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domingo, 15 de marzo de 2020

VÍCTOR RAMÍREZ: “Cada cual arrastra su sombra” y “Pero como si no”. El alcance de la desgracia


Del libro  CONSTANTES DE LA NARRATIVA CANARIA DE LOS SETENTA.
APARTADO III : LA  TRAGEDIA COMO FIN
FCO JUAN QUEVEDO GARCÍA 
VÍCTOR RAMÍREZ: “Cada cual arrastra su sombra” y “Pero como si no”. El alcance de la desgracia
Víctor Ramírez es un ejemplo significativo del cuidado por la expresión literaria que se observa en la narrativa canaria de los setenta. Juan Manuel García Ramos, en Ensayos del Nuevo Mundo, -escribe sobre este autor:


La condición humana del insular, como señalaría Domingo Pérez Minik, encuentra su entonación más arraigada en las frases largas y musicales de Víctor Ramírez, en sus arriesgados encabalgamientos. Cada cual arrastra su sombra es hasta el presente la obra más acabada de ese autor y su aparición en 1971 nos descubrió con vigor a todos que un estrato social de las islas no sólo tenía un modo de pensar y de pensarse, sino una forma muy particular y sugestiva -y hasta ese momento desconocida para la literatura- de expresarlo.


Cada cual arrastra su sombra es una narración corta que Víctor Ramírez entresaca de la realidad canaria. En esta ocasión le cede al escritor una historia de amor, de celos, de venganza, de deshonra, de un hombre en el sendero de una desgracia envilecida por todos los lados de su existencia. Desairado por su novia -su mujer luego- con la sombra de la duda:
En mala hora vienes y te pones novia. La silla en que ella se sentaba cuando yo la visitaba, tallada con tanto esmero, si vieras el tallado y el tiempo que empleé én él, se la hice yo. Pero la ella no estaba sentada en mi sillita. Ella se sentaba en el sillón grande, el de

271. García Ramos, J.-M., op. cit., 1993, p. 93.

mimbre pajizo. Y conmigo nunca, nunca, se había sentado en el sillón grande, el de mimbre [...] Yo los vi. Vi a su primito sentado junto a ella, pegadito. No estarían haciendo nada malo, no sé. Pero estaban los dos sentados juntitos, pegados, hombro con hombro, cadera contra cadera.272

Más desairado aún con la certeza la noche de bodas:

Ahora me siento nada: ni viudo, ni casado, ni soltero, nada. Uno es, ha sido, honrado, mala suerte. Voy; y te casan ayer por la tarde [...] y te quedas, ¡al fin!, a solas con ella. El mundo es tuyo, hambriento.
Ha llegado el momento de la verdad, la golosina que te engatusa durante ar,os. Eres honrado, mala cosa. Felicidad mortal, instantánea, pero ves que no soltó sangre. Y un latigazo estremece tu decencia [. . .] Yo me vestía silencioso, destrozado, el llanto seco. 273

Desairada toda su familia por el Rimero, un personaje infar::.=: componedor de la muerte de su padre y agravio constante para __ madre:

Decía que el Rimero, y si en la guerra, que cementándose mi alma con la resignación, tener que venir ese diablo, una sonrisa lobuna con diente de oro y un cartucho lleno de comidas agarrado contra el pecho por las dos manos, vaya qué obra de caridad [...] había tanta hambre, y mis pobres hijitos, Dios lo sabe, y aquel malvado pagaba en algo, aunque fuese mínimo, lo hecho

272. Ramírez, V., Cada cual arrastra su sombra, en Cuentos cobardes, Madrid, Taller de Ediciones Josefina Betancor, 1977, pp. 49 Y 50.

273. Ibíd., p. 61.



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