PANDEMIA: ¿HAY ALGUIEN AL MANDO?
POR RAFAEL CID
<>. Quién usaba tan zoológica
metáfora era el ministro de Sanidad de UCD, Jesús Sancho Rof, para
<> la crisis del síndrome tóxico desatada en 1981
con un saldo letal de 356 víctimas. Treinta y nueve años después historia se
repite con una pandemia aún sin denominación de origen. Y se reproduce en las
palabras de madera del presidente del Gobierno de coalición PSOE-UP.
<>, manifestó Pedro Sánchez en su comparecencia del jueves 13 de
marzo, tras dos horas de tensa espera por parte de una ciudadanía alarmada,
para desgranar las medidas adoptadas a fin de contener la plaga del coronavirus,
que a esa hora se había cobrado 3018 afectados y 84 muertos.
Arrancada de
caballo y parada de burro. <>, << dónde
haga falta>> y << cuando haga falta>>, con una epidemia
galopante, en cuestión de horas podrían ser términos no solo inadecuados sino
incluso incompatibles. De hecho, en el lapso
que hubo entra la hora prevista para la aparición pública del jefe del
Ejecutivo y la efectiva, el Ibex 35 se desplomó hasta el punto más bajo de su
historia. A más más, pero en sus antípodas, nueve días antes, el 4 de marzo, la
ministra de Economía Nadia Calviño había declarado a la prensa que <>. Palabras,
palabras, palabras. Como pasar de la estrategia de la <>
a la de <> mientras el Gabinete multiusos se
sumaba festivamente a la multitudinaria manifestación del 8-M.Ocurría apenas 24
horas de que el ministro de Sanidad, el insípido Salvador Illa, lanzara las
campanas al duelo anunciando las primeras medidas de contingencia con la
coletilla << y mañana habrá más>>. Una escalada hacia la
incertidumbre que derivó, como no podía ser de otra manera, en asaltó a los
supermercados esa misma tarde-noche.
El anuncio era el
broche extravagante de la política de comunicación aplicada por Moncloa desde
los primeros acordes del COVID-19, dejando al director de emergencias
sanitarias Fernando Simón como mascarón de proa <> para
eximir a Sánchez de actuaciones resolutivas que pudieran empañar los fatos de
su política <>. De hecho, contra todo
pronóstico y racionalidad, se produjo un apagón informativo en el seno del
Gobierno cuando muchos de sus miembros, que una semana antes se habían
prodigado en las televisiones amigas para su difundir su particular agit-prop,
pasaron de la noche a la mañana a estar missing. Una estrategia suicida a mayor
gloria del gurú de la comunicación monclovita Iván Redondo. En el momento en
que Pedro Sánchez se asomaba al país por videoconferencia (ahora <>), y con las preguntas de la prensa tasadas al mínimo,
España tenía ya más morbilidad en términos relativos que la alcanzada por
China, hechas las oportunas transferencias de población.
Y aun así, la
clientela política, ideológica y mediática habitual se empeñaba en buscar un
enemigo invisible detrás de la pandemia en la otra orilla. Resultó ridículo por
más de penoso ver al bueno de Simón valorar como <> las
drásticas medidas tomadas por el Gobierno amigo de La Rioja en el caso de Haro,
mientras deslizaba una crítica solapada al tachar de algo excesivas las
adoptadas por la Comunidad de Madrid, del bando contrario. Cuando por su mayor
demografía es la potencial bomba atómica del COVID-19. El fraude de la
victimización siguió con la opinión de los tertulianos de la casa remontándose
a los recortes de la herencia recibida (en realidad empezaron en el 2010 con
Zapatero al timón) como factor de cronificación. Por supuesto, nadie supo decir
por qué un país de nuestra idiosincrasia como Grecia, con una Sanidad pública
infinitamente peor y verdaderamente asediada por esos hachazos presupuestarios,
apenas sufría los embates del coronavirus (1 muerto al redactar esta nota) y
sin embargo dispuso controles en los accesos al territorio nacional nada más
ver la secuencia italiana.
Por el contario, la
estrategia pasaba por instar retóricamente a la resiliencia (la cadena virtuosa
de la probidad individual) mientras se despreciaba la sabiduría popular que
aconsejaba mejor prevenir que curar. Como no era para tanto y estábamos en
manos de los expertos, la doctrina que caló entre la gente, bien alimentada por
la casta político-mediática. Era que la gripe era peor que el coronavirus, fue
el lema de campaña. Y así, de tumbo en tamba, fuimos de la nada a la más
absoluta indigencia. Mientras, en otros países con una sociedad civil menos
acomplejada, la clase política evitaba seguir el modelo hispano de considerar a
los ciudadanos como niños sin capacidad mental. Ángela Merkel anunciaba a los alemanes
(3 defunciones) que el virus <>, y con la misma Boris Johnson advertía sin paños
calientes a los ingleses (8 muertos registrados) que <>. La opción parecía clara:
o asumir como sociedad adulta la responsabilidad de la gestión del miedo o caer
en la irracionalidad de permitir que cunda el pánico en un especie de sálvense
quien pueda.
Otra vez <> en versión <>. Desde que Moncloa disciplinó a sus cargos para
rebatir la suspensión del Mobile, el mantra oficial fue siempre del parecido
calibre. Negar la terrible evidencia que mostraban en cabeza ajea otros países,
como la atormentada Italia. Cuando en la última semana de febrero el país
trasalpino alcanzaba las 7 fallecidos, sus autoridades ya cursaron órdenes para
restringir la entrada de personas procedentes de zonas de riesgo. Y así y todo
fue imposible evitar la progresión exponencial del contagio. Aquí, por el
contrario, se impuso un negacionismo al que denominaron <>, que en román paladino
significa ir a remolque de los acontecimientos. Como si en plena ofensiva de un
ejército invasor, el alto mando decidiera dejar que avanzara el enemigo hasta
que llegar a la cocina para luego rechazarlo con más rabia.
Esa arriesga
pachorra gubernamental, que incluso llega hasta dilatar la declaración de Estado
de Alarma, instrumento constitucionalmente necesario para aislar poblaciones
(afortunadamente aquí aún no se puede actuar manu militari), contrasta con la
diligencia sobrevenida que muestran nuestros dirigentes políticos en ámbitos de
su exclusiva competencia. Aprovechándose de las circunstancias, se pretende que
la oposición parlamentaria otorgue un cheque en blanco al Gobierno para aprobar
de los presupuestos. Y la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha
dispuesto cerrar la sede de la soberanía popular durante 15 días para celebrar
plenos. Precisamente lo que se niega a hacer el Ejecutivo para bloquear
temporalmente la movilidad en la Comunidad de Madrid (competencia exclusiva del
Gobierno del Estado) hasta que la crisis escampe.
Manos mal que nos
queda Portugal (cero muertos y desde hace tiempo con los centros de reunión
masiva clausurados en diferentes zonas del país).
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