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martes, 9 de julio de 2024

LÚMPENES, CRUELES Y CRIMINALES


LÚMPENES, CRUELES Y CRIMINALES

JUAN ALONSO

 

En estos días, la Argentina sufre el peor gobierno de su historia con la asunción de Federico Sturzenegger como ministro que llega con el aval de Javier Milei para desguazar el Estado y su rol de mediador entre el poder de las corporaciones y la ciudadanía indefensa 

El viernes 5, el termómetro marcó menos 1 grado a las 8 de la mañana. La sensación térmica registró frío bajo cero, pero en la página oficial del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) no había previsión alguna. A tal punto llega el desmantelamiento del Estado.

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires creció de forma alarmante la pobreza y la indigencia. Cada semana hay más personas en situación de calle y el gobierno de Jorge Macri ofrece “mantas, gorros de lana y guantes, algo caliente, y la invitación a un centro de ayuda para después de las 18”.

Su personal especializado está compuesto por “técnicos y técnicas sociales”. No son psicólogos, ni médicos, apenas “técnicos sociales” y van vestidos de estridente amarillo en camionetas con el logo de la Ciudad. Ofrecen “algo caliente”, y “chocolates”.

 En una esquina del barrio de Chacarita un hombre de unos 40 años se está congelando, ruega por “unos pesos para poder comer algo, lo que sea”.

Pregunto a los técnicos de la Ciudad y responden que pasarán a buscarlo a la tarde para evitar “las temperaturas para frías” y así trasladarlo a un parador o centro de la calle Combate de los Pozos. Aducen que podrían llevarlo a dormir al barrio porteño de Barracas, donde funcionan paradores rechazados por los vecinos del lugar por denuncias graves, muertes dudosas de personas vulnerables con presunta intervención policial, e irregularidades en el funcionamiento interno.

 “Le dijimos si quería venir con nosotros a un centro de la Ciudad para comer algo y estar caliente, pero no quiso, porque dice que los vecinos lo ayudan…”, se excusan los técnicos. De ellos y ellas no es la responsabilidad de la miseria planificada que tiene víctimas concretas.  

El hombre en situación de calle carga un pasado indescifrable en la mirada y tres bolsos que alguna vez allá lejos fueron para ropa deportiva. Me cuenta que hace tres semanas que está abandonado a su suerte. Se quedó sin empleo en una obra en construcción. Pide por favor para comer. Lo ayudo. Repite que no le diga nada “a los de la Ciudad” que “me van a venir a buscar más tarde”.

Al regresar se había ido. El temor a una potencial intervención policial es lacerante. El sesgo de aporofobia vigente  –rechazo, aversión, temor y desprecio  hacia los pobres- rige de facto desde que asumió Milei en diciembre de 2023.

Tres jóvenes mayores de 21 años de la clase alta de Buenos Aires están procesados por perseguir a mujeres y hombres indigentes y dispararles con un rifle de aire comprimido desde un automóvil en la zona norte de la Ciudad.   

No todo es crueldad. La Defensoría del Pueblo de la Ciudad observó la realización del censo sobre personas en situación de calle realizado en abril y en mayo convocó a una reunión con ONGS que trabajan con población vulnerable.

Los números tan citados por el oficialismo nacional y el Presidente con su vocería mediática son aterradores. Hay 928.000 pobres más desde el cuarto trimestre de 2023. El alza fue del 22,1% al 30,1%. Según el diario Clarín, “la clase media cayó de 47,2 a 40,7%”. Unos 7 puntos.

Lo que no dice Clarín es que la situación desesperante se agravó con Milei. El 30,4% de los hogares (411.000 viviendas) y el 35,1% de la población (1.083.000 personas) sobreviven en situación de pobreza. En la comparación interanual, hay un aumento de 198.000 hogares y 410.000 personas en la pobreza.

El 15,3% de la población de CABA está en condición de indigencia. Se trata de 471.000 personas de 3.000.000 de habitantes establecidos.

