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domingo, 26 de abril de 2020

MI CABAIGUÁN


MI CABAIGUÁN
POR GERARDO CABRERA SANTOS

En la época precolombina existían en la zona central de Cuba múltiples sitios de asentamiento de los primitivos aborígenes, los siboneyes, cuyas voces dieron nombre a lugares, que aún hoy persisten. Caracteriza a estos nombres la inclusión de la silaba “gua” en ellos.
Son ejemplos significativos el de Guamuhaya, que es el nombre aborigen del importante grupo montañoso central de la isla, que también se conoce por Escambray como alternativa. Otros también como Matagua, Manicaragua, Cunanayagua, Guaracabuya, Guayos, Macaguabo, Yaguajay, Iguara, Taguasco, Guasimal, Majagua, Mayajigua, Barajagua, entre otros, así como también de múltiples lugares de menor importancia de la zona, que sobreviven al tiempo.
El vocablo que le da nombre al pueblo de Cabaiguán, parece proceder también de la lengua aborigen.

Buscando algún tipo de razón de la que pudiera extraerse ese nombre, se dice que “Caba” podría proceder del color predominante de la tierra en esa zona, pues significa tierra morada, aunque en realidad sus tierras son
clasificadas principalmente como pardas, lo que podría ser también en el argot aborigen la forma de expresar esa tonalidad. Por su parte “iguan” seria del lagarto conocido como iguana, lo que significaría tierra de iguanas, pero en la realidad no se puede afirmar que haya existido allí abundancia de esa especie de lagartos, pues realmente no son frecuentes en la zona, ni se han encontrado fósiles que ratifiquen esto.
Se ha podido comprobar el asentamiento de aborígenes en la zona de la Sierra de Gabino, las Tres Palmas, la Aurora, todas cercanas a Cabaiguán, por ciertos restos encontrados por grupos locales de espeleólogos.
Posterior a la fundación de las villas de Trinidad y Sancti-Spiritus por Diego Velázquez surge la villa de San Juan de los Remedios, que aunque ya no pertenecía al abolengo “Velázquez”, adquirió importancia económica por la riqueza de sus tierras, y por de ser la primera en establecerse cerca de la costa norte del territorio central de la isla, con perspectivas de facilidad portuaria.
El establecimiento de las vías o caminos para la comunicación entre estas villas, así como con la de San Cristóbal de La Habana, fue dando origen a la creación intermedia de lugares en los cruces de caminos, que fueron, con el tiempo, desarrollándose como asentamientos poblacionales.
Así es que surge Cabaiguán, en una de estas intersecciones, que al estar prácticamente en el centro geográfico de la isla, era lugar de paso obligado para el trasiego de norte a sur y de este a oeste, lo que sin dudas le aporto, con el tiempo, un rápido desarrollo. Así, en su época cruzaba también por su territorio el llamado “Camino de La Habana”, o Camino Real, del que aún hoy se aprecian sus rastros en la zona.
Dada la importancia que fue adquiriendo, durante los siglos XVI y XVII se registraron incursiones de piratas que entraban por la costa sur de la zona de Sancti-Spiritus para robar tabaco, que ya allí se cultivaba con éxito, y cuya fuma procedía ya desde la época de los aborígenes que fueron los primeros que enseñaron al mundo este habito.
Cabaiguán fue mercedado como hato del cabildo de Sancti Spíritus en 1789, aunque ya el 1640 su vecino Guayos había sido nombrado hato de Cabaiguán.
En 1814 Cabaiguán era una taberna y en 1848 un caserío. En 1879 es declarado barrio rural de Sancti Spíritus. Obtuvo la categoría de Municipio de la República el 7 de abril de 1926.
Durante la guerra de independencia, 1895-1898 las tropas españolas llegaron a sumar hasta 200,000 efectivos en Cuba, para mantener el control absoluto del país. Construyeron las llamadas trochas, tratando de mantener aisladas unas de otras las regiones del país.
Ese fue el objetivo de la trocha de Júcaro a Morón, para aislar la zona central de la oriental, así como la de Mariel a Majana para aislar el occidente de la isla.
La zona de Cabaiguán fue escenario de múltiples combates, comandados por los generales mambises Máximo Gómez asentado en la finca La Reforma cerca de Sancti-Spiritus, Honorato del Castillo, Serafín Sánchez, así como de otros militares cubanos de alta graduación, oriundos de la zona, que fueron protagonistas de cruentos combates y escaramuzas. Todos eran especialistas en burlar la trocha y extender la guerra, que finalmente culminó con la derrota final del ejército español. Fue famoso en la zona de Cabaiguán el combate de Las Yamaguas.

Finalizada la guerra, el gobierno de España tras su capitulación, recibió el ultimátum de sacar su ejército del país, para lo que se fijó un plazo breve.
Muchos soldados españoles tras el fin de la guerra, el 24 de agosto de 1898, no se repatriaron, sino que se escabulleron y se quedaron en la isla y rehicieron allí sus vidas, sin que esto originara ningún conflicto entre ellos y los recién independizados cubanos.
