EL PSOE PONE EN RIESGO LOS PRESUPUESTOS
Tanto el PSOE como la progresía mediática se
encuentran bastante cómodos argumentando que determinadas medidas de izquierdas
no se pueden tomar porque "Junts y PNV no van a querer"
DIARIO RED
Fernando Sánchez / Europa Press
Apesar de la celebración triunfalista por parte del PSOE y de Sumar durante la noche electoral del 23J de 2023, cualquiera armado con una calculadora básica podía comprobar que la mayoría progresista que, en la legislatura anterior, se alcanzaba con los votos de PSOE, Unidas Podemos, ERC, Bildu, Compromís, BNG y Más País, ya no existía en el nuevo hemiciclo y que, ahora, resultaría indispensable contar con los 12 escaños de derechas de Junts y el PNV para poder aprobar cualquier texto legislativo en la cámara baja. La operación política de sustitución de Podemos por una "izquierda" intervenida por el PSOE a través de la provisión de cargos y el apoyo de la progresía mediática había resultado parcialmente exitosa. Al haber utilizado la fragmentación y la debacle en las elecciones autonómicas y municipales de mayo para arrinconar y vetar a algunos de los activos más importantes de los morados en la conformación de las papeletas para las elecciones generales, se consiguió entregar el liderazgo y el control de la mayoría del grupo parlamentario al núcleo en torno a Yolanda Díaz y, muy significativamente, expulsar hasta la última traza de Podemos del Consejo de Ministros. Esta operación fomentada por el PSOE, sin embargo, tuvo que pagar el precio de entregar buena parte del poder territorial al PP —perdiendo de un solo golpe la Comunitat Valenciana, Illes Balears, Aragón, La Rioja, Extremadura y Canarias—, así como perder la mayoría progresista en el Congreso.
Aunque
uno podría pensar que este segundo cambio en el tablero político pudiera ser a
priori negativo para el PSOE, lo cierto es que no lo es tanto. La preferencia
del PSOE de Sánchez por pactar hacia la derecha ha sido consistente y reiterada
durante la última década. De hecho, hasta la repetición electoral de noviembre
de 2019 en la que Ciudadanos se quedó con apenas 10 escaños, Sánchez siempre
exploró la gobernabilidad con Albert Rivera y solamente aceptó gobernar con
Podemos cuando se vio obligado por la aritmética parlamentaria. Incluso en la legislatura
anterior y a pesar de haber formado un gobierno de coalición con los morados y
poder echar mano de una mayoría parlamentaria progresista y de izquierdas, el
PSOE intentó (con el apoyo de algunos de los sectores de Unidas Podemos que
ahora están en Sumar) jugar a lo que ellos llamaban la "geometría
variable" y que consistía en valorar como aceptables los pactos con la
derecha de Ciudadanos, PNV, Junts y hasta UPN, como vimos con la reforma
laboral. Por eso, ahora, no les resulta para nada difícil llegar primero a
acuerdos con la derecha vasca y catalana y luego intentar hacer tragar lo
acordado a las izquierdas.
El PSOE y sus medios afines
nunca dicen que determinadas medidas de derechas no se pueden tomar porque
"Podemos, ERC, Bildu y BNG no van a querer"
De hecho,
tanto el PSOE como la progresía mediática se encuentran bastante cómodos
argumentando que determinadas medidas de izquierdas no se pueden tomar porque
"Junts y PNV no van a querer". El argumento inverso, sin embargo,
nunca se utiliza. El PSOE y sus medios afines nunca dicen que determinadas
medidas de derechas no se pueden tomar porque "Podemos, ERC, Bildu y BNG
no van a querer". Si atendemos a los de Sánchez y a la prensa progresista
sistémica, la actual configuración parlamentaria obliga a cumplir la voluntad
de las derechas nacionalistas y las izquierdas tienen que tragar y callar. El
argumento que se utiliza, además y de forma insistente, para intentar forzar
este esquema es que, de lo contrario, podría llegar la catástrofe en la forma
de un gobierno de PP y VOX. No solamente este grito de "¡que viene el
lobo!" es difícilmente compatible con el hecho de que el PSOE haya
entregado el CGPJ al PP, haya votado a favor de dos comisarios de extrema
derecha en Europa y ayer —sin ir más lejos— haya decidido entregar una medalla
a la heredera de Mussolini. Es que, además, se puede utilizar exactamente el
mismo argumento a la inversa: si tan aterradora es la perspectiva de una
convocatoria electoral anticipada que pueda desembocar en un gobierno de Feijóo
con Abascal, entonces ¿por qué no sostener que la actual configuración
parlamentaria obliga a cumplir la voluntad de Podemos, ERC, Bildu y BNG —que,
juntos, suman 18 escaños— y después hacer tragar a Junts y PNV —que suman 11
escaños—? Parece evidente que Junts y PNV no deberían desear tampoco un
gobierno en el Estado con la extrema derecha dentro y, sin embargo, el
argumento nunca funciona al revés.