Las estadísticas apenas registran la orfandad cotidiana. Cada noche duermen más de 1.000 personas en las estaciones de trenes subterráneos.

El día anterior en una Plaza de Mayo gélida con un sol tibio, la presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, de 93 años, y Adolfo Pérez Esquivel, de 92 -Premio Nobel de la Paz en 1980-, llamaron a defender las políticas institucionales de defensa de los Derechos Humanos, luego de que el Gobierno Nacional decidiera echar de sus empleos a antropólogas en el área de Derechos Humanos y a los  técnicos del Ministerio de Defensa que trabajaban en los archivos de la última dictadura cívico-militar. Resultaron  cesanteados de pronto por disposición del ministro Luis Petri y el ex juez Alberto Baños, quien con mano militarizada, apostó efectivos de la Policía Federal dentro del ex campo de exterminio de la antigua Escuela de Mecánica de la Armada, ex ESMA. Toda una tortura psicológica diaria para las víctimas del terrorismo de estado.

Milei y su vicepresidente, Victoria Villarruel intentan desmantelar el Banco Nacional de Datos Genéticos en peligro con la aprobación de la Ley Bases. De esa forma se dificultará la identificación de personas robadas y dadas en adopción por las patotas militares, cuando eran bebés y hoy son seres adultos que desconocen su verdadera identidad.

Las víctimas vuelven a sufrir al infinito.

Las personas que sobrevivieron a los centros clandestinos de detención, además de soportar la incertidumbre de perder el empleo en un momento de crecimiento del hambre generalizado, suba del precio de los alimentos y los servicios esenciales de luz, gas y agua, con desocupación, recesión, y depresión económica estructural, son obligadas a ver con sus propios ojos un nuevo plan sistemático de aniquilación social bajo la excusa de la libertad.

Chicos rotos, hombres rotos

Al tiempo que la Argentina ingresa en su abismo con un Presidente enajenado que habla desde el cinismo a deportistas amateurs, luego de desfinanciar las actividades deportivas y sociales desde el núcleo del Estado, el Fuero Federal juzga a los supuestos autores materiales del intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner el 1 de septiembre de 2022.

El relato de Fernando Sabag Montiel revela hasta qué punto son manipuladas las emociones en base al odio. “Yo quería matar a Cristina”, confesó, pero cuando José Manuel Ubiera –abogado de la querella- preguntó por qué razón, Sabag comenzó a hilvanar la construcción cognitiva de los medios dominantes. “Lo hice porque es ladrona”.

¿Cómo llegó a esa conclusión? No lo logró explicar, aunque se erigió por encima de la Justicia. “Supe que si mataba a Cristina se venía la tan temida guerra civil”.

Ahora bien, repasemos la existencia de este lumpen de manual. Antes del intento de matar a CFK, Sabag Montiel vivía de la renta de una casa que heredó de su madre y de sus cinco automóviles, que compró en su mayoría durante la última gestión presidencial de Cristina en el Gobierno. “No podía comprar los repuestos por la inflación”, adujo ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Número 6.

¿Significa que ese fue el móvil por el que accionó un arma de fuego a centímetros de la cabeza de CFK? Pareciera que sí.

“Lo tenía que hacer, lo tenía que hacer”, repitió, obsesionado.  

Sabag Montiel tenía seis teléfonos celulares. Raro. El aparato que usó en las horas previas al intento de magnicidio, no pudo ser peritado por la Policía Federal. “Lo rompieron a martillazos”, declaró. ¿Quién? No se sabe. “El primer celular era mío, el otro no”, musitó. ¿Entonces?

Todo indica que la coartada de que un grupo de lúmpenes se dedicara a vender copos de azúcar en la vía pública con el objetivo de realizar tareas de inteligencia previas a querer matar a Cristina habría sido ideada por personas poderosas que no están sentadas ante el Tribunal Oral.

Esta banda emergió en el mismo momento del pico de la pandemia y la narrativa contra las vacunas de los mismos sectores liberales libertarios y autoritarios que están en el poder.