Sin dudas estos soldados contra los que se había luchado, ahora eran utilísimos brazos productivos en la paz. Fundaron familia y fueron simiente de la nacionalidad cubana y de su desarrollo económico.
La repatriación de los soldados españoles fue prácticamente improvisada en navíos bajo condiciones sanitarias deficientes, pues el gobierno americano fijo fecha límite para ser efectiva el 1ro. de diciembre de 1898.
Sin embargo, la última partida de repatriados solo pudo salir el 5 de febrero de 1899 desde el puerto de Cienfuegos en el vapor Cataluña. Los que lograron regresar a España de la guerra de Cuba, famélicos y enfermos, en barcos insalubres sin atención sanitaria, se encontraron allí con un país en crisis, que tras el desastre colonial del 98 no contaba con los recursos económicos para asegurarles una existencia digna.
Debe recordarse que un gran número de reclutas españoles enviados a Cuba, fueron los llamados “Quintos”, por el sistema de selección al que fueron sometidos. Para lograr evadir el envío a Cuba, debían pagar una cuota de 2000 pesetas de la época, que solo las familias pudientes podían asumirlo. Los quintos que llegaron a Cuba eran sin dudas los procedentes de familias pobres, campesinos, gente con muy poca instrucción y con una preparación y equipamiento militar deficientes. Traían alpargatas en lugar de botas, que los protegieran de las inclemencias del tiempo en un país tropical.
Cuentan que los generales más temidos eran, Junio, Julio y Agosto, pues las cruentas lluvias, además de anegar los campos y caminos, hacían proliferar las plagas, entre ellas las del General Mosquito, asociado a la fiebre amarilla, paludismo, malaria, el llamado vomito negro, que unidos al cólera diezmaban considerablemente las topas hispanas más que la propia guerra.
Muchos de aquellos soldados repatriados, posteriormente regresaron a Cuba, pues allá, pasada la euforia de los primeros arribos a puertos españoles, la población y las autoridades fueron apáticas e indiferente a la atención de ellos, ya que en definitiva eran los perdedores y al final resultarían una carga, por lo que solo les deparaba la humillación y la pobreza.
En Cuba no se les guardaba rencor, pues en definitiva estrechos lazos sanguíneos unían a los dos pueblos, siempre se reconoció a España como la Madre Patria, aun después de la guerra.
Igualmente, los canarios también sufrieron la misma situación. El Diario de Tenerife publica el su edición del 17 de febrero de 1899 el arribo de 114 soldados procedentes de Cuba. Posteriormente llegaron otras expediciones.
Por otra parte, aun durante los años de guerra, múltiples familias canarias llegaron a Cuba en busca de una mejor situación económica. La mayoría de ellas quedaron allí establecidas definitivamente.
Inclusive, soldados canarios del ejército español llegaron a establecer familia en Cuba durante su periodo de servicio, como fue el caso de mi bisabuelo por parte de mi abuela materna, Tomas Hernández, que llego a Cuba como soldado, participando en la llamada Guerra Chiquita . Estando en el servicio militar contrajo matrimonio con mi bisabuela, Margarita Hernández, también de origen canario. El matrimonio adquirió una finca en la zona de Melga rejo, Revisa, cerca de Yaguajay, en la que trabajaban ellos solos mientras duró el periodo de paz, entre la llamada Guerra Chiquita de 1874-1878 y la Guerra de Independencia de 1895-1898.
Cuando se rompen las hostilidades en el 95, es movilizado de nuevo para la guerra, quedando su esposa, con aproximadamente 24 años de edad, sola en la finca, encargándose ella misma de las labores agrícolas, y con una prole, todas hembras, que lamentablemente vio desparecer, víctimas de las enfermedades y las penurias de la guerra.
Durante la guerra existían partidas de malhechores dedicados al asalto y robo en los campos de Cuba, a los que en aquel entonces llamaban despóticamente “guerrilleros”, conformadas principalmente por desertores de ambos bandos.
Mi bisabuela, en múltiples ocasiones tuvo que defender su propiedad y familia, ella sola con una vieja escopeta, del asalto de estas partidas.
Ambos sobrevivieron la guerra junto con dos hijas, que posteriormente dieron continuidad a esa rama de la familia.
Durante periodo que duró la guerra contra España arribaron y se establecieron muchas familias canarias en la zona central, entre ellos mis bisabuelos por parte de mi abuela paterna y también mi abuelo paterno. Ellos se dedicaron a las labores agrícolas relativas al cultivo del tabaco y de la caña de azúcar en la zona de San Juan de los Remedios.
Los canarios específicamente en la zona de Cabaiguán llegaron a establecerse preferentemente, dada la magnifica calidad de las tierras para el cultivo del tabaco, que era su tradición, además las facilidades y beneficios con que se apoyaba este asentamiento. Llegaron con el tiempo a conformar hasta el 85 % de la población de la zona.
En el periodo de la posguerra se asentaron en Cuba alrededor de 300 mil españoles, bajo la política de blanquear la isla, así cerca del 33 % de los emigrantes eran de origen gallego, como un 18 % de asturianos, un 13 % de canarios y como un 10% entre de catalanes y andaluces.
