JM AIZPURUA
¡Vivo en un
archipiélago! Manda güebos. Yo que nací en la derecha del Ibaizabal, con la
nostalgia de mi caserío Istiña y bajo la bota de Franco, hoy disfruto de la
magia isleña y aunque antes yo comí garbanzos, ahora ya como garbanzas.
Viví África
profunda, América del sur y el Caribe, y París siempre París, pero Tenerife
tiene un gancho, algo que desde el Teide te llama estés donde estés e
inevitablemente: vuelves. Y aquí estoy. Agustín intentó tirarme por el macizo de
Anaga, pero me agarré con fuerza a su maleza y sigo con ansia de disfrutar de
algo tan suave y volcánico como esta Tierra Canaria, a la que no se hace
justicia; solo explotación y menosprecio.
¿Nos volvimos
corderos? No lo creo. Yo conozca a más de un puñado de canarios, que no se
callan, que son resistentes a prueba de godo, pero aquí, en Canarias, el
cacique godo y sus vasallos son muy fuertes y a la sombra de la estatua de
Franco, acrecientan sus fortunas ante el silencio de los corderos.
Murieron más de
cien convecinos, pero no quieren que lo digamos; lo decimos y lloramos por
ellos, la mayoría de mi quinta. Los caídos en avión tuvieron sus honras y monumentos,
pero hoy para los del Covid19 piden un silencio cómplice. Yo no quiero, no
puedo callarme.
Cual nefasta
lotería, algunos fueron mordidos por el bicho, y como no había UCIs ni recursos;
los más viejos fueron desahuciados. Tragedia evitable que no contará con mi
silencio.
Aquellos ridículos
recortes, que en mi Centro de salud llegaron a quitarnos la tirita y darnos un
trozo de guata después del pinchazo para los análisis de sangre, fueron los polvos
que hoy trajeron estos lodos de la falta de respiradores. Por callarnos. Por no
agarrar del cuello a los que desde siglas identificables avalaban los recortes.
Ellos son los responsables de los 30.000 muertos y no el Presidente Sánchez.
Fachas; asuman su horrendo proyecto social.
En la izquierda
histórica, hay empatía y el marginado debe considerarse protegido, pero el
ruido mediático hace que la casta consiga adeptos incluso entre los
desposeídos, el obrero de derechas, que ya no es una leyenda urbana.
El miedo histórico
de la izquierda melindre no debe detener el avance social necesario en el siglo
XXI. Si aprieta, la oligarquía y la casta cederán pues son los que más tienen
que perder y sus lacayos adoptaran mejoras sociales para que el patrón no
pierda el negocito. Siempre fue así y hoy no tiene por qué cambiar.
Encaren los retos
del momento, desde la mayoría social de la izquierda, pues ahora son gobierno,
y que la derecha se centre antes de pactar con ella, pues ahora es guerra
civilista y cavernícola y ese estadio ya se sobrepasó hace tiempo.
La plena actualidad
de la obra de Benito Pérez Galdós nos coloca ante el espejo de lo poco que se
ha hecho para corregir la crónica injusticia social, el clasismo determinado
por el nacimiento, la desidia de la casta, y el error en yuxtaponer el Estado
al Imperio. Nadie compró en el mundo el pretendido valor de “la reserva
espiritual de Occidente” y hoy estamos en pelota picada ante sus puertas.
¿canarios o
corderos?
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