A saber: Milei militó contra las vacunas y los cuidados sanitarios del Estado. No quiso vacunarse nunca. Su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich se cansó de manifestarse violando la cuarentena con familias inmersas en el dolor por la muerte de sus seres queridos.

La alianza conservadora de los libertarios con el Pro de Mauricio Macri intentó obtener rédito político a pura pulsión de muerte. Y lo logró. Lo cual nos habla de una aguda y peligrosa enfermedad social. 

Otro de los acusados por el intento de magnicidio, Nicolás Carrizo pidió perdón a la ex Vicepresidenta y a su familia, lloró desconsolado, explicó que solía dormir de casa en casa tras la muerte de su padre, teniendo a cargo un hermano con problemas de salud mental, y que gustaba “joder” con cuestiones que no tienen recambio. Al menos de esa forma explicó los extraños mensajes que envió a sus conocidos dándose protagonismo en el acto terrorista que quiso borrar de la faz de la Tierra a Cristina.

“Yo no tengo nada contra Cristina”, dijo.

Carrizo empleó a Sabag Montiel y a Brenda Uliarte –la tercera imputada- para que pudieran vender copos de azúcar en la calle luego de conocerlos en una casa de Barracas y en Belgrano R.

Este muchacho derruido en su psiquismo por la muerte de su papá contó que tuvo dos hijos que no ve, una novia que lo quiere y que pidió la libertad condicional denegada en base a un domicilio en el Gran Buenos Aires. Jura que halló la oportunidad de vender copos de azúcar para sobrevivir después de que intentara ser recolector de residuos sin éxito.  

Al relato de este sujeto marginal y marginado que bebía alcohol y escuchaba rock pesado y administraba grupos en plataformas para organizar “fiestas” en una quinta, se sumó el de Uliarte que trajo más confusión.

¿Quiénes y por qué urdieron el rejunte de estos engendros asociales en torno a la vida de Cristina?

Sin respuestas. Al menos en el Tribunal Oral que durante días tomó declaraciones, televisó lo que quiso, y aún no explicó por qué el entorno de la familia de Luis Caputo –ministro de Economía de Macri y de Milei- no está siendo juzgado, teniendo en cuenta que Pía Caputo solventó la actividad de la agrupación neonazi Revolución Federal, que apoya a Milei.

La parábola de los osos

El 4 de julio, el periodista Julián Berenguel publicó un reportaje a Matt Hongoltz, escritor estadounidense que publicó un libro extraordinario sobre un fallido laboratorio libertario en un pueblo de Estados Unidos. La comunidad fue invadida por los osos como consecuencia del desguace del Estado. Al mismo tiempo hubo un notable crecimiento de la violencia social –con portación de armas-, crímenes varios, y suba en la tasa de homicidios.

“Argentina se está orientando hacia un estado de colapso institucional –aseveró el escritor norteamericano-. Milei es un león cuya pata está atrapada en una trituradora de carne llamada realidad”.

Epílogo

La deshumanización del proyecto de Milei se centra en el individuo sin sentido colectivo. Potencia la pobreza y no incluye a nadie. Eso altera y perjudica la vida cotidiana en las provincias, municipios y distritos. Un fenómeno que puede verse en la provincia de Corrientes con la desaparición del niño Loan. El corrimiento del Estado tiene consecuencias dramáticas y está conectado con supuestas actividades criminales.

Las declaraciones de Sabag Montiel, Carrizo, y Uliarte denotan el agravamiento de la descomposición del tejido social y un escenario de anomia, que aumenta con la violencia enunciada desde el Poder Ejecutivo Nacional.

Todo el aparato del Estado está puesto para desmantelar los valores y desproteger los derechos de la población. El ciudadano ni siquiera puede ser consumidor en un mundo capitalista dentro de una economía quebrada por sus dueños.

En cierto sentido la mano que accionó el gatillo sobre la cabeza de Cristina, ahora con Milei pretende aniquilar a la mayoría del pueblo argentino.

 

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