Desde 1902, Cabaiguán era atravesado por el Ferrocarril Central, por el que trasegaban todos los trenes de carga y de pasaje que circulaban por el país.
En la construcción de las vías férreas participaron un sinnúmero de ciudadanos de origen español, muchos de ellos ex soldados que no se quisieron repatriar después de finalizar la guerra de independencia y se incorporaron a la vida nacional.
Recuerdo el haber oído aquella expresión utilizada, para cuando se estaba muy sudado y mal oliente por el fuerte trabajo físico realizado bajo el sol tropical, abrazador, que decía: “tienes peste a gallego de línea”. En Cuba se le dice “gallego” a todos los peninsulares, independientemente de la zona de España de donde proceda. Los canarios no entran en esta categoría, ellos son los isleños.
Algunos de los ciudadanos que participaron en la construcción del ferrocarril luego se asentaron allí, estableciendo algunos pequeños negocios y formando familia. Por su disciplina y dedicación adquirieron la fama de ser en extremo buenos trabajadores, como todos los españoles de aquella época.
Al parecer a ellos se les debe el apelativo de “Cabaiguán pueblo de los verracos”, por el que algunos se ofenden, ya que de verraco también se tilda al tonto. Probablemente haya sido en referencia a las cochiqueras allí establecidas.
El ferrocarril disponía de un paradero de estilo americano, al que llamaban “El Paradero”, en la que hacían parada obligatoria todos los trenes de pasajeros que trasegaban de un extremo al otro de la isla.
Los trenes comerciales también hacían sus paradas para la carga y descarga de mercancías y materiales destinados al pueblo o a su vecindario. Para ello se disponía de dos carrileras paralelas para noobstruccionar la vía principal.
También transitaban por la vía los llamados trenes cañeros, llevando los productos desde las colonias de caña hacía los centrales azucareros de la zona.
Además, Cabaiguán no fue lugar de asentamiento significativo de esclavos africanos, lo que se puede apreciar en la composición étnica de su población.

En mi época, Cabaiguán era un pueblo excepcional, muy bullicioso, lleno de comercios, con un sinnúmero de negocios que lo caracterizaban, como lo eran múltiples tiendas de ropas, farmacias, ferreterías , peleterías, talabarterías, fábrica de zapatos , salones de belleza, barberías, molinos de café, molinos de gofio, lecherías, etc. que le daban al pueblo una singular autonomía económica.
Su pujanza era producto de una fuerte economía agropecuaria, además de la industrial, en la que predominaba, como fuente principal, el cultivo y procesamiento del mundialmente famoso tabaco habano.
Se le sumaba el cultivo de la caña de azúcar, en las llamadas “colonias de caña”, así como con un gran número de fincas dedicadas al cultivo de frutos menores, que abastecían ampliamente de frutas, hortalizas, vegetales y cereales al pueblo y sus alrededores.
También eran importante las fincas dedicadas a desarrollo y ceba de aves de corral, ganado vacuno y porcino, que abastecía de carnes las múltiples carnicerías del pueblo, además de leche para el consumo local y para el suministro a las fábricas de productos lácteos Nela y Nestlé de Sancti-Spiritus.
En aquella época también se construyó una refinería de petróleo para la producción de gasolina, RECA, por una compañía americana cuyo montaje y posterior operación representó una buena fuente de trabajo y empuje económico.
Paralelamente se establecieron compañías dedicadas a la perforación y extracción de petróleo, en la zona de Jarahueca, al norte del municipio.
Desde 1927, el pueblo es cruzado a todo lo largo por la Carretera Central, que en esa época era la principal vía nacional para el trasporte por carretera, lo que le abrió la posibilidad excepcional de expansión extra territorial de su capacidad comercial. Además, todas las rutas de transporte nacionales hacían allí paradas obligatorias, lo que incrementaba su promoción.
El pueblo es el único de Cuba que está caracterizado porque la carretera central lo cruza de forma muy singular, pues al poseer vías diferentes para el tránsito en direcciones contrarias, estas son separadas por un parque a todo lo largo, “el Paseo”, de elegante corte, arbolado, provisto de amplios bancos distribuidos a todo largo, con canteros de flores, que hacen de el, un lugar muy placentero. Recuerda al Paseo del Prado de La Habana o la 5ª Avenida de Miramar.
Acentúa su singularidad que “El Paseo”, como allí lo llaman es el lugar preferido para encuentros de amigos y enamorados, para el ir y venir, pasear, socializar durante horas de la noche preferentemente los fines de semanas y días de fiesta. No existe otro pueblo en Cuba con esa característica.
Sin dudas, el tabaco era el fuerte principal de la economía lugareña por la gran calidad de sus tierras para ese tipo de cultivo, contando principalmente para ello con la mano de obra de los isleños canarios, que llegaron a alcanzar junto con sus descendientes hasta el 85% de la población de la zona.
En efecto, el futuro para los canarios emigrantes estaba en Cabaiguán, hacia donde se habían trasladado en gran número, ante las perspectivas que ofrecía sus feraces tierras para la agricultura, y especialmente para el tabaco, junto a las facilidades financieras que se les ofrecía. Había canarios procedentes de todas las islas, pero principalmente de La Palma.
