CORONAVIRUS: SOCIALISMO O BARBARIE
JUAN CARLOS MONEDERO
"Esta sensación de irrealidad se debe al hecho de que por
primera vez nos está ocurriendo algo real. Es decir, nos está ocurriendo algo a
todos juntos y al mismo tiempo. Aprovechemos la oportunidad".
Santiago Alba Rico
La crisis muestra
la enorme fragilidad de nuestros sistemas sociales y económicos. De todos,
aunque unos muestren más sus efectos de destrucción que otros. China está
resolviendo la epidemia mejor que Estados Unidos. Europa debiera resolver mejor
que China. Pero no está escrito que sea así. Las decisiones que tome el
gobierno de coalición en España tienen que ir en la dirección contraria que las
de Boris Johnson. La Unión Europea tiene que recuperar su pulso socialista.
Es verdad que un
mundo con 6000 millones de personas, globalizado y que tiene como guía social y
económica la obtención de beneficio inmediato en el mercado, construye una
malla muy frágil siempre a punto de romperse. Las sociedades más disciplinadas
en el cuidado de lo colectivo tienen más herramientas que las que son más
individualistas (China, Suecia, Singapur frente a Estados Unidos, Italia o
India). Pero incluso las que tienen una mayor orientación colectiva, siguen
siendo rehenes de los problemas del modelo. Es un sinsentido que los chinos
puedan empezar a respirar mejor solo porque el decrecimiento de la crisis ha
bajado la emisión de gases y ha limpiado los cielos de las grandes ciudades.
La crisis del
coronavirus señala hacia cuatro grandes problemas que al tiempo son cuatro
grandes desafíos. La gravedad de la crisis, que va a hacer que las
desigualdades estallen, nos va a obligar a enfrentar estos cuatro retos. Como
en todo conflicto político, puede ganar la emancipación o el autoritarismo.
Llevamos medio siglo de sentido común neoliberal, de manera que el optimismo
ingenuo está descartado. Pero cargamos con decenas de miles de años de
cooperación que cargamos en nuestra biología. Como sostiene Christopher Ryan,
nadie es tratado por el síndrome de estrés postraumático después de ayudar a
alguien. En momentos de dificultades, nos va a acompañar el ángel solidario y
el diablo egoísta. El diablo solo gana cuando fragmenta el ánimo cooperativo.
Es momento de estar muy alertas.
El modelo
neoliberal no sirve a las mayorías. No puede solventarse la crisis y garantizar
el modelo de reparto de riqueza tan desigual que tenemos. Con el parón de la
actividad económica, hay que dar respuesta a los desempleados, a los
despedidos, a las pequeñas y medianas empresas, al cese de las relaciones
laborales que afecta más cuanto menos
diversificada está una economía. Y, por supuesto, a las mujeres, que son las
que además van a seguir asumiendo de manera generalizada las tareas de cuidados.
Los beneficiarios
del neoliberalismo empezaron quebrando el keynesianismo en 1973, le dieron otra
vuelta de tuerca en 2011 aprovechando el atentado contra las torres gemelas y
dieron la puntilla con la crisis de 2008. La quiebra de Lehmann Brothers
arrastró a la economía mundial, y las mayorías pagaron los excesos de las
minorías enriquecidas. Pero de la crisis, los ricos han salido más ricos y los
pobres más pobres. Los neoliberales como Boris Johnson lo han afirmado sin
dudas: como la gente se va a morir, salvemos la economía. Es decir, salvemos el
modelo neoliberal donde los ricos seguirán siendo más ricos, tendrán sus
paraísos fiscales, sus organismos internacionales que les darán la razón si se
les expropia, igual que explicarán sus razones sus medios de comunicación, les
defenderán sus bufetes globales de abogados e, incluso, ejércitos de
mercenarios dispuestos a intervenir. Sin olvidar el Deep State, el Estado
profundo con expertos, espías, inteligencia privada y militar, redes globales,
grandes empresas y equipos de intervención mediática o material.
2. El cambio
climático y el agotamiento de las energías baratas. No podemos escoger entre
trabajar o morirnos por culpa de enfermedades vinculadas al modelo económico.
No podemos escoger igualmente entre un modelo de crecimiento depredador que nos
hace sentirnos dioses y el recurso a las guerras para tener la energía que
consume ese modelo. Lo ha resumido la ONG "Ecologistas en acción" al
hablar de la escasa resiliencia de nuestros sistemas económicos "basados
en el lucro y el consumo de recursos continuo. Un modelo que cuando
"crece" genera gran cantidad de problemas: contaminación,
contribución al cambio climático, pérdida de biodiversidad, injusto reparto de
la riqueza y morbilidad y mortalidad ambiental y laboral. Cuando está en crisis,
mejoran los índices ambientales, pero genera aún más pánico y desigualdad. La
consecuencia es clara: es un modelo que ataca la vida. Ante ello no queda otra
opción que poner la vida en el centro y dejar el lucro de lado". Una de
las consecuencias de este modelo es el vaciamiento de las zonas rurales, del
hacinamiento en grandes ciudades y del incremento del traspaso de los virus de
los animales a las personas.
