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viernes, 18 de octubre de 2019

JUEGO SUCIO


JUEGO SUCIO
EMILIO DE LA PEÑA
La condición de persona socialmente vulnerable es conocida. Abarca a aquellos que están más expuestos: tienen dificultades para encontrar empleo. En el caso de que trabajen, pueden ser despedidos fácilmente o están afectados por la llamada pobreza laboral. En estos casos, la mayoría son jóvenes. Pero también son vulnerables los que no pueden hacer frente a todas sus necesidades para vivir dignamente. Es lo que se encuadra en la llamada carencia de vida material. El bajo nivel de formación es igualmente un rasgo de vulnerabilidad: sólo podrá acceder a los empleos menos cualificados y peor remunerados, pero además tendrá menos armas para defenderse de los abusos o trampas mediáticas que se encuentre en su camino.


Las personas en esta situación constituyen el mejor nicho de mercado para el negocio del juego, y especialmente de las apuestas. Su actividad se ha disparado de forma espectacular en los últimos años. Supone ya una amenaza social. El peligro no es igual para todos. Acecha sobre todo a los más vulnerables. Un estudio de la Dirección General de Ordenación del Juego, realizado en 2015, indica que sufren mayor riesgo los jugadores que están en paro: “cuanto mayor es la gravedad de la patología (relacionada con el juego) mayor es el porcentaje de personas desempleadas”.  A su vez, entre los que tienen ingresos bajos, el riesgo, los problemas o las patologías son mayores que entre los que disponen de ingresos altos. El 60 por ciento de los jugadores online son jóvenes de entre 18 y 35 años. Otra investigación del citado organismo oficial indica que es entre los jóvenes de clase social baja o media baja donde la vinculación al juego es más grave y requiere ayuda social. Las mujeres juegan mucho menos: sólo el 15 por ciento del total, pero, entre las que lo hacen, un número significativo son de edad avanzada, viven solas y tienen un nivel económico medio bajo o bajo. El estudio detecta en ellas una vinculación grave con el juego.

UN SEGMENTO CLAVE DE LA PROGRAMACIÓN DE TELEVISIÓN Y RADIO, COMO ES EL DEPORTE, ESTÁ FINANCIADO CASI EN EXCLUSIVA POR UN ÚNICO SECTOR, EL DE LAS APUESTAS

Yo, por mi parte, hago la siguiente comprobación. Busco en Internet: Casas de apuestas en el distrito de Tetuán, Madrid. Es una zona de clase media baja. Encuentro 18 locales de juego. Todos situados en la zona de menor renta, el lado derecho del distrito. Busco después: Casas de apuestas en el distrito de Salamanca, también de Madrid. Es el segundo de mayor renta de la capital. En extensión y habitantes es similar al anterior. Encuentro tan sólo tres locales de juego. Sigo: localizo las salas de apuestas en Usera, el distrito de menor renta de la ciudad. Encuentro 10 locales. Esto puede dar una idea de dónde está el negocio de sacar el dinero a la gente mediante el juego de azar. Entre 2016 y 2019, el número de estos locales ha aumentado en España un 27 por ciento, hasta alcanzar los 3.150, en mayor porcentaje situados en los barrios más pobres. El pasado 6 de octubre, por primera vez una manifestación de vecinos exigía en Madrid, en Tetuán precisamente, medidas contra lo que consideran una lacra social: el juego y en concreto el más extendido, las apuestas.

El fenómeno es tan nuevo como descontrolado. Existe un organismo público, ya lo he dicho, la Dirección General de Ordenación del Juego, que todo lo apunta, dotado de una extensa reglamentación, que casi todo lo permite bajo un lema que indica cuál es su respuesta a la alarma que suscita: “Jugar Bien. Jugar con responsabilidad”. Mientras, las cifras que ofrece son escalofriantes. Entre 2013 y 2018 la cantidad de dinero que se ha jugado al azar ha pasado de 5.600 millones a 17.300. Un incremento del 210 por ciento ¡en tan sólo seis años! La explosión ha venido por dos vías: el juego online, que representa el 80 por ciento, y las apuestas en las salas, con un aumento del juego igualmente espectacular. En 2017 recibieron un 1,6 millones de visitas, que, entre luces de colores intermitentes y pantallas gigantes de televisión, se dejaron 1.700 millones de euros. Hoy esas cifras habrán aumentado sensiblemente.



Acceder a una casa de juego o apostar online es fácil. Basta ser mayor de edad e identificarse. Esto debe ser sólo teórico, como el consumo de alcohol. El estudio oficial antes citado señala que cerca del 36 por ciento de los consultados dijeron que habían comenzado a jugar antes de los 18 años. Uno se gasta el dinero por necesidad, por ostentación o por ocio, pero no lo tira alegremente si no padece algún trastorno o es seducido impunemente. Como escribía George Simenon en una novela del comisario Maigret, sobre el hampa, “para que la gente juegue, es necesario estimularla”. Esta es la principal tarea de las empresas dedicadas al negocio del juego. No lo hacen solas. Sin la colaboración de otros no podrían. Son impulsores activos del escalofriante aumento del juego las televisiones y las grandes cadenas de radio, los clubes de fútbol profesional o personajes públicos como actores y futbolistas de élite. No lo hacen porque sí, sino a cambio de recibir suculentas cantidades de dinero.