Los canariosse caracterizaron por poseer cualidades excepcionales para este menester, como lo eran, además de sus conocimientos y tradición, su voluntad y tesón para estar doblados de sol a sol sobre el surco en el los periodos de siembra, cultivo o en las labores de secado de las hojas en las llamadas “casas de tabaco”, donde se le daba el ulterior proceso de secado previo, para lograr hojas con máxima calidad, que luego de ser procesadas correspondientemente, le traería la reconocida fama universal al producto que allí se elabora.
Tal era así, que no era cosa común ver a un agricultor canario, ya entrado en años, que lograra mostrar un cuerpo erecto , sino más bien inclinado por la cintura, debido a las largas jornadas, durante toda una vida, doblados sobre el surco en las vegas de tabaco.
De esa dedicación surge principalmente la calidad del producto.
De esa voluntad también vienen expresiones populares, como aquella de trabajar como un isleño o aquella de: “La yagua que está p'tí no hay vaca que se la coma, ni isleño que la recoja”.
Donde “Yagua” es el tejido fibroso que rodea la parte más alta de la palma real y es el basamento para la formación, sujeción y apoyo de la hoja de la palma, “pencas”, al tronco del árbol. Al irse secando la hoja, ésta se desprende y cae a tierra, arrastrando consigo la yagua, que aun esta medio “verdosa”, por lo que presenta cierta ductilidad por la humedad contenida, que permite su modelación.
La yagua tiene utilidad para diversos usos ya que aporta un material fibroso, fuerte y resistente que al extenderse presenta un área de uno o más metros cuadrados de superficie y de entre tres o cuatro milímetros de espesor. Estas superficies luego de moldeadas se dejan secar y se dedican tradicionalmente a la confección, junto con tablas obtenidas del tronco de las palma, de forro para las paredes de casas de campesinos, bohíos, o como es en el caso específico del tabaco a la elaboración de los llamados “tercios”, que no son más que embalajes o recipientes de aproximadamente tres cuartos de metro cubico de volumen, dentro de los que se empacan los manojos de hojas de tabaco ya casi secas y listas para su transporte y ulterior procesamiento y aquí es donde se relaciona la yagua con los isleños.
La elaboración del “puro” trae consigo una serie de pasos inherentes al procesamiento ulterior de la hoja, como lo es el enterciado, el despalado, el despalillado, el secado, la fumigación, la escogida y finalmente el torcido para lograr el famoso tabaco habano como máximo representante del producto y símbolo de Cubas.
Para la comercialización del “habano” surgieron múltiples firmas nacionales e internacionales de gran éxito, dado por la alta calidad del producto que brindan, como lo eran Bauza, Galileo, Lucumi, Partagás, H.Hupman y muchas otras.
Por la tradición y experiencia desarrollada por la población en rama de la elaboración del tabaco, es que coexistían paralelamente a las grandes fábricas, un sin número de pequeños negocios en los que se empleaban principalmente familiares y amigos, a los que les denominaba “chinchales” y en los que también se elaboraban productos de muy alta calidad y que estaban afiliados al sindicato del ramo. La venta al detalle de los habanos en los comercios locales era principalmente de procedencia de chinchales.
Lógicamente, cada una de estas actividades necesarias para la elaboración de los habanos producía sus propios canales de distribución y desarrollo inherentes, generando así una gran fuente diversificada de empleos.

Se denominaban “tabaqueros” a todos aquellos dedicados al proceso de elaboración del habano y que constituía el mayor por ciento de la masa laboral del pueblo.
Trabajaban en las llamadas “Escogidas de Tabaco” que eran las instalaciones donde se realizaban los pasos intermedios para la preparación previa de la hoja para la posterior fabricación de los habanos en las tabaquerías por parte de los “torcedores”.
Por otra parte la sociedad cabaiguanense no solo se circunscribía a las actividades relacionadas con el procesamiento del tabaco y con los tabaqueros.
Paralelamente había una clase media que canalizaba una sociedad pujante, preocupada por la actividad mercantil, la educación y la cultura. Así, en el pueblo se contaba con múltiples alternativas educacionales y también culturales para el esparcimiento ciudadano.
Estaban las escuelas públicas financiadas por el gobierno entre las que se destacaban la escuela del profesor Don Antonio Acosta o la de Fita Reyes, o la Escuela Intermedia o la Escuela Superior, todas gratuitas. En estas escuelas se les entregaba a los alumnos del primer turno el “desayuno escolar”.
El significativo auge económico del pueblo le permitía la existencia de una clase media muy relevante.
Las esferas pudientes de la sociedad de la época tenían también otras opciones para la educación de sus hijos, como lo era la de enviarlos a escuelas privadas, donde recibían una cultura y educación exquisitas, y muy competitiva. Así estaban el Colegio La Divina Providencia de carácter católico, fundada en 1927 por sor María Bret, monja de esa misma congregación y que posteriormente paso a ser dirigida por las hermanas Ofelia y Luz Oria Arroyo.
También estaba el Colegio Presbiteriano, fundado en 1912 y en mi época dirigido por el Sr. Agustín Pascual.
