Páginas

martes, 12 de mayo de 2020

ESCALADA DE FALACIAS DEL LÍDER DEL PP DURANTE LA EPIDEMIA


ESCALADA DE FALACIAS DEL LÍDER DEL
 PP DURANTE LA EPIDEMIA
LUIS DÍEZ
El presidente del principal partido de la oposición, Pablo Casado Blanco, ha sido incapaz de soportar el confinamiento. A los siete días de haber respaldado el “estado de alarma” en el pleno del Congreso, sacó la insidia, la falacia, el epíteto, el trazo grueso y demás familia dialéctica a pasear contra el malvado Gobierno progresista de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. El recorrido es jugoso. La “escalada de la tensión” ha ido creciendo en plena pandemia de coronavirus sin que ningún ardid e infotáctica (táctica de intoxicación informativa) de cuantas teorizó el sabio Alvin Toffer en su libro El cambio de poder haya quedado sin uso y abuso.



Todo fueron buenas palabras en el pleno (telemático) del Congreso que el 18 de marzo ratificó el “estado de alarma”, decretado cuatro días antes por el Ejecutivo. Casado manifestó su lealtad y ratificó el confinamiento forzoso contra el coronavirus diciendo: “Señor Sánchez, no está solo en la batalla contra esta pandemia; para combatirla puede contar con el jefe de la oposición y del Grupo Popular”. Sin embargo, una semana después ya empleaba todas las infotácticas y técnicas de crispación hasta retirar su apoyo a la prórroga de la alarma e imputar “homicidio” al jefe del Ejecutivo (6 de mayo pasado).


A la infotáctica del goteo apeló el líder Casado para minar la confianza en el Ejecutivo: “Usted, señor Sánchez, no ha pedido perdón por una negligencia tan grave como animar a centenares de miles de personas a manifestarse masivamente el 8 de marzo”, dijo en el pleno del 25 de marzo. Se refería a las manifestaciones del Día de la Mujer Trabajadora, a las que no aludió en la sesión del día 18.

Por si la “negligencia” era poco, añadió la “tardanza” en reaccionar a la expansión de la epidemia. “Ya el 23 de enero nosotros registramos la primera petición de información parlamentaria y el 26 de febrero le pedí que suspendiera la negociación con los partidos independentistas (en referencia a la Mesa de diálogo Gobierno-Generalitat) y mandara al ministro de Sanidad a coordinar la respuesta al coronavirus”, recordó Casado.

A a la “negligencia” y la “tardanza” agregó el dato desnudo que el 25 de marzo situaba a España como “la segunda nación del mundo, después de Italia, en número de fallecidos”. Tan brutal desproporción -el 16% de los muertos cuando representamos el 0,6% de la población mundial- era difícil de explicar. Y para Casado tenía un culpable: el Gobierno.

Sobre el dato de la terrible realidad respondió Sánchez: “Se subestimó el peligro y no hemos sido capaces de frenar la epidemia”. También es verdad, recordó, que hay disparidad en los sistemas de detección de la enfermedad y que “los datos penalizan a los países que más test han realizado, entre los que se encuentra España”.

Sobre “la tardanza” en adoptar medidas de contención, Sánchez recordó que los ministros tomaron posesión el 13 de enero y el mismo día se celebró la primera reunión del comité de seguimiento de la covid-19, al que se incorporaron las autonomías el 24 de enero, un mes y una semana antes de que se registrase el primer fallecimiento. “¿Cuando aprobó España el decreto de alarma? Lo aprobó cuando teníamos 4.231 infectados; Italia lo aprobó con 9.172 infectados, el Reino Unido con 5.687 infectados y Francia con 6.573 infectados. España aprobó el decreto de estado de alarma cuando, desgraciadamente, en nuestro país --y ya son muchos-- teníamos 120 fallecidos, el Reino Unido 281 e Italia más de 400”.

Y sobre la “negligencia” por no suspender el derecho constitucional de manifestación del Día de la Mujer, de poco sirvió recordar que en París, Berlín y Viena, Bruselas hubo manifestaciones, que en Francia se celebró la primera vuelta de las elecciones locales al día siguiente y que el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, optó por la infección masiva; tanto Casado como su otrora compañero de partido y jefe de la ultraderecha, Santiago Abascal, infestado por el patógeno en la triunfal asamblea de Carabanchel del 8 de marzo, incidieron en el mismo argumento una y otra vez.