Los de Sánchez van a intentar
repetir el conocido esquema: el pacto con la derecha se respeta y las
izquierdas a tragar
Lo
acabamos de ver al inicio de esta semana con la fallida negociación del
impuesto a las grandes empresas energéticas. En un primer movimiento hace ya
algunas semanas, el PSOE pactó con Junts y PNV eliminar un gravamen que afecta
a apenas cinco grandes corporaciones que operan en régimen de oligopolio, que
están obteniendo beneficios mil millonarios y que se cuentan entre las empresas
más contaminantes del país. Se pretendía hacer tragar a la izquierda con eso,
pero Podemos se plantó y arrancó el compromiso del PSOE de negociar una
extensión del impuesto con la participación de Junts y PNV a cambio del voto a
favor de los morados para el conjunto de la reforma fiscal. Sin embargo y a
pesar de haber dado su palabra, el PSOE dejó pasar dos semanas sin hacer
absolutamente nada y, ante la presión mediática ejercida por los de Belarra, no
tuvo más remedio que convocar la mesa de negociación este miércoles por la
tarde. Junts y PNV decidieron no acudir a la reunión y el PSOE propuso posponer
la negociación hasta el día 18 de diciembre, a pocos días de que se tenga que
convalidar definitivamente la reforma fiscal en la cámara baja. De nuevo, todo
apunta a que —con diferentes triquiñuelas, dilaciones, bombas de humo y
tácticas varias— los de Sánchez van a intentar repetir el conocido esquema: el
pacto con la derecha se respeta y las izquierdas a tragar. Podemos ya ha dicho
que la existencia de avances con este impuesto no solamente es indispensable
para que se pueda convalidar la reforma fiscal, sino que además es condición
necesaria para que se pueda abrir una negociación de Presupuestos. Obviamente,
no tendría ningún sentido negociar algo tan importante con quienes te acaban de
mentir y acaban de romper un acuerdo.
Si este
escollo se supera y finalmente se abre una negociación de Presupuestos —algo
que, en estos momentos, si atendemos a lo que está diciendo Junts, parece
lejano—, es evidente que van a volver a intentar hacer lo mismo. Aunque las
bases moradas hayan apoyado con casi 40.000 votos la exigencia de que se bajen
los alquileres por ley y se establezca un embargo total de armas a Israel para
que las cuatro diputadas de Podemos puedan votar a favor de los Presupuestos,
el PSOE y la progresía mediática no van a parar de repetir que eso es imposible
porque "Junts y PNV no van a querer".
En esa
tesitura, la izquierda que se tenga a sí misma un mínimo de respeto tiene que
decir que de eso nada. Que, primero, el PSOE tiene que explicar a la ciudadanía
por qué no quiere bajar los alquileres y romper relaciones con el gobierno
genocida de Netanyahu; y lo mismo tienen que explicar, eventualmente, Junts y
PNV. Si el PSOE se niega a tomar estas dos medidas de mínimos y presionar a las
derechas catalana y vasca para que las acepten, entonces será responsabilidad
de Pedro Sánchez, y en menor medida de Junts y PNV, lo que pueda pasar.
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