También, muy los pudientes enviaban a sus hijos como alumnos pupilos a colegios en otras ciudades más significativas en el orden nacional, como lo eran Sancti-Spiritus, Santa Clara, Cienfuegos o al Colegio La Progresiva en Cárdenas o al  Colegio de Belén en La Habana.
Posteriormente el Colegio La Divina Providencia se trasformó en el Colegio Inmaculado Corazón de María, que dependía directamente de esa congregación de monjas, dirigida por la Madre Mercedes Landamburu Berea. Esta congregación tenía su sede principal en la ciudad de Pinar del Río, capital de la provincia del mismo nombre, con sucursales en las ciudades de San Juan y Martínez de P. del Rio, en La Sierra, Miramar, Habana, Cabaiguán, Las Villas y Banes en Oriente
En Cabaiguán eran muy significativas las llamadas “Paradas Escolares” en la que las escuelas celebraban el 28 de enero de cada año, aniversario del natalicio de José Martí, un desfile con todos sus alumnos ante el busto del apóstol, en el parque principal del pueblo que llevaba también su nombre, depositando allí cada estudiante su ofrenda floral. En este parque estaban distribuidas siete palmas reales, representativas de cada isla del archipiélago canario.
Las escuelas privadas tenían por su parte sus uniformes de gala y sus bandas de música propias con que amenizaban las Paradas Escolares. Algunas de las escuelas públicas también tenían su pequeña banda.
Estaba también la asociación de los “Boy Scouts de Cuba” que con su banda de música participaba en la Parada.
Por otra parte también se hacían anualmente representaciones en el teatro local de obras montadas por los maestros y profesores del colegio católico en la que los alumnos eran los actores.
En estas representaciones se hacía derroche de elegancia y buen gusto, que lógicamente solo podía ser asumido por una clase media como la que allí existía.
Existían también otras academias donde se enseñaba mecanografía y taquigrafía, corte y costura, como ejemplo de esto era la Academia Municipal de Corte y Costura de la profesora Fidencia González,o de idioma Ingles como lo era la academia del profesor O’Farril, de origen jamaicano.
Existía una atención especial a la recreación en las sociedades culturales La Colonia Española, La Sociedad el Progreso y El Liceo. Donde se organizaban en fechas significativas matinés y fiestas bailables con orquestas traídas de la capital.
Sin dudas los tabaqueros eran una masa poblacional más relevante y muy politizada. Estaban organizados en gremios y sindicatos muy eficientes, aguerridos y muy bien estructurados y que a su vez eran dirigidos tras bambalinas por el partido comunista, que en aquella época era ilegal.
Políticamente Cabaiguán era un hervidero, siempre había alguna ocurrencia marcada por la oposición por parte la muy bien organizada masa trabajadora del tabaco a cualquier medida política o económica que pudiera afectar los intereses de los tabaqueros.
Las huelgas eran comunes y connotados individuos como en aquella época lo eran Juan Santander, Jaime Mascarel, Félix Hurtado, entre muchos otros, que habían adquirido fama de ser agitadores profesionales.
A estos personajes se les veía marchar al frente de cualquierade aquellas reyertas callejeras o participando en las frecuentes huelgas como protesta por alguna medida anti popular.
Siempre eran los que de entrada caían presos y eran los primeros en ser apaleados públicamente.
Las masas trabajadoras procedente de las escogidas de tabaco estaban bien organizadas y además politizadas ya que eran informadas y agitadas a diario, principalmente a través de las charlas y comentarios que les trasmitían los llamados “Lectores de Escogida” ,generalmente de reconocida connotación política de izquierdas.
A la dirigencia del partido comunista de Cabaiguán se le reconocía y se apoyaba nacionalmente por las esferas superiores del partido comunista, con fuerza tal que marcaba pautas en el Sindicato de los trabajadores del Tabaco.
Recuerdo de la lucha perenne contra la introducción de las Maquinas Torcedoras que suponía la liberación de mano de obra considerable y por lo tanto también protagonizaría desempleo.
Por su parte el sindicato de Torcedores de Tabaco había asumido como propia la lucha activa contra la tiranía de Batista y marchaba siempre al frente de las protestas callejeras que mantenían al pueblo en pie de lucha, lo quele daba fama de aguerrido.
El día 4 de Julio de 1951 en ocasión una de las tantas huelgas, en mi barrio se manifestó la protesta con la colocación de barricadas improvisadas en el crucero del ferrocarril situado frente a mi casa, para obstaculizar así el cruce de los trenes que con bastante frecuencia circulaban.
Yo me le había escapado a mi madre que trataba infructuosamente de mantenerme dentro de casa, ajeno al bullicio exterior, pero los manifestantes se concentraban en portal y en la esquina donde se encontraba la tienda “La Comercial”, propiedad de mi padre, así como en la calle adyacente. Este bullicio inevitablemente era un imán atrayente.
Esa tarde el ejército destaco una posta de dos soldados, uno de ellos negro, para impedir la colocación de barricadas para dificultar el paso de los trenes. Así los huelguistas colocaban los obstáculos y seguidamente los soldados venían y los quitaban y así sucesivamente.