Las televisiones inundan sus emisiones de anuncios incitando a la audiencia a apostar. De hecho, la publicidad en las retransmisiones deportivas, especialmente los partidos de fútbol, es casi en su totalidad de las grandes empresas de juego. Lo mismo ocurre con los programas deportivos de las cadenas de radio. En las páginas web ocurre otro tanto. El sector del juego se gastó 170 millones de euros en publicidad en 2018, un 150 por ciento más que en 2013. El fuerte crecimiento el año pasado es tal que representó a su vez un 62 por ciento más que en 2017. De tal manera que un segmento clave de la programación de televisión y radio, como es el deporte, está financiado casi en exclusiva por un único sector, el de las apuestas. Se añade así al pernicioso fomento de una actividad que puede ser peligrosa, según los estudios del propio organismo que regula el juego, otro peligro para las televisiones y radios: la excesiva concentración de sus ingresos publicitarios en un sector. Una dependencia que cualquier gestor empresarial consideraría un disparate.

Pero los anuncios durante los partidos de fútbol no se limitan a convencer al espectador para que apueste. En muchos casos les incitan a jugar en cada gol, cada vez que cambia el resultado o en el intermedio. Si un espectador de televisión o radio es seducido por un anuncio para que compre un coche, deberá esperar para consumar su deseo. Desde la tele o la radio no le trasladan a casa el vehículo. En cambio, en las apuestas la seducción es inmediata sin moverse del sofá. Basta con coger el móvil y gastarte el dinero. Para empezar, puedes hacerlo incluso si no lo tienes: las empresas ofrecen bonos para que te animes. El año pasado se gastaron 116 millones en esos bonos anzuelo: “para que la gente juegue, es necesario estimularla”.

Los otros colaboradores necesarios del tinglado son los clubes de fútbol. Estos se prestan gustosamente a colaborar en las apuestas a cambio de recibir dinero. Siete equipos de primera llevan en sus camisetas publicidad de alguna marca de apuestas. Y de los 20 que componen la competición, 19 están promocionados por empresas del juego:

– La española Codere, cuya bandera enarbola el Real Madrid. La empresa tiene en su equipo a dos exministros del PP, Pío Cabanillas, consejero de la entidad, y Rafael Catalá, recientemente contratado como asesor. Tendrá como misión mediar con todas las formaciones políticas para establecer un marco jurídico que no perjudique a la empresa, según informa La Vanguardia. Ya estuvo como secretario del Consejo entre 2005 y 2011.

– La británica Bet 365, que patrocina nada menos que a siete equipos: Athletic de Bilbao, Villarreal, Betis, Valladolid, Español, Celta de Vigo y Eibar. Es conocido que Bet 365 donó 113.000 euros al Partido Laborista, cuando estaba en el Gobierno, en tiempos de Gordon Brown, coincidiendo con la autorización para emitir publicidad del juego en televisión.

– El Barcelona está patrocinado desde esta temporada por 1xBet, compañía de apuestas de origen ruso con sede en un paraíso fiscal, Caraçao. Antes lo estuvo por Bet fair.

– Betway es patrocinador del Leganés y el Alavés. Esta casa de apuestas de origen británico está radicada en Malta, país de baja tributación. Tiene un acuerdo con la Federación de deportistas profesionales en Gran Bretaña. Y contrata a numerosos deportistas ingleses como embajadores de la marca.

– Bwin patrocina al Atlético de Madrid y al Valencia. Es una compañía de origen austriaco que opera entre otros lugares en Gibraltar, paraíso fiscal. Marathonbet, de origen ruso, extendida en el Reino Unido, es patrocinadora del Sevilla. Kirolbet, empresa vasca, de Osasuna. La francesa Winamax, recién llegada a España, patrocina al Granada. Y la manchesteriana Betfred al Mallorca.  En patrocinios, las empresas de juego gastaron el año pasado más de 14 millones de euros.

Solo un club se ha negado a ser patrocinado por una empresa de juego: la Real Sociedad. Sus socios y accionistas lo rechazaron en una consulta, en la que el 86 por ciento dijo no a esta práctica.

Mientras se habla de juego limpio, la policía detecta juego sucio detrás del mundo de las apuestas. Este año ha detenido a jugadores y responsables de equipos por amañar partidos en la llamada Operación Oikos. El móvil eran las apuestas. No es el primer caso.


Hay otro colaborador necesario, más que eso, imprescindible: el Gobierno. Es el que regula de forma laxa el negocio peligroso para sectores vulnerables.  El que permite su publicidad avasalladora regulada por las propias empresas de apuestas y los medios de comunicación, mediante una comisión de autocontrol. Es decir, son los anunciantes y los medios los que dicen si la publicidad es adecuada o no. La prueba de la permisividad de tal comisión con la publicidad es que de los 1.158 anuncios que revisaron en 2018, al 81 por ciento le dieron el visto bueno. Sólo desaconsejaron la difusión de 16 anuncios. A la vista de la publicidad que se emite, cómo será el contenido de los rechazados.

Los locales de apuestas están regulados, por llamarlo de alguna manera, por los gobiernos de las comunidades autónomas. La desmedida proliferación de estos y su ubicación, a veces aglomerada y mayoritariamente en barrios deprimidos o de menor renta, da una idea de la indecente permisividad de las autoridades en favor del negocio.

El acuerdo presupuestario entre el Gobierno de Sánchez y Unidas Podemos de 2018, ya en vía muerta, establecía la prohibición de la publicidad del juego en televisión y radio, al equipararla con la del tabaco. El defensor del pueblo se pronunció en el mismo sentido. El PSOE lo hizo en su programa electoral. El programa de Unidas Podemos añade a ello aumentar sus impuestos y prohibir que los locales de apuestas abran antes de las diez de la noche.

El Estado ingresó el año pasado por el impuesto sobre el juego 46 millones de euros, las comunidades autónomas, 150 millones. Cantidades pequeñas si se considera la recaudación completa. No es posible pensar que ese dinero aliente al fisco a seguir permitiendo una práctica tan abusiva de ese negocio. Debe de haber algo más para mantener el tinglado. Quizá lo relatado aquí ofrezca algunas pistas.

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