La infotáctica de la generalización y el trazo grueso le salió mal a Casado. Antes de iniciar su intervención en el pleno del Congreso del 22 de abril solicitó “un minuto de silencio en honor de las 22.000 víctimas mortales por el coronavirus en España”. En realidad, a ese día y a esa hora se registraban 21.717 fallecidos, pero al líder del PP no le importó dar por muertas a 283 personas más antes de tiempo.

Tampoco acertó el líder del primer partido de la oposición en algunas citas de autoridad para cargarse de razón contra “la catastrófica” gestión del Gobierno.“¿Cómo es posible que un instituto australiano diga que somos el país que peor ha gestionado la respuesta al coronavirus?”, se preguntó Casado. A esa pregunta nada retórica se sumó su colega de ultraderecha Abascal: “El Gobierno ha protagonizado la peor gestión sanitaria de esta pandemia que se haya realizado en el mundo, y ya lo saben hasta en Australia”, proclamó el jefe de Vox.

Luego supimos que el Instituto of Certified Management Acoutants (ICMA) de Australia es una firma de contabilidad y gestión financiera, ajena al ámbito de las ciencias de la salud, la gestión y la investigación sanitaria. En sus 21 años de existencia no ha realizado informe científico ni sanitario alguno. El consultor de esa firma y supuesto autor del informe de referencia reconoció a varios medios de comunicación españoles que desconocía lo que ocurría en España, ni siquiera leía la prensa española y se mostró dispuesto a corregir las referencias sobre nuestro país.

¿Cómo se explica que las derechas utilizaran material teórico averiado de las antípodas? Sabido es que José María Aznar López, presidente de FAES, posee vínculos directos con el magnate de los medios de comunicación australianos, Rupert Murdoch, de cuyo holding News Corp percibe 260.000 euros anales como consejero.

Poco favorable a su objetivo fue asimismo la cita de Antonio Maura, aquel jefe del Gobierno liberal-conservador que el PP considera de la casa. Casado lo invocó como broche de su monólogo del 22 de abril. Pero olvidó --¡maldita sea!-- que Maura era jefe del gobierno en 1918 cuando la pandemia de la llamada “gripe española” se llevó por delante la vida de 200.000 españoles por no decretar el confinamiento ni prohibir fiestas, procesiones y corridas de toros.


La falacia de la comparación de fenómenos tan distintos como la enfermedad y el terrorismo le pareció estupenda a Casado. Y la empleó para ilustrarnos de esta manera: “Cada día siguen muriendo en nuestro país centenares de personas, en las últimas veinticuatro horas 400. Para hacernos una idea de la dimensión, ha habido jornadas en España en las que ha habido más víctimas que en cinco atentados del 11-M”.

Como señalaba recientemente Hugo Martínez Abarca en un artículo en cuartopoder, el equipo del que se ha rodeado Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, afín a Casado, es el mismo que enfangó con mentiras la autoría de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 en Madrid.

Tampoco los logógrafos y asesores de Casado han hilado fino para evitar contradicciones de manual. Por ejemplo: “Esto no es una guerra, rechazamos su lenguaje bélico”, decía Casado el 25 de marzo. Y a continuación elegía el “desembarco de Normandía” para comparar la cifra de muertos en aquel episodio de la Segunda Guerra Mundial con los fallecidos por coronavirus.

La falacia basada en la sospecha le llevó a afirmar en varias ocasiones que “el Gobierno miente sobre el número de muertos”, “oculta la cifra de fallecidos”, “no es capaz ni de contar correctamente las víctimas”, etcétera. El objetivo de estos ardides, empleados como afirmaciones categóricas, no es otro que esparcir desconfianza, aprovechando la eventual ignorancia de los ciudadanos. Sin embargo, casi todos los españoles saben que los datos de defunciones los transmiten los gobiernos autonómicos, competentes en materia sanitaria y de salud.

El ardid de la sospecha encontró, al fin, un fundamento estadístico: “Miente sobre las cifras de fallecidos –reiteró Casado el 29 de abril en el Parlamento--; conocimos ayer que, según el Instituto Carlos III, podrían ser más de 45.000, comparando las cifras del Registro Civil de los últimos años”. Hasta esa fecha se contaban 24.275 fallecidos a causa del patógeno. ¿Sabría Casado determinar las causas de la muerte de más de 15.000 personas para avalar su afirmación de que el Gobierno miente por no decir que murieron a causa del Covid-19?