3. El
individualismo nos conduce al desastre. Es la guerra de todos contra todos. Ver
imágenes de gente en terrazas en la costa, fotos de decenas de coches en
aparcamientos en la montaña o de jóvenes bebiendo en discotecas cuando las
autoridades y el sentido común están diciendo que hay que quedarse en casa
demuestra que hemos fracasado a la hora de crear una esfera pública virtuosa.
Escuchar a la derecha proponer debilitar aún más al Estado, aterra. ¿O la
crisis la va a solventar el mercado? Las incoherencias del liberalismo son
seculares. Ya John Locke se quejaba de que el Rey les trataba como súbditos
pero él mismo tenía esclavos. Alan Greenspan, el Presidente de la Reserva
Federal, después de hundir la economía norteamericana afirmaría que igual
habría que nacionalizar la banca. Activos neoliberales, han dicho en una semana
una cosa y la contraria, siempre con un único objetivo: intentar debilitar al
gobiero de coalición. El neoliberalismo es una mentira teñida de academicismo.Y
al igual que la perspectiva de que unos puedan salvarse y otros condenarse nos
lleva a la confrontación, las desigualdades no son un escenario aceptable. La
pérdida de calidad de vida de una parte no pequeña de la población por culpa de
la crisis va a ser un problema colectivo. Llevamos medio siglo donde una parte
mínima de la población, apenas un 10%, se está quedando con más de la mitad del
crecimiento de la riqueza. Esa gente es la que provoca las guerras. Socialismo
o barbarie.
Escuchar de la
misma manera a la extrema derecha irresponsable y casposa decir que los
anticuerpos españoles van a matar a los malditos virus chinos (que a lo mejor
no son ni chinos) es de dementes. Cuando además, son los chinos los únicos que,
de momento, están ayudando como país a otros países. La Ruta de la Seda está
consiguiendo su mejor embajador: la cooperación.
No hay salida
particular en España -en realidad, en ningún país- a no ser que haya gente
dando por contado que pueden morir decenas de miles de personas y millones
perder sus empleos y que ellos va a poder seguir, llueva o truene, con su estilo de vida. Esa gente que se ha
cogido el coche y se ha ido a la costa o al pueblo o que busca chivos
expiatorios para librarse de culpa, podrá apostar por salidas autoritarias de
la crisis, pero ni tiene garantizado que sean a favor suyo ni garantías de
éxito. Igualmente la gente joven que se está comportando de manera
irresponsable, saliendo de fiesta, reuniéndose, quebrando cualquier
recomendación y yendo luego al hospital ante los menores síntomas, demuestra
que hemos fracasado con esa gente joven a la hora de sembrar valores cívicos y
republicanos. Hay una juventud referenciada en pautas consumistas, en un uso de
las redes sociales dirigido al entretenimiento y que tiene dificultades para
entender que la crisis del coronavirus también va con ellos y ellas. Pero
también hay gente joven, mucha, organizándose para ayudar a vecinos con
problemas, haciendo la compra, no dejándoles abandonados. La crisis vuelve a
poner encima de la mesa la oposición entre solidaridad y egoísmo, entre
socialismo o barbarie. En poblaciones gobernadas por la derecha se han
escuchado comentarios sobre los madrileños que han huido de la capital y han
acudido a sus segundas residencias que estaban guardados para los
subsaharianos. Y que explican mal las críticas a los independentistas
catalanes. ¿Ya no somos una única España? La incongruencia del egoísmo es
proverbial.
En esta crisis, son
precisamente trabajadores muchas veces precarizados quienes están salvando
nuestras vidas: enfermería, medicina, personal de supermercados, de limpieza,
de recogida de basura, transportes, atención a mayores, los servicios sociales,
sin olvidar a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que, de manera
clara en estos casos, están trabajando para el conjunto de la población. Son
todas y todos trabajadores de lo público o para lo público que durante toda la
fase neoliberal han sido puestos en cuestión, precarizados, despedidos,
cuestionados. Toda esa gente está del lado de lo social para que la barbarie no
tenga hueco. Y no van a tolerar que después de que se están jugando la vida,
después de ser los que hacen que el sistema funcione, puedan ser desechados. Y
lo mismo va a ocurrir con aquellos de los que la crisis quiera ahora mismo
deshacerse y que se creían libres de cualquier contigencia. Creerte parte de
los elegidos, soñar con ser de los señalados y apoyar a los que solo quieren
defender a los fuertes es la única explicación de por qué las víctimas votan a
sus verdugos.