Este quehacer comenzó a exaltar los ánimos de ambas partes. El público les gritaba ofensas fuertes a los soldados. Al negro en particular le gritaban tiñosa vestida de amarillo, que era el color oficial de los uniformes del ejército, y el término tiñosa es el apelativo a un ave carroñera, el aura ,que en tipo de tipo de buitre, de color negro que es muy abundante en Cuba y que simboliza algo de asco, ruindad, mal gusto, en fin una expresión muy despectiva.

Los ánimos alcanzaron el clímax máximo de tensión cuando el soldado negro como respuesta a los insultos que se le profería, perdió los estribos y dio unos pasos hace delante palanqueando su fusil, puso rodilla en tierra he hizo un disparo a ras, hacia el público que a los efectos había emprendido una desmesurada carrera calle abajo.
Fatalmente el disparo alcanzo en plena cabeza a un joven nombrado Alfredo López Brito, de 18 años de edad , que cayó muerto al instante, quedando tendido exactamente frente al negocio de mi padre, pero en la acera del otro lado de la calle. Inútilmente trataron de socorrerlo trasladándolo en brazos a la carrera en busca de ayuda médica. Esto creo un desasosiego general que puso un trágico término al evento.
Alfredo era un muchacho de origen campesino, hijo de canarios, que estaba empleado en una tienda de víveres, ubicada a la salida del pueblo y cerca de la carretera que conduce al poblado de Santa Lucia.
Este comercio quedaba relativamente alejado del lugar de los hechos. Y como casi siempre suele pasar, este joven no tenía razón para esta allí.
Hoy la antigua calle 3ra del Oeste lleva su nombre.
Era un hecho casi cotidiano las manifestaciones de protesta, las huelgas y los enfrentamientos callejeros con los representantes del orden público. Las consignas de lucha escritas en muros y fachadas cercanas a las Escogidas de Tabaco eran también comunes.
Recuerdo aquellas de “Abajo la Bolsa Negra”, “Que Mueran los Agiotistas”.
Fue muy significativa una de las tantas huelgas protestando contra la introducción de las llamadas maquinas torcedoras de tabacos, en la que se rompieron botellas y envases de vidrio en las calles. Esto fue de magnitud tal que prácticamente se hizo imposible el tránsito por las calles y carreteras de vehículos motorizados, la ciudad se paralizo. Cuando pusieron fin a la huelga luego de la limpieza de vidrios a groso modo, para poder circular tenían aun que amarrar escobas en las defensas de los carros, frente a ruedas para tratar de barrer los vidrios e impedir los ponches y reventones. Este fue un espectáculo de difícil olvido.

La resistencia popular en Cabaiguán estaba muy bien organizada, sin dudas era dirigida desde afuera por la dirección nacional del partido comunista, en la ilegalidad en aquella época. Esta actividad opositora comenzó a incrementarse notablemente luego de la proclamación del movimiento 26 de Julio con aquello de ”Este año viene Fidel Castro, seremos mártires o héroes”, aunque el partido comunista inicialmente no apoyaba el movimiento.
Después de la creación del frente guerrillero en la Sierra Maestra, en Cabaiguán rápidamente se extendió la formación de células revolucionarias de apoyo al movimiento 26 de julio, M-26-7.
Luego del asesinato de Frank País en Santiago de Cuba la oposición al régimen era ya imparable y diariamente sucedían hechos que mostraban la decisión del pueblo de apoyo a la actividad opositora.
Ya el movimiento opositor no se circunscribía a los problemas locales, sino que se expandía junto a la resistencia nacional contra el régimen de Batista y comenzaba a participar toda la ciudadanía independientemente de su procedencia social o religiosa.
Sobre todo los jóvenes trabajadores y los estudiantes comenzaban a organizarse dando origen a una actividad opositora muy fuerte.
El descontento popular y la oposición al régimen era tal, que espontáneamente comenzaron a  crearse grupos conspirativos adjuntos al movimiento 26 de julio, en el que participaban activamente componentes de todos los sectores sociales del pueblo.
Con esta actividad comienzan a organizarse núcleos, que se trazan como objetivo el alzamiento en armas en la zona montañosa vecina, así como el ataque al cuartel de la Guardia Rural de la localidad.
Un grupo de jóvenes, incluyendo algunos estudiantes universitarios, que al estar sus centros educacionales cerrados por huelgas estudiantiles y también por órdenes del régimen, se encontraban en el pueblo en casa de sus familiares.
Se había, creado una organización secreta, del movimiento 26 de Julio, compuesta por un pequeño grupo de amigos, con el fin de tomar las armas y producir un alzamiento.
Así, una noche se reunió el pequeño grupo de conspiradores, 14 en total, con el objetivo de atacar el cuartel de la Guardia Rural y seguir luego hacia las no muy distantes lomas del Escambray con el propósito de alzarse en armas y formar una guerrilla.
En los primeros días de agosto del 57 se inicia una huelga decretada por el moviendo 26 de Julio y algunos de los implicados en el alzamiento recorren zonas campesinas de Neiva, Echenique, Piedra Gorda, Jíquima, etc. en búsqueda de armas, y municiones. En estas gestiones ocurre un altercado con un campesino que se niega a brindar su arma y los agrede, originándose un intercambio de disparos en el que muere el campesino. Este hecho trascendió y puso en alerta a las fuerzas del régimen sobre el propósito de alzamiento de un grupo de opositores.
Las armas que finalmente lograron reunir se circunscribieron a escopetas de caza, revólveres y algún que otro rifle de bajo calibre, pues no había otras entre la población. Evidentemente ninguna de estas armas era apta para un enfrentamiento contra armas de guerra, como las que disponía el ejército.
Para ejecutar la acción acordaron dividirse en dos grupos y asaltar el cuartel de la Guardia Rural, quedando reunirse en llamada finca de Galeano, y partir juntos hacia un lugar en las cercanías del pueblo para desde allí iniciar la acción.
Por algún motivo hubo una descordinación por una contraorden y no lograron reunirse en los lugares previstos, por lo que en lugar de atacar el Cuartel partieron por separado hacia las no muy lejanas lomas del Escambray con el propósito de formar una guerrilla.
El alzamiento se produce, bajo la jefatura de Félix Hurtado Manso, que era empleado de una importante farmacia en Cabaiguán.
En los días anteriores al alzamiento en los que fluía la actividad conspirativa y organizativa, probablemente por comentarios y expresiones hechas durante la recopilación de las armas, que junto también a la euforia de algunos simpatizantes, lo que unido al ajusticiamiento de un campesino simpatizante del gobierno que se negó a colaborar con el arma que poseía, fue que trascendió la información a las autoridades y alerto sobre los hechos que iban a acontecer.
La noche del 3 de agosto del 57 los jóvenes comprometidos con el alzamiento deciden partir hacia el Escambray, probablemente desde diferentes puntos.
El día 7 de agosto después de tres días de camino cruzando fincas, llegan algunos de ellos a un pequeño lomerío conocido como la Llorona, en las estribaciones de la sierra del Escambray.
Al conocerse que se había producido el “alzamiento” el régimen inmediatamente movilizó unidades “Tercio Táctico” del ejército enviándolos contra los alzados, que al no tener ni el armamento adecuado ni experiencia militar, ni contar con el entrenamiento táctico ni físico adecuado, es que fueron avanzando dejando un rastro fácil de seguir, al que se le sumaba delaciones y comentarios inocentes de campesinos que los vieron pasar.
Finalmente se produce el encuentro armado en la zona conocida por “La Llorona”, donde, ante el acoso del ejército muy superior en número y armas, que ya había establecido puntos de control en toda la zona, los alzados tienen que dispersarse.
La dispersión se realiza a la desbandada huyendo a como saliera, algunos en pequeños grupos y otros en forma aislada, pero todos bajo una fuerte persecución.
Fueron capturados por separado, junto con algunos colaboradores, y otros aisladamente. El día 8 de agosto fueron capturados y asesinados junto con colaboradores: Dionisio Rodríguez Mederos, Isidro González, Manuel Brito, Manuel González Crespo y Sergio Espinosa Águila.
Al día siguiente son capturados y asesinados Horacio González Méndez y Sergio Ruperto Espinosa que trataban de regresar a Cabaiguán y fueron interceptados en la zona de Cuatro Esquinas por unos soldados que hacían registros a todo los vehículos que transitaban. Fueron ultimados en la finca Arrieros.
Por su parte Veremundo Paz Sánchez y Vitalino Calero Barrios, ambos vecinos del muy cercano poblado de Neiva, luego de ser dispersados se habían escabullido ante la persecución del ejército tratando de huir. En esa situación contactan con una campesina de la zona llamada Onilda Hernández, que les aconseja se escondan en una arboleda que les señaló, que ella los ayudaría. Lamentablemente hizo el comentario con su familiar, Sencio Hernández, un conocido batistiano, que inmediatamente los denunció, guiando al ejercito hacia el lugar, delatando a los que se escondían entre el follaje de un árbol de aguacate. Allí mismo sobre el árbol fueron ametrallados, recibiendo cada uno más de 10 impactos de bala. Al entierro de ambos, que se efectuó en el cementerio de Cabaiguán, bajo una fuerte represión, asistieron unos pocos amigos.
En aquel entonces corrió la versión, de que junto con el mando de las tropas del ejército, participó vestido con el uniforme militar y con grados de capitán el ex alcalde de Cabaiguán, Segundo Borges Enríquez, oriundo de este pueblo y a la sazón gobernador de las Provincia de las Villas. Posteriormente, también participó como paracaidista en los acontecimientos de Bahía de Cochinos.
Prácticamente el enfrentamiento fue una masacre, no hubo heridos por parte del ejército, ni tampoco heridos por parte de los alzados ya que todos fueron asesinados.
Hubo un total de ocho muertos de los rebeldes, solo muy pocos dentro de la confusión y el caos reinante lograron escabullirse y escapar. Entre ellos Félix Hurtado, que fungía como jefe del alzamiento.
Entre los muertos más significativos se encontraba Veremundo Paz Sánchez, estudiante de Ingeniería Mecánica en una universidad americana.
Veremundo era residente del poblado de Neiva en el término municipal de Cabaiguán. Hoy la antigua calle 2ª. del Oeste de Cabaiguán lleva su nombre.