La apelación a la propia experiencia suele ser un recurso dialéctico frecuente. El líder del PP lo empleó el 22 de abril en términos emotivos: “Ayer enterraban al hermano de mi padre en soledad. Hablaba con mi primo anoche y me decía: Nunca hubiera pensado que no pudierais estar con nosotros. Pero mucho peor lo tienen aquellos contagiados de los que su familia ni siquiera se ha podido despedir en los peores momentos”. No culpaba directamente a Sánchez del aislamiento para prevenir el contagio, sólo le pedía –en la misma pieza oratoria-- el consuelo de “exonerar del impuesto de sucesiones a los herederos de los fallecidos por coronavirus, que bastante han sufrido ya”.

¿Incurría Casado en un descarado tráfico de influencias a favor de su familia? ¿Abogaba también por el marqués de Griñón, Paco el Pocero y otros millonarios y terratenientes fallecidos? Con razón decía Toffler que los mensajes de los políticos, por su carga de nebulosa y demás infotácticas, necesitan más que muchos otros una lectura selectiva.

Hay quien se pregunta si podía la derecha nacional abstenerse de lanzar a los muertos de la pandemia que nos asola contra el Ejecutivo del PSOE y UP, formado hace menos de cinco meses. Y la respuesta consta en las actas parlamentarias en términos judiciales. En cuanto Casado y su gran arúspice Aznar evaluaron la rentabilidad del manejo de las víctimas contra el Gobierno, algo en lo que el PP y los desgajados de Vox tienen sobrada experiencia, emprendieron la escalada de la crispación.

La penúltima infotáctica del de Palencia consistió el 6 de mayo en ponerse la toga de fiscal, subir al estrado y elevar a definitivas sus conclusiones sobre los hechos delictivos que imputa al reo Sánchez. Son los siguientes: “Falsedad, mentira, imprevisión dolosa, incompetencia culposa y homicidio múltiple por imprudencia”. Con tales cargos visibles en la bola (y el bulo) de cristal, Casado quiso avisarle de la “agenda judicial” que le espera.

La abundancia de epítetos para minar y ridiculizar al contrario llevó a Casado a incurrir en majaderías como “las videoconferencias opacas” del jefe del Gobierno con los presidentes autonómicos –si son opacas no pueden ser videoconferencias-- o como “el sainete de los test”, necesarios para evitar nuevos contagios por parte de personas asintomáticas. Todo eso sin menoscabo de etiquetar a Sánchez de “mentiroso, manipulador, cesarista, malversador, incompetente, inepto, chapucero, irresponsable, nefasto...” Hasta 37 insultos en 15 minutos contó la portavoz socialista Adriana Lastra.

Cierto es que Casado ya había presentado maneras tonitonantes. Después de rechazar las medidas del Gobierno para evitar los despidos y socorrer a los trabajadores, pymes y autónomos con bajas, Ertes, créditos y aplazamiento de cuotas e impuestos durante el confinamiento, calificó de “señuelo, trampantojo, teatro de guiñol y trampa saducea” el pacto para la reconstrucción social y económica que le propuso el Gobierno. Finalmente se intentará alcanzar en una comisión parlamentaria, como quería el PP. Se constituyó el 7 de mayo y la preside el socialista Patxi López.

Al margen de las técnicas más o menos habilidosas de la derecha en su función de oposición al Gobierno, tanto Sánchez como Iglesias y sus ministros han permanecido con la mano tendida al PP y a los demás grupos. Se diría que han leído la fábula del pájaro, la vaca y el zorro, y han optado por el mal menor. Un pajarillo se cae del nido, la vaca lo ve, se percata de la presencia de un zorro que viene a comerlo. Para protegerlo lo cubre con una boñiga. Pero el pájaro forcejea con esa sustancia nada agradable y asoma la cabeza. Entonces el zorro lo agarra, lo lleva al río, lo lava y se lo zampa. En conclusión, no siempre quien te cubre de mierda tiene mala intención ni es el peor enemigo. Hay que saber aguantar, y el Ejecutivo progresista lo está demostrando.

Decía Toffler: “La sociedad necesita personas que se ocupen de los ancianos y que sepan cómo ser compasivos y honestos. La sociedad necesita gente que trabaje en los hospitales. La sociedad necesita todo tipo de habilidades que no son sólo cognitivas, sino también emocionales y afectivas. No podemos montar la sociedad sobre datos”. Si eso es así fuere, Casado, en vez de acusar a Sánchez de “arruinar a España” con medidas compensatorias entre las que se aprobará en mayo la “renta básica” de supervivencia, debería admitir: “No son cifras ni curvas ni picos, son personas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario