugas del tiempo, los achaques. La idea es que trajeran a Montero al programa para presentar su libro. Aquí no pintamos nada. Algo habremos hecho. Pero hay que entrar al teatro. Nacidos para sufrir. La muerte tenía un precio. Tres horas y cuatro botellas de agua. Cero euros. El caso es quejarse.

Se amontonan las órdenes por parte de la simpática compañera de producción. Los baños están a la vuelta de no sé qué columna, a la derecha. La fila ha de ser de uno. La salida de emergencia está allí, la salida normal allá. No puedo memorizar tantos datos. Te voy a dar un dato. Esperemos que esta tarde-noche nadie se marque un Alcalá 20. Nos instan a mear lo antes posible, no dejarlo para más tarde, puede ser fatal. Nosotros venimos meados de casa. Somos perros viejos. Aunque de la próstata no te puedes fiar. Pero somos domadores de próstata y de idiotas.

Al fin vemos el escenario, el plató. Es un viejo teatro. Nada nuevo bajo el sol. Solo pienso en que no nos pongan en ningún tiro de cámara, ni cerca del escenario. Venimos a lo que venimos. A salir cuanto antes. Pero somos gafe, lo sabemos. Venimos gafados de fábrica. Nos colocan en la segunda fila, donde la bañera. El lugar que más veces enfocan. Empieza el pre-show. Sin bocata la vida se ve peor. Arranca la diligencia.

Un joven comediante de apellido Bezos comienza a desplegar toda su verborrea en busca de candidatos y candidatas para incluirles en directo, desde la bañera o desde el bidé. Los más ingeniosos tendrán el premio de poder entrar en directo e interactuar con Broncano. Pienso en Fofó, en Gaby. Me olvido de Miliki. Miliki me daba miedo de pequeño. Lo reconozco. Ahora me da miedo su hijo. Pienso en el bocata de mortadela de Prado del Rey. Creo que ese día nos dieron también Mirinda. Existía la Mirinda. Ahora estamos a H2O. No estamos a Rolex, ni a setas, estamos a aguas. A verlas venir.

Bezos nos confirma que la chica que tenemos justo detrás está a punto de salir de cuentas. Que podría romper aguas hoy mismo y dar a luz justo detrás de mi espalda. Pienso en cómo cortar un cordón umbilical. Pienso en cómo saldrá el niño o la niña. ¿De cabeza? ¿Vendrá atravesado? ¿Alguien tiene algo para meterle una epidural? ¿Se puede hacer una cesárea ahí con tan poco espacio? Noto las rodillas de la embarazada en mi chepa. Se me sube a la chepa.

No hay nada peor en la vida (además de bombardear Gaza como hobby) que creerte gracioso y no serlo

Bezos no encuentra a nadie ingenioso, el tiempo se acaba. De momento hay dos atontados de Fuenlabrada que van de fumetas (pero no serán los elegidos). No hay nada peor en la vida (además de bombardear Gaza como hobby) que creerte gracioso y no serlo. Lo tengo comprobado. Hay que rodearse de gente que no levanta la mano cuando pides algo y de gente que no te dice “Si, bwana” a todo. Disidentes de la vida venid a mi. La lealtad es eso, no comer p———-.

Volvemos a La Revuelta. También tienen opciones dos pijas que están de becarias en LaSexta. Son burdas, pero van con ellas. Las pondrán en el bidé. Mejor sitio no hay para semejante materia gris. Hay programas de la llamada “cadena triste” con los que nos podríamos limpiar el culo. Hay un chef mexicano que es un poco gangoso. Se llama Malechor. La vida es un western, ya os lo dije. Eso le hace gracia al animador, que parezca un poco gangoso. Telita. El señor no tiene gracia. Lo único que tiene gracia es su acento mexicano y el hecho de que no va a caber en la bañera. El público le escoge precisamente por eso. Aquí el pueblo decide quién está en directo con el presentador. Democracia pura. Un tonto, un voto.

Todo parece demasiado precipitado, demasiado improvisado, poco currado. Pero es lo que se lleva ahora. Mucho ruido y pocas nueces. Unga, unga. Sentado ahí con las rodillas clavadas en la butaca que tengo delante me doy cuenta de que no van a llevar a Montero, ni a Emilio Lledó, ni a Zizek. Aquí hemos venido a divertirnos, no a pensar. Puto Bertrand Russell cuánto daño has hecho. Tampoco creo que nos vayamos a divertir. Llámame crazy.

Al fin aparece Broncano por uno de los pasillos. Viene de casa, no ha pasado por la redacción, no ha pasado por ningún lugar común, no ha pasado por caja. Viene con cara de venir de la siesta. Entra como Pedro Sánchez por tu casa, para asegurarse de que la nevera sigue vacía y la Ley Mordaza sigue en vigor. Entra saludando a la gente, gente que ha entrado en éxtasis. No paran de gritar. Es un tipo campechano, con coco, no es un Castelar, pero tampoco es un Pablo Motos, ni ninguno de sus secuaces. Broncano empieza a tocar el bombo. Lo mejor es que pone “Fuerza Valencia”. Me quedo con eso. Nunca he sido de bombos, ni de batukadas. Tengo el tímpano tocado de tantas manifestaciones, sorry. No me comas la oreja.

Se incorporan Grison y Castella. Ya estamos todas. Como era de esperar el chef mexicano no cabe en la bañera y le ponen justo delante de mí. Le comenzamos a poner encima todos los peluches que había en la bañera. Para mí este fue el mejor momento de la tarde-noche. Le colgué un osito en su cocorota. Dediqué diez minutos de mi martes en pelearme con el oso para que no se cayera. Sentí que tenía una misión en la vida. Ser un poco Fofó por unos minutos. ¿Cómo están ustedes? ¿Cómo está ese oso de peluche? Bien, está bien, gracias. Muy amable.

Una de mis botellas de agua se va rodando camino al escenario. Se me quita la sed. Echo de menos ese bocata de mortadela sin aceitunas. Broncano conoce al fin a las dos pijas de LaSexta. Le explican que en Atresmedia tienen prohibido que sus empleados y empleadas vayan de público a este programa. No sabemos si les dejan verlo en la intimidad. A este nivel de gilipollez hemos llegado. Poco nos pasa. Broncano es larguirucho e inteligente. Es lo contrario de Platero. No digo que Platero no fuera inteligente pero era suave y pequeño. Como yo cuando visité Prado del Rey a mediados de los años 70. Había muerto el genocida, lo juro por la Collares y por su amante Arias Navarro.

Es su programa, es su bebé. Pero a mí me parece una nueva oportunidad perdida

Y aquí me quedo. No voy a contar nada más porque lo he borrado de mi hipotálamo. Recuerdo que vino una actriz desconocida de invitada y un músico que es el que más ha vendido en España en 2023. Broncano da juego cuando hay tíos como Jordi Mollà o uno de los protas de The Walking Dead. En el caos se mueve bien. Porque Broncano no se prepara nada. No sabe apenas cómo se llama el invitado, no sabe qué películas ha hecho, no sabe nada. Y no importa porque llevo torta. La sensación allí mismo es ¿y qué más da? Aquí hemos venido a tocar el bombo, a decir chorradas sobre sexo y drogas. ¿Cuánta pasta tienes en el banco? Ese es el nivel, Maribel. Y no pasa nada, están en su derecho. Es su programa, es su bebé. Pero a mí me parece una nueva oportunidad perdida. Como el nuevo CQC, ya veréis la ñorda que va a ser.

Con el talento que tiene Broncano se podrían hacer maravillas. No sé si es elección suya y nadie se curra nada, o nadie se curra nada porque pa qué. Si tuvieron éxito en Movistar+ ¿para qué cambiar la inercia? Y en TVE lo siguen petando. Cómo será de mierda El Hormiguero que un programa tan cogido con pinzas triunfa y les da en todo el morro.

No soy filósofo, no quiero especular sobre el mundo líquido, el amor líquido, las relaciones líquidas. Pero tengo la sensación de que estamos en un mundo que es una orilla constante. No podemos ir donde cubre porque ya no cubre en ningún lugar. Siempre con el agua en los tobillos. Remando en la orilla. El talento está bajo sospecha. Alguien toca el bombo todo el tiempo. La Chochona, le ha tocado La Chochona oiga.

Broncano disimula su talento con ese aire de hombre despistado, de muchacho al que se la sopla todo. Sea una pose o no, el caso es que todo en ese programa está desaprovechado. La que se podría montar en una hora y media de televisión con esos mimbres… Larry David ilumínanos. No sé si como decía Andrés Montes faltan profesionales o faltan ganas de innovar y salir del caca, culo, pedo, pis. Hasta Mercedes Milá ha perdido el Norte. ¿Qué nos queda? Ir al cine, así os lo digo. Emilia Pérez en vena. La Cocina en vena.

Me pierdo, como con tantas cosas. Salimos del teatro. No hemos aplaudido ni una vez, no hemos sonreído ni una vez, no hemos disfrutado. Ha sido un suplicio. ¿Nos hemos hecho mayores? ¿Nos hacía más gracia Gaby? ¿Estamos desfasados? ¿Somos dos gilipollas en apuros? ¿Somos más de revoluciones que de revueltas?

Nos vamos del lugar del crimen. Bajamos por Gran Vía como almas en pena. Nos duelen las rodillas. Compramos unas castañas. Una docena cuatro euros. El castañero me confirma que este año son buenas. Siempre dicen lo mismo. Todos los años son buenas porque llueve ese verano. Aunque no haya llovido ese verano. Me despido de mi amigo César. Yo pienso en Fofó, él en Jimmy Fallon. Hoy no vinimos a divertirnos. No pasa nada. Hay más días para divertirse, o no.

 

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