Posterior a estos hechos la situación en Cabaiguán se hizo insostenible, con la acentuación de la represión militar desatada, para lo que había sido había sido designado como Jefe Militar del Regimiento 39 radicado en Sancti-Spiritus y por tanto también a cargo del pueblo, Ramón Mirabal, apodado el chacal de Las Villas con la misión de sofocar a toda costa cualquier intento subversivo.
Constantemente vehículos de la Policía y del Ejército patrullaban el pueblo. Miraban con mala cara a todos los que transitaban por las calles y observaban el desenvolvimiento del pueblo.
Vecino a mi casa estaba el chinchal de Domingo Pérez, “Mingo”, emparentado con mi madre, dedicado a la elaboración de habanos, en cuyo negocio participaban varios jóvenes tabaqueros del barrio.
Mingo era de afiliación comunista por lo que su “chinchal” era sin dudad un centro de conspiración, por lo que estaba bajo constante vigilancia. Al ser su casa vecina a la nuestra los patios se comunicaban.
Más de una vez Mingo tuvo que brincar para el nuestro y esconderse en él, tratando de huir a un posible registro policíaco en su casa.
Entre sus empleados estaban los hermanos Rojas, conocidos como “el chino” y “Puti”, que vivían en nuestra misma calle par de cuadras más abajo de nuestra casa, y con quienes me cruzaba diariamente, al ellos salir y entrar del trabajo.
Una noche de domingo cuando iba saliendo de casa a visitar unos amigos, en la esquina me cruzo con Rogelio Rojas,“Puti”, quien pasaba rumbo hacia a su casa. Intercambiamos saludo.
Yo continúo mi rumbo y no había caminado una cuadra, cuando un jeep militar me pasa por al lado y veo dentro a “Puti” sentado entre el Cabo de la Policía Arsenio Abreu, que conducía el vehículo y al otro lado al soldado Fernando Rodríguez Caro, con fama de matón, y cuya expresión de la cara y el brillo de sus ojos azules aun los recuerdo, pues fueron iluminados por la luz del poste del alumbrado existente en esa esquina de la calle 3ra del Oeste y la Ave de los Pinos, calle esta donde se encontraba el chalet de la familia Crespo, palmeros, y por donde tomo el jeep, eludiendo así transitar por la céntrica calle Valle. Hoy se dice falsamente que fue apresado en el cine del pueblo, por lo que a este local le han dado su nombre.
Al llegar a casa de mi amigo hago el comentario con los que allí nos reuníamos, a lo que me contestan: “tú crees que todos los que van en aun jeep de la policía van presos?, Lo que puso fin al asunto.
Al otro día me encuentro a su hermano, “el chino”, que pasaba frente a casa y le pregunto por “Puti”, y me dice que no sabían de él, que lo estaban buscando pues no había venido a dormir y que faltaba de su casa desde la noche anterior. Le cuento mi experiencia vivida la noche anterior. Me dice que va a ir a preguntar por el a la Jefatura de las Policía y al cuartel de la Guardia Rural.

Serian como las 2-3 de la tarde que vengo llegando a casa, cuando veo un grupo numeroso de gente aglomerada calle abajo en el área donde vivían los Rojas. Pregunto y me dicen que habían encontrado a “Puti” ahorcado con un alambre atado a la cerca del cementerio, lo habían asesinado. Se llamaba Rogelio Rojas y hoy es reportado como mártir de la Revolución.
Posteriormente me encontré con “el chino” que me dio las gracias por la información que le trasmití. Ambos habían participado en el alzamiento de agosto y habían logrado escabullirse y salvar sus vidas en aquella ocasión.
Después de esto la vida en el pueblo se tornaba difícil, pues la represión iba in crescendo y las calles eran constantemente patrulladas por vehículos de la policía y el ejército, que miraban con mala cara a los transeúntes, viendo como enemigos a todos los ciudadanos.
La presencia en el pueblo del capitán Ramón Mirabal de por sí solo creaba terror, por la fama que traía y porque no perdió tiempo en la ejecución de varias personas, revolucionarios y sus colaboradores que luego aparecían muertos en los alrededores del pueblo. Había desatado una represión aguda, en la que participaban policías y soldados inclusive oriundos del mismo pueblo.
En esta fecha aún no se había establecido el frente guerrillero en la sierra del Escambray, por lo que no había muchas alternativas para un enfrentamiento armado directo.
Ya en esa época mi familia había tomado la decisión de liquidar todos los negocios, pues nuestra situación económica venia resquebrajándose desde hacía algún tiempo por la lógica dependencia del negocio con la solvencia de nuestros clientes, en su inmensa mayoría cosecheros de tabaco de origen canario, que también sufrían los embates de la caída de los precios del producto.  La inestabilidad política del país acentuaba la crisis.
Así fue que luego de la liquidación de las acciones del negocio y la venta de las propiedades adquiridas, se logró acumular tal capital que permitió establecernos en la capital del país.

@ Gerardo Cabrera Santos, hijo de emigrantes isleños, es ingeniero químico industrial por la Universidad de Budapest, Hungría. 



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