Reinventar el
Estado social, ecológico y participativo. En España, apenas estamos saliendo de
la corrupción del Partido Popular, ligada a comportamientos que hoy se
demuestran además de criminales, irresponsables: kilómetros de autopistas y
desdoblamiento de las mismas, nuevos aeropuertos o ensanchamiento de los
mismos, financiación de líneas aéreas, aumento de los puertos y su
privatización, trenes de alta velocidad a la puerta de casa, inútiles parques
temáticos, gastos militares, rescate bancario o de autovías. En la misma
dirección, el Estado tiene que revisar sus ineficiencias y gastos absurdos. Sin
una base fiscal suficiente, no hay Estado, y sin Estado todo lo entregaremos al
mercado. Es decir, a la barbarie. La crisis del coronavirus tiene que servir
para obligar a los que más se han beneficiado del modelo para que colaboren.
Cada euro en un paraíso fiscal es un clavo en la mortaja de una persona en
España. De la misma manera, la ingeniería fiscal que ahorra impuestos siembra
muerte. Es el momento de exigir con toda la fuerza del Estado que cada cual
ayude en esta crisis en función de sus capacidades. Por eso es también muy
importante que desde el Estado se negocie con las empresas su colaboración en
la creación de empleo. Las empresas no son el enemigo, pero si hay un Estado
fuerte que les recuerda sus obligaciones sociales, son más amigas de las
mayorías. El Estado tiene que reinventarse escuchando las necesidades sociales
para incorporar elementos esenciales para la vida que están hoy desatendidos:
los cuidados, el apoyo a los hijos para que las familias no se empobrezcan
cuando nace un niño, la atención a los dependientes, la limitación del precio
de los alquileres, la consideración de la vivienda como un bien público y el
freno de los desahucios. Es un momento ideal para entender desde una
perspectiva socialista dos grandes vectores: uno, la atención a trabajadores,
autónomos, desempleados y gente que no cobra subsidio. Mucha gente que estaría
sobreviviendo con chapuzas en la economía informal, perderá esos trabajos y se
quedará sin absolutamente nada. En segundo lugar, pensemos que la renta básica
sería un sostén en momentos de enorme dificultad para las mayorías, que
ayudaría a mitigar el ejército de desocupados, desahuciados, marginados y
abandonados que provocará la crisis si no se encara desde presupuestos
sociales.
Ese Estado tiene
que democratizarse. La vía china nos conduce a una pesadilla orwelliana donde
desaparecen las libertades individuales. Aunque viendo la irresponsabilidad de
tantos españoles, no es extraño que haya gente que envidie la capacidad
punitiva y de vigilancia de las autoridades chinas. Pero eso sería una marcha
atrás en la construcción democrática. ¿Alguien se imagina sin pánico un
gobierno en España de Santiago Abascal o de Ortega Smith con esa capacidad que
poseen las autoridades chinas? Por eso, la salida de la crisis reclama
corresponsabilidad ciudadana. Cuanto más se extienda la colaboración desde
abajo, más fácil será encontrar soluciones a favor de las mayorías, más se
dificultarán salidas autoritarias, más tejido social se trenzará para deliberar
y apostar por un cambio de modelo.
El neoliberalismo
intentará aprovechar el shock para ahondar en las medidas antisociales y acabar
con lo que queda del Estado social. Lo hicieron en Chile en 1973 y sigue siendo
su referencia. La gente en Chile lo está revirtiendo ahora mismo en la calle y
con un proceso constituyente que la derecha quiere frenar. Ahondar en el modelo
es impensable. Las mayorías sí que son demasiado grandes para dejarlas caer. Y
eso es lo que van a intentar poner en marcha los beneficiados de la lógica
liberal. Unidas Podemos no nació para alimentar esa lógica, sino para trabajar
para las mayorías. El ejército de damnificados por la crisis puede estar
formado por millones de españolas y españoles. Hay que acompañarles. No pueden
tomarse medidas económicas, sociales y políticas drásticas que afecten
solamente a los de siempre.
Ya hemos visto que
los poderosos se sienten resguardados (la familia Aznar ha salido corriendo
para Marbella. Lo próximo qué es ¿irse a una isla?). Igual que se sentirán
resguardados los que cuentan con recursos para una sanidad privada y para vivir
sin trabajar durante años. Pero hay millones de personas que no pueden ir a
ningún lado. Que se han quedado de pronto sin trabajo y sin ingresos. Que ven
que les pueden echar de su casa. Que están respirando aire contaminado. Que no
ven un planeta tierra decente para sus hijos. Que quieren comer sano sin que
sea un lujo. Que no quieren seguir viendo cómo nuestras ciudades se parecen
cada vez más a las del tercer mundo y que las promesas de futuro son aún más sombrías.
Es un momento para elegir entre socialismo o barbarie. Y la elección es tan
enorme que conviene que empecemos a explicarla con todo lujo de detalles. No
porque no vayamos a salir de la crisis del coronavirus -que vamos a salir- sino
porque la luz que puede esperarnos al final del tunel sea mortecina y con muy
poca alegría.
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